miércoles, 5 de noviembre de 2014

Carmen Juan, Amar la herida


Carmen Juan, Amar la herida. Edición de La Bella Varsovia, Córdoba, España, 2014. Esta joven autora nacida en Alicante en el año 1990, tiene voz propia y un discurso libre. Libre porque habla sin recovecos, con limpidez. Amar la herida replica las pulsaciones del dolor, el medio, las sombras y la muerte. Todo eso le sirve a la poeta para amasar su poética. Ribetea sus versos con improntas de la adolescencia, la juventud y de la mujer adulta, ésta más reflexiva y lírica. El poemario adquiere su mejor momento en la sección “La herida”. Aquí, en mi opinión, es donde la autora emplea con criterio la palabra. Es , en verdad, en esta parte donde se atreve a arriesgar para explorar nuevas vetas en su oficio creador. Ella descubre el “lenguaje de las bestias”, “la sangre a medio coagular de los albatros”. Amar la herida es la intención de superar la estocada, redimir el dolor, el miedo, las sombras. Amar la herida, sin idea masoquista, “porque las cicatrices nuevas consienten […] las heridas jóvenes insisten”. Ese hallazgo revela una profunda agudeza. Y solo por eso –habrá otros motivos, por supuesto– este poemario merece se sostiene de pie. Carmen Juan en Amar la herida traza las coordenadas de una historia, de un recuerdo, de un nombre que corta y causa daño. Ella ha sabido conjurar la herida entre claroscuros, por eso su obra le ha merecido el VII Premio de poesía Joven “Pablo García Baena”.

José Ángel González Franco, Aritmética del desgaste.


José Ángel González Franco, Aritmética del desgaste. Barcelona, España, 1971. Esto no es Berlín, Madrid, 2014. Pere Gimferrer apadrina a este poeta que se gana la vida de abogado penalista. Más allá de este soporte el célebre poeta catalán, a veces necesario para alzar vuelo, González Franco cumple su misión desde la cima de un lenguaje al borde de la ráfaga. Aritmética del desgaste alberga versos más racionales que emocionales, menos expansivos y más reservados a la hora de mostrar la armazón de su interior. Eso no quita la asombrosa síntesis de sus composiciones y la perfección del uso de las palabras. Al leer su obra se tiene la corazonada de que está dotado para legar una obra de gran calibre, pero tendrá que bajar al terreno de la vida para explotar todo su potencial. González Franco caza destellos poéticos como “y no bailas descalzo sobre la brasa de tus palabras”, “la seriedad de las abejas”, “luz huele a primavera”, “oscuridad muda”, “la congoja de un agujero”. La belleza de su poesía reside en la forma, ahí es donde el “aire se esconde entre las cortinas”. Queda la certeza de que Aritmética del desgaste es un preludio, un suma y sigue de su genio creador.

Elena Medel, Chatterton

Elena Medel, Chatterton. Córdoba, España, 1985. Visor, 2014. Esta joven creadora es ya el futuro. Llama tremendamente la atención la soltura con la que construye el poema. Realmente es una virtuosa de la palabra poética, dotada para comunicar bellamente una particular manera de ver las cosas. Su poesía es la vida misma. Ella canta a los estómagos vacíos, al paisaje en tránsito, a las mujeres solteras, al hombre que duerme y a los hombres responsables; a su madre araña y a las macetas.  


Los grandes poetas y críticos de la actualidad española, tales como Francisco Brines, J. M. Caballero Bonald, Antonio Colinas, Víctor García de la Concha, Clara Janés, Juan Vicente Piqueras, Soledad Puértolas, Jaime Siles y Antonio de Villena, avalan los impulsos chispeantes de esta joven creadora.

Rubén Tejerina, Animal absoluto.


 Rubén Tejerina, Animal absoluto. Editorial Hiperión, Madrid 2014. Después de leer a este poeta nacido en Sevilla, España, 1979, se tiene la impresión de que el buen hacer de la palabra, la poiesis en toda regla, goza de buena salud. Tejerina está realmente inserto en su tiempo. Hay en Animal absoluto soltura, agilidad y, sobre todo, ritmo. Piensa y habla como poeta. Y eso es esencial en un creador. En la vida real parece que el artista toca otros registros de las artes, pero con que solo se quede con el de la  poesía ya sería un bosón de higs del universo literario. Sobresale en él la comunicación fluida y atractiva de sus experiencias vitales: el amor, los desencuentros, los espacios o ámbitos paisajísticos y la extraordinaria creatividad para descubrir poesía en en el reino animal. Vamos, que su lectura me llevó a recordar, salvando las diferencias de género, tiempo y lugar, Animalario de Cortázar. Con pocos e imperceptibles lugares comunes, el poeta resulta fresco y, sin traicionar la verdad, original. “Canción de un hombre de mar”, “Teorema”, “Entreacto”, “Safari”, “Pura y felina” son indicativos de lo dicho.

