martes, 15 de enero de 2008

ENTREVISTA “Los poetas son la voz del pueblo",

Por el poeta Giovanni Rodríguez, del colectivo mimalapalabra, Honduras.
2007
2007

www.laprensahn.com

PUBLICADA EN EL DIARIO LA PRENSA, HONDURAS, EL DOMINGO 13 DE ENERO DE 2008

¿En qué se diferencian el Fausto sacerdote y el Fausto escritor? Lo primero me lleva a lo segundo. Es como un médico que ejerce en su consultorio y luego hace algún deporte. Dos planos distintos para un objeto. ¿Conviven en armonía su temperamento cristiano y su temperamento artístico?

Sin duda, como el agua mezclada con el vino. Si le damos un vistazo a la historia del arte, nos vamos a hallar con la agradable sorpresa de que, tanto en la plástica como en la arquitectura, la música y la creación literaria (poesía concretamente), ha habido de forma casi natural una fusión tal entre fe y arte que no veo yo que exista contradicción.

¿Con qué debe estar comprometido un escritor?

Con su oficio. Un escritor que no se dedica de lleno a cultivar su talento, a perfeccionar el espíritu, difícilmente podrá lograr una obra acabada. Hacia afuera, el escritor debe rescatar lo verdaderamente humano, el sentir de su época y plasmarlo en la página. Los griegos y los romanos escribieron la vida, los hechos, la historia, los anhelos espirituales de su tiempo y nos lo legaron en sus obras inmortales. Los que tienen vocación de escritores, en cualesquiera de sus manifestaciones, tienen el deber inclaudicable de ser testigos de su época. Los poetas son la voz del pueblo.

¿Qué es la literatura? ¿Qué es Dios?

La literatura es una forma de recrear, de reinventar el mundo con la imaginación. Dios, en términos filosóficos, el Ser, el Absoluto; en términos teologales, el Creador, el Padre que comunica al mundo su amor infinito.

¿Qué opinión le merece la más reciente generación de poetas y narradores hondureños? ¿Cree que se está diciendo algo verdaderamente nuevo o es sólo una fábrica de espuma condenada a la desaparición inmediata?

En mis diez años de estancia en Honduras he seguido de cerca a la generación de "poetas emergentes", para usar los términos del animador cultural y poeta Salvador Madrid, y me hago la idea de que las obras publicadas en poesía apuntan a obras mayores, más serenas y profundas. No hay nada nuevo bajo el sol, reza el adagio, pero no cabe duda de que cada uno de los autores jóvenes trata de plasmar su propia visión del mundo y el arte literario, aunque sea de forma incipiente e inacabada. En este sentido, eso sí es nuevo.

Además de la poesía, usted ha incursionado en la crítica literaria. ¿Cuál es su diagnóstico acerca de la actual literatura hondureña con respecto a la literatura mundial contemporánea?
Para Pablo Neruda, lo particular es una forma certera de universalización. En este sentido, no es menos narrativa la de Julio Escoto, Armando García, José Bográn, entre otros, que la de cualquier premio Planeta, Alfaguara o Casa de las Américas; ni es menos poesía la de Óscar Acosta, Roberto Sosa, Rolando Kattán o Giovanni Rodríguez, que la de uno de los poetas de la Poesía de la Experiencia de España o uno de los poetas del movimiento interiorista de República Dominicana. Cuanto más auténticos seamos, cuanto más valoremos lo hondureño, en consideración al pensamiento nerudiano, más universales seremos. El último libro de José Adán Castelar, "Cauces de la última estación", 2007, por poner un ejemplo, es una obra maestra que se sostiene de pie y compite, en términos genuinamente poéticos, con cualquier obra de poesía contemporánea o clásica.

¿Qué aspectos considera indispensable abordar a la hora de criticar una obra literaria?

Conocer el texto y contexto a fondo, leer en distintas claves al autor en cuestión, comparar, si fuera posible, la obra con otras publicadas por el mismo. Si la obra se enmarca en una generación o corriente literaria, también hay que tomarlo en cuenta. El crítico debe ser sincero e imparcial, riguroso. La crítica literaria es una forma de recrear, de ahí el género ensayístico, la obra en cuestión.

