jueves, 30 de abril de 2009

RAMÓN ANTONIO JIMÉNEZ, poeta interiorista.

Ramón Antonio Jiménez, San Francisco de Macorís, 1962. El alma del poeta, suspendida en un hilo, entre sombras y neblinas, apenas con una llamita, se adentra en lo trascendente; lugar ese donde se solaza el convocado poeta quien, herido en su interior, sólo escucha los pasos del “Otro”.

Poeta de la angustia que causa la sed de absoluto. Jiménez nos sitúa ante una nueva realidad, como hacen los verdaderos orfebres de la poesía. Canta las inquietudes universales del ser humano, sobre todo las que apuntan lo divino.



Crónica Circular


Una estancia de celajes

y ecos de sombras

construye la dimensión para su espacio

Más allá del silencio

ancladas quedan las palabras

Junto al cirio

la estatura del llanto

es una estrella oscura

que instaura su horizonte

Desnudo en la náusea de Adán

en el agua náufraga de la noche

desrrostrado el espejo

escucha sus pasos

junto a la sombra del otro

Gregaria al cieno

pernocta la mirada

Y ya no es alucinación

una espada para el costado del hastío

En la mansión de la lluvia

con llanto de mujer

un ángel llorando está

Quién

amamanta la angustia

cuya cifra del parto

es trastocada

Quién

desanda perdido

los puñales del espejo

Oculto tras la luz

quién se complace en deshacer en silencio

la noble estela

que a su paso va dejando

el último vuelo de un pájaro herido

El fuego sueña su delirio

de círculos y tiempo

junto a la vigilia del árbol

en medio de los caminos

cansados de andar el día

entre las mil paredes de sombra

que inventa la noche

para derribar la distancia

Detrás del sueño

desnace la niebla

Y ebrio de azul y origen

destiempo el caracol

su rumor de ola endurecida

donde dioses alumbran mundos

en el interior del sueño de otros dioses

que también son soñados

En la doctrina del agua

resplandece el murmullo errante del silencio

Que nadie siente la ficción de la muerte

sobre sus piernas

cuando el celaje transite los corredores

en la región subterránea de la noche

cuando el espejo

busque el tacto

la imagen del otro espejo

cuando la transparencia

aprisione en su beso

las manos donde copula la historia

cuando germine el olvido

con su carrusel de cábalas cotidianas

Oh

el alucinado

que en su oscuro tabernáculo

su evangelio ha escrito

Espejos cóncavos que se miran

son las cosas

Y he oído al mar

convocar el agua suya

que aletea en mi pecho.



Salmo


No tejía el pájaro

su vuelo sobre las cumbres

ni había llegado la flor

a mirar con asombro la mañana

ni los corales cifraban los días

desde su invicto silencio

y ya eras polen embriagado

más allá del cauce de los orígenes



Fósil de agua


Quizás en el ámbar duermen las auroras

allí donde el cielo es un estanque petrificado

sin horizonte en su tiempo

sin miedo al olvido

a la sombra que germina en la mirada

Todo es ausencia en su alcoba de silencios

en su muerte secreta y transparente



Mansión de la noche


La ciudad ha muerto

Es la hora en que toda voz huye aterrada

lugar donde el ángel convoca

hasta la nostalgia el flamboyán

esa invicta sonrisa que apacigua la muerte

ese extraño acontecer que hiere al silencio

Aquí donde germina el lirio de la espera

sigiloso puñal que busca el costado del sueño

Todo tumulto de ausencias

propone la diadema de llanto

reclama la clarividencia del miedo

su signo de distancia erigida

Mirada los balcones de la tarde

colmados de miradas y gemidos

Cada pájaro es una ilusión errante

extraviada en la memoria del tiempo

He aquí los caminos conjurar el horizonte

el palpitante llamado a la derrotada mañana

el oráculo alucinado de la copa del instante

Que nadie simule el júbilo

en la danza del fuego de los espejos

Que nadie proclame la hipocresía del azahar

La lluvia no será jamás

el germen sonoro de los orígenes

ni estará en su aposento

el tierno temor de las palomas

Desde la cólera del relámpago

un dios ahuyenta las auroras

El mar es un bochorno

al tabernáculo del silencio

El ojo azul del cielo

ya no bebe la esperanza en el reflejo del rocío

el conquistado espacio en el párpado de la herida

Oh los astros arrodillados

en los labios de la noche

Oh la oscura efigie que desnuda el viento



Noche del círculo


Hacia su origen

confluyen las aguas

que van y retornan

Hacia el espejo marchan los días

¿Hacia dónde ascendemos

cuando nos precipitamos

en el paisaje de la muerte?



La máscara


He aquí la ficción de lo imposible

La distancia simula la noche del miedo

allí donde el mar

es sólo un celaje de naufragios

un paisaje que hay hacia ninguna parte

Ah la piel donde eclosiona la mañana

Ah el beso fluyendo hacia el silencio.



