lunes, 26 de septiembre de 2011

POEMA “ODA AL PADRE”

POEMA “ODA AL PADRE”

de Pedro José Gris

(Comentario interpretativo)

Por Fausto Leonardo Henríquez

ODA AL PADRE

El de los cabellos azules
(Nelson vivió lo que escribo en el agua)


Del vaho de la tierra palpitante de noche
asciende vaporoso jugo letal
de angustia
y turba mi cabeza,
en su origen de sangre primigenia,
esa extensión inmensa de sangre y de criaturas
subterráneas. ..
El gris, acerado sentimiento, me obliga
a entrar al agua
a refrescar un poco la existencia
En un baño de espadas disueltas
en luna líquida y en agua
he empezado a nacer de nuevo
desnudo en la sal, en la consumación de la blancura
La vida se vierte, meditabunda, se pierde
se perfuma
se embriaga...
la noche es un aroma de muy viejos rosales
y un viento muy sabio de adolescentes labios
que besan, que besan
que besan...
La tarde, simplemente, se hace olvido...

El Mar, el Mar, el Padre de estos seres,
impasible y agónico enciende misterioso
sucesivos alborozo de silencio...
Nada... más que vivir
la vida se presiente...
La tarde
lentamente...
nos suma a su memoria
es decir, a su luz, a su música, a sus rosas...
¡Y más allá del Tiempo, de la sucesión misteriosa,
del oleaje,
la eternidad resplandece en su hondura intangible
¡Hacia ti convergen la mediatez del Tiempo,
la agonía del agua, el soplo de la luz
en la Nada Perfecta
más allá de la Forma y de la Belleza!
¡Epifanía pura de cristales de instantes!
¡Marejada del Uno mágico y derramado
en cristales eternos!
¡Oleaje esencial sin distancia, sin Tiempo!
Oh Mar, oh Padre de los siglos,
Padre de estos seres vibrantes
que ahora toco en mi dispersión,
en su fluir viviente,
en su latir cósmico.
Oh Mar, oh Padre mío desde la noche; desde la sal,
desde la consumación de la blancura!
Oh dicha de este hijo en tus noches extrañas
donde se escuchan vuelos, donde el Padre medita
el abismo que acecha a todo hombre...
y desde su meditación se elevan truenos.
Oh Padre, sosegad a la noche hasta hacerla
imagen del pasado.
Oh Padre, sosegad esta visión de sangre que me abruma;
abre tu inmensidad,
mira sangrar mi cuerpo
herido en tu dolor, en tu belleza
ahogado en tu clarísima tristeza...
Oh vasta tumba azul donde los siglos
mueren.

Delirante arrebato de impresionante belleza. Así califico en una primera lectura el poema que hoy ocuparán estas líneas: Oda al Padre. Advierto que lo que diga será una penúltima palabra, si no la última de la que otros puedan decir. Vayan éstas como un humilde tributo a quien tengo alta consideración y admiración.

Empezamos. Oda al Padre es un poema de hondo aliento metafísico. Para entenderlo o tal vez para degustarlo es preciso introducirse en su atmósfera. Pienso que sólo desde ahí se puede gozar un poema emblemático del interiorismo.

La tierra, en su estado primigenio, creacional, cuando aún palpitaba el misterio de la vida en el vaho que preanunciaba el despertar de un Ser desconocido, concita al poeta al grado de transportarlo a una experiencia poética, a una visión de la belleza total incomparable.

La tierra late en consonancia con el corazón del poeta que se ve envuelto por una atmósfera de sombras. Él es barro con aliento vital, mas con un dejo divino que no acaba de cristalizarse, aun deseándolo, lo cual le causa una terrible angustia que se agranda en la medida en que ésta le calcina y lo arrincona en alucinaciones: “Del vaho de la tierra palpitante de noche/ asciende vaporoso jugo letal/ de angustia/ y turba mi cabeza”.

El poeta intuye el origen anterior a lo primero. Queda turbado por la angustia que lo despoja del tiempo y lo sitúa “en su origen de sangre primigenia”. Visiona un espacio inconmensurable habitado por seres extraños: “esa extensión inmensa de sangre y de criaturas subterráneas”.

El agua también, además de la tierra, es un símbolo de la vida, de la divina y la terrena. El poeta la utiliza para bañarse en ella y no para calmar la sed, en sentido inverso al poemario La Sed del Junco de Tulio Cordero, o de aquellos versos de Amado Nervo: “inútil la fiebre que aviva tu paso/ no hay fuente que pueda saciar tu ansiedad/ por mucho que bebas/ el alma es un vaso/ que sólo se llena de eternidad”.

El agua de la que habla el poeta es un agua en la que se introduce forzosamente, todo él, existencialmente, con su pensamiento y sus ideas. El poeta José Ángel Valente dijo en este sentido lo siguiente: “Tomar un baño es una breve/ solución general contra la nada”.

Es toda su vida, el complejo de toda su estructura vital como ser humano la que entra a sosegar dentro del agua, como si fuese, digamos, una placenta transhumana: “el gris, acerado sentimiento, me obliga/ a entrar al agua/ a refrescar un poco la existencia”.

La revelación de la belleza queda consignada inigualablemente en estos versos: “En un baño de espadas disueltas/ en luna líquida y en agua/ he empezado a nacer de nuevo”. De ese baño surge el poeta como criatura nueva, como si hubiera recibido un bautismo de intangible dinamismo creacional.

El agua eterna regenera los insondables sentimientos, la existencia misma. Ernesto Cardenal en Cántico Cósmico (can. 28) percibe esta realidad trascendente, lo cual confirma la autenticidad universal de la obra de Pedro José Gris: “La vida es la duplicación del don recibido. La vida tiene sólo una función: nueva vida. De vida en vida. Vida trascendiéndose la vida”.

A Gris no le basta haber nacido una vez, sino que necesita nacer de nuevo, otra vez, para sentirse vivo, humanamente otro: “He empezado a nacer de nuevo/ desnudo en la sal, en la consumación de la blancura”.

Tierra y agua son germen de la vida, y, ambos arquetipos se unen para alumbrar la novedad sublime del aedo. Tierra y agua se unen para revivir su existencia. Sin embargo, la vida nueva que nace del agua atribula y abate al poeta en la reflexión, porque él no puede quedarse indiferente ante ella. Tal vez la razón última de su tribulación es que no puede detener o aprisionar la vida en sus manos: “La vida se vierte, meditabunda, se pierde/ se perfuma/ se embriaga”.

Por otra parte, la noche adquiere un matiz interesante y contrasta con “luna líquida”, “nacer de nuevo”, “blancura”. La noche es el lugar de la angustia, del acorralamiento existencial. El célebre poeta Vicente Aleixandre nos da una idea de la noche vista por nuestro poeta: “La noche es más oscura que un corazón sin vida”. Es esta circunstancia, la noche, la que hunde al poeta en una meditación profunda. En la memoria se registra la noche de la vida, porque “la tarde, simplemente, se hace olvido”.

El tiempo y la eternidad son, también, nervios de este fantástico poema, Oda al Padre. El tiempo, por una parte, se muestra como algo mediato, sujeto al reloj y a lo finito. Lo mediato está hondamente ligado a lo tangible y a lo inmanente. Dicho con otras palabras, lo que sucede en el tiempo cronológico se encamina hacia lo caduco y a la muerte. Este campo no es el deseado, es el que está más lejos, en lo infinito y eterno.

