lunes, 22 de octubre de 2012


Fausto Leonardo: “'Gemidos del ciervo herido' son el desgarro de quien descubre a Dios y sufre porque no lo alcanza del todo”


El sacerdote dominicano de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, ganador del Premio Fernando Rielo de poesía mística de 2009, presenta su libro en la Universidad Católica de Valencia

16/10/2012

 Noticia extraída de la página de la UCV (https://www.ucv.es/noticias_2012.aspx

José Luis Sánchez, Vicerrector de Extensión Universitaria y Cultural, ha presidido el acto. En la imagen, al lado de Juana Sánchez-Gey, Directora del Aula de Pensamiento Fundación Fernando Rielo; y de Ana Isabel Mercado, autora del cuadro ?Por Amor?, que ilustra la portada del libro.

El sacerdote dominicano de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl Fausto Antonio Leonardo Henríquez, Vicario de la parroquia Nuestra Señora de Monteolivete de Valencia y autor del libro “Gemidos del ciervo herido”, ha asegurado que “el amor de Dios está alcance de todos, sin condición, no es privado ni exclusivo para algunos que son premiados. Todos podemos conocer el amor de Dios y experimentarlo”.

El poeta Jaime Siles también ha participado en el acto de presnetación de la obra.

De igual forma, ha considerado que “la comunión con Dios, el expresar esos sentimientos y emociones interiores son un don de Dios, y si lo tenemos hay que explotarlo”. Estas palabras las ha pronunciado durante la presentación de esta obra galardonada en el año 2009 con el Premio Fernando Rielo de poesía mística.
El acto, celebrado en el Aula Maior del Campus de Valencia-Santa Úrsula, ha sido presidido por José Luis Sánchez, Vicerrector de Extensión Universitaria y Cultural, y ha contado con la participación de Jaime Siles, catedrático de la Universitat de València, poeta, ensayista y crítico literario; Juana Sánchez-Gey, Directora del Aula de Pensamiento Fundación Fernando Rielo; y Ana Isabel Mercado, artista, educadora y autora del cuadro “Por Amor”, que ilustra la portada del libro.
Preguntado por el título de la obra, Leonardo Henríquez ha subrayado que lo ve desde el punto de vista del “cristiano que busca y desea amar a Dios con intensidad y lo intenta y no puede y se siente desgarrado o herido”. Ocurre que “el amor de Dios te alcanza, pero uno descubre que no lo vive del todo y no llega plenamente y sufre, de ahí los gemidos de ese ciervo herido”, ha añadido.
“Tener hambre de Dios y no saciarse de todo; querer estar en comunión con Dios y todavía no estarlo; anhelar verlo cara a cara, pero todavía no. Creo que la única cosa que podrá curar esa herida será ver a Dios cara a cara y ese momento será especial”, ha expresado para explicitar lo místico de su obra.
El sacerdote poeta ha manifestado que fue la “experiencia de Dios” lo que le llevó a escribir. La vida de oración, los ejercicios espirituales, “en los que el alma está más porosa y dispuesta a comunicarse con el Señor y a asentar la mente y el corazón para tomar aquellas cosas que tienen sentido para un sacerdote”.
Leonardo Henríquez también se ha referido a los místicos del Siglo de Oro. “Son un referente ineludible, sin duda alguna ellos dijeron la palabra poética, comunicaron sus vivencias místicas en su tiempo”. Por este motivo ha aseverado que “a nosotros, a los cristianos de hoy, nos toca comunicar esas vivencias espirituales y hacer que este siglo sea también, como decía Rahner un siglo de místicos. Estamos llamados a comunicar esas vivencias de Dios y hacer posible que la poesía llegue a muchos”.
El autor de “Gemidos del ciervo herido” se ha mostrado convencido de que la lectura de su obra en los cristianos produce “identificación y regocijo”. Igualmente, cuestionado sobre los más alejados o, incluso, los agnósticos, Henríquez ha observado que “hay quien dice que, a veces, los que mejor interpretan la mística son los ateos”. “Creo que los que desde el otro lado contemplan la poesía mística cristiana algo descubren, es una invitación a descubrir una voz y un arte distinto, que viene de Dios”, se ha mostrado esperanzado.
La obra “Gemidos del ciervo herido” obtuvo el Premio ‘Fernando Rielo’ de Poesía Mística en su XXIX edición, en el año 2009. El sacerdote recibió el galardón en Roma, en la embajada de España ante la Santa Sede, en un acto presidido por el cardenal Antonio Cañizares.
Fausto A. Leonardo Henríquez, sacerdote de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, conocida como Padres Paúles, ha publicado varios libros de poesía, es fundador y editor de la revista CriticArte (www.revistacriticarte.com), ha sido columnista de opinión y animador de la Comisión Diocesana de Medios de Comunicación en la diócesis hondureña de San Pedro Sula de 1999 a 2005. Igualmente, ha sido misionero durante diez años en Centroamérica.





Última hora en la UCV
La obra “Gemidos del Ciervo Herido”, ganadora de un premio de poesía mística, será presentada hoy en la sede de Santa Úrsula

A las 19,30 en el Aula Maior, por su autor, Fausto Leonardo Henríquez, vicario parroquial de Nuestra Señora de Monteolivete
16/10/2012


Portada del libro "Gemidos del Ciervo Herido", obra del sacerdote hondureño Fausto Antonio Leonardo Henríquez, vicario de la parroquia Nuestra Señora de Monteolivete, de Valencia.

La Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” acogerá hoy, martes, la presentación del libro de poemas “Gemidos del Ciervo Herido”, obra del sacerdote hondureño Fausto Antonio Leonardo Henríquez, vicario de la parroquia Nuestra Señora de Monteolivete, de Valencia.

La obra obtuvo el Premio Mundial ‘Fernando Rielo’ de Poesía Mística en su XXIX edición, en el año 2009. El sacerdote recibió el galardón en Roma, en la embajada de España ante la Santa Sede, en un acto presidido por el cardenal Antonio Cañizares.

Se trata de “una poesía testimonial que, por la forma de comunicar la superación, la esperanza y el gozo de lo divino en lo humano, y de lo humano en lo divino”, según ha indicado el propio autor.

La presentación del libro tendrá lugar a las 19:30 horas en la sede de Santa Úrsula de la Universidad Católica de Valencia, ubicada en la calle Guillem de Castro, 94. El acto contará con la participación de Jose Luis Sánchez, Vicerrector de Extensión Universitaria y Cultural; Jaime Siles, catedrático de la Universidad de Valencia, poeta, ensayista y crítico literario; Ana Isabel Mercado, artista, educadora y autora del cuadro “Por Amor”, que ilustra la portada del libro y Juana Sánchez-Gey, directora del Aula de Pensamiento Fundación Fernando Rielo, así como el propio autor del libro.

Fausto A. Leonardo Henríquez, sacerdote de la congregación de la Misión de San Vicente de Paúl, conocida como Padres Paúles, ha publicado varios libros de poesía, es fundador y editor de la revista CriticArte (www.revistacriticarte.com), ha sido columnista de opinión y animador de la Comisión Diocesana de Medios de Comunicación en la diócesis hondureña de San Pedro Sula de 1999 a 2005. Igualmente, ha sido misionero durante diez años en Centroamérica.

Nota: Noticia extraída de la página de la UCV:  (https://www.ucv.es/noticias_2012.aspx)


domingo, 22 de julio de 2012

SEAMUS HEANEY, "LA LINTERNA DEL ESPINO"


SEAMUS HEANEY, La linterna del espino, Círculo de lectores, Barcelona, 1995. El oficio de poeta no es otro que el de construir con la palabra. El edificio que se construye tiene y ha te tener las mismas proporciones con que la arquitectura realiza sus obras. Para conseguir el resultado de las proporciones y la belleza de la obra acabada es menester un buen empleo de los recursos, pero también de la técnica.

El poeta, que sabe cuál es su misión sostiene que hay solamente dos maneras de situarse a la hora de pergeñar la palabra poética: «hay una manera correcta y otra incorrecta de sujetar la pluma». De ahí depende de que la visión, sueño o inspiración se apoderen del poeta como una luz nueva. «El sueño del poeta se apoderó de él como una luz del sol».

La vastedad del mundo circundante, la memoria originaria que registra nuestro cerebro –infancia, orígenes familiares- y los influjos de la naturaleza con sus múltiples lenguajes, van más allá de los límites que marcan los sentidos. El poeta ve el mundo mediatizado, no lo percibe todo. «Igual que el astronauta que contempla desde su ventanilla todo aquello de donde procede». (Alfabetos).

El pintor brega con los colores y con ellos hace aflorar en el cuadro, como dirá Ortega y Gasset, las ideas. El genio del pintor hace posible que emerja una criatura que no existía. Análogamente, el poeta transforma sus vivencias, sus recuerdos y sus pensamientos en la obra, que es el poema. «Y continúas conduciendo hasta la frontera de la escritura / donde todo vuelve a suceder». (From the frontier of writen; Desde la frontera de la escritura). Las cosas vuelven a suceder, pero de otra manera, es decir, transformadas.

En el poema que da título a la obra, “The haw lantern” ( La linterna del espino ) hallamos, a la manera de las sentencias de los sabios, una invitación a conservar la ‘luz’, la ‘dignidad’, poniendo todo nuestro esfuerzo en evitar que se apague. «Luz pequeña para gente pequeña, / sólo les pide que sepan conservar / la mecha de dignidad sin que se apague del todo / para no tenerlos que deslumbrar con iluminación».

La linterna del espino, es un símbolo de quien busca la verdad en la oscuridad del mundo; un símbolo del hombre que, con la luz de la fe y de la razón –recordemos que Heaney es cristiano católico-, aspira a que la humanidad sea más justa y buena. El poeta, como el filósofo Diógenes, toma su linterna y sale a las plazas públicas a buscar al hombre con mayúsculas. «Pero a veces, cuando tu aliento forma penachos de humo / en la escarcha, adopta la forma errante de Diógenes / que con su linterna busca a un hombre justo».