Animal absoluto de Tejerina probablemente sea el eslabón que empalma con la mejor poesía de García Montero –¿resulta odiosa la comparación?–, pues no lo parece si se leen versos como “coincidimos en el azar de un semáforo. / Cruzabas el paso de cebra como cantada por Anthony and the Johnsons”. O si se analiza el estilo llano, cotidiano, comprometido con la forma laboriosa que es la que le da categoría a su oficio poético.

Rubén Tejerina apunta a todas las emociones humanas posibles y las comunica con fruición. Por lo que resulta fácil verse en el espejo de su creación. Es uno de esos creadores que tocan y cantan lo humano sin falsearlo. Pero no solo eso, y lo que es mejor aún, lo dice con belleza, aliñando sus pensamientos con muchas imágenes afortunadas. “Poema cansado”, “ciega voluntad”, “me duelen las sábanas”, “presentimiento metálico”, “la mermeladas de nuestros días”, “masticar el miedo”, “lamer la sorpresa”, “los árboles rumian taciturnos su sosiego”. Esas son unas, ¿vemos otras imágenes? Vale. “Y la voz sin tu escucha se me sigue suicidando en un teléfono vacío”, “los paraguas no temen la lluvia” “la quietud del ámbar del poema”, “el itinerario de la joyería de tu boca”, “había en tu boca un pozo de agua de lluvia atrapada”. Hay más botones de muestra, pero para eso habrá que ir al texto.

Se advierte en Tejeria, a ratos y solo la dosis necesaria, un mohín de melancolía. De lo que se puede estar seguro es de que entrar en la poesía de este joven poeta significa quedar atrapado para siempre, como él, en el “ámbar del poema”, la intuición principal de este poemario.

Animal absoluto –tercera obra del poeta– es una declaración definitiva, sólida, de que su autor pisa con pasos firmes en el territorio reservado solamente a algunos. Es de esos poetas para seguirle los pasos hasta la plenitud de su obra.




Barcelona noviembre, 2014.

lunes, 15 de septiembre de 2014

José Mármol: Lenguaje del mar. Luis Beiro: Jugar a dios. Giovanni Rodríguez: Melancolía inútil. María del Carmen Soler: El universo suena. Concurso de Cuentos Radio Santa María 2013. Altagracia Pérez Pytel: A mitad del sendero.

José Mármol (Rep. Dom., 1960). Leguaje del mar, Visor, Madrid, 2012. El poeta, después de sus anteriores obras calificadas como “poesía del pensar” ha bajado, sin abandonar del todo la reflexión, al terreno de los sentidos, esto es, de la sensualidad, para verter las emociones de forma natural. Con esta obra Mármol fondea el lenguaje más sonoro de la poesía, esas aguas renovadoras de las que fluyen versos sonoros y espumantes. Para mí la poesía de Lenguaje de mar surca las bahías del deseo, de los acantilados de tantos mares que devoran las sales y los odios. Mar de espumas blancas y risas. Mar agitado por vientos contrarios, por brisas de amor. El mar recuerda el misterio de Dios, de la vida, pero también advierte de los naufragios inevitables, de la lujuria, de las noches y las soledades, de las miserias de los desdichados. El mar esconde, anclado en su azul profundo, la memoria, el pasado imborrable. Lenguaje del mar es la suma del erotismo y la sensualidad, por lo que darse un chapuzón en este mar resulta refrescante. Poesía destilada en la mejor destilería del lenguaje, donde el bello decir abre surcos de placer.

Luis Beiro, Jugar a dios. Editora Unicornio, San Juan Puerto Rico, 2013. Después de leer esta obra de Beiro se tiene la impresión de que la poesía de este autor, cubano (1950) radicado en República Dominicana, posee la fuerza de la verdad. Esto se fundamenta en el hecho de que el autor escribe como piensa y piensa la palabra iluminada por la vida. Dicho de otra manera, hay en esta obra de Beiro una vitalidad arrolladora de la que no hay forma de no sentir su impacto. Su palabra no hace ruido, pero hiende el silencio y sacude la conciencia como una ventolera (ver Derrumbes transitorios). ¿Cuándo se sabe que un poeta es un artesano de la palabra? Un indicio es la audacia para cambiar de ritmos (sonetos, versos libres), pero sobre todo para asociar las emociones del alma, los recuerdos, los anhelos, etc., con la metáfora exacta. Jugar a dios es un intento de ser un ángel despojado de odios y falsas pretensiones. Pero sobre todo es una poesía oral, para ser leída en voz alta por su acento sonoro y por la agudeza de sus versos vitalistas.