De ahí la otra cara del tiempo, el no-tiempo, la eternidad. Es un tiempo sin tiempo donde todo perdura y es estable. El único movimiento que se da en la eternidad, según el poeta, es el “resplandor” de la belleza, de lo impalpable y absoluto. Es ese resplandor lo que trastoca el alma y la separa del mundo, aunque sea sólo por un instante: “Y más allá del Tiempo, de la sucesión misteriosa, del oleaje, la eternidad resplandece en su hondura intangible”.

Hacia la eternidad, como los ríos que bajan de los montes, corre el tiempo y todo lo que está, en apariencia, sujeto a él. La eternidad trasciende toda forma y belleza. Es el lugar de la Nada Perfecta. La región donde el Ente Total heideggeriano y la Nada son lo mismo: “¡Epifanía pura de cristales de instantes!”.

En esta misma línea escribió Octavio Paz en su poema “Piedra de Sol”: Lo que llamamos Dios, el ser sin nombre, / se contempla en la nada, el ser sin rostro / emerge de sí mismo, sol de sol, plenitud de presencias y de nombres”.

La impronta de la filosofía griega antigua sirve de acicate al bello decir de Gris. Es un recurso carente de estereotipos, es decir, natural y espontáneo, pero sabiamente manejado en el momento creador del poeta. Nos referimos al Uno. El Uno se le revela mágicamente en el cristal jadeante del mar inmenso: “Marejada del Uno mágico y derramado/ en cristales eternos!”.

Las olas que van y vienen pierden, de súbito, el sentido del tiempo y la distancia. El lector puede ver el universo del poeta. Hasta puede presentir un oleaje eterno, invisible e inquieto, cuyo lugar está al otro lado de la realidad. Existe una simpatía entrañable entre el aeda y el lector que logra adentrarse en su visión.

El mar, de nuevo el agua, adquiere una cualidad divina, celestial sin dejar de ser terrenal. Lo mitifica y le atribuye la paternidad de las edades y de todos los seres que ven. Juan Ramón Jiménez, para quien el mar significaba tanto, pareciera que, al menos en la forma, esté presente en Gris: “Oh mar, Padre de los siglos, Padre de estos seres vibrantes que ahora toco en mi dispersión”.

En el clímax de la visión poética de nuestro autor, se da una especie de repulsión heideggeriana, esto es, el Ente Total atrae pero al mismo tiempo repele. Te seduce, pero te rechaza. Atraído por el Mar, por el Padre, el Uno, el poeta se ve, al mismo tiempo, arrojado fuera de él, disperso. Es regresado el tiempo, al mundo común.

En las “noches extrañas” el poeta ha sentido gozo, dicha. Ha experimentado una incalificable cercanía con el Padre, el Mar. La empatía y reciprocidad con los mismos, conceptos de los que habló Aranguren han recreado el alma sensible de Gris. Por otra parte, y en el mismo orden de ideas, las palabras de Matos Paoli, en una carta a enviada al poeta J.M. Morales, empalman con la percepción de nuestro poeta cuando afirma: “Sólo lo Absoluto puede satisfacer tu ardor de maravilla”. Gris está ubicado radicalmente en el orden del Absoluto y sólo una vivencia poético-relgiosa lo puede redimir de su hambre de belleza.

Al término del poema el aeda pide, abiertamente al Padre que “sosiegue la noche”. Cuando la experiencia de lo maravilloso, sea poética o religiosa, es demasiado densa, aun si es breve, es irresistible. De ahí la súplica al Padre de atenuar el arrobamiento.

La noche aquí no es la noche sanjuanina. No, es, a mi juicio, una noche metafísica o trascendente, producida por la angustia existencial de estar ante una visión de la belleza que emana de la eternidad, del Uno, del Padre, del Mar, de la que el poeta se ve arrojado y dispersado por ser un ente finito. No sin causa sostiene B. R. Candelier en su obra El Sentido de la Cultura: “El arte es fruto de la angustia, del dolor y del sufrimiento”.

Oda al Padre es un poema profundo y muy denso conceptualmente. Contiene un ritmo interno alucinante, no sin un alto sentido estético y goce intelectual. Es una visión que desasosiega al poeta, que tiene que trascender e ir al lugar donde ya nada lo abrume.

Tengo el presentimiento de que en Oda al Padre se dan dos momentos cumbres: el contacto con la belleza humana y la alucinación encantadora de la belleza divina. Friedrich Hölderlin (Hiperión, I, 2) escribe algo sobre esto: “El primer hijo de la belleza humana, de la belleza divina, es el arte... La segunda belleza es la religión. Religión es amor de la belleza”. Oda al Padre es una obra de arte bajo el influjo de las dos bellezas hölderlinianas, mas también del inconsciente religioso, natural y adquirido por el poeta en su entorno cultural.

Herido de eternidad el poeta suplica al Padre que le abra la morada inmensa donde él habita, mas como es un simple mortal con la semilla de Dios sembrada, y nacida de nuevo, cae, herido ante la belleza total y se queda gimiendo en la “vasta tumba azul donde los siglos mueren”.

lunes, 12 de septiembre de 2011

COMENTARIOS DEL LIBRO DE POEMAS Arca de amasar diluvios.

COMENTARIOS DEL LIBRO DE POEMAS Arca de amasar diluvios.

Escritor Fausto leopardo Henríquez. Santo Domingo.

Por Sofía Sala

Aquí, la Poesía es la expresión del contenido humano del hombre, del poeta. Contenido de gran riqueza, sedimento de vivencias pasadas, y de esas otras que lo son del presente. De sus vivencias de cada día en el ahora, cuando el alma serenada del poeta, sometido a la contemplación, nos es en­tregada en los poemas, que extrae de lo más hondo de su propio ser. Y nos llegan con refinado acento de tristeza, que nos impresiona y nos conmueve:

... “La noche y la muerte dormitan.

Vigila la luz conmigo para no perecer

en el torbellino de la oscuridad."

El libro deja un viento suave en el alma el cual se trans­forma en Amor, dando a conocer su mejor paisaje, soñando, en el arco iris del tiempo, ciclo inalterable, que, en perfecto contrapunto, colorea sus caminos siempre cenicientos, distan­tes, partidas y llegadas, hermanándolos a frases de la nostál­gica vela siempre encendida, como luz bienhechora del pasado, que sirve al poeta para conseguir poemas llenos primavera y esperanza:

...“El tiempo se detiene

encima de mi escritorio, olvida

que es sueño su alma de ángel”…

Mueve el poeta el sentimiento, perfectamente concertado con la claridad de la palabra. Y así, sensitivo tiene el espíritu en perfecta vibración en sus versos limpios, consistentes, alados, según requie­ra el día, la noche y el momento donde la razón se eleva razón se eleva para ser una razón poética.

… “Parálisis del árbol

que tema pasar la noche a solas”…

Es abra de un poeta en plenitud, un hombre joven que vive eh un mundo difícil, su esperanza es la fuerza del Amor:

… “De rama en rama fuiste penetrando los contornos,

secretamente, con timidez de Ángel que no sabe

estar en la tierra porque sus alas le tiemblan"...

Escribir es una acción que solo brota desde un aislamiento de­fendiendo una soledad buscada, salirse del “laberinto de la vida", crear poemas, sueños e ilusiones. El alma se refuerza en un mundo donde toda persona tiene que ser defendida. El poeta descubre un mundo que es solamente suyo:

“Un cirio, entre sollozos, no dormía por velarte.

Ni las rosas tiemblan tanto ante la tijera,

como el sol que vio hundirte aquel medio día

en los jardines de la Eternidad".

Entusiasma el lenguaje variado y bien llevado. Las palabras propias de de nuestra querida América que hacen sentir cierta. Melancolía.

“Maíz mujer mujer,

fecundo grano

multiplica la tierra madre.

