viernes, 24 de agosto de 2007

“PALABRA ESCULPIDA”, Julio César Pineda

1.- Marco general de la tradición de la poesía haikú.
Fue en Japón en el siglo XVII con la figura de Matsuo Basho, y otros grandes maestros del haikú, a saber: Yosa Buzón, Issa y Shiki, cuando toma forma un modo fresco de hacer un tipo de poesía artísticamente superior y atractiva.
El haikú es un poema suelto, derivado del haikai no renga. Haikú es una palabra compuesta de haikai y hokku. El haikú, en definitiva es un poema de 17 sílabas y tres versos: cinco, siete, cinco.
El haikú tiene un carácter epigramático, es decir es una anotación ágil, pero de una precisión y laconismo de impresionante belleza. Es un instante eterno, un flash poético que atrapa el hallazgo del creador.
Algunos ejemplos: “Llovizna: plática / de la capa de paja / y la sombrilla” (Ryoto); “Ah, si me vuelvo, / ese que pasa ya / no es ino bruma” (Masaoka Shiki); “Un viejo estanque: / salta una rana ¡zas! / chapataleo” (Basho); “Trozos de barro: / por la senda en penumbra / saltan los sapos” (Tablada).
A partir del año 1955 Octavio Paz y el japonés Hayashiya traducen al castellano el diario de viaje de Basho Oku no Hosomichi. A partir de esta fecha esta obra fue traducida al inglés y al francés. La fascinación del arte japonés influyó en los pintores impresionistas y en los célebres Yeats, Paund, Claudel y Éluard.
En lengua castellana Efrén Rebolledo y José Juan Tablada, ambos mexicanos de principios de siglo veinte, fueron los primeros en acercar el arte y la literatura japonesa a América y España. El primero fue más retórico y modernista, el segundo más audaz y conspicuo.
Tablada publicó en 1919 el primer libro haikú en lengua castellana titulado “Un día”. En 1920 publicó otro libro de poemas ideográficos, Li-Po y en 1922 publicó de nuevo otro libro de haikú, El jarro de flores.
En ese tiempo Vicente Huidobro aparece con su obra Ecuatorial, Poemas árticos. Después, en el año 1940, el peruano Jorge Carrera Andrade publicó el libro de haikú Microgramas. En España, tardíamente, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y García Lorca empiezan a denotar el influjo japonés.

2.- Aproximación a la obra Palabra Esculpida de Julio César Pineda.
En Palabra Esculpida lo poco es mucho, como en efecto es toda obra de haikus. La agudeza del poeta en la captación de sutilezas cautivantes se hace patente: "A círculo divides la sombra, / detrás de los árboles " rueda tu soledad" (Luna).
Todo buen poeta incursiona en los laberintos de su propio yo desde donde extrae interesantes destellos de su ser, como Narciso que se contempla, no en un estanque de agua, sino en una lágrima: "Agua / que descubre otro yo / en mi rostro" (Lágrima).
Palabra Esculpida es, también, un recinto donde se hospedan los viejos ecos de militancia y compromiso social: "El que defiende derechos, /da jaula al pájaro por hogar, / bozal por educación al ladrido" (Opresión).
En este mismo orden de ideas, por poner no más que otro ejemplo, podemos leer: "El filo del cuchillo / se endulza / en los músculos del odio" (Ensañamiento")
Pineda asciende en intensidad humanista, volcado al otro, con empatía sincera, como ser que existe y no le puede ser indiferente: "Bajo una luna / no bien hecha / llevo a mi amigo en hombros hacia el universo" (Solidaridad).
El gallo, símbolo del amanecer, adquiere en la poesía de Pineda una resonancia nueva, atrevida y dislocada, pero realmente encantadora. Observemos: "El gallo vibra / ¡silencio! / le acompaña el canto del día" (Amanecer).
El encanto de la poesía amorosa, —herencia indómita de los poetas de la tradición hondureña—, sutilmente, pero con fuerza, se adueña de nuestro poeta. Un beso, un beso histórico ha marcado el inconsciente poético de nuestro autor: "Indeleble / trueno / en el recuerdo de tus labios" (Beso).
Palabra Esculpida termina honrando el amor, el encuentro con la amada: "El día humedece / donde acuerda reunirse / la intimidad de los labios" (Encuentro).
La obra de Julio César Pineda recoge lo más vivo de su experiencia creadora y lo más sintético de su imaginación. Dicho de otro modo, Palabra Esculpida resume el intento de síntesis poética de su autor, su visión del mundo, de las cosas y la realidad misma.
Dije arriba que es una obra simple, porque abarca el ser mismo del poeta y su cosmovisión artística. Lo simple en Pineda es la búsqueda de una estética donde lo poco sea mucho y viceversa.
Palabra Esculpida es un poemario "que en algún tramo abandona el estilo haikú. Obviamente, conserva el extracto e idea de éste", afirma el mismo poeta. De lo cual se puede inferir, que en sí mismo el poemario no es de haikus, sino al "estilo", "extracto" e "idea" de éstos.
Palabra Esculpida es una obra de lectura ágil, sugerente y placentera. El lector se sentirá a gusto, sin duda. Pero si el lector es incisivo y crítico notará que el intento por hacer poesía en haikus no es tarea fácil, aun para el más ducho y maestro en la composición de ese género.
No obstante, Julio César Pineda, aunque con sus imperfecciones, nos aproxima en el ámbito hondureño a una de las formas más cautivantes de la creación artística japonesa: el haikú.
Una vez más el arte de la poesía se impone con su lira. Gracias Julio César por darnos ese manojo de brevedad infinita.

lunes, 20 de agosto de 2007

REVISTA CrticArte

A mediados del año 2005, una noche en que teníamos un evento en el Centro Cultural Sampedrano, surgió la idea, en conversación con algunos jóvenes poetas sampedranos, de hacer algo nuevo, de tener un espacio de discución y crítica de arte, de todas las artes: la plástica, teatro, poesía, narrativa, etc. Con una nota no vista hasta el momento en la región: el diálogo presencial con el autor o artista. Así surgió CriticArte. Para principios del año 2006, marzo concretamente, con el respaldo moral del escritor Julio Escoto, CriticArte se convirtió también en revista impresa. Objetivo: divulgar los valores de las letras y de las artes plásticas de Honduras y República Dominicana. Con la colaboración de la periodista Karla Palacios, la mercadóloga Rosario Grande, el joven poeta Luis Velázquez, todos ellos hondureños; y el poeta dominicano José Acosta. Hechos los contactos con imprenta Santa Ana, Banco Atlántica y Embotelladora de Sula, como anunciantes de excelencia, la revista dio a luz. El primer número está dedicado al poeta José Dolores González; el número 2 salió en junio, 06, y está dedicado al narrador Julio Escoto; el número 3 salió en octubre, 06 y está dedicado al poeta Óscar Acosta; el número 4 salió en febrero, 07 y está dedicado al poeta José Adán Castelar y el número 5 salió en junio, 07 y está dedicado a la ensayista y crítica Helen Umaña.







Con gratitud a los colaboradores Karla Palacios, coheditora, Sara Rolla,
José Antonio Funes, Julio Escoto, Bruno Rosario Candelier, y Luis Velázquez.

CriticArte, como evento cultural realizado en el Centro Cultural Sampedrano, había nacido un año antes. Al ver que la gente respondía al evento, surgió la idea de la revista.
CriticArte sigue de la mano de un joven narrador, José Borgrán, autor de las novelas Tresure Hunt y Heredero del mal. Billy Peña, destacado columnista hondureño escribe acerca de CriticArte con fecha del 9 de octubre, 2008. Diario Tiempo.

Cultivar cultura(CriticArte)

Muchos dirán que el título de la presente columna es una ridícula redundancia ya que el vocablo “cultura” nos llega del latín “cultura” que significa “cultivar”, pero en latín la palabra significaba el cultivo de la tierra pero ahora significa cultivar los conocimientos humanos y profundizar en las facultades intelectuales del hombre. De manera que todos los pueblos tienen cierta cultura aunque —debemos admitir— que algunos países le dan más importancia a los logros intelectuales que otros, esos otros son los pueblos que consideramos incultos.

En la actualidad la cultura, en el más amplio significado de la palabra, es cultivar para llegar a lograr y disfrutar todas las manifestaciones artísticas y para eso es preciso tener sensibilidad. Siempre hemos creído que todo aquel que carece de sensibilidad es incapaz de apreciar las manifestaciones culturales… se cree culto, pero no lo es. En repetidas ocasiones hemos dicho que Honduras es un país básicamente inculto porque a los hondureños no los caracteriza la sensibilidad, sin embargo, es posible que nuestras observaciones sean muy severas. Lo que sucede es que en otros países latinoamericanos abundan las salas de conciertos, los museos, las galerías de arte, bibliotecas, librerías, etc., pero aquí no disfrutamos de todo eso. Honduras es un país apasionado al fútbol y a la música tropicaloide… y eso no es cultura porque ni el fútbol ni las guarachas estimulan nuestro intelecto. El intelecto debe estimularse desde la niñez ya que, de lo contrario, no estaremos haciendo nada. Por eso hemos dicho que el amor a la buena lectura es de gran importancia además de ser el primer paso que debe dar el ser humano para cultivarse. Un pueblo que no lee tendrá que ser inculto, y no confundamos la cultura con la educación, son dos cosas distintas.

Con el propósito de estimular la cultura el sacerdote Fausto Leonardo Henríquez estableció un evento cultural que llamó CriticArte, hace aproximadamente cuatro años. El objetivo de CriticArte es ofrecer a escritores y artistas profesionales y nóveles un espacio para el estudio, la exposición y discusión crítica de las artes dándole prioridad a la literatura hondureña dentro de la tolerancia, la imparcialidad y la ética con el fin de fortalecer y enriquecer el panorama cultural de la región centroamericana. CriticArte es un espacio abierto al público que se lleva a cabo el primer jueves de cada mes dentro de un ciclo que se inicia en febrero y finaliza en noviembre de cada año. El espacio CriticArte se inicia a las siete de la noche en el Centro Cultural Sampedrano. La admisión es totalmente gratis. Muchos escritores y novelistas, pintores, dibujantes, teatristas y poetas han sido invitados a dar interesantísimas charlas a CriticArte, de manera que los invitados han sido variadas personalidades de lo que podríamos llamar las manifestaciones culturales hondureñas. Y aunque el Padre Henríquez ya partió a España le heredó el espacio CriticArte al joven y talentoso narrador bilingüe José H. Bográn. Entre los invitados que han participado en CriticArte se destacan el renombrado novelista y escritor nacional Julio Escoto, la pintora Jacqueline de Rivera, la exquisita poeta Ana María Alemán, el afamado y establecido poeta José Adán Castelar, el admirado y célebre director de teatro y fundador del Círculo Teatral Sampedrano Ing. José Francisco Saybe, el señor Julio Ustariz, profundo en el estudio de la obra monumental de Cervantes, “Don Quijote de La Mancha”, los periodistas Sandra Jaar y Olman Serrano que expusieron sobre “Medios de Comunicación y su influencia en la cultura de los pueblos,” la literata Sara Rolla y los poetas Damario Reyes e Indira Flamenco, el dibujante Omar Pinto, los poetas Israel Serrano y Melissa Merlo (matrimonio residente en Tegucigalpa), Jack Warner, fundador del Teatro La Fragua, los pintores Sambo y José Ramos, los poetas José Gómez, Fabricio Estrada, Jorge Martínez, Salvador Martínez y Jessica Sánchez, así como muchas otras personalidades representativas de las artes, es decir, de nuestra cultura. Todas estas personas se han destacado en sus respectivas actividades culturales. El espacio CriticArte ha invitado a estos artistas a compartir su arte y su cultura con el público asistente. No hay duda que el Padre Henríquez creyó en Honduras y ahora su legado lo sigue con gran diligencia y entusiasmo el joven novelista José H. Bográn. A nuestro criterio CriticArte es un espacio cultural de gran importancia, no sólo subraya el hecho que en Honduras existe el arte en sus diversas manifestaciones, sino que —aunque en pequeña escala— también hay cultura. Lamentablemente, la cultura no se ha diseminado por todo el país tal como quisiéramos y tendremos que repetir que seguimos siendo un país inculto, sin embargo, con tantas personas talentosas nos queda la esperanza de poder dejar atrás la incultura para dedicarnos a cultivar el intelecto. No será tarea fácil. Felicitamos al escritor José H. Bográn por no dejar morir el sueño del Padre Fausto Henríquez… el espacio cultural CriticArte.


sábado, 18 de agosto de 2007

ARTÍCULOS LITERARIOS

VARGAS LLOSA ACORRALADO
Vargas Llosa, uno de los más grandes escritores actuales, además de un eminente intelectual, ha escrito un artículo titulado: “El espectáculo más grande del mundo”. En dicho artículo reconoce el trabajo realizado por el Papa Juan Pablo II: Su prédica por la paz, el acercamiento a otras iglesias, la reapertura del diálogo Israel y Palestina, su humanismo, su capacidad comunicativa y la cohesión de la Iglesia.