Giovanni Rodríguez, Melancolía inútil, mimalapalabra editores, Honduras, 2012. Este libro de poemas recoge una muestra de lo mejor de la poesía del autor catracho. Es una antología personal de sus obras Morir todavía, Las horas bajas y de una nueva selección de poemas titulada Requiem. La pretensión que encierra esta antología puede resumirse en lo siguiente: dejar constancia de un sentimiento universal de angustia ante la muerte, pero también de un intento feroz de sobrevivir. Melancolía inútil hace constar cuánto vibran las cuerdas del alma de un poeta herido por el desamparo existencial, el ansia de superar las grietas que le impone la vida misma (el dolor, la soledad, la melancolía, la transitoriedad de la existencia) y el abismo de las horas que prolongan la noche y el asedio del tiempo. No hay estrellas, solo noches; no hay encuentros, solamente ‘vestigios del amor’. El poeta es voz, lira, garganta de zorzal. Su canto le resulta desgarrador. Se puede uno imaginar a un poeta maldito a lo Baudelaire que sobrevive a su tragedia, a su propio suicidio. Como un escorpión que se mata con su aguijón es el poeta en Melancolía inútil. Solo la poesía lo levantará y le devolverá la vida.

María del Carmen Soler, El universo suena. Ediciones Torremozas, Madrid, 2014.  La lectura de esta libro de poemas resulta consoladora. La autora se ejercita en la palabra para definir lo que es la poesía para ella, cómo se construye, con qué materia se forja el poema, etc. La poeta descubre su mundo de sueños, sus esperanzas más sinceras. La preocupación por todo lo que ensombrece el camino hacia Dios y enturbia el amor es una constante en su poemario. Si algo puede definir el alma artística de María del Carmen es su capacidad para oír: “La voz de la esperanza / que grita en cada semilla”, como si diera continuidad a aquella intuición poética blaikiana de que el ‘mundo cabe en un grano de arena”.

Concurso de Cuentos Radio Santa María, La Vega, República Dominicana, 2013. Edición número 20. Los tres primeros premios recayeron en Héctor Santana Pérez, Ungry Young Girls; Yuniris Ramírez, ¿Puedes mirar debajo de la cama?; Fernando Berroa, El purgatorio terrenal de Pedro Bernardone. Hay cuatro menciones de honor para Edwin Castillo Frías, El eterno día de Eufemmio Obrero; Carlos Díaz, Un affair virtual; Danilo Rodríguez, Decay; y Altagracia Pérez Pytel, Mi belly dance. Con esta pléyade de escritores se puede afirmar sin ambages que la literatura dominicana y caribeña tiene, más que una promesa, una realidad. Imaginación, creatividad, ingenio narrativo es lo que rezuman estos narradores dominicanos. No es ocioso decir que se espera lo mejor de ellos más allá de un certamen literario. El aliciente lo tienen, pero la mejor literatura muchas veces se escribe, no al fragor del elogio, sino del esfuerzo y dedicación.


Altagracia Pérez Pytel, A mitad del sendero. Ediciones Juguetes de Madera, Santiago, R. D., 2014. Libro premiado en el año 2007 por la Alianza Cibaeña en su XII convocatoria. Uno de los principales hilos con los que la periodista y narradora Pérez Pytel compone esta obra es el poético, como atinadamente señala Máximo Vega, pero además, al calor de ese elemento fundamental, hay otro más sutil e importante, a saber: la destreza para entrar en el alma de los personajes, empleando para ello todos los recursos posibles (arcaísmos, expresiones coloquiales, regionalismos, etc.) creando con ello una atmósfera veraz con la que se conquista rápidamente al lector. La autora consigue arrancar el sentimiento de compasión, al situar al lector ante sus personajes, no como un juez, sino como un ser compasivo y solidario. Tal vez sea un acierto afirmar que Los miserables de Víctor Hugo es una metáfora de A mitad del sendero. Esto lo demuestra el hecho de que en su obra Pérez Pytel humaniza a sus personajes, a los miserables, los rescata, los salva y repara su memoria. Ese es su mejor logro, en mi opinión. Ella, al mostrar el dolor y la realidad misérrima de muchos seres humanos, especialmente del sexo femenino, denuncia el lado sombrío de la existencia, así como la injusticia deshumanizadora. ¿No es esta una de las funciones de la literatura? Entonces, si esto es verdad, estamos ante una obra de cuento de mucha importancia. A mitad del sendero es la primera obra publicada de la periodista Altagracia Pérez Pytel. Cabe, pues, esperar la siguiente.

Localización tierra natal, República Dominicana