Mazorca desgranada

la vida que injertas."

Seguir comentando su poesía, la profundidad de su pensamiento, sería un tema largo. Nuestra querida tierra, nuestro sue­lo en general terrestre, sus habitantes de todos los lugares sufren tragedias y dolor que dejan muchas cicatrices. A. los poetas nos toca., donde el Amor dibujó una sonrisa llena de aroma, escribir, reconocer la falta de moral y puede resultar que el remedio se encuentre en la explicación de poesía-filo­sofía, esa especie de veracidad y Verdad, entre la belleza y la luz llegar a la inteligencia de los hombres, y encontrar verdades para la vida.

Siga. Vd. escribiendo, viva, sueñe, sienta, todo lo que arde en su pensamiento, elévese como solo Vd. sabe hacerlo en el poema, todo suavemente en silencio, sin ruido, sin palabras, el Amor vendrá en el Amanecer, cuando todo renace, se agrande el rocío y se hará todo un sueño en el Atardecer.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Palabras sobre Arca de amasar diluvios

1. JUAN MIGUEL DOMÍNGUEZ PRIETO. Fausto Leonardo Henríquez, en Arca de amasar diluvios, oye en sí la cadencia del asombro, que es el ritmo no métrico del más allá: el más acá entrañado hasta las transfiguraciones. Cuanto más se cree, más urgencia se siente por apresurarse a la niñez –hacia la que confluyen, si las hay, y en este poeta las hay, esta creencia y aquel canto.

En el tiempo de presentar estas composiciones, fuera se advierte la vieja incuria espartana hacia la realidad de la niñez y el misterio del poeta; como si en el renacer de la iniquidad no pudieran ambos nunca desclavarse. Y es que no pueden, si hay verdad. A uno y otro balbuceo, en esencia, los clava el mismo clavo: el de los sabios y entendidos del bajo reino, para quienes resulta un infierno el cielo de lo que permanece infante sobre el corazón e inefable en los labios. Baste decir que Fausto Leonardo es un poeta para que deba escucharse todo esto anterior. O que él hace la senda que lleva a nacer de nuevo, para que piensen qué pureza nos espera en su canto. La única fuente que me salva / …aún mana.

Es para pararse, la eternidad que hay en este hermoso testimonio. No sé qué que queda balbuciendo: salva… mana. Abrevadero de calma… hamaqueados. Sí. Pero, para infancia o canto, se precisa el dolor, la cruz. Clavo, se lee arriba; clavo que ahora se glosa más. Esta poesía entraña la paradoja cristiana de la sed propia que es al otro a quien sacia, la incomprensible querencia de hacerse al humus como semilla por navegar, de raíz, la humillación y la oscuridad de otros. Y es, el canto de ello, apaciguado. Porque hay esperanza –con la inocencia conquistada–. Poesía hacia la Luz, entre el martirio de la semilla.

2. DRA. TEONILDA MADERA. El poemario Arca de amasar diluvios es un entrañable ejercicio de intimidad que revela la soledad irremediable del drama humano. La voz poética utiliza un despliegue de figuras retóricas que transmutan la realidad de su mundo empírico en un mundo de ensueño creado a través de la magia de la poesía. Los balsámicos efectos del misticismo que fluye en el texto ponen de relieve la pugna que existe entre lo sacro y lo profano. La inusitada sutileza que emana de los versos de este poemario apunta hacia un desarraigo emocional que la memoria evoca. El hombre, el poeta y el cura que cohabitan en esta obra se redimen a través de la catarsis del lenguaje poético que le da la fuerza y la libertad que conduce hacia el ascenso divino donde el alma atormentada alcanzará la paz deseada. Fausto Leonardo Henríquez está adscrito al Interiorismo. Es por eso que su poesía es un resplandor sublime que nos hechiza.

3. DR. BRUNO ROSARIO CANDELIER. Apelado por la creación poética, que comparte con su vocación sacerdotal y su inclinación mística, Fausto Leonardo Henríquez es un singular cultor y promotor de las letras. Este valioso poeta dominicano encauza, con el lenguaje de las imágenes, lo que concita su intuición ante la verdad, la belleza y el misterio, mediante una visión lírica, metafísica y simbólica afín a su sensibilidad social, espiritual y estética. Su poesía canaliza el sentido de lo viviente intuido mediante la energía interior de la conciencia, que el poeta expresa desde la perspectiva de su sensibilidad profunda, por lo cual asume la vertiente interiorista de la creación con la connotación trascendente de hechos, fenómenos y cosas. Sin desvirtuar la dimensión estética y mística de su creación, hace de la poesía un vínculo humanizante y sublime a favor del más hermoso sentido de la vida, como se manifiesta en esta nueva obra poética, que confirma y potencia su talento creador.

4. POETA JOSÉ ACOSTA. Los seres comunes viajan al pasado pero no saben traer nada de allí; son fantasmas de sus propias historias. El poeta verdadero, en cambio, en cada viaje trae del pasado ese soplo de vida que echa a andar las palabras. Como los candelabros, saben delinear su sombra. En el poemario Arca de amasar diluvios, el escritor dominicano Fausto Leonardo Henríquez hace de su pasado un tótem que lo protege de la vacuidad del presente. Cada verso es un pez en la punta de un sedal lanzado en el mar de lo ido, un ladrillo bullicioso en la pared del lenguaje. La voz poética abre una puerta y mira. “La muerte ha sembrado el campo”, nos dice. Y como si le hablara a sus recuerdos, pide: “Sube a mis hombros, apóyate/ En la columna que sostiene la noche, reposa”. El poeta ve y rescata, sufre y canta, siente y prodiga. Y como si supiera que todo pasado es oscuro, nos dice: “Vigila la luz conmigo para no perecer/ en el torbellino de la oscuridad”. Poemario que, en lugar de letras, está hecho de nostalgia, de senderos, hojarascas, cafetales y maíz. Un viaje que alumbra.

Nota: texto publicado en poemario "Arca de amasar diluvios".

domingo, 21 de agosto de 2011

PRESENTACIÓN LIBRO "ARCA DE AMASAR DILUVIOS" DE FAUSTO LEONARDO HENRIQUEZ


El poemario El arca de amasar diluvios, del escritor dominicano Fausto Leonardo Henríquez, fue presentado en un acto celebrado en la Academia Dominicana de la Lengua con la participación de intelectuales y escritores de la capital dominicana.

El director de la Academia, Bruno Rosario Candelier, ponderó la nueva obra del escritor interiorista al interpretar la dimensión estética y espiritual de su creación

poética. Al iniciar la presentación del poeta dominicano, señaló: “El sentimiento estético y la vocación contemplativa, fundamento de la creación poética y aliento de la lírica mística, se hallan entrañablemente unidas al sentido de la belleza y el impacto del misterio. Se hermanan en su dimensión espiritual, mediante la sustanciación de las vivencias y la

valoración de lo Absoluto. Arrancan de una misma fuente, el corazón humano, en cuya articulación desatan las más ardientes pasiones en el ámbito interior de la sensibilidad profunda. La conjunción expresiva de esas apelaciones entrañables se concilia en la palabra, vértice de la sensibilidad estética y fragua de la pasión mística”.

El poemario de Fausto Leonardo Henríquez explora, lírica y estéticamente, la vertiente telúrica del paisaje campesino y el origen sagrado de lo creado, al instaurarse en pleno campo cibaeño y, mediante oportunas imágenes poéticas, el hablante lírico recrea simbólicamente la Creación del Mundo y “revive” ese estadio primordial, genesíaco y original, para sentir el Mundo en forma empática. Mediante la descripción del impacto emocional que la realidad proyecta en su interior, se aprecia su inserción en la dimensión singular de lo viviente.