Ha dicho que "no hay que frustrar espíritus". ¿Qué sería lo contrario a eso: aplaudir la necesidad de expresarse de cualquier individuo, aunque carezca de recursos artísticos, o aclararle el panorama para que en el futuro no meta las de andar?

Los jóvenes escritores y poetas -así empezamos todos- en sus primeros vuelos son proclives a movimientos erráticos, pero después, los que verdaderamente tienen el genio para cultivar el oficio en todo rigor, terminan planeando libremente con profesionalismo y estilo propio. Hay que dejar que vuelen, pero afinando bien el instrumento. A eso me refiero con "no frustrar espíritus".

¿Cuál es la diferencia entre escribir bien y hacer literatura?

Un periodista, por ejemplo, puede escribir bien y no necesariamente tiene que ser un literato. Éste, en cambio, tiene que escribir como el periodista y, además, usar la imaginación y todos los recursos y técnicas para crear la obra de arte.

¿Qué opina de quienes publican libros, se hacen llamar escritores y ni siquiera han aprendido a redactar?

Tengo un hermano que canta karaoke, imita a cantautores, sigue la pista y el compás, y lo hace bastante bien, pero no es artista. Aunque pretenda ser Juan Luis Guerra o Juanes, siempre será un cantante de karaoke.

Como abanderado del movimiento interiorista en Honduras, ¿cree que su poética ha sido adecuadamente exteriorizada en este país?

En mi opinión sí, pero no del todo. Sí en lo divulgativo y expositivo. La Poética Interior ha sido divulgada oral y escrituralmente en periódicos, en la revista CriticArte, en conversatorios en el Centro Cultural Sampedrano, en colegios y universidades. No del todo por la poca producción poética en una década de tintinear la estética interiorista. Poca, pero suficiente para empezar con tentativas como "Muestra poética: los novísimos"; "Horizonte que me toca" y "Voz en el agua" de María de los Ángeles López; "La otra latitud", "Ínsula presentida" de quien suscribe; más la "Antología mayor del movimiento interiorista" puesta a circular en octubre de 2007 en San Pedro Sula. La obra poética "Morir todavía" de Giovanni Rodríguez, también está, por los hilos que la tejen, bajo la égida del movimiento interiorista.

¿Existen dentro del Interiorismo escritores de esos denominados "malditos", o en las filas de este movimiento sólo hay lugar para beatos y personas decentes?

El movimiento interiorista aglutina a artistas de cualquier condición, siempre que sus ideales, por antagónicos que sean, exploren la dimensión trascendente de la realidad en cualquier orden, esto es, el metafísico, el mítico y el místico. En el movimiento interiorista hay poetas de la angustia, inconformes, inencasillables, rebeldes, inadaptados, bonachones, etc.

En todos sus libros publicados la experiencia mística se percibe como un elemento importante. ¿Cree, como Platón, que a los poetas les es "revelada" la verdad? De ser afirmativa su respuesta, como creo que lo es, ¿asumiría de buena gana su expulsión de la república de las letras en favor de su incursión en la república de Dios?

¿Qué serían las letras sin el halo de lo divino, de la trascendencia? ¿Qué el pensamiento platónico sin el mundo de las ideas divinas? Si se van los poetas de ese territorio, ¿quién se encargará de revelar la verdad? ¿Qué sería la poesía sin San Juan de la Cruz, Reiner Maria Rilke o Rabindranath Tagore? Aceptaría ser expulsado si no me suscribiera, para decirlo con san Agustín, a la Ciudad de Dios.

¿Ha leído al Marqués de Sade, a Henry Miller, a George Bataille? Éste último consideraba los burdeles como sus auténticas iglesias, quiso ser sacerdote en su juventud, pero perdió su fe a los 25 años. ¿Qué opinión le merece?

No los he leído. En los últimos quince años me he concentrado más en la literatura grecorromana, con la manía de ir a las fuentes, al origen de nuestra cultura occidental; en la poesía española, hispanoamericana, centroamericana y caribeña. He ido terciando con novelas, pero confieso que tengo una deuda con muchos autores universales y, en particular, de mi país, República Dominicana.

¿Alguna vez ha sentido, por un instante al menos, perder su fe?