Aparte de esto, Llosa desenvaina la esgrima y embiste contra la Iglesia y su doctrina. Eso no me preocupa, lo que sí me preocupa es que nos traguemos su anzuelo ultra liberal.

Lo ofensivo que tiene Vargas Llosa es considerar a los cristianos católicos borregos con miedo a la libertad, inseguros e incapaces de poder elegir en lo que toca a cuestiones morales. Irónicamente esta debilidad, reconoce, también la tienen los ateos y los agnósticos.

Lo asombroso en el pensamiento llosiano, es que “no es concebible que una sociedad progrese y prospere sin una vida espiritual y religiosa”. Para mí esto es completamente inaudito y contradictorio, conociendo lo ácido que es Vargas Llosa.

Pero, ¿qué es el progreso y prosperidad en materia religiosa y espiritual? Este es el nudo gordiano en el concepto de modernidad del conspicuo Llosa. Se refiere a una malentendida libertad que proclama la admisión irrestricta del control de la natalidad, que los sacerdotes se casen, que la mujer asuma funciones sacerdotales, que se acepte el matrimonio gay, la clonación humana, la eutanasia y que la Iglesia calle ante aquellas leyes que, aun siendo consensuadas y aceptadas por la mayoría –no todo lo legal es justo– van contra la dignidad humana y contra los designios de Dios contenidos en la Revelación judeocristiana.

La Iglesia es antimoderna, tuerta y antiprogresista por oponerse a todas esas barbaridades ultraliberales y sin humanismo. Llosa admite la derrota, con dolor y acidez, de que los sistemas ideológicos han fracasado. Admite, además, su desencanto por la mediocridad, oportunismo y cinismo de los líderes políticos del sistema neoliberal. Pero se niega a admitir el triunfo de la moral y el fracaso de su sistema de ideas. La cultura cristiana, en definitiva, ha servido para desenmascarar la mentira del mundo actual, para marcar pautas de convivencia, progreso, justicia y libertad.
ARROYO DEL BOSQUE
Sería impensable que un columnista estos días sea indiferente a la gran conmoción que ha causado la muerte del Papa Juan Pablo II. Aun más, un buen observador sería incapaz de obviar en sus escritos cómo este acontecimiento ha removido la sensibilidad de cristianos y no cristianos alrededor del mundo.
La muerte de Juan Pablo II ha paralizado la boda del Príncipe Carlos, ha paralizado partidos de bútbol, ha hecho gemir y compungir a millones de cristianos de los cinco continentes. A mí siempre me llamó la atención la cercanía con la juventud. Fue un gran amigo de los jóvenes. Tenía un imán para ellos. Muchos fuimos cautivados por sus mensajes de esperanza. Nunca se proclamó a sí mismo, sino a Jesucristo como el camino, la verdad y la vida. Eso lo hizo un auténtico mensajero de Dios. Nunca se aprovechó de los jóvenes, al contrario, los alentó y animó para que sean coherentes.


Desarrolló el diálogo interreligioso entre las religiones del mundo, oró con los que son diferentes en su fe y marcó hitos en la búsqueda de la unidad de los cristianos. Eso también es un gran avance.

Defendió las etnias, a la mujer, las culturas de los pueblos, la justicia y la paz. Esto es fácil decirlo, pero nada fácil hacerlo, y sin embargo, Juan Pablo II lo hizo, prueba de ello son sus grandes documentos acerca de las cosas temporales.

Abiertamente se opuso a las guerras y propuso la concordia de los pueblos. Mantuvo el talante respecto a las nuevas corrientes que amenazan a la moral y a las buenas costumbres.

El Papa Juan Pablo II fue deportista, literato, teólogo y místico. Imagino que las cosas debieron suceder así en ese orden. Transcribo un fragmento de uno de sus poemas místicos más selectos: “La bahía del bosque baja / al ritmo de arroyos de montaña, / en este ritmo te me revelas, / Verbo eterno. / Qué admirable es tu silencio / en todo desde que se manifiesta / el mundo creado… / que junto con la bahía del bosque / por cada cuesta va bajando… / todo lo que arrastra / la cascada argentina del torrente / que cae rítmicamente desde las alturas / llevado por su propia corriente. / Llevado, ¿adónde? / ¿Qué me dices, arroyo de montaña? / ¿En qué lugar te encuentras conmigo? / Conmigo que también voy de paso –semejante a ti… ¿Semejante a ti?”

CULTORES DE LA BELLEZA
Ningún ser humano puede sustraerse a la belleza, venga ésta de donde venga. Uno queda prendado de sus efluvios como si de un encanto se tratara. Todos andamos buscando goce, el disfrute, la felicidad. Unos se enredan en las marañas de los sentidos y en vez de saciar su hambre de plenitud, se hunden en el vacío de su existencia; y otros, a tientas y con riesgo de despeñarse, orillan el misterioso sendero que hace feliz el espíritu insatisfecho del género humano.

San Pedro Sula, y esta es la paradoja de una ciudad en despunte que presume de niña-mujer, conserva un secreto apego a las artes y un callado grito de pasión por las cosas que elevan el espíritu a otro estadio, a otra esfera en donde lo grotesco y perverso se pierde por unos momentos.

Los sabios orientales y los místicos han visto en la flor del loto, el nenúfar, que crece en el fango, un misterioso indicio de que la belleza puede emerger hasta en los lugares más insólitos e inesperados. No es extraño, pues, que en Honduras, que está hasta el cuello de “sangrientas amapolas” y hediondos fangales, surtan nuevos talentos que pongan de manifiesto la aparición súbita y gozosa de la belleza.

Intuyo que en el inconsciente colectivo hondureño, me atrevería a decir que es algo que está en toda raza y pueblo, hay un deseo profundo de encontrar el sentido de la vida y los pintores, concretamente, lo manifiestan en sus obras. En un nivel más llano nos vamos a encontrar con artistas de la plástica que basta sólo un deslizamiento hacia una academia de Bellas Artes par que adquieran técnica y dominio del oficio de pintores.

El pasado 28 de noviembre, 2006, asistí al Teatro Francisco Saybe, con motivo del II certamen de pintura para jóvenes, organizado por la Alianza Francesa. Al repasar las obras pictóricas de los noveles artistas, unos treinta, fui anotando apreciaciones en mi agenda. Me atraparon con sus pinceles Zaida Z. y Rolando R. Sus obras apuntan a la gran pintura y su técnica rompe los lugares comunes y manidos de quienes auscultan la belleza.

Hubo, ciertamente, muchas más obras con hallazgos interesantes de pintores en agraz que, sin duda, a fuerza de frotar en la paleta el pincel y la espátula, despertarán al genio que les hará cumplido a los deseos más genuinos de atrapar a la esquiva diosa de la Belleza.

PINTURA: MUSEO NACIONAL DE HONDURAS
Hoy nos vamos a centrar en la pintura. El arte forma parte de la memoria de los pueblos. Qué seríamos sin arte, sin los artistas que nos comunican experiencias del alma. Recientemente estuve en Tegucigalpa. Con motivo de dicho viaje saldé una deuda que tenía desde hacía mucho tiempo: visitar el Museo Nacional. Empecé mi recorrido por el primer piso en cuyas vitrinas se exhibían vasijas de barro de los mayas y objetos religiosos antiguos.

De todas las obras situadas en el primer nivel, la que me sedujo fue “El ángel del Micht” de Juan Murgi. La centralidad del ángel que baja del cielo, iluminado por una impronta de luz dorada y divina, sus alas desesperadamente abiertas, y sus manos extendidas hacia abajo –en un gesto solidario sin límites– al rescate de la figura humana, es verdaderamente conmovedor.

En el segundo piso, caminaba lento y comtemplativo, me sorprendió el cuadro “Las Monjas” de Pablo Zelaya, pintado al óleo. Dos monjas, al parecer de clausura, con cofia celeste tierno, clarito, caída serenamente sobre las espaldas les dan una impronta espiritual llena de paz.

Las dos monjas, jóvenes, de pie una, sentada la otra, tienen en sus manos unas partituras, las cuales leen al desgaire junto a un violín que yace sobre su estribo en el suelo, y a un arpa, al centro de ambas. Los dos instrumentos son de fina y delicada melodía.

La claridad del cuadro crea una atmósfera espiritual, trascendente y mística. El rostro dulce de la monjita que lee su partitura sentada es soberanamente bello y la luz le angeliza su figura femenina haciéndola aún más atractiva.

Llama la atención el corazón que cuelga sobre el pectorín blanco que cubre su pecho. En sus manos delicadas, la partitura, y más arriba, a la altura del pecho, justo en el lado izquierdo, pende el corazón como una medalla que habla.

Otro cuadro de una belleza extraordinaria es el “Contemplado”, firmado por Matute, oriundo de San Pedro Sula. Representa la caída de Cristo con la cruz. Es la silueta al desnudo, sin detalles de rostro. Sus dos rodillas en el suelo y su mano izquierda aliviando la caída y con la otra mano asiendo la cruz, imprimen al cuadro una auténtica escena de la Pasión de Cristo. Es una figura sufriente y solitaria. Es un Cristo solo, sólo con su cruz a cuestas. Es, en verdad, para contemplarlo.
LA METAFÍSICA DE ARITÓTELES

Por uno de esos impulsos del conocimiento –excúsenme la aparente pedantería- me leí este año 2003 la monumental metá tá physicá (Metafísica) de Aristóteles. Confieso que retrasé por más de quince años su lectura, no así la Metafísica de Heidegger la cual leí hace unos cuantos años.
No sé porqué tardé tanto en introducirme en la obra aristotélica –con otras obras suyas ya lo había hecho-, tal vez porque sabía de antemano que iba a entrar en un universo racional que me iba a dejar fuera de combate.
No es ociosa la afirmación de que la Metafísica de Aristóteles es el libro de todos los libros, algo así como el ADN de la filosofía de todos los tiempos.
Mi pretensión no es sino la de reseñar mi paso –fundamental para mí- por el mayor de los libros de filosofía.
Yo quería saber si, en efecto, Aristóteles podía demostrar la existencia de Dios. El habla te todo y razona todo progresivamente, hasta que al fin aterriza en lo que yo quería encontrar por mí mismo. Quería llegar, desde la filosofía, a lo que Martín Heidegger llama “instancia última”.
Aristóteles introduce su reflexión señalando las ciencias más comunes y las mejores. En su apuro demuestra que la ciencia mejor y más perfecta la posee Dios en grado sumo, que es causa y principio (Libro I, 10).
A la altura del Libro XII, después de muchas demostraciones lógicas, Aristóteles afirma: “Necesariamente tiene que haber alguna entidad eterna, inmóvil… Ha de haber un principio tal que su entidad sea acto. Además estas entidades han de ser inmateriales, puesto que son eternas” (Libro XII, 1071, 5-15).
Aristóteles sostiene que “hay algo que mueve siendo ello mismo inmóvil, estando en acto, eso no puede cambiar en ningún sentido… Se trata de algo que existe necesariamente, es perfecto, y de este modo es principio” (ídem, 1027, 5ss). En Dios hay vida, pues la actividad del entendimiento es vida y él se identifica con tal actividad. Y su actividad es, en sí misma, vida perfecta y eterna. Afirmamos, pues, –dice literalmente el sabio- “que Dios es un viviente eterno y perfecto. Así, pues, a Dios corresponde vivir una vida continua y eterna. Esto es, pues, Dios” (ídem, 1072, 25).
Lo más interesante de mi lectura ha sido haber recorrido la cátedra del sabio de Grecia, perdido a veces por la densidad conceptual, pero un verdadero deleite en búsqueda de la verdad y del conocimiento más profundo al que la razón humana puede aspirar: el metafísico y teológico.
Yo había estudiado las cinco vías de Santo Tomas de Aquino que, como se sabe, están inspiradas en Aristóteles, pero al fin tuve el placer de incursionar el inmenso pozo de la inteligencia del griego.
Contemplar la verdad suprema constituye para mí la mejor de los hallazgos de mi existencia y una de las razones por las que estoy dispuesto a dar la vida.

