sábado, 2 de mayo de 2009

JOSÉ ACOSTA, poeta interiorista.

José Acosta, Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 1964. Una cualidad esencial en la poesía de Acosta es el empalmar la trascendencia y la inmanencia, lo temporal y lo trascendente, de forma magistral. Usa un lenguaje simple, llano, profundo. Con su estilo sereno introduce al lector a las esferas más misteriosas del cosmos y del alma.


Poiesis genuina la de Acosta, reveladora de los costados ocultos de la conciencia humana. Su poética metafísica –equiparable a mi juicio a la de Manuel del Cabral- constituye un aporte esencial a la Poética Interior y a la literatura dominicana.






Esta ventana


Esta ventana está abierta hacia sí misma:

anillo entre dos sombras,

túnel por donde regresan mis ojos

a mi rincón de sangre.

Esta ventana no está abierta a nada,

no hay un chorro de humanidad

hirviendo entre sus párpados,

ni un camino rodando en su distancia

ni el olor a presencia de algún pájaro.

Esta ventana no está abierta a todo,

no tiene un hombre hundido en su estatura

no tiene una lámpara empujando las tinieblas

no tiene un gato dormido en su misterio

ni una voz trepando los espacios.

Esta ventana está abierta hacia su ventana

hacia su solitaria humanidad

en la pared de un algo.

Esta ventana está abierta hacia sí misma

hacia la inocente realidad de su existencia.



Transformación


He escrito la palabra profundo

y ha nacido un pozo en mi papel

donde cabe el mundo. Cruzo el

lindero de la palabra y ya profundo

es una mancha donde se pierde la mirada.

Escribo agua y bebo. Sangre y lloro.

Hoy todo lo escrito ha buscado su efigie

su osadía de ser, su forma.

Y he aquí escribo hombre

y surge alguien que me besa.

Escribo Dios y algo se esconde

y mi papel simplemente tiembla.



Enciendo un fósforo


Enciendo un fósforo y nace mi mano.

Sobre el fondo una moneda flota o quizá

la redondez luminosa del ojo de un gato.

Hago ascender mi mirada arañando las tinieblas

y se hace libre allá, a lo lejos, en la cima

de todos los quejidos.

Es que estás a mi lado y aún no lo sabía

es que viajan en mí todos los pueblos

y ahora, precisamente, llaman a mi puerta.

Enciendo un fósforo y nace

tu cuerpo tejido con la noche.

Todo está tan cerca a veces, a un frágil dolor

de distancia

pero en verdad tememos horriblemente

saberlo.



El relámpago


El relámpago nace y no tiene tiempo

de recordarse a sí mismo.

Rasga el rostro del cielo, y no llega a comprender

que es la única herida de la nada.

¡Quién pudiera escalar

su esquelética forma de raíz

para mirar por sus rendijas

el escondite de Dios!



Silueta del día


Puedo derribar la mañana y extender

infinitamente la noche

con sólo cerrar esta ventana.

Puedo subir por el día a tientas y caer

en otras tinieblas y desvestir el espacio

con sólo cerrar este artefacto de luz.

Puedo incluso dejar de existir en este

sueño y volver a lo profundo de ser

eternamente sombra.

Puedo hacerlo ahora

pero hay un pájaro volando tras su cristal

que lleva en su silueta

el misterio de la vida.



Mis paredes infinitas


He puesto con cuidado los ladrillos del día

frente a todos mis espacios.

Se ha marchado la sombra ladrillo a ladrillo

de mi laberinto terrestre.

Sé que hay un sol como un túnel solitario

detrás de éste tan caliente

y una rosa, tras este otro, que flota en un perfume.

Y estoy seguro que tras este ladrillo trémulo

que apenas se sostiene en la columna

hay un pájaro trepando el pulmón del mundo.

todo ante mí es de barro esculpido

excepto aquella ventanilla distante

dentada con barrotes

donde la otra realidad se disuelve

en un fascinante atardecer fugaz

sobre todo lo terrible de la existencia.

Venid a verme hombre de la tierra

antes que se desplomen mis paredes infinitas.



Antes de la luz


Me atormenta sobremanera esta casa

tan oscura

y más, el que no esté en mi destino encenderle

una lámpara.

He intentado arrojarle luciérnagas a sus

espejos, guiar el alba hasta sus ventanas,

atarla a otro horizonte fuera de la noche.