Perder la fe no, la motivación sí. He tenido muchos momentos de alegría indescriptible fruto de mi vivencia de fe que me han reafirmado en la vocación misionera. Pero también he tenido momentos de decepción y desánimo.

¿Qué opina de la verdad? ¿Es única? ¿Cree, como Vargas Llosa, que la literatura es una mentira que dice la verdad?

En literatura y en las artes nada es absoluto, cada artista aporta un trozo de verdad. Baste pensar, por ejemplo, en el impresionismo, el cubismo o la pintura abstracta. La verdad absoluta sólo está en Dios, la verdad que nos acerca a Dios y "nos hace libres" "se hizo carne" y la verdad que nos deleita en una obra se hizo arte.

El sacerdote y las letras

Fiel a su condición clerical y apelando a la palabra como arma de defensa, Fausto Leonardo Henríquez responde a esta entrevista de mimalapalabra en su edición 28. Para él la literatura es un deporte que le permite "reinventar el mundo con la imaginación" y los falsos escritores son como cantantes de karaoke que se creen artistas mientras dure la melodía. Poeta, narrador y ensayista, también ha sido promotor cultural durante su permanencia en San Pedro Sula. El pasado diciembre salió del país para radicarse en España y continuar su trabajo con la Iglesia, pero antes quiso dejarnos estas respuestas escurridizas que hablan, entre otras cosas, de libros y de Dios, de la fe y la verdad, del compromiso y de la crítica literaria.


jueves, 10 de enero de 2008

SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ

Octavio Paz ha escrito un tomo completo acerca de Juana Inés de la Cruz, una monja intelectual de Nueva España, de origen mexicano. Paz nos da su visión histórico literaria de la brillante Sor Juana Inés.
Hubo otra mujer, también monja, Sor Leonor de Ovando, de principios del descubrimiento, que destaca por ser la primera mujer poeta en habla castellana. No fue tan prolífica como Sor Juana Inés ni tan brillante, juzgo yo, como ésta. Pero sí tiene el mérito de iniciar la aventura femenina en suelo criollo.
Sor Juan fue una monja de convento dedicada al estudio, a la piedad y a la escritura. No es nada extraño que en un convento haya figuras inclinadas a las Humanidades. Es sabido que la cultura grecolatina entró a Europa, a Occidente, por el filtro de los monasterios, o sea, por mano de los monjes que tradujeron incontables obras primitivas y que son, hoy por hoy, el sustrato de la cultura occidental. Las familias nobles del Medioevo educaban a sus hijos en los monasterios. Allí, para entonces, reposaba la ciencia y el conocimiento más importantes y no eran pocas las familias de prosapia que se interesaban en adquirirlos.
Sor Juana Inés, de este lado del mar, en el mundo nuevo en el que se radicaban las familias nobles, aprovecha la coyuntura conventual para, sin ser consciente de ello, continuar la tradición humanista de los monasterios. El convento fue su nido espiritual y su soporte intelectual.
Sor Juana escribió romanses, villancicos, sonetos, poemas de ocasión como Neptuno Alegórico, silvas (El Sueño) su más sobresaliente y original creación; y obras de teatro (Los Empeños de una casa); autosacramentales entre los que sobresale El Divino Narciso, uno de los más interesantes poemas largos en el que recorre la vida y mistero de Jesucristo: “Su muerte a mostrar el fruto / de aquel misterioso Grano / que escondido en lo profundo / pareció muerto, y después / tantas espigas produjo”. “El mismo quiso quedarse / en blanca Flor convertido”.

Ser monja e intelectual le acarreó críticas, pero también aplausos. Sus más de veinte años en el convento San Jerónimo los pasó estudiando y leyendo, esta fue su vocación primera, pero también llevaba una vida de piedad fuerte, acorde a las reglas conventuales de la época. No fue una libre pensadora, sino una libre creadora.

VILLANCICOS PARA LEER EN NOCHE BUENA

He escrito unos villancicos para leer el día de Noche Buena, en los días de Navidad. Se los dedico a Carla y Diana Lemus y a Cinthia, Michel y Eduardo Panayoti; Melissa, Miguel y Tania que han crecido al calor de la fe cristiana. Feliz Navidad para ellos y sus padres.