POEMAS del libro ASTROLIKEN (Torres Aguero Editor), del poeta Némer Ibn El Barud y al final de los poemas aquí transcriptos, encontrarán BREVES APUNTES

POEMAS

I PORQUE NADA NUEVOpuede sucedernos.Presos en los días,en la continua y misma marcha.Rodeados de silenciohacia el silencio.En tierra envueltosrumbo a la tierra.Encanecidos desde siemprecon un globo de color y una cruz.Saltando zanjas,eludiendo torres;árboles de miedo.Cayendo en la ilusióny levantándonos.Mordidos de planetas y cohetesvamos.Abajo.Mucho más abajo,en el polvo,alguien teje.Donde todo comienzacon nuestra cal blanqueanlas galaxias.

III SU MANANTIAL.Su voz crece en las sombras.Ronda frío.En nuestros pies;en los pies se esconde.A cada paso suma una sonrisa.Por eso el aire abre su metal.Nos deja hollar su canto,sus vocalesy en música resuelve el llantoque con nosotros vieneinderramable.

IV
EN LA PIEDRA.En la piedra está.Coágulo nono.Forma primerabajo el escalofrío de la noche.En la piedra adventicia y mineral está el fuego detenido allí, inerte mientras rodaban los astros con nosotros procurando el diseño inicial. El contorno.

VI NEBULOSA de ayer, de hoy. De siempre. Ignea razón desconocida. Razón de ser esto. Esto, nada más. Imponderable flujo, marea planetaria. Órbita, ciclo. Verde y azul y luego tránsito al verde y al azul sin nada

VIII VIENE DE DÓNDE. Nadie pregunta con otra voz que la que tiene. La que aprendió. La que escuchara plagiario de estaturas músculos y sexos. Dice, sí. Habla y dice, repitiendo. No es esa la palabra. El oido del tiempo no se elige. Es sólo una ventana abierta en un átomo simple y solo por donde pasa toda la humanidad. XIV QUÉ DEL AMOR Qué de la vida y de la muerte queda después de tí. Sólo nosotros nos lloramos. En hambre, frío, lujuria y compasión buscamos el eco. Matar la soledad este pan de hielo que tu incesante mano nos da miga por miga - día por día - en tanto cae a la luz y a la sombra el hueso vertical articulado, queriendo horadar la niebla que te cubre a pesar del buen sol la enferma luna y los dioses después de ti inventados. XIX SABEMOS DE TI. Sabemos porque germinas y sepultas. La luz es sólo tu ademán más lento. Por ti los astros echaron raíces en el cielo y vagan sonámbulos, absortos aún en tu misterio. Vibras y receptas, callas. En el espacio flota tu piel. Sordo y mudo. Un ojo solo abierto. Mirada ilímite y celeste. Polífemo inmaterial con cintura de astros, todo sexo. Las vírgenes son tuyas. La tierra virgen y la tierra hollada. A qué rincón no llega tu abrazo semental, la fiebre de tu cuerpo y qué matriz no siente tu empuje. Tu penetrante rito descendiendo del laurel y de la escarcha. Señor de la cohetería, astro- liquen soy. Te busco desde la rueda y la palanca. XI GOZA y gózate con pulpas y pantanos. Hunde y húndete. Germina. Labra caminos en el aire. Deja tus manos y con los pies aplasta el infinito. Es todo lo por hacer; lo reservado. Siempre habrá un espejo que refleje tu soledad. Tu sola y única soledad, hermano.
BREVES APUNTES

POEMA I
“Nil novi sub sole”: no hay nada nuevo bajo el sol. Una inevitable verdad se le revela al poeta: la temporalidad. El tiempo es una prisión que acaba en el silencio de la muerte, en la tierra madre, de la cual salimos. Muchos son los obstáculos hasta que la tierra nos alberga. La otra verdad que intuye el poeta es la presencia de “alguien” que reconstruye la esencia de nuestro ser. La sentencia bíblica de “polvo eres y en polvo te convertirás” aquí queda poéticamente superada, pues un nuevo inicio de la existencia va más allá de los días y de la muerte misma.

POEMA III
El aeda, transido por el Absoluto, presiente su voz, su presencia. El lenguaje común se queda corto, por eso el poema salva lo que la razón no puede más que balbucir. No hay forma, sólo huella; no hay rostro, sólo el roce inefable del aire que se trastoca en canto y música.

POEMA IVAl leer este poema no puedo menos que pensar en Piedra de Sol de Octavio Paz. Un no sé qué me hace pensar en uno de los poemas emblemáticos de América. En la música interna del poema resuena el Big Bang, como una atmósfera genesíaca, con una fuerza secreta que le da una tensión vibrante. La gracia poética de esta obra, que es en sí el poema, reside en la "VISIÓN" de una realidad intangible y trascendente.

POEMA VI
Nos recrea con la bruma, ese misterioso universo nebuloso que colinda entre la realidad objetiva y lo intangible. Podemos percatarnos de los ciclos de la naturaleza, del cosmos, pero otra cosa sucede cuando el hombre trata de navegar en el tiempo –ayer, hoy, mañana-. Queda la certeza de que todo es nebuloso. Ése es el problema, y el poeta lo detecta como “nebulosa”. De ahí que no pueda más que orillar sus profundidades, aunque no atrape nada.

POEMA VIII
Llegamos al mundo con todos los atributos de la raza. Somos, en gran medida, lo que heredamos y aprendemos. Sin embargo, nadie elige el tiempo, abierto al infinito, a la eternidad, y que todos estamos llamados a atravesar, según la intuición de El Samud. Los grandes poetas ven y perciben efluvios que el común de mortales no percibimos. “Esta ventana está abierta hacia su ventana / hacia su solitaria humanidad” (José Acosta).
POEMA XIVLate la pregunta eterna de corte griego de ¿hacia dónde vamos?, ¿qué hay después de la muerte? Hay algo en el poema que nos hace pensar en nuestra frágil condición existencial. Siempre estamos en búsqueda, tras el sosiego del alma que sólo descansa en el conocimiento pleno de lo divino, Dios. Me gustan las imágenes frescas y atrevidas: "este pan de hielo / que tu incesante mano nos da / por miga". No he podido evitar pensar en San Manuel Bueno Mártir, de M. de Unamuno. El secreto de la Efinge, del hombre que acaba inevitablemente su ciclo vital, en la zozobra de reconocer la figura del Absoluto que se esconde en la niebla: "queriendo horadar / la niebla que te cubre / a pesar del buen sol".
POEMA XIXAsocio este poema con Cántico Cósmico, de Ernesto Cardenal, nicaragüence, y con Huéspedes Secretos, de Manuel del Cabral, dominicano. El aliento poético de Némer Ibn El Barud es sorprendentemente trascendente. El Movimiento Interiorista (movimiento de creación literaria en la República Dominicana, y en otros países) bien podría ser para Némer un asidero intelectual. La agudeza de imágenes de corte metafísico es impresionante: "la luz es sólo tu ademán / más lento"; "en el espacio flota tu piel", "polifemo inmaterial / con cintura de astros". El Ente Total heideggeriano parece estar vedado en el misterio de los astros que contempla el poeta.
PALABRAS FINALES
Basta un poema para que un gran poeta perdure y sea leído con devoción. El poeta Némer, que sólo conozco de refilón, me ha producido una emeción estética terrible. Me la han producido San Juan de la Cruz, con sus poemas de amor puro, Quevedo con Heráclito cristiano; Neruda, con su Canto General, V. Aleixandre con Diálogos del conocimiento, Francisco Matos Paoli, con Canto de la Locura, Manuel del Cabral, con Huéspedes secretos, Pedro Gris, con La Voces, Oscar de León Silverio, con Nostalgia de lo eterno y José Acosta con Territorios extraños (estos últimos son dominicanos en vida.).
FINAL de UNA RECOPILACIÓN de ASTROLIKEN, de Némer Ibn El Barud.
Para EL AGORA

NUEVA CORRIENTE LITERARIA: EL MOVIMIENTO INTERIORISTA
(Este fue el primer artículo interiorista publicado en el Diario EL HERALDO, Honduras, año 1998-9)

