miércoles, 29 de julio de 2009

José María Pemán, la sencillez de una vida.

La figura de José María Pemán (Cádiz, 1898-1981) es central en la literatura española del siglo veinte. Independientemente de su concepción política y religiosa, no cabe duda de que su poesía está entre lo mejor de la última centuria. El conjunto de su poesía nos muestra a un poeta con una sensibilidad humanista superior. De sus obras completas, el temo I, el de poesía, me ha dejado una profunda huella.

Me llamó particularmente la atención el poemario
De la Vida sencilla, y Poesía Sacra. En realidad, la lectura sosegada de la poesía de Pemán permite al lector valorar la vida de otra manera. La brillantez intelectual no se riñe con el pensamiento cristiano católico. Pemán pudo conjugar, sin negar ni reprimir sus ideas, su talante creador y su fe en Dios. De ahí la tácita manifestación de su fe cristiana en su obra poética. Y me consta que también en teatro como el Divino Inpaciente.

El poema que hace honor a
De la vida sencilla es este:


ELOGIO DE LA VIDA SENCILLA


Vida inquieta, frenesí
de la ambición desmedida...
¡Qué mal comprende la vida
el que la comprende así!

la vida es soplo de hielo
que va marchitando flores;
no la riegues con sudores
ni la labres con desvelo;

la vida no lo merece:
que esa ambición desmedida
es planta que no florece
en los huertos de la vida.

Necio es quien lucha y se afana
de su porvenir en pos:
gana hoy pan y deja a Dios
el cuidado de mañana.

Vida serena y sencilla,
yo quiero abrazarme a ti,
que eres la sola semilla
que nos da flores aquí.

Conciencia tranquila y sana
es el tesoro que quiero;
nada pido y nada espero
para el día de mañana.

Y así, si me da ese día
algo, aunque poco quizás,
siempre me parece más
de lo que yo le pedía.

Ni voy de la gloria en pos,
ni torpe ambición me afana,
y al nacer cada mañana
tan sólo le pido a Dios

casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar;

que el que se esfuerza y se agita
nada encuentra que le llene,
y el que menos necesita
tiene más que el que más tiene.

Quiero gozar cuanto pueda,
y, con acierto y medida,
gastar moneda a moneda
el tesoro de mi vida;

mas no quiero ser jamás
como el que amontona el oro
y no goza del tesoro
por acrecentarlo más.

Quiero gozar sin pasión,
esperar sin ansiedad,
sufrir con resignación,
morir con tranquilidad;

que, al llegar mi postrer día,
quiero pensar y decir:
"Viví como viviría
si ahora volviera a vivir.

Viví como un peregrino,
que, olvidando los dolores,
pasó cogiendo las flores
de los lados del camino;

cantando he dejado atrás
la vida que recorrí;
pedí poco y tuve más
de lo poco que pedí;

que si nadie me envidió
en el mundo necio y loco,
en ese mundo tampoco
he envidiado a nadie yo".

Tras los honores no voy;
la vida es una tirana,
que llena de honores hoy
al que deshonra mañana.

No quiero honores de nombres;
vivo sin ambicionar,
que ese es honor que los hombres
no me lo pueden quitar.

He resuelto despreciar
toda ambición desmedida
y no pedirle a la vida
lo que no me puede dar.

He resuelto no correr
tras un bien que no me calma;
llevo un tesoro en el alma
que no lo quiero perder,

y lo guardo porque espero
que he de morir confiado
en que se lo llevo entero
al Señor, que me lo ha dado.


Con este ejemplo antológico es suficiente para que nos interesemos en emplear nuestro mejor tiempo en la lectura y estudio de José María Pemán, cuya poesía nos muestra el sentido de la vida. Esto es, el lado noble y maravilloso de nuestra existencia humana en consonancia con el entorno natural y con la impronta divina al que nos concita la más honda conciencia de ser y estar en este mundo inmenso y bello.

martes, 28 de julio de 2009

Eugenio Montale, la memoria como fuente del genio creador.

Este año 2009 he podido acercarme a la poesía de este genial poeta. Digo genial, consciente de que, para algunos, podría parecer un lugar común. Ni William Blake ni Gonzalo Rojas -en toda su extensión poética- me ha producido el placer, la emoción estética de Montale (Italia, 1896).