Nanvidad: Nació Diosito, / dulce Niño./ ¡Canta pastorsito! / Estrella titilante / detiene la noche;/ nace Sol brillante.// Ángeles tocan,/ cantan glorias al Niño,/ los Reyes lo invocan.// María al bebé / arrulla con ternura,/ abre los ojitos y la ve.// Ella medita./ El Sol recién nacido,/ la alumbra con tierna luz.

Repiques de campanas: Hoy es Noche Buena, tocad las campanas,/ ponedlas a volar, hacedlas hablar/ hasta que amanezca, no dejen que respiren.// Pascua de Navidad, oh dulce noche/ cuyo portal inmortal Luz irradia/ y hace temblar a las tinieblas.// Reyes al Rey del cielo adoran./ La estrella descansa gozosa,/ mientras mira al Tierno Niño.// La Madre contempla la Luz,/ acurrucada en sus brazos, calientita/ al calor de su pecho virgen.// Las campanas continúan sus alegres repiques,/ mientras las gentes ven brillar/ en el regazo de María el rostro de Dios.

Nacimiento: Padre, hoy me hago carne, hoy conjugo/ el tiempo con la eternidad, sin/ estridencias.// Padre, no hallamos posada, ni corazones./ Ya van a ser las doce, Mamá se queja,/ la burrita resuella, José silba salmos.// Padre, ya voy a alumbrar, voy a ser Luz,/ voy a dar luz. Mi Madre se duele, sus manos/ me sostienen y serenan. ¿Ya puedo ser gloria?// Ese seno es el cielo, Padre. Cielo materno, Padre./ ¡La cuna, el pesebre, los brazos, ya salgo! / ¡La burrita, el buey y la mula, la paja, José, los pastorsitos,/ la estrella! // José, sostenme, alumbradme Madre,/ que Virgen te quiere mi Padre.// Agua pura, el líquido santo,/ Jordán del Espíritu tus entrañas inmaculadas,/ oh, Madre. Así te quiere mi Padre.// Hijo, ¡ven fuera!, sal ya para que huya/ la oscuridad. La estrella solloza/ ahí en lo alto, esperándote. Es tarde y hace frío./ Ven Sol a prender fuego al mundo.// Esposa, sé causa de nuestra alegría./ El buey, la mula, la burrita, la estrella/ y los pastorsitos están embelesados en este Tabor./ Trae ya al Salvador./ ¡Puja, Madre, que nace Dios!/ Tengo ansias de ser. Me muero por vivir./ ¡Puja, Madre, que sólo el amor me hace nacer!

TÉCNICA E IMAGEN DE LA POÉTICA INTERIOR

Los afiliados a nuestra estética se cuentan por docenas. Sin embargo, los nombres de los poetas más sobresalientes de la estética interiorista son, a mi juicio: Pedro José Gris, Julio Adames, Sally Rodríguez, José Frank Rosario, Yky Tejada, Ramón Antonio Jiménez, Tulio Cordero, José Acosta, Óscar de León Silverio, Guillermo Pérez, Güido Riggio Pou, Fausto Leonardo Henríquez, Ángel Rivera Juliao, Carmen Pérez Valerio, Roberto José Adames, Argelia Aybar, Fray Pablo de Jesús, Teodoro Rubio, Juan Miguel Domínguez, Jaime Tatem Brache.

1. Distintas rutas y un puerto común: la interioridad trascendente. La actividad creadora de todos los autores arriba mencionados –conservando su singularidad y su visión única como poetas- tiene como eje transversal la realidad trascendente. Es decir, esa peculiar forma de aplicar la técnica de mirar desde el interior de las cosas aquella otra realidad que trasciende el territorio de los sentidos comunes. Los cultores del Ideal Interior, como los organistas de catedrales, tocan todos los registros: místicos, míticos y metafísicos. Esas tres vertientes son los filones sobre los que construyen su obra los antologados, cada uno con su sello de originalidad, con el objeto de –como decía Hörderlin- “hacer llegar al pueblo envuelto en cantos el don celeste”.

Los poetas interioristas apuntan a lo esencial, a aquella sustancia permanente de las cosas. La Poética Interior, lejos de promover el juego de palabras, recupera del sentido profundo del bello decir, devolviéndole a la palabra lo que la poesía social y la poesía experimentalista le arrebataron en su momento y lo que el vacío de la época le ha quitado a la conciencia creadora.