El M.I. es una corriente literaria fundada por el ínclito Bruno Rosario Candelier, y un grupo de signatarios de altos vuelos, en la República Dominicana en el año de 1990, cuyo órgano motor es el Ateneo Insular. El M.I. es una “tercera fuerza” en el ámbito de la creación y plasmación por escrito de la belleza en los distintos géneros literarios.
El impacto del interiorismo en esta última década del siglo XX se ha debido a la crisis de valores, al cansancio en el cultivo de las antiguas estéticas de lo Real Objetivo y lo Real Imaginario. La “tercera fuerza” es lo Real Trascendente. Más abajo detallaremos cada una de ellas.
El M.I. se sustenta jurídicamente en unas bases estatutarias específicas. También ostenta su propio reglamento en el cual se describen tanto la naturaleza, fines y modos de organización como lo relacionado a las actitudes a tener de sus cultores. Sus bases, su ideario, no son una camisa de fuerza, sino los horizontes en los que cada escritor ha de crecer libremente.
El M.I. está teniendo un impulso rápido y, a mi juicio, sólo el Modernismo en su momento tuvo tanto influyo, dinamismo y acogida. El M.I. en sus casi diez años de su erección ya está asentado en España en cinco ciudades entre las que se incluyen la capital de las letras hispánicas, Madrid.
Existen, por otra parte, grupos en distintos países de América Latina, a saber: Costa Rica, Venezuela, Puerto Rico; también en Estados Unidos. En Honduras empieza sus primeros pasos. En la Rep. Dominicana se cuentan más de 15 grupos diseminados por las distintas ciudades de la isla caribeña.
Uno de los elementos que han hecho del M.I. un movimiento sólido es justamente su ideario y sus fundamentos teóricos, inéditos en la historia y crítica literarias. Sus postulados son nuevos, diferentes a los que ya conocemos.
El M.I. no nace de la nada, no hay que confundirse por el entusiasmo, pues se nutre de la tradición literaria y no desprecia sus estéticas. Al contrario las asume y les da plenitud aportando un modo de cultivar la belleza desde el ángulo de la Realidad Trascendente que comprende la ladera mística, metafísica y mítica.
Arriba he señalado tres tipos de realidades que, en el plano teórico crítico, nos son útiles para distinguir y apreciar qué es y qué hace el M.I. La realidad es única, una, aunque plural, sin embargo. En literatura sólo han sido explotados dos costados de la esa única realidad tridimensional, el Real Objetivo y el Real Imaginario, el M.I. postula un tercer costado, el Real Trascendente. Veamos en qué consiste cada uno de los lados del triángulo de la realidad.
La Realidad Objetiva que está vinculada inseparablemente con lo histórico, lo concreto y lo puramente material, responde al realismo de las cosas y de los hechos como tal, a lo circundante. La creación artística en esta primera franja conceptual testifica la realidad visible, miméticamente, y reproduce y recrea dicha realidad.
El creador de la Realidad Objetiva intenta reflejar en el espejo de su creación artística la realidad circundante lo más parecido a la misma; intenta reproducir tal cual la realidad que perciben sus sentidos y su intelecto, sin traicionar su esencia fenomenológica en una reproducción fiel de lo que le rodea.
La Realidad Objetiva se fundamenta en los hechos y fenómenos históricos, todos ellos comparables y empíricos, o sea, comprobables. Es en este sentido que afirmamos que lo Real Objetivo se sustenta en una imaginación mimética; es decir, “que reproduce la realidad o crea una obra que se parece a la realidad real”.
La Realidad Imaginaria, en cambio, es subjetiva, fantástica y, según Bruno Rosario Candelier, es un tipo de realidad onírica, estrechamente relacionada con la literatura mítica y la idealización de lo imaginario. En esta segunda concepción de la realidad caben el simbolismo, modernismo y surrealismo.
En lo Real imaginario la imaginación tiende a la abstracción e inventa una realidad ideal nueva, mas siempre imaginaria, por supuesto. En este estrato de la Realidad Imaginaria el escritor entra en un ámbito de fabulación de la realidad subjetiva e interna.
El escritor que se abraza a la estética de lo Real Imaginario “es un escritor de sueños, fantasías y utopías”. Si el deleite del escritor realista reside en la mimesis, en el imaginario reside en el invento y creación de una realidad supuesta, no objetiva ni empírica, existente tan sólo en el que la proyecta, es decir, en la subjetividad del creador.
Hay, en tercer lugar, una “tercera fuerza” de expresión, inédita hasta hoy como hemos insinuado, y que Candelier denomina con sabiduría Realidad Trascendente. Ésta, según el autor que venimos siguiendo, se refiere “a todo lo que está más allá de la percepción sensorial de los sentidos y que percibimos a través de los efluvios metafísicos”.
En el ámbito de la Realidad Trascendente el escritor interiorista, sin abandonar y negar los dos modos de creación enunciados, halla su campo de acción y el sentido prístino de la Belleza cautivadora emanada de la ladera irrastreada de lo a-sensorial.
La Realidad Trascendente es el territorio de la Metafísica, la Realidad espiritual y el Mito. Desde esta perspectiva es que el creador interiorista pretende recrear lo trascendente y plasmar por escrito la teofanía, el hallazgo o revelación de lo real trascendente, es decir, de lo que percibe más allá de los sentidos exteriores con la intuición y los sentidos internos. Esto es el interiorismo.
La Realidad trascendente, o interiorismo, en el pensamiento de Candelier, “se funda en la percepción que los seres humanos poseemos en el centro de nuestra interioridad, que san Juan identifica como “ínsulas extrañas”, una sensibilidad trascendente que nos permite sentir espiritualmente y vincularnos con el Todo en razón de los sentidos interiores que atrapan la dimensión singular de fenómenos y cosas, el valor peculiar de criaturas y elementos, así como clarividencias y sueños, inspiración sobrenatural y presentimiento, recuerdos y revelaciones, que fundan la valoración del mundo como una expresión de la Energía Cósmica que todo lo sustenta”.
A estas alturas nos habremos hecho seguramente una idea de lo que es el M.I. Pasemos ahora a descubrir los presupuestos básicos que lo caracterizan y que hacen que críticos y expertos vigilen de cerca, por su novedad y aportes, su presencia activa en el quehacer literario de fin de siglo. 1. Atención preferente a la dimensión espiritual del ser humano. 2. Exploración de la voz del yo profundo, como expresión de la interioridad. 3. Valoración del sentido de las cosas, fenómenos y acontecimientos enfocando la razón de lo existente. 4. Ponderación de los valores como valores permanentes de la condición espiritual de los seres humanos (la ternura cósmica, el amor divino, la paz inefable, la verdad profunda, la belleza sublime, la luz espiritual) en favor del desarrollo de una nueva conciencia. 5. Ponderación de lo Absoluto, mediante la contemplación, en las manifestaciones naturales y en las criaturas vivientes.
Por otra parte, todas las corrientes literarias han tenido su propio ideario estético. El M.I., lógicamente, tiene el suyo. El M.I. tiene pautas para orillar lo que pocas veces sentimos, intuimos o pensamos de forma sublime, extática, pero sin apartarnos de nuestra realidad temporal y sin huir de ella, todo lo contrario, es para eternizar en el tiempo los instantes sin tiempo.
El interiorismo pretende rescatar lo eterno de las experiencias límites y para poder expresar los momentos de completud, para decirlo en palabras de Octavio Paz, es preciso tener un hilo conductor, un estilo propio de decir las experiencias maravillosas.
A continuación enumeramos literalmente los principios expresivos y de creación más originales que han habido desde que se formularon los de la Realidad Objetiva y la Realidad Imaginaria: 1. Expresión de la interioridad del hombre en las cosas mediante la auscultación de la voz interior.2. Contemplación del mundo como expresión de lo divino. 3. Búsqueda metafísica o búsqueda del sentido de la trascendencia. 4. Creación mitopoética como expresión sacral del mundo. 5. Auscultación del lenguaje del yo profundo. 6. Ternura cósmica en una compenetración sensorial emocional imaginaria e intelectual con todo lo existente. 7. Valoración de la verdad interior, como verdad metafísica o poética. 8. Canalización de los sentidos interiores (intuición, instinto, sentido común y la memoria sensible, etc.). 9. Aplicación de los valores interiores (valores permanentes, ternura cósmica, verdad profunda, el bien, la belleza sublime, la soledad sonora, etc.). 10. Empleo de los signos interiores o metasemas (penumbra, neblina, niebla, sombra, llama, murmullo, rumor, celaje, etc.). 11. Plasmación de los símbolos interiores (cirio, sombra, espejo, valle, cirio, etc.). 12. La vía de unión universal mediante el vínculo místico.
Para que nos hagamos la idea de lo que defendemos como un hito en la historia contemporánea de la literatura caribeña, y sin pretensión, hispanoamericana, veamos a uno de los creadores más sorprendentes de la estética interiorista. Uno queda al leer sus versos como si una corriente de aire frío de repente embargase el alma. He aquí los versos de José Acosta, : “Oh, dormido, que río muerto desemboca en tu lámpara./En qué lugar del espacio se abre para ti otro mundo donde tú crees que yo estoy a tu lado, / mientras te miro inmóvil desde este lado tan remoto. / Por alguna vereda te has llevado mi cuerpo lejos de mí/ y lo has vestido no sé con qué hebras luminosas / que no descienden de esta luna. / A la deriva de tus dedos llamo, / y mi grito atraviesa la noche hasta agotarse en el amanecer. / Un gallo corta la pared que nos divide. / Te veo ahora, oh dormido, / jamás recordarás a la que siempre se va con la noche”.
En la misma línea, al filo de una delicadeza suprasensorial y mística, Tulio Cordero escribe el siguiente poema: “Hilo de fuego es el abismo / que tus pies danzan. / Y una cigarra muda liba el rocío de estas lágrimas. / Espesuras sin límites / tus ojos que me prestas. / Mis manos ya olvidaron / el arte que lastima. / Por eso tiemblan sobre rocío / y bailan entre cayenas. / Sobre un hilo de abismo / –y el viento a las espaldas– / el agua es fuego y el ciego espada. / Pero yo no sé ni mentir ni herir. / Y eso me basta”.
Esto por lo que toca a la poesía. Por lo que toca, en cambio, a la prosa leamos un fragmento tremendo de Lucía Amelia Cabral, en La Sirena del monte: “Ella, sólo ella la que aquella mañana había amanecido con una emoción distinta…, presentía que algo maravilloso ese día le guardaba. Era una sensación especial que viajaba por su interior a remo y vela … ¿Qué vientos nuevos eran estos desconocidos que querían mecer su alma impresionada? … ¿Qué era aquello allá, al final de todas las distancias en los confines del cielo y la tierra? ¿Qué le avisaba esa mágica línea horizontal que se dibujaba perfecta ante su mirada atónita? …Profundidad de agua ancha, de sal y salitre, dime, ¿por qué antes no había yo comprendido? Dime, ¿por qué a tu orilla no había yo acudido a descifrar la razón de mi existir? … Su vida nuevamente encaminó al monte, mientras las huellas de sus pies volteados quedaron desde esa tarde marchando hacia el mar”.
Aquí queda expuesto muy sucintamente el M.I. para todos aquellos que nos desvivimos por las letras, por la cultura, por el bien decir de la lengua castellana. Me refiero a críticos, escritores, poetas, maestros de literatura, y jóvenes en agraz que empiezan sus primeros pasos en la creación literaria. No dejemos pasar por alto la novedad de este movimiento, cuyos influjos son cada vez más crecientes en Iberoamérica y Estados Unidos.

EL INTERIORISMO
(Debo los ejes de esta conferencia al ensayo “Fundamentos del Interiorismo” de Bruno Rosario Candelier) Fue dada en el Instituto de Formación Docente Nº 174, "Rosario Vera Peñaloza" de Buenos Aires, Argentina, a los alumnos de la carrera de Profesorado de Lengua y Literatura para EGB3 y Polimodal. Invierno del año 2003. Carlos Alberto Roldán, que dirige el espacio cultural"Vientos Contrarios" fue el gestión de la actividad. Eterno agradecimiento a él y a Susana Santamarina.
1. Origen del Interiorismo.
El Movimiento Interiorista es una corriente de creación literaria que nace como fruto de la inquietud de un grupo de intelectuales, escritores y poetas en la República Dominicana en el año 1990.

El Ateneo Insular es el ente jurídico que ampara la nueva estética. En el mismo año de fundación se realiza el I Congreso del Ateneo Insular en el cual se hace público el ideario estético del movimiento recién nacido. Siete grupos o talleres literarios apoyaron la primera fase del Ateneo Insular.

Posteriormente se realizan coloquios con poetas importantes, como el puertorriqueño Francisco Matos Paoli; encuentros nacionales y locales para seguir el trabajo de promoción interiorista. El Ateneo Insular, que es presidido por el actual presidente de la Academia Dominicana de la Lengua Española, el Dr. Bruno Rosario Candelier, ha editado varias antologías: Poética Interior, 1992, El Movimiento Interiorista, La Creación Interiorista y El Interiorismo. Ha publicado el folleto Por las amenas liras, el anuario Ínsulas Extrañas y una serie de libros con el sello del Ateneo. A ello hay que sumar la publicación significativa –fuera del auspicio del Ateneo Insular- de obras de diversos autores inspiradas en el interiorismo.

En la actualidad dominicana el Ateneo Insular, o sea, el Movimiento Interiorista, es la organización literaria: con mayor número de escritores afiliados; con numerosos grupos en todo el país y en el extranjero; con un ideario estético nuevo y articulado estructuralmente; con un equipo de intelectuales que dan seguimiento y formación a los que se incardinan en la estética interior; con un plan de trabajo, de formación y promoción permanentes.

El Interiorismo propugna el cultivo de la Realidad Trascendente, es decir, de aquello que se sitúa más allá de lo circundante y objetivo, más allá incluso de lo imaginario, para priorizar la atención a la voz del Yo profundo, la búsqueda de sentido, la valoración de lo Absoluto, la técnica, el tono interiorista, la aplicación de los principios y valores trascendentes sobre los cuales reposa la estética.

La Realidad Trascendente es una veta para la creación literaria, como lo es la realidad objetiva y la realidad imaginaria. El Interiorismo acentúa la Realidad Trascendente como un nuevo modo de ficción que comprende la visión mitopoética, metafísica y la mística.

2. Vertientes expresivas de la estética interiorista.
Vivimos en unos tiempos en que lo superficial predomina y casi todo es desecho. A penas si hay tiempo para mirar las cosas esenciales e importantes. Como una reacción el Interiorismo retorna a las cosas duraderas, vitales y trascendentes. La praxis interiorista no es nueva, lo es su estructuración teórica y sus postulados.

Es característico del interiorismo: a) Atención a la dimensión espiritual del ser humano. b) Exploración del Yo profundo, es decir, de la interioridad. c) Valoración del sentido de las cosas, fenómenos y acontecimientos. d) Atención a los valores interiores y permanentes: ternura cósmica, el amor divino, la paz inefable, la verdad profunda, la belleza sublime, la luz espiritual, etc.