La palabra poética de este aeda universal contiene una honda nostalgia que atrapa, seduce. Su discurso es simple, al hilo de la vida misma. La poesía en él está en el acto, en el instante sin adornos. La imágenes en él llegan solas, sin esfuerzo, como quien conversa, mientras escribe. La palabra le fluye con la más absoluta naturalidad. De ahí que su alma melancólica, su talento para dar testimonio de lugares, personas y emociones, quede casi tatalmente al descubierto. Tal vez sea esto lo que hace que al lector le atraiga su obra.

Aparte de los muchos momentos, porque en verdad así ha sido, de disfrute de la poesía completa de Montale, hay una sola cosa por la que valió la pena entrar en el universo montaliano, a saber: la memoria. La memoria como fuente de vida, de arte que da sentido. De suyo, Montale experimenta cada momento de su vida como un momento poético. Tanto, diría yo, que el acontecer cotidiano es, para él, como una película que se va entrelazando escena por escena. Su obra poética está compuesta por las escenas de esa película, con la excepción de que muchas de ellas se quedaron sin ver, sin registrar. Es ahí cuando surte en Montale la urgencia de rescatar esas escenas olvidadas. Él se instala en en su memoria -para repasar el largometraje de su vida misma- convencido de que, como maestro de la palabra, está llamado a comunicar, a desvelar las escenas que afectan, no sólo a él, sino al género humano en general.

En su medurez, insisto, Montale apela a la memoria, es decir, a los episodios del pasado, no narrados ni contados, como surtidor de poesía. La inspiración en Montale no es algo que llega del mundo de los dioses, sino algo que aflora del inconsciente y se convierte en materia de creación. Montale descubrió que muchos momentos poéticos vividos por él habían quedado sin una palabra, en el más absoluto olvido. Por tal motivo, en la plenitud de su existencia, ya con agudeza de su genio creador, la memoria se coniverte en una tierra fértil de la que brotó buena parte de su obra poética.

Me gusta más el Motale del primer libro (
Ossi di seppia (Huesos de sepia, 1925) y el Montale del que he llamado de "la memoria", de los últimos libros: Satura (1971), Diario del '71 y del '72 (1973), Sulla poesia (Sobre la poesía, 1976), Quaderno di quattro anni (Cuaderno de cuatro años, 1977), Altri versi (1980).

Cada lector y escritor ha de ir descubriendo el corpus creador de los autores universales para, desde ahí, poder hacerse el suyo propio.

lunes, 27 de julio de 2009

William Blake, entre la inocencia y la profecía.

William Blake, (Londres, 1757-1827). Tomo ¨Ver un mundo en un grano de arena", colección Visor de Poesía, edición bilingüe de Jordi Doce, Madrid, 2009, reúne toda su poesía. Como es de expertos y estudiosos conocido, la poesía de Blake tiene una fuerte influencia bíblica. Sin embargo, su creación no es propiamente religiosa; sí sus símbolos y en no pocos momentos su inspiración.

1. Poetical Sketches (Esbozos poéticos, 1783) tiene el aura de los bardos en estado puro, sin adherencias en las palabras. La naturaleza, su influjo telúrico, en todas sus manifestaciones, provoca, inspira, al poeta y éste la exalta y embellece aún más. Hay momentos en los que se me antoja ver al joven J. Keats en versos como "cuchichean los montes y los valles escuchan / atentos"; "Aquí has de descansar, / y unir tu alegre voz al rumor de mi flauta"; "Como una rosa fresca, la Inocencia / florece en los rostros de las demas".

2. Songs from 'Aisland in the moon' ("Canciones de una "Isla en la luna"). De la segunda canción, los versos "en la sombra verá mi sombra, / oirá mi voz sobre la brisa", son sencillamente hermosos.