El poeta asume una actitud vitalista, luminosa y radiante. Desde el aliento espiritual de su visión del Mundo, con mirada profunda, holística y poética, retoma fenómenos y elementos y reconstruye sus vivencias para recrearlas poéticamente. Su aliento creador, interiorizado y bíblico, se reconcilia con el sentido de lo viviente y, en tono empático y gozoso, suma a su dimensión estética la vertiente espiritual de sus percepciones trascendentes. El pasaje siguiente describe el singular estado del éxtasis místico:“Desperté en un mundo/ donde no oía el ruido arenoso de los carros,/ lejos del mundo y el grotesco/ tambor de la violencia./ Vi el cielo abierto como un túnel iluminado/ por el cual entraban, vestidos de blanco, /silbando, los lirios. / Cuando entré en un clima sobrenatural/ tocaba mi piel y la sentía como de aire,/ y al hablar no hacía falta la voz,/ sino la mirada/ y la sinceridad del cristal desnudo/del alma rutilante”.

Con su visión amorosa, el poeta místico siente que el Universo se abre a su corazón y así lo experimenta nuestro agraciado creador al comprobar que el Mundo se recrea cada día ante las pupilas asombradas de quien contempla la belleza de la Creación, como la ven los que miran por primera vez las cosas, los que creen en el milagro y los que disfrutan las maravillas del Universo. El poeta lo expresa simbólicamente: “En el hueco de mis manos/recojo tu voz /y me la bebo”.

La sensibilidad trascendente se potencia en los poetas que sienten el llamado de la Fuerza Espiritual del Universo, como se aprecia en este creador dominicano, que recibió el don del sacerdocio, el don de la mística y el don de la poesía, plasmados en una obra de inspiración espiritual y estética bajo la iluminación mística del Interiorismo. Poeta signado por lo sagrado, Fausto Leonardo Henríquez hace de la poesía un vínculo sublime en procura del más hermoso sentido de la vida, vale decir, desde la más cabal consagración poética.

La Academia Dominicana de la Lengua reconoció al escritor dominicano Fausto Leonardo Henríquez, quien obtuvo el XXIX Premio Mundial de Poesía Mística, Fernando Rielo 2009. El acto contó con la presencia de académicos, escritores, y familiares del padre Henríquez. Fue encabezado por Bruno Rosario Candelier, director de esta Corporación, quien entregó el pergamino de reconocimiento en el marco de la presentación de la obra del escritor vegano, el poemario El arca de amasar diluvios.

Fausto Leonardo Henríquez vive la fe con auténtica entrega, su labor sacerdotal y escritural no están separadas, ya que su poesía es testimonio y manifestación de la grandeza divina, afirmó Rosario Candelier al presentarlo y precisó que el escritor ha podido comunicar esta vivencia a través de su poesía gracias a su capacidad de creación. Subrayó que la producción literaria del sacerdote-poeta evidencia que está dotado de tres dones: el don de la poesía, con la capacidad para testimoniar la verdad y la belleza; el don sagrado de la mística, con el que comunica el impacto que produce el vivir cotidiano en contacto con lo divino; y el don sagrado del sacerdocio, razón por la cual en su vida y su obra fluye un vínculo entrañable con la Divinidad. “Este valioso poeta dominicano encauza, con el lenguaje de las imágenes, lo que concita su intuición ante la verdad, la belleza y el misterio, mediante una visión lírica, metafísica y simbólica afín a su sensibilidad social, espiritual y estética. Su poesía canaliza el sentido de lo viviente intuido mediante la energía interior de la conciencia, que el poeta expresa desde la perspectiva de su sensibilidad profunda, por lo cual asume la vertiente interiorista de la creación con la connotación trascendente de hechos, fenómenos y cosas. Hace de la poesía un vínculo humanizante y sublime a favor del más hermoso sentido de la vida, como se manifiesta en esta obra poética, que confirma y potencia su talante creador”.

Al señalar que Fausto Leonardo Henríquez es un valioso exponente del Movimiento Interiorista, dijo también que la obra de este autor dominicano posee tres aspectos fundamentales, a saber: el aliento telúrico que permea el texto; la energía religiosa, en sentido trascendente; y la energía lírica que brota como un sentimiento especial de la sensibilidad del poeta en tanto amanuense de la Fuerza Espiritual del Universo. “Hacer poesía es acercase a Dios, todos los días”. Con esta frase inició el sacerdote-poeta su participación, señalando que su obra poética aplica los postulados estéticos del Interiorismo, movimiento literario fundado y dirigido por Bruno Rosario Candelier, cuya estética tiene cultores tanto en América como en España. El poeta y sacerdote dominicano agradeció el homenaje conferido por la Academia y acaparó la audiencia presente al leer varios de sus poemas.

Fausto Leonardo Henríquez nació en La Vega, Rep. Dominicana, el 20 de noviembre de 1966. Presbítero de la Congregación de la Misión y Licenciado en Teología, ha publicado los siguientes libros de poesía: Claridades, 1994; Sucesiones, 1995; La Seducción del Aire, 1999; La Otra Latitud, 1999; Muestra Poética, 2002; Ínsula Presentida, 2004; Antología Mayor del Movimiento Interiorista, 2007. Fundador y Editor de la revista CriticArte. Citado en varias antologías del Movimiento Interiorista, entre ellas, La Creación Interiorista y Poesía Mística del Interiorismo, de Bruno Rosario Candelier. Es Dirigente Internacional del Movimiento Interiorista, de cuya Comisión Intelectual forma parte. Fue columnista de opinión (1998-2008) de La prensa hondureña. Fausto Leonardo Henríquez ganó el XXIX Premio Mundial Fernando Rielo de Poesía Mística, concedido en Roma, por su poemario Gemidos del ciervo herido. Según el jurado del galardón, este conjunto de poemas expresa, con dominio y destreza literaria, "la superación, la esperanza y el gozo de lo divino en lo humano y de lo humano en lo divino". Actualmente reside en Valencia (España), donde ejerce como sacerdote de su Congregación.

Santo Domingo, ADL, 14 de julio de 2011.

Nota: He tomado esta publicación de la crónica de la Academia Dominicana de la Lengua. Ver aquí.

JOSÉ ACOSTA, La Multitud, novela, 2011.

LA MULTITUD

En la búsqueda de la memoria originaria

La Multitud, Santuario, Rep. Dominicana, 2011, del escritor dominicano José Acosta, sale a la luz con una intencionalidad clara: la de sacudir la conciencia, es decir, de revolver, como hiciera Miguel de Unamuno con sus y novelas, la imaginación del lector. Esa revuelta de la razón no es otra cosa que un intento de pensar el mundo de forma diferente, aguda e intuitiva. Dicho lo cual, querría centrarme en lo que considero el argumento central de la obra, bastante original, por cierto.

El personaje clave de La Multitud, Hugo Santana, representa al hombre culto, solitario, reflexivo, pero vacío. Su actitud ante la vida es la de ‘romper la línea recta’ por la que avanzan los mortales con el fin de hallar la ‘cosa’ y sus otras posibilidades. La ceguera, el miedo y la alucinación embargan el alma insaciable de Santana.

Santana trata de conocer la fuente originaria de la sabiduría, o sea, el punto de partida del conocimiento humano. En su diálogo con los diferentes personajes, él sostiene que hay una ‘primera memoria’ consustancial a nosotros. Esa memoria conserva grabado todo lo que aconteció en el Paraíso.