El principio creativo del Interiorismo se fundamenta en el dato de que el ser humano posee en su interioridad unas “ínsulas extrañas” -como diría San Juan de la Cruz- na sensibilidad trascendente que permite sentir espiritualmente y descubrir el valor profundo de las cosas y de la naturaleza. El ser humano posee un potencial hacia lo sobrenatural y metafísico.

La estética interiorista tiene, pues como rasgos fundamentales: la búsqueda de lo divino, la expresión de los valores trascendentes, ternura hacia las criaturas y las cosas, valoración del sentido de lo existente y valoración de la verdad poética que resuena en el interior, el bien y la belleza sublime.

La técnica interiorista es el proceso de interiorización del creador que permite captar la singularidad de las cosas y la propia visión intelectual, emocional y sensorial del mundo.

La imagen interiorista pone al descubierto la visión o percepción particular y única del creador, el cual fusiona –en su búsqueda de lo intangible- los elementos sensoriales con los suprasensoriales.

El tono interiorista revela la empatía, cordialidad e identificación emocional del creador con aquello que lo concita.

3. El método interiorista.
La Poética Interior propone el método de los siguientes principios:
1) Situarnos en el interior de la cosa para captarla, sentirla y valorarla como realmente es.
2) Atrapar el impacto del mundo circundante en la conciencia del sujeto creador.
3) Identificarnos sensorial, afectiva y espiritualmente con la cosa.
4) Vivir y expresar los valores interiores, como empatía universal, ternura cósmica, silencio contemplativo o soledad sonora.
5) Revelar verdades profundas, que son las verdades poéticas, verdades metafísicas o verdades trascendentes de vida.
6) Exaltar los valores universales, como la verdad metafísica, la belleza sublime o el bien supremo.
7) Desarrollar los poderes interiores con el concurso de los sentidos interiores, la capacidad de creación y la visión espiritual y estética del mundo.
8) Identificar y expresar la voz interior y la voz universal como una forma de habitar interiormente el mundo con valor y sentido.
9) Comprender y valorar la voz del yo profundo, el sentido de lo existente y la búsqueda de lo Absoluto.
10) Ponderar nuestro vínculo espiritual con la Totalidad en razón de nuestra pertenencia a un destino mayor que confirma que somos uno con el Universo.

“El creador interiorista puede ver el mundo, por su sensibilidad trascendente, como lo veían los antiguos griegos o como lo sentían los que creían en los dioses, con el talante originario y puro que permite situarse en el mundo como parte entrañable de la Naturaleza, sentir lo real como presencia viva de lo sagrado y valorar fenómenos y elementos como una expresión de lo divino. Esa sensibilidad trascendente hace posible la vivencia espiritual, la actitud numinosa y la creación artística que exprese ese sentimiento de sacralidad y misterio, de filiación y empatía cósmica, de vínculo con la Totalidad. Por consiguiente, optamos por lo real trascendente como veta creativa para asumir, interpretar y valorar la vertiente intangible que nuestra sensibilidad atrapa mediante la inmersión en la interioridad de lo existente o por la vía del mito, la metafísica y la mística. A la dimensión mitopoética se llega cuando se siente la presencia viva del mundo; a la metafísica, cuando interrogamos el sentido de cosas y fenómenos; y a la mística, cuando sentimos y afirmamos la presencia de lo divino” (Bruno R. Candelier”.

4. Filosofía de la estética interiorista:
1. Expresión de la interioridad de la persona y de las cosas mediante la auscultación de la voz interior. Se trata de escuchar la voz interior del ser, que nos reclama un ideal profundo y universal: “Oye la tierra / cómo gime larga. Son pasos, o su idea. No consigo / decir aún lo que en el pecho vive. / Vive tu sueño y mira tus cabellos. ¿Son ellos los que ondulan / cuando los pienso? ¿O es la noche a solas? / Oh tú la nunca vista y siempre hallada. / La no escuchada –y la siempre ensordecido. / De tu rumor continuo voy viviendo” (Vicente Aleixandre, Los amantes viejos).

2. Contemplación del mundo como expresión de lo divino. El mundo es expresión de la divinidad, expresión de amor y ternura sublime. Tulio Cordero: "Búscame Tú con tus ojos de rocío./Llámame Tú con tu voz de paloma./Sostenme Tú con tus manos de espigas./Y ríeme con tus dientes de lirio./Mírame y cuídame Tú/ que conoces ya todos los olvidos./Búscame Tú que sabes de memoria las puertas/(las has tocado todas)./ Y ámame con tu Centro zaherido,/ saltamonte de hiel, de miel y de trigo" ("Búscame").

3. Búsqueda metafísica o la búsqueda del sentido trascendente. Se trata de situarse reflexivamente frente al misterio para intuir el otro lado de la realidad, lo intangible, para atrapar el sentido de lo Absoluto. “Esta ventana está abierta hacia sí misma: / anillo entre dos sombras, / túnel por donde regresan mis ojos / a mi rincón de sangre. / Esta ventana no está abierta a nada, / no hay un chorro de humanidad / hirviendo entre sus párpados, ni un camino rodando en su distancia / ni el olor a presencia de algún pájaro. / Esta ventana no está abierta a todo, / no tiene un hombre hundido en su estatura / no tiene una lámpara empujando las tinieblas / no tiene un gato dormido en su misterio / ni una voz trepando los espacios” (José Acosta, Esta ventana)

4. La creación mitopoética como expresión sacral del mundo. Mirar el mundo como los que creían en los dioses, es habitarlo poéticamente, como algo vivo y sagrado. “Templo que el agua levantó dichosa / al dios que en la noche, solitario, pasa / hacia el bosque umbrío donde el verde / es sombra, / donde se hace inmensa la luna y el alma / templo de frescura, savia de los campos, / hacia ti, borracho de amor y ausencia / alzo mi esperanza, mi vida disuelta, mi existencia. / Arrebolada ternura, catedral de blancura: cuerpo / vientre estremecido del rocío, espuma de los vientos: cuerpo / lenta ola hacia un Mar perdido / espejo de sangre del ocaso. / Río de los sueños abogando tigres y amadas miradas / en su noche verde / ¡Oh río, oh templo donde mis ojos de agua beben lo que olvidan!” (Pedro José Gris, Oda a la nube)

5. Auscultación del lenguaje del yo profundo. Esto es, identificar la voz del ser, la voz de las cosas, la voz del mito, mediante la intuición y el instinto. “ Aquí me encuentro, me dije, / y empecé a sacar arena. / Luego vi el agua en el fondo, / y en ella el cielo y mi cara. / Después… / Me bebí el azul, pensando / que mi sed / no era de agua”. (Manuel del Cabral, Sed de agua).

6. Ternura cósmica en una compenetración sensorial, emocional, imaginaria e intelectual con todo lo existente. María del Carmen Soler: “Caminamos sin pausa la vida hasta la muerte./ Caminamos la suerte que nos toca, y es bueno/ que juntemos las manos a otras manos/ bailando una sardana solitaria./ Caminamos la vida con objetivos varios. /Caminamos sin pausa, el tiempo señalado/ y es bueno detenerse al borde del camino/ para escuchar la voz de las pequeñas flores/ que nos hablan de Dios” (“Caminamos”).

7. Valoración de la verdad interior, como verdad metafísica o poética. Es la verdad que cada persona intuye del mundo, una verdad profunda y trascendente. “He escrito la palabra profundo / y ha nacido un pozo en mi papel / donde cabe el mundo. Cruzo el / lindero de la palabra y ya profundo / es una mancha donde se pierde la mirada. / Escribo agua y bebo. Sangre y lloro. / Hoy todo lo escrito ha buscado su efigie / su osadía de ser, su forma. / Y he aquí escribo hombre / y surge alguien que me besa. / Escribo Dios y algo se esconde / y mi papel simplemente tiembla” (José Acosta, Transformación).

8. Canalización de los sentidos interiores: la intuición, la imaginación, el instinto, el sentido común y la memoria sensible. Estos sentidos nos abren a la vivencias entrañables y trascendentes, o sea, suprasensoriales. “…Salté por una brecha: eran las cuatro/ en este mundo. El cuarto era mi cuarto / y en cada cosa estaba mi fantasma… En sí mismas las cosas se abismaban / y mis ojos de carne las veían / abrumadas de estar, realidades / desnudas de sus nombres. Mis dos ojos eran almas en pena por el mundo. / En la calle la presencia / pasaba sin pasar, desvanecida / en sus hechuras,… Mirar deshabitado, la presencia / con los ojos de nadie me miraba: haz de reflejos sobre precipicios. / Miré hacia adentro: el cuarto era mi cuarto / y yo no estaba”. (Octavio Paz, Un despertar).

9. Aplicación de los valores interiores: el amor, la ternura cósmica, la verdad profunda y el bien, la belleza sublime, la paz interior, la soledad sonora, el anhelo de lo divino. “¡Vuelvo a nacer!... –Milagro de la aurora / repetida y distinta siempre…- / Soy la recién nacida de esta hora / pura. / Y como los niños buenos, no sé de dónde vine. / Silenciosa / he mirado la luz –tu luz…- ¡Mi luz! / Y lloré de alegría ante una rosa”. (Dulce María Loynaz, Vuelvo a nacer en ti).

10. El empleo de los signos interiores o metasemas. Estos apuntan a la realidad trascendente, a lo intangible. El metasema conjuga lo extrasensorial con lo sensorial. Éstos son: penumbra, neblina, humo, niebla, sombra, llama, murmullo, celaje, rumor, etc. "Hermano sol/ hermana luna/ pastando estoy con mi lobo/ en la soledad del alto aposento/ Escuchad el silencio del monje/ dormir con su flauta las cavernas/ La prontitud se aposenta en el no-tiempo del bosque/ donde los lienzos de sombra prístina/ se gozan en la eternidad de la hora" (Ramón Antonio Jiménez , Encuentro en la presencia).

11. El empleo de los símbolos interiores. Son recursos que el creador utiliza para simbolizar la realidad trascendente. A saber: la noche, el valle, el cirio, el espejo, el cocuyo, etc. “Oscuridad de los orígenes, / te amo más que a la luna / que deslinda el mundo / y que ilumina cualquier círculo / fuera del cual nadie sabe nada de ella. / Pero tú, oscuridad, todo lo tienes / en tu contra: rostros, llamas, fieras y hasta yo mismo, / como bestias de presa, / hombres, potencias… / Pero es posible que alguna inmensa fuerza / palpite muy cerca de aquí. / Creo en la noche”. (Rainer María Rilke, Oscuridad de los orígenes).

12. La vía de unión universal mediante el vínculo místico. Es el anhelo de vivir en armonía con la naturaleza, con la familia humana, y con el cosmos. "Fray Texada estaba inquieto. Se levantaba. Se echaba. Volvía a levantarse. De repente, bajó de la nao y a oscuras se internó entre los matorrales. Siguió la huella de celajes, de murmullos tal vez. Al fondo divisó una llama insinuante. Era un celaje de sombra, dijo. Y poco a poco fue distinguiendo la visión. La voz comenzó a aclararse. Sí, oyó una voz clara. Pudo comunicarse con el desconocido castellano..." (Bruno R. Candelier, Novela: El sueño era Cipango, “Arribo a la Española”).

lunes, 6 de agosto de 2007

MORIR TODAVÍA, Giovanni Rodríguez


1. Introducción.
Morir Todavía (MT) es la primera obra poética de Giovanni Rodríguez publicada en Letra Negra, Guatemala, 2005. La obra está dividida en tres partes (Antes, Durante y Después) las cuales responden a una única unidad temática.
Desbrozaremos MT para ahondar en sus versos y en la trama que nos presenta su autor, no vista en la joven poesía hondureña de los últimos diez años o, al menos, de inicio de siglo veintiuno. Y me atrevería a decir que su voz brilla con singular fuerza. Esta afirmación se fundamenta en el hecho de que MT aborda un tema lineal.