3. There is no natural religión ("No existe la religión natural") y "All Religions are One" ("Todas las religiones son una" (1788) Estas dos breves obras de aforismos me parecieron una teoría de las religiones, pero al mismo tiempo introducen una forma de pensar desde la óptica del escritor, el intelectual o el pensador. En la primera Blake concluye: "Si no fuera por el carácter Poético o Profético, lo filosófico y experimental pronto estaría en la ratio de todas las cosas y se paralizaría, incapaz de hacer otra cosa que repetir una y otra vez el mismo ciclo monótono". En la segunda concluye: "Que el Genio Poético es el Hombre verdadero, y que el cuerpo o forma externa del Hombre se deriva del Genio Poético". Y dice también: "Ningún hombre puede pensar, escribir o hablar con el corazón si no pretende verdad". No sé porqué, pero al leer estos aforismos pienso en Miguel de Unamuno y en su audacia para revelarnos la verdad, el genio a través de sus escritos. También veo una correspondencia de la poesía de R. M. Rilke (Praga, 1875-1926), caracterizada por su profundidad y su carácter trascendente, metafísico, con la poesía de la visión profética de Blake, que apunta también, pero en otro estilo, a la dimensión espiritual y trascendente del hombre. Sería interesante hacer un estudio comparado de estos tres genios de la palabra poética.

4. The book of Thel ("El libro de Thel" 1789). Este libro es clave, puesto que contiene un mensaje universal que incumbe al ser humano de todos los tiempos, a saber: sobre la vida y la muerte humana. El poemario inicia con esta pregunta terrible: "¿Sabe el águila lo que guarda el pozo? ¿O irás a preguntarle al topo?". El águila tiene una vista aguda, penetrante. El topo, en cambio, es ciego. La primera anda por las alturas escrutando palmo a palmo aquello que la sustenta; el segundo milita en el interior de la tierra, palpando centímetro a centímetro las profundidades telúricas. Nos hallamos ante dos formas de concebir la vida y de conocer sus misterios. Unos ven y otros sienten. Unos vibran con palpar lo profundo de la vida y otros otean el mundo con una visión celeste. Ambos, el águila y el topo, que en realidad es un símbolo de lo que somos lo humanos, rastrean las fuentes que les hace felices y les da vida.

La cuestión sobre la vida y la muerte queda manifiesto en el diálogo que establece Thel y una Nube. Veamos: "¡Oh tú, pequeña Nube!", dijo la virgen, te suplico: dime / por qué nunca te quejas cuando de un soplo te disipas: / y te buscamos sin hallarte". ¡Ah Thel es como tú: / me desvanezco. Y, aunque me quejo, nadie oye mi voz". El poeta mira en la nube un aspecto fundamental de la vida humana: su fugacidad o transitoriedad, la muerte, la desaparición de este mundo. La muerte como el desaparecer de la vista de los que nos aman y hemos amado. Una angustia existencial (la queja), metafísica, que resuena en lo hondo de nuestro ser, atormenta la conciencia de Thel, símbolo de la persona humana que mira "cómo pasa su vida tan callando", al decir de Jorge Manrique.

La Nube le responde a Thel de esta manera: "¿Miras mi juventud / y piensas con temor que porque me disipo y me vuelvo invisible / nada perdura? Oh gentil dama, te aseguro que al disiparme / paso a una vida diez veces más alta, de amor, paz y raptos sagrados [...] Todo aquello que vive / no vive en soledad, ni sólo para sí: no temas, pues he de llamar en su modesto lecho al débil gusano, para que oigas su voz". "Y Thel, llena de asombro, vio al Gusano en su lecho de rocío".

Tanto la Nube como Thel nos revelan unas verdades esenciales. El ser humano se disipa como una nube en el aire. Eso nadie lo niega, sin embargo su alma perdura. La belleza y el esplendor de la juventud, pasan, pero queda la sustancia inmortal y divina que nos sostiene. En el plano filosófico, los antiguos griegos creían en la inmortalidad del alma y en su perdurabilidad eterna. En un plano de fe, creyente, está claro pues que la muerte no es una destrucción, sino una transformación. En esperanza el creyente aguarda participar del Paraíso, de la glorificación de su cuerpo tras la muerte.