La labor del poeta es análoga a la Penélope, es decir su tarea es tejer, pergeñar día tras día la obra de arte, la del futuro irlandés. La fiel Penélope esperó veinte años a Ulises Laertes. ¡Y cuántas pruebas no tuvo que pasar –ella también- hasta verla sonreír nuevamente! Heaney nos alecciona –como lo ha hecho con la ‘linterna del espino’- con su poesía, testimoniando con ella que hay que tener la paciencia y la audacia de Penélope para poder cosechar los frutos de la espera, del ideal cultivado durante veinte, treinta o cincuenta años, aunque no tengamos garantías de un final feliz. «Penélope trabajó con cierta garantía de argumento. / Todo lo que destejía de noche / podía hacerle ganar un día más. // Yo, hace ya cincuenta años que afilo las mismas piedras / y todo lo que he deshecho nunca ha sido lo que hice. / Como la oscuridad delante del espejo, no he tenido recompensa». (The stone grinder; El afilador).

El poeta, como los mineros que se colocan su linterna en la frente, profundiza en los problemas humanos, sociales y políticos con el fin de «extraer el mineral de la verdad». Esta búsqueda de la verdad, como anotamos arriba en el poema “La linterna del espino”, resuena como un campanario en el interior del poeta tocando «una sola nota cada mediodía / en honor del ojo único del cielo». (Parable island; Isla parábola).

Obsérvese que la ‘luz’ del medio día, el campanario, el ‘ojo’ de Dios y la palabra ‘cielo’ nos llevan a la conclusión de que la búsqueda de la verdad y la búsqueda del hombre justo que busca Diógenes con su linterna, deberá buscarse con el auxilio de la ‘luz’ divina, luz que es abarcadora como el sol que brilla en lo alto.

En “From the republic of conscience” (Desde la república de la conciencia) Heaney nos lleva hasta los terrenos del mito ancestral, sus símbolos, las creencias de sus antepasados como si ya poseyeran una sabiduría natural del mundo, de las cosas y de Dios: «Cuando aterricé en la república de la conciencia […] Allí la niebla es muy mal presagio, pero el rayo / representa el bien universal y los padres, durante las tormentas, cuelgan de los árboles a los niños en pañales […] y tienen que proclamar su fe en que toda la vida surgió / de la sal de las lágrimas que derramó el dios del cielo / después de soñar en su eterna soledad».

Hay una preocupación –elemento que ya hemos puntualmente señalado arriba- por el triunfo de la verdad y la justicia en La linterna del espino. No siempre queda de forma explícita, sin embargo, la esperanza de un juicio certero y justo: «Que sea como el juicio de Hermes, / dios de los túmulos, en el cual las piedras fueron veredictos / arrojados a sus pies por unanimidad, amontonándose a su alrededor» (The stone verdict; El veredicto de la piedra); «Mientras la justicia horrorizada todo lo contempla / como el sol que mira la nieve ártica» (The song of the bullets; Canción de las balas).

La linterna del espino, es la consciencia luminosa de un pueblo que pugna por su identidad, por encontrar su propia voz y su destino. Pueblo, el de Irlanda, solidario, rodeado de mar pervive ‘flotando hacia el destino’. El poeta, poroso, permeable a la historia de su pueblo, conserva el sustrato, la sustancia o esencia de sus orígenes: «Somos un pueblo disperso cuya historia / es una sensación de fidelidad opaca […] Cuando reconocemos a los nuestros, cogemos el paso / pero nunca llegamos a alcanzarlos. / Mi contacto más profundo fue subterráneo». (From the land of the unspoken; Desde la tierra de los callados). Le pueblo irlandés, con su lengua autóctona, su gente con carácter y sabiduría adquirida de los ancestros y en la naturaleza, pugna conservar la unidad, la identidad. «Si no logramos ver a un pez / que hemos oído saltar y sólo percibimos las ondas, / eso significa que en algún lugar se está muriendo otro de los nuestros» (ídem).

El alma del artista con frecuencia es jalonada desde las profundidades, como pez que pica el anzuelo en las hondas aguas. «El alma se puede comparar […] Una estrella fugaz sumergiéndose de nuevo en la oscuridad […] O, fin al alternativo, un juguete de luz / se enrolló en sus entrañas, río arriba, sin encontrar ningún escollo» (The spoonbait; La cuchara de pescar).

No faltan referencias culturalistas en  La linterna del espino (Penélope, Hermes, Esopo, Sócrates, Diógenes, Shakespeare). Estas referencias nos pueden dar un somero indicio del andamiaje intelectual de nuestro poeta. Hay una sutil coincidencia o intertextualidad entre unos versos de Heaney y la Odisea de la cual querría llamar la atención. Observemos lo que escribe nuestro autor: «Cuando la cuerda del arco ha cantado una nota de golondrina, / la flecha cuya migración es su blanco / deja en cada encaje un aliento susurrado» (Memoriam: Robert Fitzgerald). Ahora leamos con atención estos otros versos de Homero en la Odisea, canto xxi, 405: «…por su diestra probada la cuerda [la de Ulises] resonó claro y bien como pío que da la golondrina».

La linterna del espino conserva el gen de las obras “Norte” y de “Muerte de un naturalista”. Pero con ciertos resortes que la distinguen como las referencias a la sabiduría universal, la alusión al mito y leyendas ancestrales, el anhelo de la democracia, la verdad y la justicia. Las coincidencias van entre estas obras van más en la línea de la remembranza de hechos, episodios, recuerdos, el influjo de la tierra y la naturaleza, la agricultura y la vida familiar en un ambiente católico.

