viernes, 26 de diciembre de 2008

LAS HORAS BAJAS

LAS HORAS BAJAS, Giovanni Rodríguez, Honduras, 1980. Ed. Cultura, Honduras, 2007. Hay algunas constantes en este segundo poemario -el primero fue "Morir todavía"- de este poeta centroamericano. Unos hilos conductores que jalonan el conjunto de la obra. Mi intención es acercarme al texto, no diseccionarlo para su estudio minucioso. Apunto solamente aquellos rasgos que juzgo son aportes del autor.

1. Tono elegíaco a causa de lo que fue amado.

El poeta canta con naturalidad lo que siente. Lo hace desgarradamente, como si lo hiciese la banda artística Pink Floyd: “Wish you were here, whish you were here” (Si estuvieras aquí, si estuvieras aquí).

El sentimiento de pérdida es universal y produce en el alma distintos estados, tales como depresión, nostalgia, aflicción, etc. «Si estuvieras aquí» se convierte prácticamente en lamento, en súplica desesperada. Es probable que haya alguna huella intertextual en “Las horas bajas” de los poemas nerudianos “20 poemas de amor y una canción desesperada”. La ausencia de la amada –intencional o no- sume al poeta en “Las horas bajas”. Sin embargo esa crisis y todo esto no es sino para traer al lector a este fulgurante verso: «El corazón de un hombre no olvida el sueño del amor».

El hombre que ama sinceramente y, de repente, pierde ese amor, se ve ineludiblemente en una tesitura de desamparo y pérdida. De ahí el lamento: «si estuvieras aquí», sin el cual no serían las bajas las horas, ni los instantes ni los días. El hecho es que la amada no está y esta es la verdad desde la cual canta el poeta. Por eso, como para exorcizar ese mal, ese sueño de amor, el poeta se ve impelido a recrear poéticamente su presencia. La amada está en el pensamiento y se queda en el poema como la última forma de tenerla y retenerla.

2. Las horas bajas, algo más que bajas horas.

Decía Rubén Darío que “ser sincero es ser potente”. En este nivel se mueve Giovanni Rodríguez, quien identifica poéticamente lo que siente y lo nombra sin ocultar sus sentimientos: «Nunca mañana, / jamás el sueño de no amar cruzará la otra puerta, / la luz espera mi rostro caer hecho pedazos. / Despierta el corazón / de la infame oquedad que lo aprisiona, / vuelve a navegar el pensamiento / la misma extraña sangre de otros días. / Una promesa desde las horas bajas: / nadie ha de dormir en estos campos oscuros; los pequeños duendes labradores del sueño / yacen bajo las sombras frías. / Pernezco a las aguas insomnes de este río. / Pertenezco sin remedio a estas horas bajas».

Son bajas las horas porque no está junto al poeta el amor deseado y son bajas en un sentido más amplio –acaso periférico- por el contexto social y político de Honduras, su país natal. Bajas las horas porque los vientos no son favorables. Afrontar la vida y las adversidades desde todos los frentes –incluso el sentimental y amoroso- en un país golpeado por una realidad que muchas veces supera la ficción, puede poner al más valiente en la cuerda floja. ¿Será por eso que son bajas las horas? ¿O es solamente porque no está a su lado el amor ausente o perdido?

3. Claves de Las horas bajas.

Este poemario si algo tiene de impactante es la soledad. El yo del poeta, sacudido por la certeza de la soledad, trata de crear un espacio habitado tan sólo por la palabra, su única compañía. En este sentido podemos afirmar que estamos ante una poética de la soledad. El aeda rompe –y este es un dato importante- el hechizo de la soledad reconstruyendo en el poema la presencia de la amada. Es la única vía que le queda ante la ineludible verdad de su ausencia.