Pero todo es trunco, vano…

Rotos mis dedos buscan a tientas

algún rincón favorable para el fuego

alguna puerta posible para el día

o esa luz

de la que está hecha la tiniebla.

Temo que esta casa ya no exista

cuando se ilumine en el mundo

la existencia.



Visión del incorpóreo


Yo me alimento con trozos de nube.

A veces, cuando logro llenar mi cuerpo, los humanos

miran desde la tierra mi dulce anatomía

y creen que ha sido un milagro del viento.

Un espejismo creí que yo era antes de ser

atravesado por los pájaros: esas horribles

criaturas que me agujerean, me perforan

dispersando mi espíritu más allá

del alcance de mis dedos.

Pienso y mi pensamiento es una diáspora.

Cuando pienso me despliego, abro mi cuerpo

como un territorio, y ya no doy conmigo.



La estela que te borra


Abajo está el portón, temblando aún,

como si acabaras de pasar, como si el viento

que te sigue lo empujara de un lado

a otro de la tierra.

Tu largo cargamento de espíritu, alas

y todos los sonidos que riegas por

la tierra como una enorme caravana de

bueyes. ¿En qué luz te adentras, te escondes?

El portón, mujer, aún tiembla como

dejando pasar todo lo que fuiste.



Cuando fuimos un pez


Tus pies de tormenta

como aletas de un pez de metal

huyendo del mundo hacia el mismo mundo

porque el hombre aún no ha podido

echar sus alambradas

para dividir lo hondo y lo profundo

y lo azul.

Tus pies de los que casi hablo

con los que sufro

el haber partido alguna vez

y para siempre

de este mar.



Sol del dormido


Amanece y aún el sol

no aparece dentro de su círculo.

Mi cuerpo es una habitación abandonada.

Por los túneles de mis brazos canta un gallo.

Estoy fuera de los límites de Dios

sigo el sendero hondo de un pensamiento

su fin es fuego agrietado

por donde cruza el miedo.

Vuelvo la mirada hacia el jardín oscuro

mi esencia es agua que se filtra

en otra agua, ya no tengo límites

he olvidado mi orilla, el borde

de mi forma. Soy el amasijo

que Dios hará despertar.



De este lado del cielo


Estoy tan cerca de ser que he abierto los ojos. Hacia mí

regresan mis manos olvidadas entre los dedos, mis pies

me sujetan de golpe a este cuerpo amado. Afuera no

estoy solo. Mi piel me siente llegar a mi morada. Antes

de nacer existí más que ahora.

§

Ese vacío que intenta atrapar de un manotazo el

moribundo, sin saber que es él mismo marchándose. Esa

larga soledad sin nada, sólo el rastro de una hoguera

abandonada en un sendero desolado, unas huellas

marchitas sobre los guijarros; el desamparo de la noche;

pájaros ciegos cavando en el aire como buscando luz…

§

De un salto un potro sale raudo del hoyo de su sombra

como de una extraña sepultura. El viento ocupa el sitio

que abandona. Puedo escucharlo rompiendo el espacio

donde existe hasta internarse en la eternidad.



Al eterno


Del ataúd a la cuna he saltado

por siglos, sin saber mi justo sitio

si es que soy real o soy un mito

o estoy en el espacio reflejado.

En qué galaxia, en cuál arcano

emerge mi especie y mi destino

si una esfera es mi camino

de dónde viene el ser humano.

Voy naciendo en mi propio olvido

baúles, recuerdos, mil guaridas

reflejos fugaces del infinito.

Dónde está mi imagen escondida.

en el bosque del tiempo estoy perdido

y, a veces, tropiezo con la vida.



Caballo


En el vacío, lleno de niebla, un caballo se muere. Patas

arriba da coces contra nada como intentando zafarse de

su cuerpo. Liberado al fin, sus relinchos se dispersan

como abismo en la misma región donde la humana voz

busca ser articulada. Allí todo vaga sin haber nacido.

Increado el caballo trota sobre el mapa de su sombra

hasta dar con el caballo que lo contendrá. El primer rayo

le inyecta luz a la noche hendiéndola hasta florecer. El

caballo rompe su pared desvaneciéndose. En el lugar

donde estaba quedó un hueco donde duerme otro

caballo.