Estación del miedo


Tú soñaste

un techo de pájaros

tienes en la lluvia

un paisaje de espejos

donde busca eternamente

un ángel su rostro

Tú que creías la muerte

una estancia de horrores

una oscura efigie

que ahuyenta la memoria

tienes ahora en la palabra

el hastío de la belleza

la triste forma de lo perfecto



Trapecios


Cruzar a la otra orilla

a la catedral invicta de sus ojos

Soñar los trapecios

las uvas de los labios

en el cisne de la navaja

el felino en llamas de su cuerpo

ese tabernáculo

donde entramos sin pasado

Huir sin nombre

de esta ciudad amurallada

Y despertar sin regreso

más allá de los puentes



Textura de una noche eterna


Ciega en su cerrada furia de andamio

la piedra cae

hacia su propio temor

sin voz

en su oscuro pozo

sin párpados en su dormido árbol

en su callado jinete



Morfología del laberinto


Perdido entre la carne

el hombre es una fuga

hacia lo inconcluso

hacia la otra muerte

allí donde la forma duele

y es un sigilo de espada la memoria

Cada hombre es su abismo

su ebrio sendero sin huellas

una lámpara

oscureciendo su silencio



Paisaje del egoísmo


El puerto del llanto

espejo de lo que huye

paisaje sumergido en el ojo

de lo que está sin dormir

sin órbita en el reposo

en la máscara

del simulado acontecer del miedo

Ah

el ángel

que atormentado por la belleza

busca eternamente su sombra



Apología


La serpiente no tiene prisa

no tiene horizonte

en su pequeño andamio

sólo una oblicua mirada de sospecha

En su sueño de gloria confusa

es una interrogante que no teme

Bibliografía activa: Melancolía, 1984; Crónica Circular, Ateneo Insular (1997); Nociones de arte (1998); Apología del insomnio (2001); Presencia del miedo, Ed. Ángeles de Fierro, San Francisco de Macorís, (2003).

Bibliografía pasiva: Bruno Rosario Candelier, Crónica Circular, prólogo La experiencia interior de Ramón Antonio Jiménez; Juan Gelabert, La presencia del miedo o el laberinto del sueño. Sixto Gabín, La presencia del miedo o las ciudades que emigran hacia la lluvia. Epílogo a Presencia del miedo por Bruno Rosario Candelier, Ramón Antonio Jiménez es un caso singular en las letras dominicanas. B. R. Candelier: El Movimiento Interiorista. Ateneo Insular, R. D., 1995. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: La búsqueda de absoluto. Ateneo Insular, 1997. B. R. Candelier: El Ideal Interior. Ateneo Insular, 2005.

miércoles, 29 de abril de 2009

Yky Tejada, poeta interiorista.

Juan Alberto Tejada (Yky), Moca, República Dominicana, 1961. Pocos poetas tienen la gracia de sentirse y ser tales. Pocos viven alterados anímicamente por el influjo de las musas. Tejada es uno de ellos.

Yky es un poeta nacido para, al decir de Hörderlin, “hacer llegar al pueblo envuelto en cantos / el don celeste”. La belleza de sus imágenes, el lirismo y la intuición caracterizan la poesía de este poeta esencial del Movimiento Interiorista.


Dejar entrar

A Yen-Li que conoce
cuando hay ternura en la mirada

Desde la luz
un ojo llueve
se encarna

Transita por ánforas extrañas

Tiempo
y vida
desteje como un animal
en la espesura de su sangre

Conoce su grandeza de espacio iluminado

Conoce que dormido
el destino le vuelve abierto por la espalda

Y que su dicha no es mirar
sino dejar entrar

la misteriosa ternura de los pájaros



Inocencia del agua


Bajo el aire
el agua es dolor de espejos rotos
por no fijar la transparencia

La culpa de una huella leve
que va y viene
pasa
y no puede ser ámbar ni estrella

Pero algo es limpio en el agua
siento miedo
tiemblo
me escondo en la flor

Miro mis ojos en la inocencia del agua
pongo mi nombre
y no veo
¡Oh agua!
Devuélveme los lirios
rompe este silencio de pájaros

Quita este temblor de piel que me adelgaza
par que broten desnudas las azucenas


Un tigre duerme


Rabiosos bosques
y voces de remotos soles
despertaron al tigre

Pero como el mar
lleva en sus ojos la noche
sin salir de la fuente

Abierto a la entrega
el poderoso animal es un niño
en su seno materno

Sólo nosotros con espanto buscamos la salida
de un claustro
donde eterna corre una fuente

Sólo nosotros con espanto buscamos la salida
de un claustro
donde eterna corre una fuente



Deseo de luz


Ciegos en su blancura
los lirios no tienen sombra

Sólo un deseo de luz
la razón fugaz
de alcanzar
por un relámpago el cielo

Pero algo
antes de ser flor
aroma
y rastro de amor
duele en los lirios
algo que paso a paso
sueña lo blando del ojo humano



Lagartos fugitivos


Fugitivos largos milenarios
como perlas se alejan y se pierden
en el origen de una luz enrredadiza

¿Acaso no vuelve la llama sobre sí misma?
¿Y no grita el ave cuando sobre su sombra vuela?