Otra variante de Las horas bajas es la desolación. Además de la soledad, hallamos una atmósfera terriblemente desolada. Este estado del alma, lo digo con un símil, es como un tornado –amoroso, existencial- que arrasa todo sin dejar nada a su paso, tras cuya devastación es difícil habitar de nuevo sin sentir que ya nada será igual. La amada no está donde tendría que estar: «si estuvieras aquí, si estuvieras aquí». «Llueve, hace frío / y mis besos quieren encontrarla; / siempre que llueve busco en los escombros».

El poemario trasuda melancolía. Esta constante atraviesa transversalmente el poemario. Es un sabor agridulce de aquello que, sea que se haya perdido, sea que se espere alcanzar, perturba la conciencia del artista. La melancolía, la nostalgia es propio de los poetas sensibles. Muchos de los grandes versos se han escrito en ese estado del alma. La melancolía es un sentimiento elegíaco –piénsese en las elegías de Hörderlin- que no niega lo que se es, por el contrario, lo reafirma.

Las horas bajas dan fe del vacío, de la tristeza, fatalismo y rebeldía. El poemario no es sólo una prueba de lo que en un momento determinado transmite el poeta, sino y sobre todo, es una obra que lo representa él; pero no sólo eso, representa una época, una generación: la de la juventud de inicios del siglo veintiuno de Honduras. «La hora llega, sin embargo, / en que las manos se cansan, / el amor se cansa; / hasta que un grito nos inunda la boca / y nos volvemos un grito, / y somos el eco apenas, / la golpeada huella». «Respiro la oquedad de este vacío: / múltiples lados de una sola agonía […] Evito pensar que sigo vivo, / que mi existencia es la forma de un olvido de Dios». «Soy una cicatriz del tiempo, / el odio acumulado de los días; / soy un grito nunca pronunciado».

4. No todo está perdido.

Antonio Machado en su poema “Olmo viejo” canta a un olmo al que, hendido por un rayo y prácticamente destruido, con las lluvias de mayo le salieron unos retoños. Las horas bajas, como el olmo viejo machadiano, deja entrever una rendija de luz y esperanza –y esta es la nota más positiva de la obra-, «La vida es verde […] Algo queda, es cierto, algo en las venas intenta repetir algún latido / alguna forma de vida».

Este hallazgo es fundamental, es, por decirlo de alguna forma, el diamante del poemario. Soledad, desencanto, melancolía, desolación, pero también «alguna forma de vida», algún retoño verde que indica que la vida continúa, que no todo está perdido aun cuando las horas sean bajas.

Las horas bajas es un poemario de una vibrante fuerza. El sesgo agridulce del tono de esta obra confirma la vocación de Giovanni Rodríguez como poeta. Los registros de su léxico y la frescura de sus composiciones lo sitúan en un nivel que brilla con luz propia entre los creadores de su generación en Honduras. Si conserva la fuerza de la poiesis como creación de una realidad nueva, recogeremos muchos frutos de su genio.

OLVIDO GARCÍA VALDÉS



Acabo de leer "Esa polilla que delante de mí revolotea", poesía reunida (1982-2008) de Olvido García Valdés. Galaxia Gutenberg - Círculo de Lectores, Barcelona, España, 2008. En este libro están contenidos sus poemarios "La caída de Ícaro", "ella, los pájaros", "Caza nocturna", "Del ojo al hueso" y "Todos estábamos vivos".

La primera impronta que extraigo es que la Poesía de la Experiencia alcanza en ella, después de Luis García Montero, su vértice. No sé qué pensará de esto Antonio de Villena, pero eso es lo que creo y defiendo yo. Si en García Montero sobresale lo biográfico y lo cotidiano, en García Valdés destaca por la diafanidad de su léxico. Esto es, su poética es la del discurso llano, simple. Podría decir, usando una analogía musical, sin pretender reducir años de trabajo, que toda la poesía de Olvido García Valdés es un sinfonía en la que se oyen todos los instrumentos de forma armoniosa, pero que cuesta distinguir uno en particular. Quiero decir que la poética de García Valdés es de lo sutil, de lo que pasa desapercibido para los que "no son músicos" de la gran sinfonía de la realidad.