El niño que fuera Heaney absorbió todo eso como la materia con que después haría su obra o, mejor, con que el arte mostraría aquellos vestigios de la realidad de un pasado que aún resuena y emerge en su memoria. Su madre, a la que le dedica un soneto secuenciado con un tono elegíaco, amén de la naturaleza, fue su gran maestra. «Ella me enseñó lo que su tío le había enseñado: la facilidad con que se parte el bloque de carbón más grande […] El sonido de aquel golpe relajado y seductor, / su resonancia compartida y el eco apagado me enseñaron a descubrir la música / entre el martillo y el carbón»; «más allá del silencio que se escucha» (Crearances; Vacíos); «Yo vengo del musgo y de campesinos escuálidos […] he nivelado mi voz de carretero a tonos de jardín […] dejo ahora caer esto / como la pluma de un pavo real sobre la hierba» (A peacock’s feather; Pluma de pavo real).

No puede faltar en un católico irlandés, y menos en un poeta con un alto sentido de pertenencia a una cultura, a una tierra, a unas gentes, la nota característica de la esperanza en un futuro mejor. En el poema “From the canton of expectation” (Desde el cantón de la esperanza) nos dice: «Vivíamos sumergidos en una tierra de modos optativos, / bajo nubes de resignación altas y espesas […] El futuro está en lo que sube desde abajo». Ese futuro emergerá desde abajo con la certeza de que «como barco flotará cuando se desencadene la tempestad».

La linterna del espino, que tiene muchos resortes, como hemos podido ir viendo a grandes rasgos, bien puede ser llamado ‘acta de una consciencia iluminada’ porque expresa el sentir de su generación y el sentir del propio poeta que se mira vulnerable, hombre de arcilla, de barro: «Decidlo, pues, y contemplad a los que / tuvimos las oportunidad de ser hombres de barro, convencidos y distantes / figurad en nuestros propios ojos para los ojos del mundo» (The mud vision; La visión de barro).

CONCLUSIÓN

Varios hallazgos descubro en mi lectura de La linterna del espino. Seis claves de lectura que pueden ser útiles a la hora de acercarnos a la obra. 1. La consciencia del acto creador, tanto en el fondo como en la forma. Hay una evidente preocupación artística y un compromiso con la palabra poética. 2. La memoria originaria. Quiero decir con ello que la obra está jalonada por la cultura ancestral, la tierra, la identidad cultural irlandesa, sus gentes y los recuerdos vividos en la infancia. 3. La mecha de la dignidad. Esta es la clave del poemario. La dignidad es la única cosa que da sentido pleno, no sólo al quehacer de Heaney, sino a toda una raza, a un pueblo, el irlandés, que defiende su identidad. La dignidad es la linterna encendida, la luz para seguir avanzando en la oscuridad de los tiempos. 4. La esperanza que no cesa. Es una visión de futuro, de anhelos posibles y realizables. Es una nota de confianza, primero en sí mismos, entre los irlandeses, en el devenir y en las relaciones humanas con el pueblo vecino de Inglaterra. 5. Mitos, creencias y sabiduría popular ancestral. Irlanda, aunque es cristiana, conserva aún vestigios de mitos que, de alguna forma, configuran el pensamiento natural y espontáneo de sus habitantes. Hay una valoración de las creencias y la sabiduría popular heredada de los mayores. 6. Irlanda, un destino flotante. La isla irlandesa flota en el Pacífico. Flota su futuro, y flota la solución permanente a conflictos sociales, cuyos intentos se ha cobrado innumerables vidas a lo largo de los años. Pareciera que Irlanda esté abocada a un conflicto permanente, a un futuro incierto. Sin embargo, la esperanza o confianza en devenir late en el corazón del poeta, como una linterna encendida en la noche. FLH.

EL OTRO, EL MISMO, JORGE LUIS BORGES, 1964.

El Otro,El Mismo, 1964. La preocupaciónpor el tiempo atraviesa transversalmente la obra poética y el pensamiento deJorge Luis Borges. Él mismo dice en el prólogo a esta obra poética: «Lacontradicción del tiempo que pasa y de la identidad que perdura, mi estupor deque el tiempo, nuestra substancia, pueda ser compartido».

La noche, símbolo de desvelos, de angustias ycavilaciones sorprende al poeta. Una noche en vigilia es como decirle a lamemoria, a la imaginación, que salgan de sus aposentos. La memoria es, comodice el mismo Borges, la ‘cuarta dimensión’ en la que el poeta se encuentra.«De fierro, / de encorvados dientes de enorme fierro, tiene que ser la noche, /para que no la revienten y la desfonden / las muchas cosas que mis abarrotadosojos han visto, / las duras cosas que insoportablemente la pueblan» (Insomnio).

Hay una identificación de Borges con el agua comocuarto elemento. Los otros tres son, recordemos, la tierra, el aire y el fuego.Muy celebrados por los antiguos filósofos de la Grecia Antigua. Sor Juana Inésde la Cruz, lamonja de Nueva España, México, canta a los cuatro elementos, pero desde unaperspectiva cristiana navideña. Octavio Paz dedica el tomo 5 de sus ObrasCompletas a la célebre poeta mexicana. Borges, decía, se siente atraído por elcuarto elemento, el agua. El agua está asociada con el transcurrir del tiempo.«Tiempo irreversible que nos hiere y que huye […] Agua, te lo suplico. Por estesoñoliento / nudo de numerosas palabras que te digo, / acuérdate de Borges, tunadador, tu amigo. No faltes a mis labios en el postrer momento» (Poema delcuarto elemento).