El Interiorismo plantea un discurso nuevo, un método nuevo de hacer y de crear poesía, no tanto para agradar al oído y complacer a contertulios, sino para exponer los hallazgos de la conciencia y de la intuición humana en su búsqueda profunda del sentido de lo existente y de lo absoluto.

Hemos pasado –y esta antología es nuestro mejor aval, por no decir las sustanciosas obras publicadas de los interioristas- de las teorías a los hechos consumados. Más que demostrar una teoría, pasados ya dieciséis años, les mostramos –sin aire de grandezas- las riquezas de nuestro tesoro, y se las damos como legado a esta generación y a las venideras.

2. Un aporte fundamental del Interiorismo: la imagen. El Movimiento Interiorista, como el Romanticismo o el Modernismo, ha creado su propia imagen. Esta es, a saber, “verinto”, neologismo que significa que en el interior de cada cosa hay una fuerza, una verdad profunda y trascendente, una sustancia intuida o revelada –no siempre explicable, al decir de Gris, con nuestras palabras- que te atrapa en el poema y no te suelta. Ejemplos: “Oh río, oh templo donde mis ojos de agua / beben lo que olvidan” (Oda a una nube, Pedro Gris). “Invisible oropéndola rozándome la carne / invisible” (Huésped en la noche, Julio Adames). “Déjame entrar en tu hondura / conocer el rubio resplandor / de tus heridas” (La oración, Sally Rodríguez). “Hazme lugar / en la ceniza / de los mil abismos de tu nombre” (La noche, Dios, los astros, José Frank Rosario). ¿Acaso no vuelve la llama sobre sí misma? ¿Y no grita el ave cuando sobre su sombra vuela?” (Lagartos fugitivos, Yky Tejada). “El mar es sólo la acumulación / del llanto” (Angustia, Ramón Antonio Jiménez). “¿Será tu voz, oh Dios mío, / aquel silencio / que rutila en el abismo?” (Aquel silencio, Óscar de León Silverio). “Me espera la lluvia detrás de la vida” (Aquí no ha pasado el tiempo todavía”, Jaime Tatem Brache). “Ven / Que mis manos se abrasan / y esta sed se hace honda” (Esta sed, Tulio Cordero). “Temprana antigüedad de albor reciente / tus ojos guardan” (Pantocrator, Juan Miguel Domínguez). “He escrito la palabra profundo / y ha nacido un pozo en mi papel / donde cabe el mundo” (Transformación, José Acosta). “Al verte llego hasta tu parto en la aurora” (Indio desnudo, Fausto Leonardo.

PINTURA: MUSEO NACIONAL

Hoy nos vamos a centrar en la pintura. El arte forma parte de la memoria de los pueblos. Qué seríamos sin arte, sin los artistas que nos comunican experiencias del alma.

Recientemente estuve en Tegucigalpa. Con motivo de dicho viaje saldé una deuda que tenía desde hacía mucho tiempo: visitar el Museo Nacional. Empecé mi recorrido por el primer piso en cuyas vitrinas se exhibían vasijas de barro de los mayas y objetos religiosos antiguos.
De todas las obras situadas en el primer nivel, la que me sedujo fue “El ángel del Micht” de Juan Murgi. La centralidad del ángel que baja del cielo, iluminado por una impronta de luz dorada y divina, sus alas desesperadamente abiertas, y sus manos extendidas hacia abajo –en un gesto solidario sin límites– al rescate de la figura humana, es verdaderamente conmovedor.

En el segundo piso, caminaba lento y comtemplativo, me sorprendió el cuadro “Las Monjas” de Pablo Zelaya, pintado al óleo. Dos monjas, al parecer de clausura, con cofia celeste tierno, clarito, caída serenamente sobre las espaldas les dan una impronta espiritual llena de paz.

Las dos monjas, jóvenes, de pie una, sentada la otra, tienen en sus manos unas partituras, las cuales leen al desgaire junto a un violín que yace sobre su estribo en el suelo, y a un arpa, al centro de ambas. Los dos instrumentos son de fina y delicada melodía.