El enfoque es una vertiente heredada de la estética interiorista porque aborda una veta de lo trascendente: la muerte. Esto lo vamos ver con ejemplos palpables. Con ello, aclaro, no introduzco la afirmación de que el autor sea interiorista en el presente, pero MT apunta a serlo. Si esto es verdad, como vamos a demostrar más abajo, tenemos transustanciada en Honduras, con frescura, la Poética Interior.


2. La angustia[1] y el tiempo: dos lados de una misma moneda.
En la primera parte de MT hay dos palabras que fluctúan con intensidad: la angustia y el tiempo. La primera es de carácter metafísico y la segunda de carácter inmanente. La angustia nace de lo hondo del alma al verse impelida por la muerte. La angustia es metafísica y toca las fibras más profundas del ser del poeta, quien trata de traducir su combate interior por medio de imágenes cautivadoras. La angustia se agudiza ante la muerte, que aboca, a su vez, a la nada. La pregunta fundamental que nos sale al paso sería: ¿existo para la muerte? O, ¿cómo puedo trascender la muerte? De otra manera, ¿cómo puedo superar la angustia ante la muerte, ante la nada? MT trata de responder a esas preguntas desde la poesía, es decir, de la palabra hecha imagen. La existencia angustiada sólo puede sobrepasar su estado situándose en la cumbre de la trascendencia, o sea, en la metà tà físiká. Lo podemos ver en “Miedo que padece de sí mismo”:
A tientas en lo oscuro,
Insinúo mi rostro en el espejo.
La mirada busca el ojo de su angustia
Y el gesto hace flotar
Su indómito animal de escalofríos.
Asomo una palabra
Y no vuelvo

Pero no sólo en el poema anterior se detecta el problema de la angustia ante la muerte. En “Retorno a la infancia” leemos: «Un viento, / envejecido, / naufraga en mi frente; / se oye, / desde mi piel, / pausado hacia adentro, / el chasquido de la muerte que gotea». Tal vez el ejemplo más agudo de la angustia –que está latente en todo el libro- lo encontramos en “Visión del moribundo”:

«No tardará la angustia en convocar al miedo,
En hacer caer la sombra de mi frente,
Crecerán los gritos:
Palabras agrietadas del alma,
Y aún así
Seguiré respirándome la vida,
Siendo hombre todavía,
Desde la raíz del aire,
Desde la agonía de estar vivo»

El tiempo, por otra parte, es el revés de la angustia. El poeta llega a descubrir la terrible verdad de estar de paso por el mundo. La conciencia de la finitud y la brevedad de nuestra estancia terrenal jalonan el interior del poeta: «La espera llena el alma de minutos, / las palabras, los ecos / deletrean su tiempo” (Visión del moribundo). «Que el tiempo, / ese animal infatigable devorador de hombres, / empiece a devorarme” (Antesala de la muerte).

El aeda se empeña en trascender lo tempóreo para curar la herida que le causa la finitud. Pero el anhelo de trascender el tiempo lo acorrala en el abismo de la muerte y de la nada. Y, al no poder dar el salto al vacío sin, por la consciencia de ser y de estar el mundo como existencia finita, le sale al paso la angustia. A mi juicio, esta es la causa que da lugar a MT, el cual fluye suavemente, deslumbra, provoca y deleita.


3. Simbología interiorista.
MT es una obra construida con imágenes y símbolos de la realidad trascendente, única vía para comunicar los estados interiores. El poeta usa imágenes y símbolos para comunicar su estado interior y sus heridas: «De tarde en tarde, / de sangre en sangre, / un hombre empieza / y otro aprieta las venas que dan al corazón / para tocarse el tiempo» (De tarde en tarde). La tarde acuna la noche; la sangre, la vida, el latido. La noche alberga el secreto mundo de la tumba, de la muerte. El corazón, en cambio, tiembla de vida, airoso, en un ritmo de sístole y diástole como tratando de conjurar la muerte.
El paso por el tiempo, la lenta caminata de los días y su inexorable fatiga, surcan los pensamientos del aeda: «Llevo días cansados en mi espalda,… Los llevo intactos, con el último gruido del sol / y la única pestaña de la muerte. // Vivo y viajo solo / con estos días cansados en mi espalda» (Atardeceres sin tregua).
El poeta utiliza los símbolos propios del interiorismo. A saber: sombra, noche, muerte, niebla, espejos, sol, ser, oscuridad, etc., para acercar lo impalpable y suprasensorial al lector: «Tarde, / un latido después, / llego a recoger mi sombra[2]» (Pasos antes de la muerte); «La niebla humedece las esquinas, / asfixia la mirada, / vuelve incierta la vida» (Medianoche).
El uso de la simbología interiorista o de la trascendencia es para, de alguna forma, descubrirnos la realidad (metafísica) que escapa a los sentidos: «Mi huella es tibia, / alguien se ha ido / con mi rostro / a escrutar lo eterno» (ídem). El poeta es testigo de una misteriosa presencia del Ser, la cual queda insinuada en los siguientes versos: «No sé quién viene leyendo mis pausas, / arrebatándome el aire / algo más que un grito; / no sé qué rumbo llevan esas hojas, / esas criaturas dormidas, / ¿acaso las empuja quien me espera» (Aniversario).
La dimensión interiorista de la poesía de MT enaltece la creación de este notable poeta que a ratos ausculta el misterio que se le descubre hasta en las cosas pequeñas de la creación: «Todo existe en las entrañas de sí mismo: / las hojas miran a sus propios huesos, / las flores no conocen / el color exacto de la noche» (Medianoche).
El poema “A una ventana[3]” es memorable. Lo transcribo tal cual para que se pueda apreciar en toda su profundidad.
¿De dónde vienes, Sol,
De qué cielo aún intacto por mis ojos
Sales a explicarme el día?
Yo que aún he de habitar la noche,
Víctima del frío,
Yo que tengo en la boca
Acumulados todos los silencios
No te creo,
Cómo creerte si lo destruyes todo,
Si en un grito de luz
Rompes los besos de los enamorados.
La noche es buena para ser amada,
En ella
Las sombras son más fieles a los cuerpos
Y yo estoy solo,
Hombre y sombra soy lo mismo,
Estoy solo,
No quiero sentir sobre mi rostro
El grito de toro día desvelado

El “pequeño dios” huidobriano es sólo una vana pretensión ante la muerte, que siempre llega: «Pequeño dios: / sobrevives otra noche / y cada verso / es una lágrima / que ha de beber tu muerte postergada» (Comunicación nocturna).

El símbolo más cotizado por el poeta es la noche, sobre todo en la primera parte del poemario. La muerte es negación de la claridad, de la vida. Es noche, tumba, lugar de sombras. En un intento de exorcizar la muerte, de negarla y reafirmarse en la vida el poeta descubre una luz. El contraste, sorpresivamente esperanzador, deviene con la aparición del Sol: «¿De dónde vienes, Sol, / de qué cielo aún intacto por mis ojos / sales a explicarme el día?» Sol que es una figura innombrada, acaso por innombrable, pero reconocida por el poeta.
Testigo de algo que no es tiempo el aeda se aventura a comunicarlo como novedad y como hallazgo, como si tratara de demostrar –de forma inconsciente claro- su compromiso con el arte: «Rescatado de mí, / piedra que sobrenada / el néctar de la eternidad, / deambulo equinoccional, remoto, hacia un mar que desvanece sus olas» (Debajo de todos los olvidos).

4. El miedo a la muerte, horror vacui.
Si la primera parte de MT es interesante, más lo es la segunda, porque en ella el poeta se descubre tal cual es, no un dios huidobriano, sino el simple mortal capaz de estremecerse, sufrir y temer la muerte: «padezco el frío de mis huesos»; «tengo miedo y mi rostro ya no grita» (Durante, III, IV). Hay en el libro una fuerte dosis de humanidad y sinceridad. En este sentido, “ser sincero es ser potente” como diría Rubén Darío.
Angustia, miedo, dolor, son palabras goznes, claves de la trama poética de MT, cuyo objeto no es sino el de descubrirnos que se trata, no de un miedo a la muerte natural, corporal, sino de la muerte en el orden suprasensorial o metafísico. De ahí que podamos inferir que MT articula una metafísica de la muerte, cuyo presupuesto básico es la angustia, es decir, el horror vacui de ir a parar a la nada, que es la muerte más vacía y absurda que se pueda pensar.
La secesión de los días, la cadena cotidiana y el costumbrismo mecánico que impone la sociedad de principios del siglo veintiuno, pretende hacer del género humano autómatas. Pero ese mismo aluvión de cosas ha hecho que aparezcan individuos capaces de trascender lo cotidiano, como es el caso de Giovanni Rodríguez, para dar un salto cualitativo hacia el sentido profundo de la existencia: «Busco el principio de la arena, / el sueño donde quedó la vida» (En el camino de los regresos perdidos). No resulta fácil atinar el rumbo porque se nos nubla la senda, sin embargo, el poeta lo intenta a toda costa: «soy el mismo que escribe el laberinto a los caminos» (ídem).
Pese a lo repetitivo de la vida, siempre tiene algo nuevo que nos sorprende. Siempre se puede llegar alto. La vida se hace necesaria, pero también la muerte como: «la muerte es innecesaria para serlo» (Conclusión).
Sólo el orbe sobrenatural, o sea, trascendente y metafísico queda libre de toda afección material. El poeta lo intuye. Salva para sí mismo ese único reino donde moran los ángeles: «Nada hay / en el ala del ángel / que deba transgredir con la palabra» (Autosilencio).
El germen originario de la vida subyace en las venas. Este hallazgo del yo profundo da una vuelta de timón al poemario y lo enrumba hacia la esperanza última del ser: «algo entre la sangre, (entre los afilados impulsos de la sangre, / antiguo galope de latidos… / la más reciente forma de estar vivo» (Hora de las horas que se van). La muerte, sea como noche, grito o espejo, no es más que una “circunstancia” orteguiana que se diluye: «Pero la muerte es sólo una sombra pasajera» (Otra vez la noche). Hay, pues, un germen de la vida en el hombre, pero no cabe duda de que «algo muere despacio / de luces y de sombras» (ídem).