La poeta musicaliza sus vivencias y lo hace con la palabra más común y corriente del hablante. Común, que no vulgar: "Levanta la tasa de / té y se la lleva a los labios". "Parece que habla sola, camina/ deprisa, aún es de noche, casi nadie/ circula por la calle, giro con el coche / a la derecha". "El moño prieto, cabello tirante / ciñendo la cabeza".

La realidad que cautiva a la poeta, es decir, las vibraciones de lo que acontece a su alrededor es lo que va al poema. Lo poético de poema no está tanto en el uso forzoso de la metáfora- que las hay como veremos al final de estos apuntes- como en la "experiencia vital" encerrada en el mismo. Lo que cuenta para García Valdés es la atmósfera de la "obra" que es el poema y no tanto los fuegos artificiales. Obra que puede no estar terminada deliberadamente para que el lector pruebe la miel, mas no toda. Cada poema viene a ser un fragmento de lo cotidiano, cuya gracia está en inmortalizarlo con la palabra y en la palabra poética. Dice la autora: "Considero mi escritura realista, quiero decir literal. El brillo o la fulguración sombría de una metáfora pasan en todo caso por la literalidad". Esto es fundamental para una lectura crítica de la autora.

García Valdés versa la verdad de lo real y va armando un retablo de experiencias que terminan configurando el compendio de su poesía. Dicho con otras palabras, la poeta asume su oficio como el arte de la verdad. Narrar poéticamente lo real, sin falsificarla, es el papel de esta mujer que ha asumido el compromiso de embellecer el mundo con la poesía: "Lo real dice yo siempre en el poema, / miente nunca, así la lógica".

Sorprende positivamente la ausencia de destellos sexistas o de género. Esto, a mi juicio, le da un carácter neutral a su obra y, por consiguiente, un talante que la distingue. Olvido García Valdés está más por el arte de la palabra que por otros motivos ajenos a la literatura.

Al pensar en el quehacer de Olvido García Valdés no puedo menos que pensar, aunque sea sólo de paso, en Blanca Varela, poeta peruana. Las dos construyen una obra que las distingue por la sobriedad y la transparencia. En fin, sería como para hacer una lectura comparada.


Algunos versos que me deleitaron y que no olvidaré:

"Y solo y lejano, el aullido / como un banco de niebla esfumándose".

"El espacio del bosque / es corazón".

"No duele el nacimiento, a pesar / de la ácida luz de algunas horas".

"Lo único / que importa es siempre lo imposible".

"Terminada la juventud / se está a merced del miedo".

"Donde hay agua / hay misterios".

"Las heridas que heredé son mi tesoro".

"Una buena esperanza nodriza de la vejez".

"La dicha no eleva / si no cae / como una lluvia mansa".

"La vida puede ser elástica / si se sabe escuchar, hay que escuchar por dentro".


Algunas imágenes o metáforas literarias pueden, como estrellas fugaces, ser vistas con placer:

"Escuchar la sombra, / como un ovillo, escuchar la sombra".

"La muerte siempre es de frío".

"Siesta del verde, / ahogo de luz húmeda y baja"

"La soledad el rojo bajo el cielo".

"Azul es la dulzura".

"No llega ruido cuando rumia la roca, / la desgarrada luz".

"La flor de la muerte florece una vez".

"Sordas y ciegas, hacen música -una lira, una flauta-".

"Verdor de alegría agria".

"Mal ventilado sabor y la dulzura angosta".