Me quemo sí
Me hundo en los ardores de un animal
Si pensamientos
En la espesura hay llantos que alucinan
anémonas florecen y crecen en quietud

Ah nada más quieto que volver
infinitamente sobre su pecho

Llamas en el agua


Están llenándonos de lunas
Los paisajes del agua

¿Qué abismo recoge esta noche?

Narciso se hunde
se hunde sediento un muchacho
en lunares bosques

Se extienden incendiándose las aguas
¡Oh cristalina fuente!
¡Oh los misterios del cuerpo!
ya no hay nieblas que lo definan
ni musgos
ni diluvio de estrella los cubren


Eternidades


El aire herido de bambúes
Atraviesa mi cuerpo me desgarra

Tus ojos reflejan lo inexacto

¿Está Dios en este tránsito de bosque de muerte?

Todo es eterno sin razón
yo huyo como lagarto
buscándome en la niebla
o en las aguas de Narciso
en inmundo que se cierra y arde
ajeno al influjo de los astros


Obsesivos pájaros


Una sombra viva
como un lago espeso tiembla
me persigue

Está cerrándose en frescas noches
y vienen a mí posesivos pájaros en llamas

Es tan triste estar aquí
casi soy como un cristal que se deshace en azules
como un niño destiñendo la noche



Dios de ardorosas aguas


Ven a buscarme en lirios de espumosas lunas

Ven virginal a mi palabra
surge sin piel ahora
desde el verde intransitado

Desde tu ternura lluviosa
ven a mi garganta

Aproxímate misterioso dolor
de espinos enamorados

Ven alcanza mi rostro
que huye en abismados valles
en espesura de esas regiones
que busco en ti

Ven
deja que mi cuerpo se deshaga
en ardores de Tus aguas



Consagración


Entro en tu cuerpo
Me deformo en luces que me ciegan hacia dentro

¿Está Dios en este tránsito de bosques
y muertes que me alegran?

Entro
Y mis huellas se hunden en aguas de Narciso
El misterio se esparce y arde

Y fluyo sin razón como todo hacia Él

¡Oh animal el que soy
consagro este cuerpo abierto
rasgado por su mano
que en extensos quejidos escapa
huye de las sombras
y se hace vivo!



Oscuros verdores


Esta soledad de nadie

Este silencio verde
que se desata en sombras

Este rumor de árboles espinosos
¿Quién puso ternura a estas horas
a esta razón de amor que alucina?

¿Y esa forma clara que se cubre de palomas?

¿De quién este rastro de amor que calla
y tiembla entre las hojas?

¿Y estas flores blancas
que se levantan?

¿Dónde ese fugitivo cuerpo
que se aleja en oscuros verdores?



Infinitas garzas


Un silencio blanco
de aves que duermen
nace en vuelo de infinitas garzas

Se expande el alba en verdores primeros

Un misterio
humedece mi cuerpo
me ciega de cielo



En el deseo tiemblas


Las nubes se desatan
Late la pureza en el cristal

Ahí estás tendida
en el deseo tiemblas
y sabes que a la rosa le hace inmensa el llanto

Déjame entrar en tu piel
adentro persisten la inocencia de unos labios
persiste el amor cuando te toco



Agonías de niño y el león


Una flor nacía sobre mi rostro

Brilló la locura

Espeso sobre mi espalda un sol se deshacía
como un incendio de aguas

Un último desierto quiero
de un niño
la sonrisa ancha
y la furiosa noche del león



Ventana y muerte


Un fulgor tras la ventana
se desangra en el deseo
y nacen templos teñidos de girasoles mudos

Es música clarísima
que esparce su perfume y se pierde

Yo
huyo en mis brumas
porque quiero morir solo en el alba
desangrarme sin fin
sin nadie


Bibliografía activa: Juan Alberto Tejada Méndez (Yky Tejada), Juan López Abajo Moca, 1961. Un latido en el bosque, Col. Premios Nacionales, Sto. Dgo., 2000.

Bibliografía pasiva: Danilo de los Santos y Carlos Fernández Rocha, Este lado del país llamado el Norte, Primera Feria Regional del Libro, 1997. Franklin Gutiérrez, Diccionario de autores dominicanos, Ed. Búho, 2004. Noé Zaya y Taty Hernández, Voces del Valle, II Feria Regional del Libro, 2005. Rafael Molina Morillo, Personalidades dominicanas, 2006. / El Siglo, (Coloquio) 30-03-1991. / Listín Diario (Ventana) 20-05-2000. / José Rafael Lantigua, Listín Diario (Biblioteca) 18-02-2001. Bruno Rosario Candelier: El Movimiento Interiorista. Ateneo Insular, R. D., 1995; B. R. Candelier: La búsqueda de absoluto, Ateneo Insular, R. D., 1997. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior, Ateneo Insular, R. D., 2005. B. R. Candelier: La creación cósmica, Academia Dominicana de la Lengua, 2005.