5. Enraizamiento de MT en la tradición universal e hispanoamericana.
Cuando Giovanni Rodríguez me entregó el legajo de poemas de MT, tuve una fuerte impresión de estar ante un tipo de poesía con claros ribetes universales. Quiero decir que, sin forzar la comparación, MT es una obra con rasgos universales y, por ende, hispanoamericanos. Lo cual hace aún más importante la obra. Veremos abajo por qué.
La muerte, que sugestiona metafísicamente al poeta, trastoca su yo profundo y lo sitúa ante un panorama donde solamente se mira la muerte. Lo digo con Ovidio: “Adonde quiera que dirijo la mirada, no veo sino la imagen de la muerte, a la que temo en mi vacilación angustiosa y a la vez la invoco en mi temor[4]”. Francisco Quevedo también escribió algo semejante: “Y no hallé cosa en que poner los ojos / donde no viese imagen de mi muerte[5]”. Marco Aurelio dice de la muerte: “La muerte es el descanso de la impronta sensitiva, del impulso instintivo que nos mueve como títeres, de la evolución del pensamiento, del tributo que nos impone la carne[6]”.
El tema de la muerte ha cuestionado a hombre y mujeres de todas las épocas y culturas de todos los tiempos. Es un tema eminentemente universal. Nadie puede quedar inerme ante su venida. El poeta Giovanni Rodríguez nos ofrece su personal visión sobre el tema de la muerte. Así como ha habido poetas que han escrito sobre el amor, el joven poeta –y precisamente en una época en que, por el goce del momento, trata de ocultar el problema de la muerte- Rodríguez ha preferido tocar otra fibra que ataña y afecta a los hombres y mujeres.
Lo hace, no partiendo de cero, sino enraízado en la tradición hispanoamericana. Xavier Villaurrutia con su obra “Nostalgia de la muerte[7]” está de telón de fondo en “Morir Todavía”. Desconozco si el poeta ha leído a Villaurrutia. En cualquier caso, MT empalma prodigiosamente con la obra del célebre poeta mejicano. Comparando las dos obras, salvando el tiempo y las motivaciones, hallo un feliz paralelismo entre ambas. Villaurrutia, por su parte, asocia la noche con la muerte: “La noche vierte sobre nosotros su misterio, / / y algo nos dice que morir es despertar” (Nocturno miedo). La sombra –metasema interiorista- forma parte del léxico de “Morir Todavía” como hemos demotrado arriba, pero también lo es de “Nostalgia de la muerte”: “¿Será mía aquella sombra / sin cuerpo que va pasando?” (Nocturno grito). Los ejemplos podrían multiplicarse si hacemos un estudio comparado más pormenorizado de las dos obras, pero mi cometido no es ese como ya se sabe. De lo que no cabe duda es de que MT aborda la cuestión de la muerte desde una vertiente universal e hispanoamericana, no exenta de hallazgos y similitudes que, me figuro, son inconscientes e involuntarios. Si esto es así, el autor puede estar seguro de que ha empezado su historia literaria con buen pie.
Otro poeta mexicano, no menos importante, José Goroztiza, de la misma época de Villaurrutia, oborda también el tema de la muerte, pero desde otro ángulo, lógicamente. Su obra “Muerte sin fin” es una obra fundamental en la poesía mejicana del siglo veinte. Goroztiza se ve sacudido por el tiempo y la muerte, aspectos estos, como ya hemos visto, presentes en “Morir Todavía”. Aquejado por el tiempo escribe Goroztiza: “Es el tiempo de Dios que aflora un día, / que cae, nada más, madura, ocurre, / para tornar máñana por sorpresa… Es un vaso de tiempo que nos iza en sus azules botareles de aire y nos pone su máscara grandiosa”.
Su visión de la muerte no tiene fin, el poeta mejicano lo dice así de forma insuperable: “Largas cintas de cintas de sorpresas / que en un constante perecer enérgico, / en un morir absorto, / arrasan sin cesar su bella fábrica / hasta que –hijo de su misma muerte, / / gestado en la aridez de su escombros- / siente que su fatiga se fatiga… / muerte sin fin de una obstinada muerte, / sueño de garza anochecido a plomo / que cambia sí de pie, mas no de sueño, / que cambia sí la imagen, / mas no la doncellez de su osadía”
No sé, pero hallo en “Nostalgia de la muerte”, “Muerte sin fin” y “Morir Todavía” una feliz coincidencia, aunque nos parezca forzosa. Llamémosle intertextualidad, inconsciente literario o como querramos. Pero creo que estamos ante un fenómeno de la conciencia poética de cada autor. Unos en su tiempo, Villaurrutia y Goroztiza, y el otro, Rodríguez, en el suyo.[8] Este último, con prematura hondura, empezó a ser universal por cantar lo humano, la muerte.
[1] Cf. Heidegger, M., ¿Qué es la metafísica? Ed. Veinte, Buenos Aires, 1974, págs. 39-56.
[2] Los grandes poetas tienen amagos bellísimos de corte metafísico. Veamos a Borges: “Sé que en la sombra hay Otro, cuya suerte es fatigar las largas soledades / que tejen y destejen el Hades / y ansiar mi sangre y devorar mi muerte” (El laberinto).
[3] Este poema tiene un paralelo en el poema “Esta Ventana” del interiorista dominicano José Acosta. Asimismo hay un ensayo “Metafísica para una ventana” del también dominicano Pedro A. Valdez. El influjo del primero es incuestionable, ya que su obra fue leída y estudiada en la época (1998-1999) en que Giovanni Militaba en “Los Novísimos”.
[4] Publio Ovidio Nasón, Tristes, Libro I, 20-25.
[5] Francisco Quevedo, Heráclito cristiano, Sal. 17. vv. 13-14
[6] Marco Aurelio, Meditaciones, Libro VI, 28
[7] Javier Villaurrutia, Nostalgia de la muerte, Ed. Yocoacán, México, 5ª ed. 2005.
[8]

domingo, 5 de agosto de 2007

APUNTES: EL UMBRAL TRASCENDENTE, Octavio Paz

“Mi pasión más antigua y constante ha sido la poesía”, afirma Paz. Es aquí donde hallamos el acicate más genuino y pujante en la obra paciana. Octavio Paz siente pasión por la poesía, es decir, un ardiente y caluroso gusto por la belleza intrínseca a todo decir poético.

No hay como tal un ensayo de Paz en torno al Umbral trascendente. Creo que es uno de los pocos temas, hasta donde he leído su obra, que no trató frontalmente, sin embargo existe en sus ensayos genuinos escritos que confirman que sí se preocupó de las laderas más sutiles del alma humana. Sobre todo en su obra El Arco y la lira.

El poema en sí es como una casa donde mora una presencia: «El poema es la casa de la presencia», dice locuazmente.

La poesía es conocimiento, ejercicio espiritual, un método de liberación interior, regreso a la tierra natal, oración, letanía, Epifanía, según paz. Esta concepción de la poesía no dista de mucho de las intuiciones troncales del Movimiento Interiorista.

El poema es un recurso, de los pocos que hay, para navegar en el espacio de la trascendencia y “para ir más allá de sí mismo”.

El poeta puede sumergirse en un estado de “receptividad”, en el cual, al estilo de San Juan de la Cruz “deseando la nada”, no desaparece la voluntad de querer contemplar la nada, de oír la “música callada” o de sentir el perfume de que “el vacío es plenitud”, como dijera Lao-Tsé.

Hay estados pasivos, esto es, momentos de plenitud, o lo que es lo mismo, “experiencias cumbres”, como diría el psicólogo humanista A. Maslow, en los que “del núcleo del ser salta un chorro de imágenes”. Un poeta azteca confirma esta afirmación: “mi corazón está brotando flores en metal de la noche”.

La poesía se sitúa más allá de las ideas y las opiniones y se arraiga en las esferas más intimas del ser. De ahí que el poema se convierta en Epifanía de nuestro Yo más profundo, es decir, de aquello que somos y podemos ser.

El poeta dejándose llevar por las aguas rumorosas de las imágenes, roza las orillas de la existencia e intuye un ámbito, un estado de unidad de su ser con el cosmos.

El poeta no es un filósofo conocedor de muchas cosas, sino un ser distinto con poder recreador a través de la poesía. Paz afirma: «la revelación poética implica la búsqueda interior», y no se toca, más real y trascendente.

Paz cree que somos tiempo. El tiempo no pasa, somos nosotros los que pasamos. El tiempo, es decir, nosotros estamos en un continuo “infieri”, en un constante ir más allá trascendiéndonos.
Hay una manera de ver y oír la realidad, desapercibida a veces, y es la de ver con los sentidos interiores.

Desde las imágenes poéticas se puede llegar a la otra discusión de la realidad. Para ilustrar esta afirmación recordemos al taoísmo, hinduismo, los cuales sostienen un tipo de experiencia sublime, trascendente que es “un volver a una suerte de conciencia elemental u original”. Chuang Tsé dice al respecto: es «como entrar en la jaula de los pájaros sin ponerlos a cantar» esto es, «regresar allá donde los nombres salen sobrando».

La realidad trascendente sólo es captable, decible, desde el decir poético, porque “el decir poético dice lo indecible”. Y sólo desde un tipo de poesía Interiorista se puede entrar en el ser.

El salto al vacío. Hui-neng, legendario sabio Chino de S. VII de nuestra era, dice que el “ciclo del vivir y el morir se llama la otra orilla, que es como las olas que se levantan en el mar”.

Para Huig-neng se llama la otra orilla “al desprendernos del mundo objetivo,” donde “no hay ni muerte ni vida y se es como agua corriendo incesante; a esto se llama la otra orilla”, Kierkegaard llama “salto” a esa experiencia sagrada de la realidad trascendente.

Dar ese salto es aspirar a ser lo que somos y soñamos. Esto es, “cambiarnos, hacernos otros”. La otra orilla no está fuera, sino en nuestro ser más íntimo. La otra orilla es un viento que nos transporta fuera de nosotros mismos, como un árbol arrojado a la otra orilla, y que a la vez nos empuja hacia el interior de nosotros mismos.

El salto Kierkegaardino constituye un salto al vacío, a la nada, o al pleno ser, paradójicamente. El salto nos traslada simultáneamente –porque es una experiencia sagrada – al aquí y al allá. El salto nos arrastra a lo sobrenatural.

La realidad objetiva es una presencia natural habitada por lo otro, de manera que, «la experiencia de lo sobrenatural es la experiencia de lo otro». Esta experiencia sublime en contacto con la presencia de lo otro produce en el alma humana un asombro que linda con la estupefacción, semejante al niño que, boquiabierto y sin aliento, descubre fascinado un objeto fabuloso.

Existen experiencias de completud, esos felices instantes en que todo lo circundante adquiere otro color, una nueva transfiguración, en la que uno descubre que es de otra latitud y desea regresar a ella.

El encuentro con lo otro es un estado de soledad que nos hace entrar en contacto con la esencia de nuestro ser. «El hombre anda desaforado, angustiado buscando a ese otro que es él mismo, y nada puede volverlo en sí, excepto el salto mortal: el amor, la imagen, la Aparición» argumenta Paz.

Vuelta al estado original, una experiencia límite y sagrada.
Tanto la experiencia poética como la religiosa nos hacen volver a la naturaleza original, pues las dos nos abocan al salto que da a la plenitud, o sea a aquella esencia, al otro que somos. En este sentido la poesía es teofanía, revelación de nuestra propia identidad más genuina y originaria.

En la experiencia límite que colinda con lo sacro, lo místico, presentimos la evidencia de nuestro ser. “Toda aparición, dice Paz, implica una ruptura del tiempo o del espacio: la tierra se abre, el tiempo se escinde; por la herida o abertura vemos «al otro lado» del ser”.

Cuando los poetas hablan de vértigo nos están revelando que la “otra latitud” es ese abismo que se abre provocando asombro. Es como si de repente nos hallamos ante el Salto del Ángel, el que nos atrae al vacío, y nos impele a dejarnos caer en la completud del abismo de la experiencia cumbre.

Seguimos el viento suave que percibe el ser en sus momentos sublimes, y que no es distinto al rumor de la divinidad, o lo que es lo mismo, lo sagrado. Este estado no puede ser expresado sino a través de imágenes y paradojas, testimonio clásico lo es San Juan de la Cruz.

Esta experiencia sacra no es formalmente religiosa, sino que está como inscrita en el ser de la persona humana. La pudieron haber sentido los hombres de hace 2000 años antes de Cristo, como le pueden sentir los espíritus superiores hoy en día.

La vivencia de la trascendencia, de aquello que es intangible la expresa la noción de Nirvana y Nada. Por poner dos casos, uno budista y otro cristiano. «El hombre, arguye Paz, no está suspendido de la mano de Dios, sino que Dios yace oculto en el corazón del hombre».

Dios yace en las mismas entrañas del ser humano, como escondido, ralentizando su revelación para no colapsar de asombro al alma que lo ve cara a cara.

Es en el interior donde el numen se posa y mora, abocando al ser, al vacío, al despojo de todo para hacerle vibrar.

La poesía de la trascendencia o sea, interiorista, nace de lo sagrado, del “sentimiento original del que se desprende lo sublime y lo poético.”

Son metasemas interioristas en el léxico de nuestro autor las palabras: ausencia, presencia, silencio, vacío, plenitud o completud, por su proximidad con los estados poéticos sacros y los amores del ser con lo original.

Cuando la experiencia poética o religiosa nos descubre frente a frente al otro, a Dios, al Ser, «nos sentimos poca cosa o nada porque estamos ante el todo. Somos criaturas y tenemos conciencia de nosotros mismos porque hemos visto al creador». Es esa y no otra, la experiencia que no se puede decir, sino por medio de imágenes y balbuceos de la conciencia.

El “estado original” paciano es un abismo que nos paraliza de asombro, porque es distinto a cualquier otra realidad objetiva o imaginaria. Tal asombro es la admiración, estupefacción y quietud. El ser se queda boquiabierto contemplando en ese estado original la presencia de un tú que nos atrae al abismo de eternidad en el cual mora. El “estado original”, lejos de ser una idea o una abstracción intelectual es una experiencia de lo sagrado cuyos efluvios nos hacen intuir que lo más intimo de nuestro ser es también sagrado, poético.