Orbis Tertius


(III)


Ahora el pájaro ha conocido el tiempo

en el reloj del río, en su corriente detenida,

ahora sabe que más allá, a sus espaldas

viene la noche indetenible. Cierra por primera vez

sus ojos y descubre que no existe

que hay otro en el reflejo del agua que lo aleja

que lo reduce a las cuatro paredes que es un pájaro.

Ahora no se conforma con vivir

ahora quiere saber de dónde ha venido

y hacia dónde va, pobre cuestionario más vacío

que el planeta en este instante.

El pájaro busca en su memoria alguna puerta

sólo túneles oscuros aparecen

toma uno, entra, al final hay un muro,

lo derriba, otros túneles se muestran

ah, todo lo que fue es laberinto.



Todo el conocimiento me acorrala


Mis palabras, las que atan lo que sé,

huyen espantadas

y me dejan seco como el viento.

Ahora sólo pienso transparente

y floto invisible dentro del Todo

sin lograr aprehender lo que resuena

o estalla, o simplemente

empuja el susurro de las ramas.



La pregunta por la muerte


Lo que será: nunca lo tendré. Lo que fue es lo eterno,

madre, y ahora que lo sabes te pregunta por la muerte el

hombre desamparado y no el niño que empujaste día

adentro hacia el presente. La muerte y no su silencio,

sino su más allá, su oscura permanencia, su huerto

donde sólo florece Dios como una rosa escapada, como

una mariposa de aire. Tú que a veces llegas sigilosa a la

orilla de mi lecho, mitad sombra, mitad recuerdo, siendo

la misma que aquella vez se desprendió sobre la nada de

una ventana que aún no acabamos de entender.


Bibligrafía activa: Territorios extraños. Santo Domingo: Secretaría de Estado de Educación, Bellas Artes y Cultos, 1994. Destrucciones. En el 2000 el Consejo Presidencial de Cultura de República Dominicana publicó bajo el titulo Poesía Junta sus libros Territorios extraños, Destrucciones, De este lado del cielo, Orbis tertuis: en la pradera de Asfódelos, Los que en sueños me visita desde niño y Dark Groceries.


Bibliografía pasiva: Carmen Pérez de Cabral: “Territorios extraños”. Noticias Pucamaima. Santo Domingo: Editorial Gente, 1994: 4. Carmen Pérez Valerio: “Poetas jóvenes de Santiago de los Caballeros”. Amantes de la luz 1:1 (1995): 37. Bruno Rosario Candelier: El Movimiento Interiorista. Ateneo Insular, R. D., 1995. Ricardo Bello Cardona: Territorios extraños. Auditoruim 4:10 (1994): 59. Franklin Gutiérrez: José Acosta: entre Territorios extraños, Destrucciones y un extremo del cielo”. [A]hora. XXXIX: 1174 (2000): 66-67. José Rafael Lantigua - Delia Blanco: “José Acosta”, en Miroirs de la Caraibe: douze poetes de Saint-Domingue. Saint-German-du-Puy, 2000: 122-129. Última Hora [Biblioteca] 14 noviembre, 1999: 26. José Rafael Lantigua: “Dos poemas, dos poetas y un mundo de territorios y espejos luminosos”. Última Hora [Biblioteca] 26 de marzo de 1995: 30-31. José Rafael Lantigua: “José Acosta”. Última Hora [Biblioteca] 26 abril 1998: 37. José Rafael Lantigua: “La poesía de José Acosta: una biografía desolante y lírica”. Última Hora [Biblioteca] 14 noviembre, 1999: 26. José Rafael Lantigua: “José Acosta y León Félix Batista, las nuevas estrellas de la literatura dominicana”. Última Hora [Biblioteca] 26 de agosto, 2000: 32. Frank Martínez: “José Acosta”, en Juego de imágenes. Antología de jóvenes poetas dominicanos 1980-1995. Santo Domingo: Ediciones Hojarasca, 1995: 57-73. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior. Ateneo Insular, R. D., 2005.

Bibliografía en Internet:

http://www.escritoresdominicanos.com

www.palabravirtual.com/;

http://www.letralia.com

http://www.poesia.org.ve;

http://www.poemas-del-alma.com

http://www.festivaldepoesiademedellin.org

http://www.antoniomiranda.com.br

http://www.eldiariony.com

http://www.palavreiros.org

http://www.yoescribo.com

http://www.newyorkbookfairexpo.com

http://www.poetavirtual.com

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