Un extraño aguijón punza la consciencia de ser, deexistir el poeta. Quiero decir, que el hombre es un misterio y el poeta afrontaesa inquietud con cierta desazón. Las preguntas eternas de ¿de dónde vengo?, ¿adónde voy?, ¿quién soy yo?, estremecen al poeta con una forma inusitada. No lesda respuesta, solamente las siente como una fuerza misteriosa. «Mi vida que noentiendo, esta agonía / de ser enigma, azar, criptografía / y toda la discordiade Babel. // Detrás del nombre hay lo que no se nombra; / hoy he sentidogravitar su sombra / en esta aguja azul, lúcida y leve, / que hacia el confínde un mar tiende su empeño, / con algo de reloj visto en un sueño / y algo de avedormida que se mueve» (Una brújula).
El hombre –de nuevo la angustia ante el enigma desu ser y su existencia-, pasa ligero por el mundo como si estuviera hecho detiempo. «Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura / menos que la livianamelodía» (El tango). «Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día / y con tres pieserrando por el vano / ámbito de la tarde, así veía / la eterna esfinge a suinconstante hermano, // el hombre […] Nos aniquilaría ver la ingente / forma denuestro ser; piadosamente / Dios nos depara sucesión y olvido» (Edipo y elEnigma).

En continuidad estrecha con “El Hacedor”,resuena con más fuerza en “El Otro, El mismo”, el nombre de Dios. «El infierno de Dios no necesita / elesplendor del fuego […] Dios no requiere / para alegrar los méritos del justo,/ orbes de luz» (Del infierno y del cielo). La Verdad está emparentada conDios, pues es su resplandor. Borges lo dice de otra manera: «¿Qué sucediócuando el inexorable / sol de Dios, La Verdad, mostró su fuego? / Quizá la luz de Dioslo dejó ciego / en mitad de la gloria interminable» (Baltasar Gracián). «Y,hecho de consonantes y vocales, / habrá un terrible Nombre, que la esencia /cifre de Dios y que la Omnipotencia / guarde en letras y sílabas cabales […] Sabemosque hubo un día / en que el pueblo de Dios buscaba el Nombre / en las vigiliasde la judería» (El Golem). «Dios quiere andar entre los hombres // y nace deuna madre, como nacen / los linajes que en polvo se deshacen, / le seráentregado el orbe entero, // aire, agua, pan, mañana, piedra y lirio, / perodespués la sangre del martirio, / el escarnio, los clavos y el madero» (Juan 1,14). «Dios me ha devuelto al mundo de los hombres, / a espejos, puestas,números y nombres» (Alexander Selkirk). «Miraba / lo que ven los ojos terrenales:/ la ardiente geometría, el cristalino edificio de Dios y el remolino sórdidode los goces infernales». (Emmanuel Swedenborg). «No hay una cosa de Dios en elsereno ambiente / que no lo exalte misteriosamente» (Jonathan Edwards). «Dios,que sabe de alquimia, lo convierte / en polvo, en nadie, en nada y en olvido»(El Aquimista). «Ya es impreciso / en la memoria el Paraíso, / pero yo sé queexiste y que perdura» (Adam Cast Forth).

Como estamos hecho de tiempo, soñamos con unamañana sin tiempo; eterno mañana. ¿Será posible pasar de los sueños al sueñoque todos soñamos? «Entra la luz y asciendo torpemente / de los sueños al sueñocompartido […] ¡Ah, si aquel otro despertar, la muerte, / me deparara un tiemposin memoria / de mi nombre y de todo lo que he sido!» (El despertar). «Perobien sabe / que el trino no es del árbol ni del ave / sino del tiempo y susvagos días» (París, 1856). «¿No es acaso / tu irreversible tiempo el de aquelrío / en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo / de su fugacidad» (A quien estáleyéndome).

La adjetivación vigorosa, que viene desde suprimera obra poética, caracteriza la poesía de Borges. «Clara reina»,«insufrible sol», «incesantes ojos», «cóncava fama», «oscuro olvido», «blancuraciega», «hondo vino», «roja metáfora», «triste olvido», «dura tiniebla»,«insomne braseo», «oscura visión».

Hay una complicidad entre la palabra y el poeta.Él pergeña versos, el telar de su memoria, como Penélope que tejía su esperanzade volver a ver a Ulises. «Gastada por los años la memoria / deja caer la envano repetida palabra y es así como mi vida / teje y desteje su cansadahistoria […] Más allá de este afán y de este verso / me aguarda inagotable eluniverso». (Composición escrita…).

Nuestra estancia en el mundo es tan breve y fugazque, aunque vivamos largos años, apenas si es un suspiro la vida. Cuando eltiempo transcurrido se hace memoria, el pasado se vuelve la única certeza, talvez el único asidero. El poeta lo sabe, por eso dice: «Soy un instante / y elinstante ceniza, no diamante, / y sólo lo pasado es verdadero» (A una espada enCork Minster).