Querría, a tenor de lo que vamos tratando, hacer un apunte de interés. Pedro José Gris, poeta interiorista de la República Dominicana, en su libro "Las Voces" tiene una oda dedicada a una Nube. No es una simple referencia a un fenómeno natural, pues como podremos comprobar, en el poeta caribeño un halo de misterio, una atmósfera metafísica envuelve y sacude la conciencia. Hela aquí:


Oda a una nube :

Templo que el agua levantó dichosa

al dios que la noche, solitario, pasa

hacia el bosque umbrío donde el verde

es sombra

donde se hace inmensa la luna y el alma

Templo de frescura, savia de los campos,

hacia ti, borracho de amor y ausencia

alzo mi esperanza, mi vida disuelta, mi existencia

Arrebolada ternura, catedral de blancura: cuerpo

Vientre estremecido del rocío, espuma de los vientos: cuerpo

Lenta ola hacia un Mar perdido

Espejo de sangre del ocaso.

Río de los sueños abogando tigres y amadas miradas

en su noche verde

¡Oh río, oh templo donde bisojos de agua

beben lo que olvidan!


Como hemos podido leer, "Oda a una nube" de Gris enriquece más nuestra comprensión de Blake. O, al menos, nos concita y provoca ante cuestiones que no hallamos con frecuencia en la poesía que se escribe en nuestro tiempo. Los grandes poetas desarrollan una sensibilidad tal que pueden escuchar la voz secreta de la vida y los fenómenos. Y nos hablan de todo ello de una forma caudalosa por medio de símbolos e imágenes nada comunes.

Después del inciso anterior, considero que Blake es un poeta sugerente porque asume una actitud capital ante la vida y la muerte. A los poetas del Interiorismo del Ateneo Insular de la República Dominicana, a cuya estética están suscritos algunos poetas de España, (Teodoro Rubio es el exponente más destacado) les interesa apreciar cómo Blake escucha la voz interior de Thel, pero sobre todo de la Nube. De un lado, el bardo inglés se encarna en el yo de Thel, y del otro, afina el oído para escuchar la voz de los fenómenos, en este caso, el de una nube. Lo importante aquí es destacar que el poeta la oye (a la nube) y revela una verdad profunda y universal, esto es, que el ser humano se disipa como el vapor de una nube, pero que no por ello se extingue, se anula o desaparece en la nada, sino que pasa a una vida "diez veces más alta". El hombre pasa, al morir, a un estadio superior, a la Visión ("raptos sagrados"). Por consiguiente, no hay que temer la muerte, porque la vida feliz de amor y paz nos aguardan.

5. Tiriel (Tiriel, 1789). Estamos ante un libro mitológico. Tiriel representa el lado oscuro del hombre, esto es, la maldad, la crueldad. A su propia descendencia la considera una raza de serpientes, unos malditos, hijos del Maleficio. Como en el mito de Edipo Rey, Tiriel, rey de occidente, queda ciego y es desterrado como consecuencia de una maldición por haber hecho el mal. Lo que más me llama la atención es el drama interior que vive Tiriel en el destierro. Siente vergüenza, aflicción, desconsuelo, soledad.

Hay una serie de versos sueltos que no puedo dejar olvidados al escribir estos apuntes: "Abrió los globos de sus grandes ojos y su voz rasgó el aire"; "Nadie tema a Tiriel, pues este pobre ciego es sólo una amenaza para si mismo"; "... la aflicción ha sellado mis ojos"; "... he de alabar tu frente, / tan surcada de arrugas como un campo quemado por el sol"; "quédate con nosotros y permítenos ser tus ojos"; "por cansadas colinas el ciego prosiguió su marcha solitaria"; "Entonces, como un río, trató de ahogarme con sus olas, / mas muy pronto me impuse a la corriente; y luego fue una nube / preñada de relámpagos"; "la fiera espada se rompía en su carne desnuda"; "yo soy como un árbol partido por el viento".

Tiriel es una obra donde la razón, la conciencia de ser, se ve atormentada, angustiada como consecuencia del Mal. El mal nunca puede hacer feliz a nadie, aunque haya quien, enfermizamente, disfrute del mismo. La razón iluminada, sana, lo detesta. De lo que podemos estar seguros es que los humanos causamos el mal que, a su vez, arrastra otros males. El alma, la razón, en el sentir de los griegos, colman su dicha en el Bien, en la Verdad y la Belleza.