Bibliografía Internet
http://www.rincondominicano.com/literatura/poesia/quehacerpoetico.php
http://www.geocities.com/marcas1pr/Poesia_Dominicana_actual.html
http://espanol.groups.yahoo.com/group/abecedario/message/616?viscount=100

martes, 28 de abril de 2009

JOSÉ FRANK ROSARIO, poeta interiorista.

José Frank Rosario, Moca, República Dominicana, 1948. Escritor de oficio, poeta agudo e ingenioso. Concitado por el misterio de la vida, canta con vibrante tono. El entorno visible, el mundo material, es, para él, el lado débil de la verdadera realidad, la que no perciben nuestros ojos, pero sí nuestros sentidos interiores.


La muerte, los sueños, el universo, todo lo que nos envuelve, es una antesala de la eternidad. Navegamos, unos sin saberlo, otros a tientas, otros con los remos que les provee la poesía, hacia la realidad inmaterial, intangible y eterna; a la realidad que a todos nos trasciende y nos atrae, porque se agranda en nuestro interior y se expande imparable.



Entre el polvo y la ceniza


Un día ya no estaré frente ante este paisaje inmóvil.

Me superarán las circunstancias, todo lo que será

materia acaba en una forma precisa.

Y lloverá de nuevo,

y saldrá la luna a peregrinar entre los astros,

a brillar impávida por sobre los matojos.

La rueca de los días

hilará otras historias, otras solemnidades

y fiestas, donde otras banderas

en otros mañanas acontecidos,

se plantarán como alto al fuego

de la vida. La vida

enroscada en otras manos, en otros

pies y otras sienes,

para contar historias que no serán

las mías. Mudable mapa somos

aun siendo intransferibles, porque la ruta

es una noche sin visión,

oscuridad donde la llama

que encendimos

será sólo un reflejo a la distancia,

un arco o espejo agonizantes,

un ademán perdido,

un gesto solitario,

una frase de amor, quizás,

escrita sobre el viento.

La vida es un tumulto. Una

marea de abejas es la vida

que viene desde el fondo

de la substancia de la noche. Cercarla,

atarla al palo mayor de la presencia

de los años es la tarea. Pero dónde el capitán

de tan alta nave, dónde el marinaje,

dónde poleas y cuerdas y velas

y remos. El viaje

es inmóvil. Nos pasa ante los ojos

el paisaje que nos arrastra

a un destino sin razón

que nos convoca a ciegas,

destino común vivido a solas:

un traspié y la indetenible maquinaria

que nos llama

y torcernos entre flores de engranajes

solidarios, descontrola su giro,

descompasa sus vueltas,

se niega a ser la misma o a seguir adelante,

y todo el universo con sus astros,

sus planetas y galaxias giratorias

no serán suficientes para detener el salto.

Lo intangible es más fuerte

que mil mundos de materia,

y el destino más voraz e inexorable

que la misma voluntad de persistencia.

Vendrá con él el golpe fiero,

el zarpazo entre la niebla,

la fiel desgarradura que arde y quema

mientras tratamos vanamente

de dar soplo inextinguible a la existencia.

No son ya cosas de estos mares

de respiración y aliento,

el impedir la catástrofe: Lo contundente humano

asienta su hermosura

en la perenne contingencia de lo asedia.

Fuerte ciudad es el cuerpo

con sus murallas de carne,

con sus sentidos en almenas,

con su instrumental de manos. Nada impide,

sin embargo, su precipitar violento

en un instante cualquiera,

aun rodeado de otros

cuerpos, tangenciales

a esta historia individual, escrita

a mano pura sobre otros cuerpos que volaron,

hechos polvo sobre polvo,

ajenos a cualquier rigor que pudiera

serenar el caos.

Un día, este paisaje que ahora bebo

no estará ante mí.

Será escenario de fondo para otros

viajeros que vendrán

deseosos de pagar su cuota de peregrinaje.

Y el paisaje será el mismo. Mi presencia

no habrá añadido una sombra más

ni un matiz menos a sus colores en fuga,

a pesar de toda la ternura

con que mis ojos lo revistieron.

Pasa el amor del hombre sobre la tierra

como un diáfano manantial de olvido.



La muerte y otros desvaríos


Que le crecía una mano, de nuevo.

Y sobre la mano carne mórbida, irisada.

Y tenía otra vez los pies y los ojos. Y uñas

de escarcha,

inflexibilidad en las coyunturas, y cerebro

en llamas, y ganas de levantarse y saltar,

y que saltaba y era otra vez entero…

No sabía el cadáver porqué soñaba

esa recurrente pesadilla.

§

Morir es asolar

con todos los fuegos y todas las hachas

los ecosistemas del corazón en fuga.

§

Sinhué mira las tripas regadas por el suelo

del cadáver último a él entregado

para hacerlo esplendente momia. Las mira de nuevo

las escupe, harto de ser taumaturgo

de una eternidad que se llena de polillas.