Pero este instante, aún sea glorioso, sedesvanece. El poeta desea que perdure, no su nombre, sino al menos un destellode su poesía. El aeda ha vivido más que para engrandecer su nombre, paraenaltecer la poesía. «La fama, ese reflejo / de sueños en el sueño de otroespejo» (Spinoza). «Que mi nombre sea Nadie como Ulises, / pero que algún versoperdure / en la noche propicia de la memoria» (A un poeta sajón). «La memoriaerige el tiempo» (El instante). «Vino, enséñame el arte de ver mi propiahistoria / como si ésta ya fuera ceniza en la memoria» (Soneto al vino).

Arriba hemos indicado en el poema “Una brújula” lagran inquietud de Borges ante el enigma que es el hombre, el ser humano. En unsoneto vuelve a retomar el tema, pero a la luz de la mitología. Proteo, segúnel mito, podía metamorfosearse o convertirse en uno de los elementos: tierra,agua o fuego. Proteo, además, según Virgilio (Geórgicas, IV) lo sabía todo, loque es, lo que fue y lo que será. Borges acude al mito para decirnos: «Yo quesoy el que ahora está cantando / seré mañana el misterioso, el muerto, / elmorador de un mágico y desierto / orbe sin antes ni después ni cuándo. / Asíafirma la mística. Me creo / indigno del Infierno o de la Gloria, / pero nadapredigo. Nuestra historia / cambia como las formas de Proteo. / ¿Qué errantelaberinto, qué blancura / ciega de resplandor será mi suerte, / cuando meentregue el fin de esta aventura / la curiosa experiencia de la muerte? /Quiero beber su cristalino Olvido, / ser para siempre; pero no haber sido» (Losenigmas).

La melancolía invade a ratos el músico de la lirade Orfeo. La tristeza nace de la terrible certeza de la brevedad de la vida. O,dicho con otras palabras, el miedo a la muerte, horror vacui, acecha al poeta yle hace pensar en el desenlace de la vida. «La vida es corta / y aunque las horasson tan largas, una / oscura maravilla nos acecha, / la muerte, ese potro delmar, esa otra flecha / que nos libra del sol […] Sólo me queda el goce de estartriste» (1964, II).

Mientras vivimos, mientras estamos en este mundo,hay que agradecer, la admirable certeza de nuestra existencia. Cada día es unregalo, una oportunidad para la alegría. La no menos verdad de que la muertenos sobrevendrá nos apremia a valorar cada instante. Por eso el poeta dice ser:«Un hombre que ha aprendido a agradecer / las modestas limosnas de los días […]Quizá en la muerte para siempre seremos, / cuando el polvo sea polvo, / esaindescifrable raíz, / de la cual para siempre crecerá, ecuánime o atroz, / nuestro solitario cielo oinfierno». (Alguien). «Sólo del otro lado del ocaso / verás los Arquetipos ylos Esplendores». (Everness). «Sé que en la eternidad perdura y arde / lo muchoy lo precioso que he perdido: esa fragua, esa luna y esa tarde» (Ewigkeit).

En el poemario “El hacedor” (1960) Borges escribeel “Poema de los dones”. Ahora, en el “Otro, El mismo”, vuelve a escribir unnuevo “Otro poema de los dones”. En este poema hermoso del que espigo estosversos: «Por el amor, que nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad[…] por los ríos secretos e inmemoriales / que convergen en mí […] por el mar,que es un desierto resplandeciente […] por el oro, que relumbra en los versos».

En este poemario, “El Otro, El mismo” el poetaoscila entre la memoria, el tiempo, el enigma del hombre –de él mismo-, elsueño y la muerte, que nos persigue como una sombra de nuestro mismo cuerpo.«Nuestro deber es la gloriosa carga / que a nuestra sombra legan esas sombras /que debemos salvar […] Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante, / eselímpido fuego misterioso». (Oda escrita en 1966)
Los sueños crean una atmósfera de satisfacción, unestado del que no quisiéramos salir, porque ellos, acaso, son una replica deaquello anhelamos, no como realidad y deseo, a la manera freudiana, sino comolegítima aspiración del Paraíso. Sueños «que bien pueden ser reflejos / truncosde los tesoros de la sombra, / de un orbe intemporal que no se nombra» (El sueño).

El mar, de nuevo el mar. El mar como pregunta,como insondable imagen del misterio del hombre. El poeta sabe de su existencia,pero no está seguro de quién sea él. Lo entrevé en la dimensión telúrica delmar que impacta su propio ser. Dicho con otras palabras, el mar alude a unadimensión trascendente, metafísica que no le es ajena, para nada, a Borges.«¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares /de la tierra y es uno y muchos mares / y abismo y resplandor y azar y viento?[…] ¿Quién es el mar, quién soy? Lo sabré el día / ulterior que sucede a laagonía». (El mar); (véase “Singladura” del poemario “Luna de Enfrente).