Santana, naturalmente, no logra explicar qué fue lo que pasó con esa ‘memoria originaria’, pero tiene la intuición o certeza, racional, por supuesto, de que la traemos con nosotros en los genes; con la sola desgracia de que hemos olvidado todo. No recordamos lo que guarda la memoria, ya que algo impide que fluya el recuerdo.

El narrador, Acosta, articula un discurso sicológico. Sus personajes dan cuenta de las angustias existenciales, de la realidad, del pasado y del futuro, del yo, de la eternidad. De todas esas inquietudes universales del género humano, encarnadas en Santana, la del miedo a sí mismo es la más temible. Miedo a su yo, a la verdad que subyace en su interior.

Así las cosas, Acosta, que lleva el hilo conductor de su obra, cerca a Santana al punto de hacerlo topar frontalmente con la autociencia de la muerte, es decir, de la temporalidad de la vida humana. La muerte, no como tragedia, sino como una forma de ‘detenerse en el tiempo’, de ‘quedarse sin futuro’, que completa el círculo de la vida.

La muerte, pues, para Santana, solamente se da cuando el hombre ‘decide vivir en algún lugar de su pasado’. Quedarse en el pasado, o, lo que es lo mismo, en la memoria, es una forma de negar el presente y, por ende, de morir.

José Acosta, que acumula ya varias novelas, introduce en su ficción a un poeta real. Me refiero al poeta Pedro José Gris (cap. 12, pág. 110) para explicar la ‘teoría de los saltos’, tesis defendida por Gris para quien la humanidad avanza cualitativamente por acumulación de energía o de conocimientos.

La Multitud, plantea, pues, la cuestión teórica, filosófica si se quiere, de que «todo conocimiento, habido y por haber, le fue otorgado al hombre en el momento supremo de la creación, allá, en el Edén perdido».

El hombre puede pararse ante la puerta del conocimiento primigenio, la fuente misma de toda sabiduría. Esa puerta que se abre con el deseo de saber. Una vez saciado ese deseo, tan sólo queda la sensación de no haber conseguido nada.

La ‘teoría del conocimiento’ de la que discuten los personajes de La Multitud, consiste pues, en que los conocimientos que el ser humano adquiere a lo largo de su vida brotan de una fuente originaria (Paraíso) y llegan a la memoria consciente de mentes privilegiadas que introducen en el mundo nuevos inventos y tecnologías.

Hay ocultos en los genes humanos ‘facultades extraordinarias’. Hemos heredado de Adán la sabiduría, pero para recordarla es preciso ejercitar la memoria, la primera memoria. Para llegar a ella, esto es, para llegar al Paraíso, es necesario viajar mentalmente. Nosotros somos Adán. Buscamos el Paraíso perdido. Y, en esa constante búsqueda, nos afanamos por mejorar el mundo y la existencia humana.

Adán comenzó nombrando las cosas, ‘acumulando’ los nombres de las cosas y pasándolos de una generación a otra, hasta hoy. El pasado humano es localizable «en los huesos, en las piedras, en las huellas que fue dejando a su paso el carbono».

Cada descubrimiento, cada nuevo hallazgo de la ciencia y la tecnología, cada conocimiento adquirido por ‘acumulación’, no es sino un intento del hombre por retornar al Paraíso. En el Jardín de la memoria, el primer hombre, Adán, escondió todos los secretos del cielo y la tierra.

En realidad, lo que consideramos comúnmente como nuevo descubrimiento, no es sino un recordar lo que ya sabíamos. Recordar es reaprender la sabiduría primigenia de la que fuimos privados en el Paraíso.

Pues bien, esos son los hilos filosóficos que mueven la ficción de José Acosta en esta interesante novela que podemos leer, si se quiere de un par de sentadas. La clave narrativa de Acosta está, sin duda alguna, en que sabe lo que quiere decir, y, lo que es más importante, sobre todo cara al lector, es que sabe cómo decirlo. Y con eso digo todo.

Por Fausto Leonardo Henriquez

miércoles, 17 de agosto de 2011

TEONILDA MADERA, ENTREVISTA 2011

ENTREVISTA A TEONILDA MADERA

(New York, julio de 2011)

Teonilda Madera es una escritora dominicana con el grado de doctora en literatura. Ella es más conocida como poeta, sin embargo escribe ensayos de crítica textual, cuento, teatro y novela. En ella converge una extraordinaria facilidad para el uso de la palabra y una chispeante imaginación, por lo que destaca como brillante conferencista.

Pero todo eso podemos saberlo por otros medios, de modo que no vamos a abundar más en ello. Ahora nos vamos a enfocar en sus palabras, robadas al hilo de una conversación o entrevista.

FL: Como escritora y estudiosa de las letras, ¿qué narrativa prefieres en estos momentos?

TM: La que se escribe con enfoque filosófico que es la más significativa; la que está bien escrita y la que ha aportado en cuanto a estilo, a fusión de géneros y a propuestas innovadoras. Leer, por ejemplo, una novela o un cuento que no tenga nada innovador, a mí no me llama la atención.

FL: ¿Por qué te inclinas hacia ese modelo de creación literaria?

TM: Porque como dijo Baltasar Gracián en su tratado “Agudeza y arte de ingenio”, hay que evitar seguir lo fácil e imitar lo creado sólo para adelantarlo. Entonces, se deben retomar los modelos que nos legaron los griegos y los romanos, que tenían un modelo para todo, incluyendo las obras de teatro que se escribían siguiendo una fórmula, algo así como los cuentos de hadas, que se ciñen a un modelo canónico: “Érase una vez”, “En un tiempo remoto”, “En un país que no existe”. Por eso, el escritor debe tener como reto tratar de inventar técnicas nuevas, fórmulas nuevas de decir lo que ya se ha dicho.

FL: ¿Cuál es tu visión personal de la ficción novelística?

TM: No he publicado una novela inédita que tengo y que trata sobre la inmigración. Es una obra que lleva muchos años añejándose. En cuanto a tu pregunta, debo decirte que me gusta la ficción de contenido filosófico, la que tiene un argumento que cautiva y que tenga cierta dosis de humor bien manejada. Algo así como el Quijote, la gran obra de Miguel de Cervantes.

FL: Catedrales de humo reúne tu producción cuentística, ¿cómo concibes tú el cuento?

TL: Como dijo el maestro Quiroga en el “Decálogo del perfecto cuentista”, un escritor debe saber, desde la primera línea, hacia dónde van los personajes, y tiene que saber lo que necesita ese cuento en particular para que sea único; un cuentista se asegura de que a su cuento no le sobre ni que falte nada.

FL: El teatro siempre ha estado presente en ti desde jovencita. Has actuado, pero también lo escribes, ¿qué nervios tocas en este género, qué alcance tiene, qué aspectos tocas que no consigues con la poesía o con otros géneros?

TM: Fíjate, el teatro ha sido y es muy poderoso. En nuestro tiempo, la mayoría de la gente no quiere ponerse a leer ni obra de teatro ni ningún libro que represente un ejercicio intelectual agotador. Sin embargo, asistir a una función teatral –que incluso permite que la audiencia se convierta en personaje-, representa un ambiente mágico, típico de las actuaciones teatrales. El teatro permite tocar temas de la actualidad, con una audiencia que está escuchando, reflexionando y valorando una función que se basa en actuación y en diálogos que se internalizan con facilidad en la inmediatez del momento. No es lo mismo ver una pieza teatral de principio a fin, sin interrupciones que leer una obra interrumpiendo y retomando la lectura que se hace a retazo. El teatro presenta la oportunidad de movilizar y de llevar un mensaje inmediato a un gran número de gente que puede hasta llegar a formar una revolución ideológica, si el dramaturgo se lo propone, como ha ocurrido tradicionalmente. El teatro se ha utilizado para generar cambios sociales significativos, recordemos lo que hicieron “Los Trinitarios” en nuestro país, por citar un ejemplo.