§

Kavafis retuerce ideas.

La sacra inconsciencia teje los versos más lúcidos.

Un lobo.

¿Cómo haces para que nunca se apaguen los ecos?

§

Pieza a pieza desmontar el mundo

hasta hallar

entre la orina y la escoria

el cadáver de la muerte.

O al menos su máscara.



Íntimos improperios


Pienso en el río. Apenas

lo pienso

ya es otro río, otras aguas.

§

El universo es animal en expansión, dicen,

y que respira agazapado en sus constelaciones.

Animal es, ciertamente,

y por ello tenebroso. Basta ver cómo acecha

cada noche con sus infinitos ojos fijos,

con su mirada sin párpados.

§

Llamarte como se llama a una puerta: dando

golpes firmes sobre un madero muerto.

Y que respondas,

sea desde tu oscuro pasado o de tu porvenir

incierto. Nada más triste en la noche

que una voz batallando entre los huesos

de un cadáver de silencio.

§

Que me den la luz desesperada,

la imagen última que brilla en los ojos

de los moribundos.

Es el único recurso disponible

para saber cuán irrecuperable es la existencia.

§

Quien no sabe que a sí mismo

se pertenece es enemigo en el ruedo

es misterio corroído

es campana de falsos dobles

que extravía a los viajeros.

Es árbol de ambiguos frutos

es fuente en peligro constante

es aire contaminado.

Masa.



Bajo el Sueño


Porque tememos a la otra orilla

es que olvidamos Porque es demasiado fulgor

en los rincones y demasiada certitud

de contrario

Porque a fuerza de temer lo que tememos

es peligrosa la materia el don del salto

las palabras encharcadas el turbio suceder

de nuestros pasos

En tierra que se esfuma con ser vista

es la amenaza de la niebla a cada instante

súbita incongruencia de las horas del espacio

del ritmo con que llueven circunstancias

no ordenables

en la vigilia que nos toma por los hombros y

nos sacude

nos coloca en la inmediata percusión del reloj

y sus agujas sus tics-tacs frenéticos

goteando aguas que crecerán con el día

y nos llevarán constantes sin ningún alto poder

que las detenga

a las grutas escamosas de olores conocidos

donde habita en anestesia La Imagen

en sus imágenes

Industria que se reitera hasta la locura

abordaje sin descanso a un nave

de oculto tesoro impredecible y dragón

que muerde el aire imaginado

par espantar visitantes que urgen

razones a un viaje sin destino Terquedad

se requiere y muchas bendiciones de los dioses

para despertar a salvo Algún rasguño

permanece algún tibio desencanto en la región

más madura del instinto Una cicatriz mil veces

machacada anda las sienes del alma Siempre

será noche y siempre vendrán

de negro los corceles

a recoger el hálito que exuda el cuerpo

en su cama Cuerpo exultante y temeroso

del viaje porque anhela saber

lo que en su corazón ya sabe

pero que pronto olvida veloz cabalgando

los párpados del rayo entrevisto

en unos cuantos segundos

de total clarividencia Visión palpable

que ha de disolverse cuando encuentre

el cristal de los sentidos Recordar

el amanecer en la conciencia Dolor

si transportamos a la vida

el bagaje que allá se nos concede Sagrado don

el del olvido Bendito reloj intangible

que marca puntual el arribo –no hacer caso

del ruido de hierros y cadenas- del carruaje

del alba.



Sueñoniebla


Por los pies colgado desde una altura

imposible El mundo

o superficie de mármol rayado en rombos

saltaba hacia mis ojos como amenaza

a la existencia. No volver hacia atrás no poder

no ver quién me sostenía

y qué confianza en el sujetamiento Y aquella

superficie que saltaba como corazón de piedra

hacia mí hacia mi nariz y mis ojos

con posible estallido total imprevisible

y los monjes que después cabecibajos

escribían con rapidez

en lengua indescifrable sobre el polvo del piso

y fueron llama en los giros

rombos y letras entrecruzados y rostros ocultos

por las capuchas negras No entender

el mensaje no

saber quiénes ni por qué escribían por qué

se afanaban en aquel

escribir sin pausa brincando hacia mis párpados

Nadie lo dijo

Quizás la voz del miedo Era el Juego

El Juego en caligrafía

que se traza con la sangre la piel las uñas

Si se araña la espalda de la tierra

ahora mosaico piedra losa mármol

No ver No saber Saltar No entender

latir con el ritmo oscuro

con que respira la tierra Mientras

vivir el terror de morir sin la respuesta

Sin una voz que grite sin opción colgando

de la vena yugular del universo Cenizas

El expolio Garra de la vida

entre la vida y otra:

entre un sueño y el siguiente

no cesa jamás el Juego.