¿Es la vida un laberinto en el que avanzamos entresueños y enigmas? ¿Hay una salida victoriosa a la existencia del hombre? Si laeternidad nos aguarda, ¿dónde se gesta la telaraña que aprisiona nuestros másprofundos anhelos de vida? «Mis pasos urden su incalculable laberinto […] Nonos une el amor sino el espanto» (Buenos aires). «La eternidad está en lascosas / del tiempo, que son formas presurosas» (Al hijo). FLH.

lunes, 19 de marzo de 2012

SEAMUS HEANEY, “Norte”


SEAMUS HEANEY, “Norte”. Sigo la traducción de Margarita Ardanaz. Hiperión, Madrid, 1995.

Esta obra está relacionada profundamente con la historia del norte de Gran Bretaña, donde convergen el mundo industrial y obrero, y los sindicatos, la religión católica y el protestantismo. El norte, el Ulster, posee el influjo de los germanos y de los vikingos con lo que el resultado de esas fuerzas de choque, como se puede entrever, es tremendo.

Heaney tiene predilección por el dato arqueológico. Acude a esta fuente buscando la verdad histórica de su raza atraído afectivamente por la huella cultural de sus ancestros, como lo hiciera Pablo Neruda en “Altura del Machu Picchu”

“Norte” está entre las obras más reconocidas de Seamus Heaney, acaso por su impronta política. Sin embargo, nosotros vamos a espigar la obra para extraer algunos rasgos que nos puedan dar una primera muestra de lo que es, en verdad, el texto.

El poeta, sazonado por la edad, escribe en retrospectiva, para, de alguna forma, salvar el pasado histórico de su tierra Irlanda. «Hubo una ausencia iluminada por el sol» (Luz de sol). Hay un fuerte apego a la tierra madre, apego que simboliza en Anteo, dios mitológico hijo de la tierra: «Cuando yazgo en el suelo / Encendido me yergo cual rosa en la mañana […] Ceñido por la roca y la raíz / Me acuno en las tinieblas que engendran» (Anteo).

El arado, las ruedas de molino, la molienda, las siegas, son una constante en la memoria histórica y vivencia poética de Heaney: «¡Alzar la tapa de la turba / Y callar esta pupila soñando / Con el trigo neolítico […] Molienda para un antiguo molino, / Y vi en el ojo de mi mente / Un árbol del mundo de equilibradas piedras, Muelas amontonadas como vértebras, Y como sedimento el tritu-rado tuétano» (Belderg).

La muerte de los familiares, acaso por los conflictos habidos entre Inglaterra e Irlanda del Norte, se convierte en materia de refle-xión y poesía. Eco que, desde el recodo del alma, emerge silencioso: «La rumiante memoria / de momento calmada, es la sentencia / del odio apaciguado» (Ritos funerarios).

«Norte» da fe de los conflictos históricos entre los pueblos nórdicos, es decir, de las invasiones, de las guerras, crueldad y venganzas. Todo ello queda simbolizado en el temible y poderoso dios escandinavo, Thor. «Decía, “Asentaos / sobre el montón de palabras, horadad / el destello y el dédalo / de vuestros pliegues cerebrales. // Construid en la oscuridad. / Esperad la aurora boreal / en la incursión profunda, / no la cascada luminosa».

Heaney tiene predilección por el dato arqueológico. Acude a esta fuente buscando la verdad histórica de su raza y porque, atraído afectivamente por la huella cultural de sus ancestros, como lo hiciera Pablo Neruda en “Altura del Machu Picchu”, hurga en este pasado para dejarnos versos como estos: «Mis palabras lamen / los muelles de adoquines, y van de caza / ligeras como sandalias / sobre el suelo sembrado de cráneos» (Dublín Vikingo: pruebas). «En eterno descanso. Hasta la muerte / miente. El vacío defrauda. / No caemos como hojas otoñales / para dormir en paz. Algún traidor aliento / Reanima nuestra arcilla, nos envía muy lejos / Y con el sudor de nuestras desnudas frentes / ganamos nuestras muertes: nuestro único reposo / Cuando el ensangrentado pie halle su azada» (El esqueleto cavador). «Hueso blanco encontrado / en el pastizal: / el áspero y poroso / lenguaje del tacto […] el tuétano del hueso / es un nido de amor / en la hier-ba». (Sueños de hueso). «Tal que vertido / en brea, yace/ sobre almohada de césped / y parece llorar // su propio río negro» (El hombre de Grauballe).


En el poema “Estirpe” tal vez es donde mejor deja entrever Heaney su pasión por sus orígenes más remotos. Como si él quisiera exhumar la memoria de sus ancestros en el rito del acto creador

Con finura extraordinaria, Heaney borda dos poemas dedicados a dos mujeres anónimas, al parecer asesinadas. Los actos violentos se convierten también en materia de reflexión y denuncia. «Noto el tirón / de la soga en su nuca, / en su desnudo torso […] el dogal un anillo / en donde almacenar el amor». (Castigo). Pocas veces he visto un poema comprometido, o lo que es lo mismo, trágico, tratar con tanta belleza descriptiva y a la vez creativa, como lo hace el poeta irlandés que nos ocupa en estas líneas. «Desenredaron el helecho húmedo de su cabello / Y exhibieron su rizo […] las cuencas de sus ojos vacías como estanques de las antiguas obras» (Extraño fruto).

En el poema “Estirpe” tal vez es donde mejor deja entrever Heaney su pasión por sus orígenes más remotos. Como si él quisiera exhumar la memoria de sus ancestros en el rito del acto creador que da como resultado la obra, que es el poema. «Penetro en los orígenes / como el perro da vueltas / a sus recuerdos ancestrales / sobre la estera en la cocina».