La claridad del cuadro crea una atmósfera espiritual, trascendente y mística. El rostro dulce de la monjita que lee su partitura sentada es soberanamente bello y la luz le angeliza su figura femenina haciéndola aún más atractiva.

Llama la atención el corazón que cuelga sobre el pectorín blanco que cubre su pecho. En sus manos delicadas, la partitura, y más arriba, a la altura del pecho, justo en el lado izquierdo, pende el corazón como una medalla que habla.

Otro cuadro de una belleza extraordinaria es el “Contemplado”, firmado por Matute, oriundo de San Pedro Sula. Representa la caída de Cristo con la cruz. Es la silueta al desnudo, sin detalles de rostro. Sus dos rodillas en el suelo y su mano izquierda aliviando la caída y con la otra mano asiendo la cruz, imprimen al cuadro una auténtica escena de la Pasión de Cristo. Es una figura sufriente y solitaria. Es un Cristo solo, sólo con su cruz a cuestas. Es, en verdad, para contemplarlo.

Hasta no ver…

En el nuevo libro de Armando García, “Hasta no ver…” (Munir XXI Editores, San Pedro Sula, América Central, 2007) hallamos una pieza fundamental de la idiosincrasia catracha, compuesta de una serie de narraciones cortas, escritas con deleite y viveza.

El uso de la palabra es criollo, es decir, muy hondureño, entendible y ágil. El léxico creativo de “Hasta no ver…” es característico de nuestro autor quien, no sólo escribe con garbo, sino que seduce con su palabra y su sentido del humor.

El estilo que presenta “Hasta no ver…” es fresco, encabritado y chispeante. Se sale del formalismo del cuentista tradicional que teme crear nuevos sentidos semánticos con las palabras.

En el conjunto de “Hasta no ver…” hay una crítica, a menudo hecha con fina ironía, a estamentos sociales –el militar, el judicial- los cuales tienen, de suyo, una tradición empañada por las excentricidades que les permiten sus fueros internos.

Asimismo, “Hasta no ver…” lleva a la hoguera la controversial actividad humana, la política. El autor lo hace rescatando la vida de personajes de leyenda de la tradición política popular hondureña.

Por otra parte, “Hasta no ver…” cuenta hechos rurales –muertes, venganzas- que se convierten en mosaicos imaginarios y que, a su vez, perduran en la memoria colectiva y literaria. Como ejemplo cito el cuento “Como a la una de la tarde”, para mí una historia muy bien contada. O la de “Nadie lo duda, el finado murió ahogado”.

La nueva obra de Armando García oscila entre lo real y lo imaginario. Los personajes que construye el escritor son tan reales que uno los siente como parte de la vida. Un ejemplo claro es la conmovedora historia de un salvadoreño –“Chero, el Guanaco”- que prosperó de la nada y termina en la nada. Otro ejemplo más real aún que el mencionado es el cuento “Una historia mojada” y que retrata el espíritu obsesivo de los que se van de mojados a EUA.
El látigo también se estrella en el lomo de ese misterioso fantasma que se escabulle en las estructuras de poder, el narcotráfico –“Cómo pasa el tiempo”-.

“Hasta no ver…” es, en definitiva, un libro que, a fuerza de ser claro, retrata el ser y el hacer de los hondureños como pocas veces he leído. Quien lea “Hasta no ver…” puede decir que “se echó un sorbo grueso, exhaló un placentero ¡aj!, de cura en misa”.

CULTORES DE LA BELLEZA

Ningún ser humano puede sustraerse a la belleza, venga ésta de donde venga. Uno queda prendado de sus efluvios como si de un encanto se tratara. Todos andamos buscando goce, el disfrute, la felicidad. Unos se enredan en las marañas de los sentidos y en vez de saciar su hambre de plenitud, se hunden en el vacío de su existencia; y otros, a tientas y con riesgo de despeñarse, orillan el misterioso sendero que hace feliz el espíritu insatisfecho del género humano.

San Pedro Sula, y esta es la paradoja de una ciudad en despunte que presume de niña-mujer, conserva un secreto apego a las artes y un callado grito de pasión por las cosas que elevan el espíritu a otro estadio, a otra esfera en donde lo grotesco y perverso se pierde por unos momentos.