Sueñovuelo


Arracimadas como masa oscilante

en óxido con rumbo sólo de ellas

conocido Encapotadas para no ser vistas

Un rayo hiende su gruta y las descubre

mientras huyen Se erizan Son de pluma

de paja seca azulina hecha jirones

en los molinos de viento

Son de hebras turbinazas manchas

con peso bocanadas de neblina

húmedos rastros y vuelvo vuelto alto gravitante

pasan y no vuelven

no vuelven como la vida río arriba

de nosotros mismos como las ansias

de atarse a algo como el amor

que tampoco vuelve atado a ellas las nubes

que viajan

y yo atado a mi cama que sueño

irme con él y con ellas

y entre los dedos la grasa del recuerdo piel

de cebra desgastada por el uso

Recuerdo de amor descifran

escritura sobre el agua

Escritura sobre mí seco río arriba

que lo veo y las veo

pasar Cansado

antes del viaje

tiritando astros y cuchillos

Tieso.



Montaña


Te pertenece la eternidad

barco de muerta proa

sólo porque aprendiste

desde tu origen de sombras

a navegar inmóvil.

Bibliografía activa: Entre el polvo y la ceniza (inédito); La muerte y otros desvaríos (inédito); Íntimos improperios (inédito); Piedra de amolar sueños (inédito). (Cf. Entre el polvo y la ceniza, Poesía Completa, Edciones de la Secretaría de Estado de Cultura, República Dominicana, 2008.)

Bibliografía pasiva: Bruno Rosario Candelier: El Movimiento Interiorista, Ateneo Insular, R. D., 1995. B. R. Candelier: La búsqueda de lo absoluto, Ateneo Insular, R. D., 1997. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular. R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior, Ateneo Insular, R. D., 2005.

lunes, 27 de abril de 2009

JULIO ADAMES (poeta interiorista)

Julio Adames, Constanza, República Dominicana, 1963. La voz de Adames es una voz fundante, como la Manuel del Cabral o Moreno Jimenes. Lo es por su originalidad y porque su poesía imprime carácter, sacude, inquiere e interpela.

La noche se convierte en el símbolo de todas sus ansias, de sus anhelos y su búsqueda despiadada. Pone todo su empeño para encontrar el sosiego a su corazón angustiado. Cuando cree haber dado con la piedra filosofal, da tumbos entre neblinas, lo cual agudiza más su angustia metafísica. Adames –sus obras- es piedra angular de la Poética Interior.


Huéspedes en la noche


La noche. Esquirla de mi tumba.

Han crecido huéspedes en mi sueño.

Veo el ojo como se evapora una alborada.

Vuelan hojarascas.

No estoy despierto ni dormido.

Todo es una agitada respiración de ausencia…

Ando a tientas.

Exorcizando miedos se me han roto las manos.

Busco lo que se mueve como herido.

Oigo mis pasos en la ambigua meditación del Otro.

El huésped sobreviene a mi premura.

Como vacío. Como muerto.

Me acerco a la imprecisa neblina de mi padre a

y allí torno a respirar.

Su llanto es el oscuro zarpazo de los tigres.

Ojo espanto para besar un huésped

Que agoniza

Y pudre la palabra. Levitación del Ser.

Fiesta convulsa. Carne.

Aun siendo irreal el golpe acontece.

Voy a gritar.

Voy a dejar que las neblinas del huésped

Me abrume en sus placeres.

Un celaje.

Como medio borroso avizorar del ojo

a sus neblinas.

Algo anónimo crece. Se alza en vilo. Mata.

Todo lo que reposa se niega a ser espanto

de sí mismo.

La noche es absoluta.

Cabizbajo aún me he puesto a llorar

sobre mi rostro.

Oigo el arpa. El arpa y el bramido.

Al ultraje de un aliento cósmico

se disuelve mi espada.

Hora de soledad imprecisa.

Desdóblanse mis alas en su leve llovizna

de abandono. Aquí la mano.

Allí la luz. Amargo es el sonido del cuerpo que levita

la distancia.

Todas las cosas fluyen pretérito oleaje

en su neblina: respirar.

Invisible oropéndola rozándome la carne

invisible.

Sé que algo nos separa. Pero ¿qué, qué huésped

inusitado

de la forma?

Hay una luz afín.

Cuando acontece mis miembros se evaporan.

Un soplo… Es Dios.

Oigo sus pasos entre las brumas.

Luz y lloro / Lloro y permanencia…

Llueve indecisa el agua en su abandono

y todo lo que pasa se bifurca.

Me carne. Neblinas de un permanente lloviznar

Donde me veo azul respiración del huésped.

¿Un surtidor?

No sé. Yo no canto. Respiro.

Una voluptuosa respiración me antecede.

Allí está su rostro sereno en el follaje.

Es fuego… No, no hay tumbas.

He venido a yacer en la pureza de esta lentitud

del ser y de la nada.

Desciende… mi cuerpo.

Todo podría transitar en su miedosa liquidez.

Fuego que sin rumbo asciende desde sí

hacia los fuegos.

Fuego y equilibrio.

Si luz. Sin luz.