FL: Tu obra teatral “Temor rojizo”, ¿qué impacto ha tenido en el auditorio?, ¿qué acogida ha tenido en tus puestas en escena?

TM: Esa es una obra que yo escribí con mucho entusiasmo porque sentía el compromiso de llevar un mensaje, de aportar algo, de invitar, no solamente a los jóvenes, sino a los adultos que la leyeran o que la vieran, a considerar seriamente los problemas que estamos viviendo hoy día, específicamente la violencia, las drogas, las pandillas juveniles y de ese mundo que significa, y que forma parte , hasta cierto punto, de la modernidad que muchas veces se torna perniciosa cuando no se maneja adecuadamente.

FL: Como profesional de las letras, sé que dedicas tiempo para el ensayo y la crítica, ¿qué significa para ti el ejercicio crítico?

TL: Es algo diferente, es un producto distinto que exige que el crítico se meta a navegar en un universo o en varios universos creados por otro autor. En el ensayo crítico hay que ir pescando, “fishing”, como se dice en inglés. Es decir, pescar, en la lectura cosas que, a veces, ni el mismo autor se ha dado cuenta de que están ahí. La crítica textual es magnífica, porque es un rompecabezas que se debe desmontar para descodificar, no solamente los signos que aparecen en la obra, sino todo el andamiaje en el estilo, en el discurso y en la polifonía de la narración. Es hacer tuyo algo que no hiciste tú. Tuyo porque tú llegas a manejarlo de tal forma que descubres cosas que se le escapan hasta al mismo autor de la obra.

FL: Tú, como escritora, participas en congresos como conferencista, ¿qué nos puedes decir de esta actividad intelectual tuya?

TL: He participado en congresos desde inicios de los noventas. Algunas veces hago crítica textual, colaboro para revistas importantes y medios de comunicación que me lo solicitan. Podría dar más conferencias, pero me lo impiden mis compromisos laborales, académicos y la misma creación.

FL: Tu tesis doctoral es un gran paso en tu vida, danos a conocer sobre quién o qué la hiciste.

TM: Tuve el atrevimiento de hacerla sobre un poeta monumental, César Vallejo y luego, por si fuera poco, abordé a Blanca Varela, una mujer que ha alcanzado gran renombre internacional, ambos peruanos. Digo atrevimiento porque como debe saber todo literato, y todo académico, existen infinidades de tesis doctorales acerca de la obra de Vallejo y es más que un reto decir algo nuevo acerca de la misma. Mi tesis doctoral tiene tres vertientes y se titula: “Polifonía, corporeidad y memoria en el universo poético de César Vallejo y de Blanca Varela”.

FL: Siendo que has abordado a dos grandes de la literatura de ayer y de hoy, ¿nos puedes decir cuál es el lado luminoso de la tesis?

TM: Las conexiones que encontré y el paralelismo de versos y frases que recicla Blanca Varela y que vienen de Vallejo –no las había apuntado nadie- Valera utiliza el reciclaje como un elemento irruptor en su poética y lo hace con gran originalidad al darle un giro que pone de relieve su creatividad y su brillantez a través de esos ecos polifónicos que son reveladores. Esos prestamos que hace Blanca Varela del universo vallejiano son realmente asombrosos.

FL: ¿Te habría gustado profundizar más en algún aspecto de tu tesis?

TM: Me gustaría retomar cada una de las vertientes temáticas de la tesis sin la presión de la camisa de fuerza que impone la Academia. Una tesis doctoral debe someterse a un lenguaje específico, a los planteamientos del director de tesis. Una vez que se obtiene el título doctoral uno goza de un margen de autonomía y de libertad que permiten presentar temas o cuestiones que, durante el proceso de la tesis no se consideraban oportunos. Puedo decirte que cuando se vuelve a la tesis se abren nuevas posibilidades.

FL: ¿Cuándo defendiste tu tesis?

TM: En el 2008. Presentar la tesis, defenderla y logar el PhD, sabiendo que hay muchísimas personas que no llegan a conseguir ese título en el área de Filosofía y Letras fue un gran logro para mi comunidad y para mi vida.

FL: ¿La publicarás?

TM: Tengo una buena oferta para publicarla, pero he estado tan inmersa en cuestiones laborales, que no he podido enviarla. A nivel de institución universitaria hay tres hermosos volúmenes publicados que están disponibles para el público académico.

FL: En este punto en el que te hallas, ¿cómo te figuras en diez años?

TM: Mi obra… (Es que tú haces unas preguntas que sólo a ti se te ocurren, siempre con una dosis de inteligencia, pero a la misma vez con cierta malicia. Porque ¿cómo voy a saber yo lo que va a pasar dentro de diez años? ¡Ojalá saberlo!). Yo quisiera que el entusiasmo de escribir, el entusiasmo por la literatura no se me apagara, pero hay tantos charlatanes en la literatura, tanta gente que ha hecho de esto un negocio de butifarra y que se autodenominan grandes lumbreras que da asco. Son individuos que descaradamente escriben en las solapas de sus libritos una sarta de mentiras que ellos afirman como verdades (e.g. que los han invitado a Europa, que han ganado premios importantes) y sin embargo, uno sabe que son farsantes a los que solamente sus esposas o sus maridos y un par de amigos de esquina conocen. Para mí la literatura es un asunto muy serio. Un escritor serio debe tener mucha mesura y evitar caer en las garras de esos supuestos “escritores” o en “organizaciones culturales” que no son más que anillitos de fantasía fabricados para su ego. Desgraciadamente, en nuestro país y en los Estados Unidos los “escritores” de mentiritas son los que más ruidos y visibilidad tienen. No me asombra que escritores de estirpe vivan, por lo general, como en un retiro permanente. La verdad de la mentira de la que te acabo de hablar está matando el entusiasmo que solía tener por la escritura. Ahora estoy mirando la literatura y la crisis de valores humanos que estamos viviendo hoy en día como un fenómeno universal que se acentúa más en los dominicanos.

FL: ¿Tus proyectos literarios para el futuro?

TM: En este momento, para serte franca, estoy escribiendo una biografía de alguien muy importante para nuestra cultura y que ha hecho grandes aportes a la comunidad dominicana. Pero en verdad no tengo un proyecto magistral, a pesar de que me tomo muy en serio lo que hago.

lunes, 15 de agosto de 2011

FAUSTO LEONARDO HENRIQUEZ: EN EL GRITO DE UNA NOCHE LARGA

Por Henry Santos Lora


He vuelto a la tina, ubre del campo. Un niño

En mitad de la vida mira surtir

De la peña el cielo.