6. Songs of Innocence ("Canciones de inocencia" 1789). Este libro tiene una ternura que en ningún otro libro suyo se encuentra. No en vano es considerada la obra más popular y la que más y mejor plasma la visión del poeta. Sé, y entiendo, que tal visión queda plasmada en el conjunto de la obra y no en un solo libro.

En "Canciones de inocencia" Blake nos lleva de la mano con versos jubilosos y llenos de hermosura. Canta con arrolladora alegría, como si la naturaleza le dictara a su alma el ritmo y la música: "Tira tu flauta jubilosa", "Qué dulce la tarea del Pastor; / vaga desde la aurora hasta la noche", "El suave sol se levanta / y torna alegres los cielos / suenan festivas las campanas", "Oh Corderillo, ¿quién te ha hecho? / ¿Aún no sabes quién te ha hecho? [...] y te ha dado una voz tan tierna / que el valle todo se alboroza", "Feliz, Feliz Gorrión, / bajo las hojas verdes".

Es justo decir que Blake es creyente. No podemos juzgar, con nuestra mentalidad de hoy, (que lo mismo podrían hacer con nosotros mañana) su propia concepción de la fe y de Dios. Pues bien, nuestro autor, ribetea su obra con una marcada impronta su fe en Dios. Al decir esto no puedo menos que mencionar al poeta español José María Pemán y al poeta de la República Dominicana, Domingo Moreno Jimenes, en cuyas obras queda patente el influyo de su fe cristiana, lo que les enaltece aún más, por supuesto.

En "Canciones de inocencia" nuestro poeta nos dice, respecto a la vida interior y espiritual: "Contempla el sol naciente: allí reside Dios". Nos dice que contemplemos, pasiva acción de quien se anonada ante el misterio divino. Dice también: "Pues Clemencia, Piedad, Amor y Paz / son Dios, que es nuestro amado padre: / y Clemencia, Piedad, Amor y Paz / son el Hombre, su hijo y su cuidado".

En sus "Canciones de inocencia" Blake se enternece en las palabras al referirse al Niño Jesús, perdido y encontrado: "Oh padre, padre mío, ¿adónde vas? / No camines tan rápido. / Dile algo a tu hijo, padre, háblame, / o acabaré perdiéndome". (El Niño Perdido). "El chiquillo perdido en el marjal desierto, / guiado por la luz errante, / rompió a llorar, más Dios bajó de blanco / con la figura de su padre" (El Niño encontrado).

Ese tono tierno lo conserva el poeta en "Canción risueña", "Canción de cuna", "Primavera", "Alegría infantil", en esta última canción el poeta tiene este verso memorable: "Bella alegría! / Dulce alegría sin edad".

7. Sons of experience ("Canciones de Experiencia" 1794). En estas canciones el poeta sigue la misma dinámica creativa que "Canciones de inocencia". Pero ya empieza a surtir el poeta de las convicciones y creencias: "Renonar, caída, la luz caída", el poeta de la visión profética, característica ésta fundamental en la obra y pensamiento de William Blake. "En el futuro / yo profético veo / que del sueño la tierra / (lapidaria sentencia) / ha de alzarse buscando /a su manso hacedor: / y el salvaje desierto / en jardín convertirse". Alude al pasaje del profeta Isaías 35, 1.

Me gustaron mucho los versos "llorando en el rocío del crepúsculo", "¿Guarda la primavera su alegría / cuando estallan los brotes y las flores", "mas celosa mi Flor se dio vuelta: no tuve más placer que sus espinas", "¿Cómo podría el ave nacida para el júbilo / resignarse a cantar en una jaula?".

A partir de "Canciones de experiencia" Blake surca territorios poco recorridos por los poetas de su época, me refiero a la simbología bíblico-profética. De suerte que obras como "The Book of Thel", "The Marriage of Heaven and Hell" ("El matrimonio del cielo y el infierno"), "Visions of the daughters of Albion" ("Las visiones de las hijas de Albión") "America: a Prophecy" ("América: una profecía") "Europe: a Prophecy" ("Europa: una profecía") "The First Book of Urizen" ("El libro de Urizén"), rezuman todas ellas un hálito propio de iluminados. Tal vez por esto a Blake no se le comprendió en un primer momento.