Bramar en la estancia hasta que el fuego

nos devore.

Oh, la Cayena en su simbólico oleaje

de permanencia y tránsito…

Cuando yo la besaba tomándole la voz

me fue brutal e incierta.

Oh, esa angustia de esporas dilata en el Ángelus…

Esporas… ¿Quién, quién habló?

Voz piadosa en el fuego de mi pretérito oleaje.

Pero yo no sabía adónde ir luz,

Ostra, éxtasis.

El Cisne…

Ando a tientas y esta carne, a ratos,

se me transparenta por los ojos.

¿En qué alborozo de luz se disuelven

mis airadas perfecciones?

No lo sé. Neblina las neblinas del que pasa

y en su carne la desvaída mutación del Ojo

se evapora.

Para no verse mis ojos se han vuelto en el espanto.

Y esa mutación es la del Cisne que bebía

la ebriedad de los fuegos.

Entro a un cuerpo y a una sombra.

Ahora voy a moverme en equilibrio.


Absalón en el paraíso de la noche


-¿Qué distancia me separa de ti?

Oh, madre, de dije, invocando la bestia del trueno…

Después penetré al vértigo de la mazmorra donde

una melodía secreta me nombraba y fui tiempo y

memoria…

Fui Absalón surgiendo de la Noche.

-¿Qué ángel desplumado derrama en el olvido sus

trompetas?

No lo sé, oh, madre; mas en copiosos rumores

de lámparas vacías

soy el que ha develado la diminuta muerte.

Solo y sin nombre me vi por los angostos

senderos de las nocturnidades.

Solo y oteando el intangible espacio de la vasta

memoria.

Oh, soledad de sombra y melodía.

Confinando espacio para la quemadura

de la insomne plegaria de la noche

el agua siempre río abajo corre o se desliza

en las altas purezas vacías de la muerte.

Oh, la muerte, espesura de tigre diluida en tempestad.

Y absolutas miradas que retornan clarísimas

a la vaga ilusión que todo vuelca.

Oh, ilimitado espacio de manchadas voces

en la tibieza de la Nada.

Oh, pájaro que besa al nadir infinito;

oh, pieles transfiguradas en melodía y sombra,

mirad: la luminosa flecha atraviesa cantando

el vasto corazón que ahora invoco en el vértigo.

Soy soñado por un silencio de agua y sepultura.

-¿Qué fue del breve rostro en inútil crucigrama

de espera?

-¿Quién robó las esferas del vientre inventor

de estatuas,

y este salvaje minotauro embistiendo contra

el antiguo murallón del miedo,

y este respirar de pájaros dormidos,

y esta transparente presencia de unicornio casi

desdibujado,

muerto a veces de claridad y retorno?

Ah, voy a lo extenso.

¿A sumergirme en aguas sublunares?

Soy el ungido de la Noche.

Breves las cosas son aguas de este río y acuden

a la Noche diálogos incesantes, muertos que me besan

con sus labios azules…

Ah, hijo de mi precipitado vértigo,

tocad, tocad mi oído en oración circular de la Noche.

Abrumada de trotes y relinchos, la bestia

hoy desciende ungida en el asombro.

-¿Quién sueña ser flautista durmiendo al escorpión?

-¿Qué músico pernocta junto a las atigradas

esfinges del desierto?

Oh, madre; oh, noche, no lo sé.

Perseguido por un ángel soy en tu ceguera.

(Recordad: el escorpión es otra muerte disfrazada).

Ah, transfigurado el rostro de la Noche,

la Nada de los rostros me sorprende:

¡cuánta luz hay en el techo!

¡cuánto espacio en el pájaro que asoma al vértigo

del ojo!

¡cuánta música en la extensión de la calma!

Pero ¿qué luz es esa que devela los hechizos del rostro

en el espejo?

Rotos los pies azules en la Noche;

rotas las manos, el cráneo cercenado;

vago con la ubicua certeza del poliedro y la otra

memoria

quemada por el grito:

lo azul como la breve edad, breve y transparente,

la barba blanquecina,

la eterna dimensión del llanto en el espejo,

la luz, la luz del ojo, plagio sutil de luna, la húmeda rosa

de la edad diluida,

la mano del mendigo perdida en los escombros,

y la urdiembre ya rota de la araña;

¡todo se vuelca en soles de vacío!

todo en vértigo iluso, corazón calcáreo!

A mis espaldas, la bestia…

-¿A dónde va la huella?

-¿A dónde el ojo sin su rotundo hechizo?

Ah, bestia…, Ah, inmortal esplendor, ¿y la calma?

Soy Absalón, madre, el hijo de tu rabia.

(Las palomas también comen sus sombras

en el mágico hechizo de las llamas)

Soy el hijo de tu primera orfandad, venid;

tocad mis labios. Soy tu hijo de sepultura y sombra.

(Las palomas comen sus sombras transparentes).