El punto más crítico, a mi juicio, de la escritura realista o literal de Olvido García Valdés, no está tanto en el estilo narrativo ni en los recursos con los que orna su poética, tanto cuanto en cómo entiende ella esa literalidad. La poiesis, tal como la entendían los griegos, es creación, fuerza creativa, propulsada por el Eros como pasión inspiradora. La poiesis no retrata la realidad, la inventa, la recrea. La poiesis da lugar a una nueva realidad, la del poema. Eso por un lado. Por otro lado está la mimesis, que es imitación de la realidad, calcar la realidad sin el dinamismo de la poiesis. La mimesis está muy vinculada a lo real tal como aparece ante la vista, tal como se presenta al poeta. Mimesis y literalidad es, en cualquier caso, lo mismo. Por tanto, si García Valdés se declara abiertamente una escritora de la realidad literal, se concluye, según el pensar de los antiguos griegos, que su escritura es mimética. ¿Quiere decir que la escritura o la poesía mimética no es creación? No negamos eso, afirmamos que es imitación, copia de la realidad. Pero ¿es menos una que otra? La distinción y el sentido de poeisis y mimesis es de suyo la mejor respuesta.



Estos apuntes no pretenden más que dejar constancia de una lectura, de un encuentro con Olvido García Valdés en este año 2008 que concluye. Su poesía viene a poner una parte al retablo de la poesía actual española que podrá gustar o disgustar. Pero de que es un hecho que esta mujer tiene una voz propia lo es. Si no, paso al tiempo.


miércoles, 10 de diciembre de 2008

CONSTANTIN KAVAFIS



Alejandría, Egipto, 1863. Su estilo es sobrio, sencillo, con las justas y necesarias metáforas. Se inspira generalmente en personajes y hechos de la antigüedad greco-romana lo que da a su poesía un aire culto, que al lector le exigirá estar atento al dato mítico e histórico para comprender el móvil inspirador del autor.

Kavafis es un poeta de la sensualidad, de los cuerpos, de los sentidos que animan el placer amatorio. Con todo ello, el poeta posee el influjo del cristianismo, y, en todo caso del pagnismo. Digamos que su contacto con lo "sacro" o "religioso" se da sólo lo necesario como para dicir algunas máximas o para yuxtaponer los dos universos a la vez. "Ya que no puedes labrar a placer tu propia vida, / al menos intenta tanto como puedas / no degradarla" (Tanto como puedas). "Un marido ahogado en los abismos del mar. / Ignorante, su madre enciende / un cirio frente al icono de la Virgen" (Oración). "Rafael, tus versos, ya sabes, deben ser escritos / para que contengan algo de nuesra vida en ellos" ( Para Ammón). "He mirado tanto la belleza / que mi vida rebosa de ella" (He mirado tanto). "Yo soy Ignacio, lector, que sentó su cabeza muy tarde, pero que incluso así, de esa manera viví diez meses felices en la paz, en la seguirdad de Cristo" (La tumba de Ignacio). "Jesuscristo, trato continuamente / en cada pensamiento, palabra y accion, / trato de guardar los mandamientos de tu santa Iglesia; y me aparto / de todo aquel que te niega; pero ahora lloro: / me aflijo, oh Cristo, por la pérdida de mi padre / aunque fuera -tan terrible como es decirlo- / sacerdote de aquel templo de Serapis" (Un sacerdote en el templo de Serapis).

Comprometido con el arte, Kavafis, expone con libertad de pensamiento su visión de la vida. Se sabe artista de la palabra y lo hace con una naturalidad escandalosa. Sin doblez de ninguna clase. "Dejad que me someta al Arte: / el Arte sabe cómo crear las formas de la Belleza, / casi imperceptiblemente completa la vida / combinando impresiones, casando día con día". (He traído al Arte). "Oh dioses, haced que los viejos que parlotean sobre la moral / nunca vean esos versos: sobre una manera especial de placer sexual / la clase que conduce a un condenado, yermo amor. (El teatro de Sidón).

Hay versos memorables, dichos como sentencias practicamente: "Mas, la felicidad trae menos alegría de lo que uno espera" (cuando el vigía vio la luz); "El que espera crecer en espíritu / tendrá que trascender obediencia y respeto" (Crecer en espíritu).

Localización tierra natal, República Dominicana