En suma, Blake surca las laderas de la realidad trascendente, del misterio, de lo espiritual como si nos quisiera descubrir, sin adoctrinamiento, el lado imperecedero de la existencia humana: el espiritual, el divino, en definitiva, el de Dios.

La poesía de Blake, en su conjunto, muestra, al menos así lo miro yo, a un bardo influido por la divinidad. Pienso, al decir esto, en los poetas de la antigüedad greco-latina, los cuales escribían bajo el influjo de la divinidad mitológica. Si los poetas griegos escribían inspirados por divinidades paganas, Blake, en cambio, escribía influido por la revelación judeo cristiana. Dos planos distintos, pero consonantes en lo fundamental. Aquéllos -los griegos- en su tiempo, éste -Blake- en el suyo. El poeta inglés se sitúa en el ala más extrema de la revelación divina, a saber, la profético-apocalíptica. Es desde aquí desde donde Blake se expresa y saca partido a su oficio de bardo.

La agudeza principal de Blake, juzgo yo después de haber incursionado en toda su poesía, reside en interpretar el mundo, la vida y los acontecimientos a la luz de la simbología bíblica. Si los griegos, como hemos apuntado, explotaron a tope el mito, el mundo de los dioses, Blake , en cambio, exprime la simbología escatológica de la revelación judeo-cristiana, sin orillar el mito de aquéllos.

Gonzalo Rojas, un poeta de la intuición.

Me convenzo cada vez más de que a un poeta se le entiende mejor y se le conoce más profundamente cuando ha culmidado su obra. La obra poética de Gonzalo Rojas (1917, Chile) es todo menos lo que uno se sospecha. Digo esto porque de lector me encuentro con una poesía humana, cotidiana, hedonista, pero también con rachas y destellos fulgurantes de la poesía más sabrosa. Digo poco con decir eso.

Lo que más sobresale en toda la poesía de Rojas, según mi parecer, es la intuición. Esta cualidad o virtud rojiana proporciona imágenes muy poco frecuentes y por lo mismo de una extraordinaria lucidez que a mí me deleitaron. Rojas es un hombre de la vida, del mundo, un poeta conocedor profundo de los recovecos de la existencia humana en todos sus órdenes.

El poeta que hay en él, y que es él en verdad, no pasa desapercibida la realidad que le circunda ni la que le descubre el goce de los sentidos. El adagio que dice: «las comparaciones son odiosas» se cumple a rajatabla si la aplicamos a Rojas y Neruda, Rojas y Darío. Son poetas completamente antagónicos. Rojas no tiene zapatos a su medida, pues la singularidad de su persona -de su obra- se desmarca del común de los mortales. En fin, un poeta, una poesía electrizante, definitiva.

Gonzalo Rojas es un poeta de la sabiduría humana, es decir de las vivencias, de las emociones extremas. La perfección de la palabra en él, en su poesía, es alagüeña. Esto lo digo porque Rojas es capaz de comunicar experiencias muy humanas -de cualquier clase y color- con palabras sencillas, claras y, a amenudo, fulgurantes. Esta es, simple y llanamente, la cualidad principal de este inclasificable bardo chileno, a quien ya he dicho, no hay zapato que le calce porque no hay más medida que la de su mismo ingenio.


jueves, 23 de julio de 2009

Poema: Senectud.

Envejecí cuando aún era niño.
Fui anciano antes de peinar el alba.
y ahora que el meridiano se asienta
en su otero, ya no vivo, porque es otra
la vida que ondea en la cima.

Ya conocí porqué los Dioses surcaron
las delicias de nuestras témporas,
porqué se ahogaron subsumidos
en aguas estigias, porqué Dédalo desgarró
su velo, porqué Adán perdió su desnudez.

Tengo una maleta de mano para el viaje.
Estoy listo para llegar a la Ciudad Eterna.
Soy extranjero en la tierra. Deseo irme a mi Ítaca,
no porque no sea Bella esta esfera azul,
ni bellas sus criaturas, sino que he conocido
la música de Serafín, las Bienaventuranzas del Nazareno.

No vivo esta vida, dulce al paladar,
aunque hace siglos que salí del orbe.

No deseo más amor que el Amor,
ni más vida que la Vida.

Localización tierra natal, República Dominicana