Yo, el eterno,

el antiguo durmiente de infinitos manglares,

el que salva con la oración al amuleto herido, echo

abajo

la puerta-habitación-llena de mares;

revés de luz como una mujer

contra el rostro perdida. Yo, y mi fuga

atemporal más alta, doy de cabezazos vacíos en el

infierno.

Oh, Noche; oh, eterna confusión de agua en oleajes

donde el tigre bebe; oh macha, porción de sombra,

mágico poliedro ahíto de hastío

en luz…

¡Haz tuyo mis ojos!

¡Haz tuyo mi corazón de barro!

Soy Absalón, el huérfano, llorando bajo un árbol de

sombra

y melodía.

Oh, exultante sombra.

-¿Qué loba diluida me colma en sus entrañas?

Ah, es la Noche, vértigo absoluto de mi madre que me

llama

a su calma, a su inmortal abrazo de absoluto.


El treno fatigado


Dejo los velos helados caer al piso, sin lágrimas,

como un chasquido de aposento donde nada se oye,

sólo un hipo de lámparas y el goce de párpados rozando

el sueño,

sólo un azul de labios en la equívoca danza de neblinas

del miedo.

Dejo también los dedos, el colgajo de nada en la

llovizna de mi acontencer,

y una tarde baldía de besos y tinieblas.

Hoy la fuga del tacto hiela mi llanto.

Finísimas lilas de mi piel se agolpan en la nada que

respiro. Las recojo mojadas, las tiendo en el cordel y, a

veces, las ahogo en el agua.

Por oscuras hectáreas de mi ser me busca la hirsuta

mariposa de la muerte.

Ocre como lodo de belleza. Afligidas madejas le

empañan los calcados cabellos, y transmutan su piel en

manchas estupefactas de collares oscuros…

Es en vano. Eternamente busco cerrar los ojos.

La ventana es esta agua inmóvil bajo

cientos de párpados.

A veces la abro en sueño. Siento miedo. Allí está

acezando la oscura mariposa.

Allí están los pórticos perversamente abiertos. Me

hundo en el cristal. Me cuelgo en sus altares. y en la

rosacidad de su deseo siento que ahoga el llanto, y allí

sigo,

flotando en las tinieblas cual si fuera esa rosa en cuyo

negro polen el pastor soplara

el deslumbre del bosque que aborrece.

Entonces es memoria lloviznada el tiempo. Y un vaso,

sólo un vaso el fangoso llanto de belleza en mis ojos. En

el hangar mi olvido no acontece. No sufre.

No cava otras memorias. Yo floto en su olor puro.

Como bebiendo el

cáliz en una fumarada de temores.

Árbol de soledad en el cabalgamiento marchito de la

hora.

Espejos sin agua cerrando estas verjas de locura, y este

pozo, este pozo

que en el huerto del desnacer,

solloza.


Bajo un velo de llamas


Brumas de tersas manos

en oblación, aprietan

lirios sin sentido.

§

En los ojos, la nada

del caracol desanda

su saliva.

§

Volví: el polvo

del camino despertaba

mis huellas.

§

La ventana diáfana

a un cielo que no ve

asciende.

§

Es un Dios:

el ímpetu de luz

en el follaje verde.

§

Si me cae encima

el cielo: diré

que era hambre.

§

Asusté al abismo

arrojándole un puñado

de viento.

§

¡Cuánta luz!

Bajo la roja arcilla

de la cruz.

§

Encumbrada niebla,

sed de los troncos

¡Aliviadme!


Hebras de tiempo

Afuera niebla.

Insectos cargan trozos

de una ventana.

§

Oh melancolía

en lo oculto del alma

pelean los ángeles.

§

Tiempo: materia

comible; mas el alma

es insaciable.

§

¿Yace en el cáliz

el caos de Dios o el vino

de la muerte?

Bibliografía activa: Huéspedes en la noche (1991); El treno fatigado (1994); Espejo de la oruga (19946); Bajo un velo de llamas (1999); Parábolas para muñecas (2000). Hebras de tiempo (2005).

Bibliografía pasiva: Salvador Goutier: Cuerpo de baile, la narrativa de Julio Adames. Cayo Claudio Espinal: Cuerpo de baile. Héctor Amarante: Una lectura a cuerpo de baile. Máximo Vega: Cuerpo de Baile. Mythos, Nº 18, 2003, Pág. 14. Pedro Antonio Valdez: Estudio a Huéspedes en la noche. Rafael Lantigua: Estudio a Huéspedes en la noche. El Siglo, (Biblioteca) 1993. René Rodríguez Soriano y Ramón Tejada Holguín: Blasfemia angelical. Frank Martínez: Juego de Imágenes, Isla Negra, R. D., 1995. Bruno Rosario Candelier: Valores de las letras dominicanas, PUCMM, R. D., 1991. B. R. Candelier: El Movimiento Interiorista. Ateneo Insular, R. D., 1995. La búsqueda de lo absoluto. Ateneo Insular, R. D., 1997. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior. Ateneo Insular, R. D., 2005.

Localización tierra natal, República Dominicana