(Fausto Leonardo Henríquez)


l. Introito

Antes del libro está el hombre. En el hombre está el sacerdote, está el poeta, está el grito de ese hombre que vive, siente y padece su entorno, que siente y padece las humanas cosas, y que al mismo tiempo las exterioriza en la forma que sabe hacerlo. Ese hombre es Fausto Leonardo Henríquez, y la forma que utiliza para canalizar sus recuerdos, sus sufrimientos, sus anhelos es la poesía. Ella lo impulsa hacia el mundo exterior, luego de regresar de un viaje hacia dentro de si mismo.

ll. Aspectos generales de la obra

En el libro que hoy presentamos: Arca de amasar diluvios, están presentes diferentes momentos de la vida de su autor. Acontece que la obra poética entraña un gran compromiso para el autor de la misma, ya que este queda de alguna manera reflejado en ella, a diferencia de otros géneros literarios en donde no necesariamente el yo profundo del autor queda en el trasfondo de la obra. La obra poética, en definitiva, es una obra de creación pura. Es sencillamente una obra que seduce y despierta los reflejos que subyacen en los espejos del alma. Es la sublime experiencia del alma humana que se sirve de los sentidos interiores como lo es la intuición para auscultar las grandes verdades ocultas en los elementos sensoriales de la naturaleza y de las cosas que nos rodean. En el libro que hoy nos ocupa unas veces habla aquel niño de paisajes remotos, otras veces habla el hombre de la vida humana o de la vida contemplativa, pero en la integridad y esencia de la palabra poética de Fausto Leonardo Henríquez, siempre se encuentra la esencia de un ángel. De un ángel volando sobre los límites posibles de la poesía. En cada verso de este libro encontramos una alegría estética, expresada con sinceridad y con mucha pureza. Es un alma cantando a la vida, a la naturaleza, y a las cosas que nos atormentan.

La belleza es un anhelo del espíritu humano. La poesía despierta ese sentido estético, o lo que es lo mismo, despierta el anhelo de la belleza sublime o del misterio profundo. Nos impresiona un atardecer o la expresión frágil y hermosa de una flor, también el dolor, el tormento, las zonas grises y oscuras se convierten como nos refiere otro poeta, Julio Adames: en latigazos de sombras. Pero, otras veces, la poesía es una comunión entre el hombre y nuestro Creador. Es el momento estelar de la misma: nos referimos a la poesía mística. El Padre Fausto Leonardo, a través de toda su producción literaria ha dejado evidenciado que en él existe esa llama teopática que lo conduce necesariamente hacia una dimensión trascendente de ver y sentir las cosas. En él hay un gran poder contemplativo, a través del mismo canaliza los llamados valores de la conciencia, que de acuerdo a lo señalado por el maestro don Bruno Rosario Candelier, forman parte de esos valores: la luz espiritual, el amor puro, la paz interior, la belleza sublime, la verdad profunda, el vínculo entrañable y el bien supremo. El escritor, Fausto Leonardo Henríquez, definitivamente a lo largo de toda su producción literaria alcanza momentos de un gran sentir místico, logrando el arrebato propio de los grandes creadores, como ocurre en su libro anterior Gemidos del ciervo herido, en donde sacia su sed infinita de Dios, siguiendo las huellas de los grandes iluminados de la poesía mística como San Juan de la Cruz, Fray Luis De León, Santa Teresa de Jesús, Juan Pablo Segundo, entre otros. Empero, cabe señalar, que la obra que hoy nos ocupa no entra en los límites de la poesía mística, ya que la misma ha sido creada a partir de otras premisas poéticas. Arca de amasar diluvios es, sin embargo, una obra en la que el poeta se canta a sí mismo, porque vuelve sobre él, para degustar lo que fue, lo que recuerda, lo que sufre o disfruta. No obstante, no puede escapar de algunas vetas místicas que el propio título de la obra deja entrever, al igual que muchas partes del libro, porque Fausto ante todo es un poeta contemplativo, con una vocación pura hacia lo místico. Miembro de la Congregación para la Misión de los paúles o padres vicentinos, sus trabajos apostólicos lo han llevado por otras tierras, lejos de su lar nativo. Cabe destacar que su permanencia en Honduras, de alguna manera lo ha marcado. Vemos cómo esas vivencias alimentan de manera efectiva la memoria poética del autor del libro hoy nos ocupa. De igual forma nos trae vivencias de otros lugares como es el hecho cuando le canta, por ejemplo, a esa avecilla ingenua como lo es el zorzal, el cual habita en gran parte de Europa y otras partes del mundo. El particular canto de esta avecilla ha sorprendido al poeta, el cual en una especie de contra-canto, le dedica algunos versos:

Tu lira suena pura antes del amanecer,

resguarda la flor de tu pico…

¿Quién te llooraa en la penumbra? Los follajes

Embelesados y quietos. ¿Quién te besa

La frente?. Un hombre despierto,

Con vida en los ojos.

El autor del libro cuando pregunta: ¿Quién te llora en la penumbra? Los follajes están embelesados y quietos, está dejando caer un telón mágico de palabras para ocultarse detrás de él. Ese que puede nombrar en la penumbra y que tiene vida en los ojos: no es otro que el propio poeta que está despierto, porque sólo él tiene vida en los ojos, porque sólo él puede ver las cosas que otros no pueden ver. Y así nos trae múltiples imágenes aprehendidas de otras realidades. Pero, en definitiva, el espíritu vegano, ese llamado de la tierra amada: esa energía telúrica, ese ímpetu emocional que nace de la tierra misma que nos vio nacer, en algún momento a nuestro autor le ha sorprendido y le ha cautivado, lo cual deja plasmado en más de un momento, y así nos refiere en el poema titulado: “Me crece el grito”, lo siguiente:

Me crece el flamboyán por dentro,

y la ciudad. Todo mayo florece por dentro.

Qué vegano, qué hijo de esta tierra, o aún pudiéramos decir: qué visitante o advenedizo a la ciudad de La Vega, pudiera ignorar lo que es y significa para nosotros el árbol del flamboyán. El poeta Fausto Leonardo, identificado con su pueblo, nos sigue diciendo:

Me crecen las calles que limpia el sol.

me crecen los árboles,

lavados por la lluvia…

… Me crece el caminar de la gente.

Me crecen las miradas

y los cuerpos vírgenes. Me crecen

los días y el tiempo que muere.

Me crece el grito dentro: Dios.

Este interesante poema que aparece en la página No. 61 del libro, permite a Fausto Leonardo Henríquez, retornar a su pueblo natal. Encontrándose en Valencia, España, vuela por los inmensos océanos entre América y Europa, huye hacia el pasado, y se refugia en él, y de él retorna cargado de vivencias infinitas que nos la regala a través de esa catarsis poética. Lo que deja evidenciado al nombrar el período de su infancia entre árboles, raíces, caminos montañosos y cafetales. Vuelve a su origen, en busca de esas vivencias perdidas, pero guardada en la memoria poética. También en este poema evidencia un grito desgarrador, porque es oportuno señalar que el libro: Arca de amasar diluvios entre muchas otras cosas es un grito que nace del hondón del alma. Es por ello que desde la portada misma del libro nos remite a un gesto de dolor que se expresa a través de la pintura de la artista plástica española Clara Bou Puchault que con genialidad y maestría traza las líneas síquicas de una parte del libro. Pintura ésta que llama poderosamente la atención, pues refleja un estado de desesperación, a través de un grito humanizado, que no necesariamente nace del dolor propio del autor del libro, sino más bien del dolor ajeno que lo siente como propio. Todo lo cual en el contenido de la obra recobra la cordura y el éxtasis poético. El autor de Arca de amasar diluvios, le canta, entonces, a la locura, al dolor, al sufrimiento de la carne, a los laberintos de la conciencia, pero con sublime belleza y recogimiento. A esos episodios humanos que tantas veces quisiéramos ignorar, pero que están ahí. A esos laberintos inescrutables del alma y de la razón humana. Es el momento en que el poeta se vuelve un estudioso de la mente humana, desafiando los métodos y las terapéuticas modernas, cuando nos dice en su poema “Locura”, refiriéndose a un personaje de nombre Gregorio, lo siguiente:

Humanidad hundida en tus ojos.

En un rapto de lluvia

Se te fue la consciencia.