Parece innegable, en suma, que nuestra conciencia lúcida tiende, como los ríos desviados de sus causes, a volver al “estado original”, experimentado en la soledad sonora o en la inocuidad y desasimiento del ser.

Paz considera que “la experiencia de lo sagrado es una revelación de nuestra condición original” o sea de nuestro ser más profundo.

En síntesis, en mi itinerario sobrio y modesto de lectura por la obra de O. Paz, he detectado lo que podríamos llamar el presupuesto básico de la realidad trascendente de nuestro autor. A mi juicio, podría quedar enunciado así: hay un “estado original”, llámese Nirvana, contemplación o nada, al cual volvemos porque de allí hemos salido.Es connatural y forma parte de nuestra esencia más profunda. Cuando la persona humana experimenta ese “estado original” está en un ámbito de realidad trascendente: sacro, porque es en ese estado donde nace la religión; poético, porque para decir o comunicar qué es lo que se siente en tal estado, sólo se puede expresar por medio de la imagen poética.

CORAZÓN DE JADE, Teonilda Madera

Tres libros de poesía conozco de esta mujer acendrada y dada a la creación poética: “Corazón de Jade”, 1995, Ed. Búho, Sto. Dgo., Rep. Dom. “Van llegando los recuerdos”, Ed. Cocolo, 1998, Sto. Dgo., Rep. Dom. “Sorbitos de café en paisajes yertos”, Morris Publishing, USA, 200. El primer libro es eso, un primer intento. A mi juicio hay hallazgos poéticos, pero mucha palabra hueca, pose. Sin embargo, -eso lo veremos en los siguientes libros- la autora es más ingeniosa cuando es reflexiva, que cuando simplemente enuncia fenómenos, cosas y hechos. “Corazón de jade” es un libro de novicia, o sea, inicial, flojo, pero que muestra un inconfundible talante creador que Teonilda habrá de trabajar con ahínco.//



En el segundo libro, “Van llegando los recuerdos”, (¡cómo se nota la diferencia!) hay mayores logros que en el libro anterior. Era de esperar, por supuesto. Aparecen grandes autores y personajes de la literatura. Surge una novedad: la utilización del inglés en ciertos poemas. Teonilda, sin duda, logra en este libro mayor calidad poética y se acerca más a su propia voz. Empieza a notarse en esta obra la preocupación social (inmigración) y una valoración de los recuerdos de su infancia. Finalmente, hay una clara ósmosis de lo dominicano-norteamericano.//

“Sorbito de café en paisajes yertos” es un libro de más pureza del idioma, del léxico. Pienso que es menos denso e importante que el “Van llegando los recuerdos”. Hay más profesionalidad en la creación del verso, que es mucho decir. Sin embargo, eso le resta autenticidad a la emoción y revelación poética, cosa que se percibe notoriamente en el segundo poemario. En este tercer poemario se consolida el uso del inglés en su versificación. Asimismo, a caballo entre su nación de origen, Rep. Dom., y Norteamérica, surgen destellos de uno y otro ámbito, predominando la huella de su nacionalidad, la cual exterioriza en el empleo de indigenismos y otros giros dominicanos.

En suma, Teonilda Madera es, sin lugar a dudas, una mujer con sustancia y numen para la poesía. Me gusta mucho cuando habla desde dentro, desde ella misma o desde las cosas que nombra.



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Nota: La autora responde.

Señor Fausto Leonardo: Taty Hernández, una amiga a quien aprecio mucho, me ha enviado el comentario que usted gentilmente se dignó a escribir acerca de mis poemarios. Debe agradecerse, en su justa medida, que un lector o un crítico literario detenga su mirada en la obra de un artista. Independientemente, del criterio evaluativo que emite sobre mi obra, le reitero mi agradecimiento. No le corresponde al autor defender o atacar su propia obra. No obstante, digo que tiene usted razón en algunos de sus señalamientos. Efectivamente, Corazón de jade con lágrimas de miel, mi primer poemario es mi punto de partida, mi punto primigenio de iniciación, mi primer atrevimiento, mi coraje mayor para exponerme a la aceptación o al rechazo del mundo de las letras. !Tuve suerte que la crítica literaria de un modo u otro trató con cariño, con prudencia, con respeto ese primer hijo poético mío del cual me siento sumamente honrada! Quizás estas palabras mías le suenen un tanto arrogante, sin embargo, Fausto, le estoy hablando al desnudo. Pienso que si uno tiene un poco de talento de una u otra forma, como usted señaló en el comentario que Taty me envió, lo dejará al descubierto y eso, eso es precisamente lo que salva la obra y lo que hace que el autor con mayor firmeza, convicción y conocimientos del oficio, vaya mejorando en obras sucesivas. El tiempo se encargará de poner mi obra en el lugar y en la dimensión que esta merezca. !Gracias, muchas, por el tiempo que le asignó a mis poemarios!Cariñosa y cordialmente,Teonilda Madera

TEMBLOR DE LA ESPERA, Taty Hernández


“Temblor de la espera”, 2003, Taty Hernánde Durán, nacida en el año 1960, Jarabacoa, República Dominicana. Estamos ante la primera obra poética de nuestra autora.

Taty introduce su obra con un poema que alude a uno de los mitos más tradicionales de la cultura dominicana: La Xiguapa. Lo auténtico de la Xiguapa es que existe realmente en la imaginación. Si existiera fuera de lo imaginario, dejaría de ser real y verdadera.

El gusto o encanto de la Xiguapa –en la visión poética de nuestra autora- es que es una mujer que “navega entre la visión y el sueño”. Podríamos decir que la Xiguapa simboliza a la mujer dominicana, bella y encantadora. Ella está entre lo divino y lo humano. Como los dioses del Olimpo. La Xiguapa es a la cultura dominicana lo que las Sirenas para los griegos, lo que Beatriz a Dante o lo que Dulcinea a Don Quijote.

La Xiguapa reside como náyade quisqueyana o como Hera que habita con su omnipresencia en todos los rincones de la isla: “Nazco y moro en el alma / de la cordillera. /… La savia de la tierra me anda toda / desde los pies hasta los ojos”.

Otro eje de la poesía que nos presenta Taty Hernández es la visión que tiene sobre el cuerpo (Balada para un cuerpo). Ella contempla poéticamente el cuerpo en reposo, dormido. En él capta la serenidad y la paz como si estuviera en un paraíso: “duerme este cuerpo / como las noches / del río”.

Yacer con uno mismo, conscientes de la transitoriedad de nuestra existencia, es sentir que el tiempo no es más que una coartada que nos echa en cara nuestra estancia en el mundo: “en la rueca que hila el tiempo / tuerzo senderos.// soy fugaz sombra en el espejo”.

El cuerpo estará solo, dormido, pero alberga en su interior las emociones: “Si creo / si vivo / si lloro: vivo”. El cuerpo no es un ente inerte, late. Sin embargo, persiste un vacío que reclama la experiencia, el gozo vivido: “las manos ríen / ¿dónde está su regocijo”.

El cuerpo es como un volcán, cuyas energías, en apariencia apagadas, en cualquier momento pueden eclatar: “el fuego / vigilante del deseo / recorre el cuerpo”.

Hay un reconocimiento del cuerpo que parte de una observación deliberada, como quien quiere hallar algo más que apariencias: “hay unos ojos /que miran el cuerpo”. Lo interesante de nuestra autora es que, sin dejar de ser sensual, expresa una fina y sobria visión del cuerpo, positiva y complaciente.

A ello contribuye, pienso yo, su sensibilidad poética y su capacidad de aprehender poéticamente el cuerpo como un haz de fuerzas que, aunque tranquilas, pueden “al roce de las hojas” sacudir todas sus potencias.

Nuestra poeta, tal vez sin proponérselo, nos hace ver un tipo de mujer doliente, llorosa y triste (Figura en el alma). Esa tristeza deviene por la imposibilidad de alcanzar un objetivo, un amor, una cosa: “hurgando en la búsqueda / de un quijote sin dueño. // Lo alcanza, lo toca, / se le escapa entre los dedos, / al traspasar la eternidad”.

Por otra parte, en Mujeres-Pájaros, nuestra autora, más optimista, pretende superar “otras huellas”, las del pasado, para buscar nuevos derroteros que marquen la diferencia, sobretodo para aquellas mujeres que sucederán esta generación: “mujeres-pájaros, / no hay motores en nuestras alas, / solo voz en nuestras plumas”.

Voz en las plumas, es decir, en el tintero. Las mujeres con voz en las plumas son las que pueden proyectarse desde la escritura, el pensamiento y las artes y en otros ámbitos sociales. La mujer dasamordazada habla y se hace oír por la palabra escrita que repica como una campana ante la sordidez de una cultura que le ha cerrado las puertas.

Debo decir, que nuestra poeta no hace un manifiesto contra nadie. Ella se posiciona a favor de una mentalidad abierta, sin cerrojos. Mujeres-Pájaros es un canto de esperanza para la mujer, cuyos “vientres enjaulan semillas / fabricantes de caminos”.

Por otra parte, “Tranfixión”, “En el grito soterrado de mis vellos” y “Plegaria” nuestra poeta expone un nuevo tono –el erótico- en Temblor de la Espera.

Este nuevo aspecto de la poesía de Taty Hernández me obliga a citar la obra “Llama Doble” de Octavio Paz, autor que estudia con riguroso método las bases del erotismo.

Sin caer en el paroxismo de las palabras en la evocación erótica, Taty Hernández teje un significativo poema, Transfixión -tal vez sea, de los tres citados, el que mejor exponga su visión sobre el erotismo- que transcribo a continuación: “Desnuda mi piel, / que tu aliento arrope mi templo, / que tu silueta vista mis sentidos.// Transpórtame al universo.// Desanda el amanecer / con la sensibilidad de tus dedos, / urge la búsqueda del goce y / la canción de mis quejidos.// Paséame en tu cuerpo.// Regocíjate en la comunión de mis colinas, / mientras danzamos / de vientre a vientre, / de palpitar en palpitar.// Oblicuamente en tus caderas. // Otorguémonos la vida, / que es transfixión / en la profundidad / regresante del deseo”.

La mujer cuenta con su voz, sus manos y vientre para lograr nuevas sendas. La mujer es mucho más que un cuerpo objeto de complacencias para el hombre. La mujer también puede ser artífice del presente y del mañana. Una de sus principales victorias es la de ser portadoras de unas entrañas con capacidad para alumbrar caminos nunca antes traillados: “Nuestras manos esculpen / quehaceres de puertas / nunca cerradas. // Nuestros vientres enjaulan semillas / frabricantes de caminos”.

La autora vuelve a exponer con elegancia su erotismo: “Te deseo en el grito soterrado de mis vellos.// Te regalaré dos plumas de colibrí que llevo en mi seno”. Y en Plegaria dice con vibrante fuerza: “Duerme en la aurora de mis quebradas.// En la locura de mis cuevas encenderé cocuyos / para iluminar tu partida / y despertarás en mi voz”.

Taty Hernández Durán en su primera obra “Temblor de la Espera” toca varios registros: el mítico (Xiguapa), el sensual (Balada para un cuerpo), el realista (Figra en el alba), el utópico (Mujeres-Pájaros) y el erótico (Transfixión, En grito soterrado de mis vellos y Plegaria).

Cuando latido, vida, nostalgia, soledad y erotismo se juntan en un mismo puerto, como sucede en Temblor de la espera, la poesía es la única que salva: “Busco la vida para no dormir la palabra”. De la vida depende la palabra, sino ésta es sólo muerte y nada más.

Temblor de la espera es una suerte de yacimiento creativo en la pluma de nuestra autora. Valoro positivamente el uso diáfano del lenguaje y la correspondencia de las imágenes con aquello que evocan.

Finalmente, Taty Hernández Durán asume el compromiso de atestiguar su paso por la poesía dominicana actual y lo hace con excelencia de quien diseña su propio porvenir.

Localización tierra natal, República Dominicana