Los sabios orientales y los místicos han visto en la flor del loto, el nenúfar, que crece en el fango, un misterioso indicio de que la belleza puede emerger hasta en los lugares más insólitos e inesperados. No es extraño, pues, que en Honduras, que está hasta el cuello de “sangrientas amapolas” y hediondos fangales, surtan nuevos talentos que pongan de manifiesto la aparición súbita y gozosa de la belleza.

Intuyo que en el inconsciente colectivo hondureño, me atrevería a decir que es algo que está en toda raza y pueblo, hay un deseo profundo de encontrar el sentido de la vida y los pintores, concretamente, lo manifiestan en sus obras. En un nivel más llano nos vamos a encontrar con artistas de la plástica que basta sólo un deslizamiento hacia una academia de Bellas Artes par que adquieran técnica y dominio del oficio de pintores.

El pasado 28 de noviembre, 2006, asistí al Teatro Francisco Saybe, con motivo del II certamen de pintura para jóvenes, organizado por la Alianza Francesa. Al repasar las obras pictóricas de los noveles artistas, unos treinta, fui anotando apreciaciones en mi agenda. Me atraparon con sus pinceles Zaida Z. y Rolando R. Sus obras apuntan a la gran pintura y su técnica rompe los lugares comunes y manidos de quienes auscultan la belleza.

Hubo, ciertamente, muchas más obras con hallazgos interesantes de pintores en agraz que, sin duda, a fuerza de frotar en la paleta el pincel y la espátula, despertarán al genio que les hará cumplido a los deseos más genuinos de atrapar a la esquiva diosa de la Belleza.

ARROYO DEL BOSQUE

Este artículo fue publicado en La Prensa hondureña en los días de la muerte del papa Juan Pablo II

Sería impensable que un columnista estos días sea indiferente a la gran conmoción que ha causado la muerte del Papa Juan Pablo II. Aun más, un buen observador sería incapaz de obviar en sus escritos cómo este acontecimiento ha removido la sensibilidad de cristianos y no cristianos alrededor del mundo.

La muerte de Juan Pablo II ha paralizado la boda del Príncipe Carlos, ha paralizado partidos de bútbol, ha hecho gemir y compungir a millones de cristianos de los cinco continentes.
A mí siempre me llamó la atención la cercanía con la juventud. Fue un gran amigo de los jóvenes. Tenía un imán para ellos. Muchos fuimos cautivados por sus mensajes de esperanza. Nunca se proclamó a sí mismo, sino a Jesucristo como el camino, la verdad y la vida. Eso lo hizo un auténtico mensajero de Dios. Nunca se aprovechó de los jóvenes, al contrario, los alentó y animó para que sean coherentes.

Desarrolló el diálogo interreligioso entre las religiones del mundo, oró con los que son diferentes en su fe y marcó hitos en la búsqueda de la unidad de los cristianos. Eso también es un gran avance.

Defendió las etnias, a la mujer, las culturas de los pueblos, la justicia y la paz. Esto es fácil decirlo, pero nada fácil hacerlo, y sin embargo, Juan Pablo II lo hizo, prueba de ello son sus grandes documentos acerca de las cosas temporales.

Abiertamente se opuso a las guerras y propuso la concordia de los pueblos. Mantuvo el talante respecto a las nuevas corrientes que amenazan a la moral y a las buenas costumbres.
El Papa Juan Pablo II fue deportista, literato, teólogo y místico. Imagino que las cosas debieron suceder así en ese orden. Transcribo un fragmento de uno de sus poemas místicos más selectos: “La bahía del bosque baja / al ritmo de arroyos de montaña, / en este ritmo te me revelas, / Verbo eterno. / Qué admirable es tu silencio / en todo desde que se manifiesta / el mundo creado… / que junto con la bahía del bosque / por cada cuesta va bajando… / todo lo que arrastra / la cascada argentina del torrente / que cae rítmicamente desde las alturas / llevado por su propia corriente. / Llevado, ¿adónde? / ¿Qué me dices, arroyo de montaña? / ¿En qué lugar te encuentras conmigo? / Conmigo que también voy de paso –semejante a ti… ¿Semejante a ti?”

Localización tierra natal, República Dominicana