Tu cuerpo quedó como único testigo

de que aún vivías,

a la espera de atrapar

tu cordura en alguna parte.

¿Qué bosques crecieron en tu demencia?

¿Por qué te fuiste a ese abismo

a donde la memoria se borra y abunda la tiniebla?

Cuál de nosotros no recuerda haber visto caminar por nuestras calles, a cuántos personajes en la orfandad de la locura. En cambio, el poeta lo ha visto al igual que nosotros, pero se ha detenido frente a su desgracia humana y desamparo, y en un gesto de misericordia describe esa locura. Igual ocurre cuando se identifica con los estados misérrimos y de soledad, levantando también su canto de solidaridad humana, cuando nos expresa: Me duele el hombre,/ Su mirada caída, su voz sin asta,/ Su noche deslunada… Sube a mis hombros, apóyate/ En la columna que sostiene la noche… Preguntamos, entonces, ¿cuál es esa columna que sostiene a la noche?, de la que nos habla aquí el autor de Arca de amasar diluvios. Indudablemente, el autor de estos versos convierte el dolor terrenal en una especie de preces o súplicas al divino Creador.

Hay también en este libro una especie de interpretación o crítica pictórica, a un cuadro fundamental de una artista también fundamental de la historia de la humanidad, se trata de la Gioconda de Leonardo da Vinci. Fausto Leonardo desafía el pincel y el lienzo del gran genio italiano, al mismo tiempo que va dibujándose asimismo a través del escrutinio de la enigmática obra de Da Vinci. Aquí habla el poeta-hombre, el poeta-ser humano, el poeta que trata de salvarse asimismo, inmerso en las espesas brumas humanas, cuando nos dice lo siguiente:

Hay noches rocosas, brumas sin fin

Rodean el simple gesto labial

Que me nombra y te nombra…

La otra parte del universo, la que husmean

Los sentidos como perros, es mi mundo aterrenal.

Soy pintura con sentidos, nada perturba

Mi reino…

Este es mi ser: oleo consciente…

Tú, Orfeo, por encima de las noches y los días,

Me verás aquí, antigua, trascendida en el tiempo.

En esta parte final quiero hacerles una revelación: en la Pág. No. 15 del libro, encontraremos ese lugar que no es más que un refugio donde se esconde Fausto Leonardo cuando los demás duermen. Acontece que en el poema Arca de amasar diluvios, el cual le da nombre al presente libro, expresa lo siguiente: La noche y la muerte dormitan/ Vigila la luz conmigo para no perecer/ en el torbellino de la oscuridad. Y nos sigue diciendo: no estoy sino lejos, en el arca, amasando diluvios. Y así nos regala ese diluvio de sensaciones y olvidos, abriéndonos de par en par su escondite, para que entremos en él. Aprovechando que la tierra toda se encuentra sumergida bajo las aguas de tantos hechos negativos que atormentan y preocupan a la humanidad de hoy. Entonces, a la espera de ese tiempo de calma, nos sigue diciendo: Aquí sólo las pupilas de tus ojos/ tienen vida, dolor y ramas de olivo. Mientras llega ese ramo de olivo, el poeta, como el gran Noé bíblico, trata de refugiarse en esa arca, y allí amasar diluvios que no son más que poemas.

Arca de amasar diluvios no es más que un grito que ha estremecido a la noche. A una noche larga. Tan larga que se ha convertido en “un territorio nuevo” en la mente del poeta, en donde han nacidos nuevos mundos y jardines verticales de prosas inauditas cuando éste nos canta, por ejemplo, lo siguiente: Vuelo de la noche/ … Boca tánata de íncubos sin rostro/¿Adónde me llevas, noche? En tus ancas/ recorro fauces, …/ Huecos llenos de cielo, impalpables máscaras yacentes en la abierta/ Negrura. ¿Qué soy entre cielo y tierra?/Qué tierra soy o qué cielo?/ Un territorio nuevo es mi mente,/ Antiguo reino encriptado/ En la bóveda de la memoria. (Noche, Pág.No. 27). Este libro no es más que una amalgama de los múltiples colores que el alma humana puede irradiar. Es un arcoíris de sensaciones, presagios y sombras.

lV. Evocación

Entre un reencuentro y una despedida y otra, ahora le digo: vuelva poeta de vez en cuando a su terruño, a su patria chica, prendida siempre de sus pensamientos, vuelva junto a los vetustos flamboyanes, y háblenos de sus heridas y de cómo el flamboyán sangra y se desangra por sus ramas. Y haga que recordemos siempre que la ciudad cabe en la cascara del flamboyán, y que todos estamos presentes en él, bajo su follaje, bajo su verdor y su sombra. Poeta, en su larga y sagrada misión por el mundo, siempre usted dejará sentir su presencia a través de los versos del poema Herida del flamboyán, cuando aún lejos de su tierra, nos deje escuchar ese canto que nace del hondón de su alma, al dejarnos plasmado en relación al árbol del flamboyán, lo siguiente:

La ciudad se desangra por tus ramas.

¿A qué se deben las heridas que te pueblan

el cuerpo?

Ay, árbol,

no gimas, detén tu hemorragia

Que se te va mayo por tus flores.

Ven a mis brazos para consolarte. No temas,

Dime lo que sienten tus raíces.

Te voy a hacer un cielo, un Edén en mis aposentos.

Nadie oye tu pasión, nadie se acerca

a tu cruz lavada en sangre.

La ciudad cabe en tu cáscara, todas las muertes.

Están vivas en ti.

lll. Breve contexto literario del autor

Casi al terminar, quiero expresarles que después de leer algunos fragmentos del libro Arca de amasar diluvios, y de tratar de sintonizar con los efluvios que del mismo manan como un pozo inagotable de sentimientos y vivencias, quién, entonces, se atrevería a decir que La Vega no es una tierra de poetas, si desde Emilio García Godoy, Rubén Suro, Luis Manuel Despradel, pasando por José Mármol, cuya poesía nació entre nosotros, Pastor de Moya y Julio Adames, entre otros tantos, hasta llegar a Fausto Leonardo Henríquez, La Vega no ha hecho otra cosa que no sea regalar parte de su alma poética. El Padre Fausto Leonardo, por muchos años ha venido escribiendo y publicando, importantes artículos de critica literaria, compartiendo sus responsabilidades sacerdotales con la de escritor y poeta. Siendo párroco, por varios años, en San Pedro Sula, Honduras, realizó una importante carrera de escritor y ensayista en Centroamérica. Allí puso en circulación la revista internacional CritcArte, hoy editada y publicada desde Valencia, España. De igual manera ha puesto en circulación varias obras poéticas, siendo el libro Gemidos del ciervo herido, la obra galardonada y que le mereció el pasado año de 2010, el Premio Internacional de Poesía Mística, Fernando Rielo, otorgado en Roma, Italia, lo cual constituye un alto honor para la República Dominicana, el haber conquistado esta presea internacional. He ahí su ganador, he ahí un hijo de este pueblo levantado y erguido por encima de muchos escritores del mundo. Esto último unido a todos sus aportes, talentos y virtudes. Ante todo un hombre de fe, un hombre humilde, un hombre de trabajo. Uno de los más sólidos intelectuales veganos y del país, un activo importante de nuestra sociedad dominicana que a diario sirve como mensajero de la paz y de los auténticos valores vernáculos que nos distinguen como nación. Padre Fausto Leonardo Henríquez, tan vegano como cada uno de nosotros, poeta como pocos, sacerdote y amigo que nos llena de orgullo, finalmente le digo, en nombre de todos: Felicidades y bienvenido a casa.

Muchas gracias

Localización tierra natal, República Dominicana