En este apasionante poema, “Estirpe”, el aeda husmea los más secretos hallazgos de tu tierra irlandesa: sus pantanos o ciénagas, las junqueras, los brezos, la luna en el agua, (recuérdese a Anteo, hijo de la tierra). La tierra no es un accidente en la obra de nuestro autor, es parte fundante de su obra poética. «Pero pantano / que significa suave, lluvia que cae sin viento, / pupila ámbar. // Rumiante suelo, / digestión de molusco / y vaina, / profundo arcón de polen […] Suelo que dejará al desnudo / su lado más sombrío, / suelo propicio al nido / fondo de mi memoria». Este último verso es elocuente. La dimensión telúrica configura el pensamiento, el discurso poético del poeta en “Norte”. «Esta es la vocal de la tierra / soñando sus raíces / entre flores y nieve, // mutación de la atmósfera / y de las estacones, / una fruta caída que estercola / el suelo en que se pudre. // Y yo crecí entre todo esto / como un sauce llorón / que se inclinara hacia / los apetitos de la gravedad».

El mar, el Océano Atlántico también es parte del telar que teje Heaney en “Norte”. El o- céano como testigo de «oscuras filtraciones». El mar es un testigo de ambiciones hundidas, de oros flotantes. «Él es el agua, es el océano que le levanta / A ella el verdugado, tal como se levanta un pañuelo de algas / Al frente de una ola […] El mar ha dispersado su ensoñación de flotas, / El príncipe español ha derramado su oro / Y le ha fallado a ella».

Los poemas “Actas de Unión” “Los responsables de Cavehill” y “Hércules y Anteo” representan un poco el pensamiento histórico del autor. Es decir, en ellos vuelca su visión poética de la historia. O, si se quiere, su sentido de la historia y su compromiso con los mementos más cruciales de la historia de Irlanda. “Hércules y Anteo”, bajo mi punto de vista, es un poema con una gran carga simbólica y, acaso represente, el primero a Inglaterra y el segundo a Irlanda, a protestantes y a católicos. Hércules dominante, el poderoso, «el que estrangula la serpiente, el que arrastra el estiércol, / el empeñado en las manzanas de oro, / su futuro repleto de trofeos». Anteo, aunque vencido por Hércules, saca sus fuerzas de la poderosa tierra, el que esgrime los ocultos poderes telúricos como quien utiliza una ‘espuela de luz’ contra su adversario.

Heaney explora los orígenes de su identidad en el dato arqueológico para verificar la verdad histórica de su raza, es decir, comprender mejor su carácter y su idiosincrasia.

En la segunda parte de “Norte”, Seamus Heaney expone abiertamente su compromiso social por Irlanda. «Mi traicionado pueblo clama desde sus jaulas» (El sueño del legislador no reconocido). Su angustia y sus padecimientos por lo que sufre su pueblo irlandés me recuerda a los profetas bíblicos en su defensa del pueblo: «Mientras aquí con una molesta / Sequía de palabras al tiempo anzuelo y cebo […] Las señales de humo serían gritos comparadas con nosotros: / Maniobras para encontrar nombre y escuela, / sutiles discriminaciones en el trato» (Digas lo que digas, no digas nada). «Y fue la poesía la que enjugó mi frente y la que me impulsó» (Liberto).

En el verano de 1969, en la línea divisoria entre católicos y protestantes, situada en la calle Falls Road, el poeta sufre esos aconte-cimientos irreconciliables. En Norte laten las tensiones entre ingleses e irlandeses. Tensiones dadas muchas veces por cuestiones políticas y otras religiosas o ambas a la vez. «Mientras la Policía cubría a la multitud / Disparando hacia Falls […] Saturno / Enjoyado con la sangre de sus propias criaturas, / caos gigante girando sus brutales caderas / por encima del mundo» (Verano de 1969).

En fin, “Norte” marca un hito en la obra de Seamus Heaney tal vez como ninguno de sus otros libros. El compromiso social de nuestro autor es mucho más que un acto de insumisión ante los problemas sociales que les ha tocado vivir. Su inteligencia y talento lo consagra a la poesía, a la palabra, «con palabras / Que afectan a mi lengua como óbolos».

CONCLUSIÓN

En “Norte” he podido hallar varios nervios que articulan el poemario. 1. El apego a la tierra. Este dato está presente en “Muerte de un naturalista” y en “La linterna del espino” y es parte, qué duda cabe, del conjunto de la obra de Heaney. El apego a la tierra, al menos en “Norte” tiene una simbología especial. Anteo, el dios hijo de la tierra, es un símbolo del hombre irlandés apegado a tu terruño, a su entorno natural y a sus cultivos. 2. La exhumación de la memoria. Heaney explora los orígenes de su identidad en el dato arqueológico para verificar la verdad histórica de su raza, es decir, comprender mejor su carácter y su idiosincrasia. 3. Los conflictos sociales. El idilio casi romántico de “Muerte de un naturalista” aquí ya no se percibe apenas. Hay una clara consciencia de la historia de Irlanda, de sus conflictos internos y con el vecino país inglés. Su poesía no es abiertamente social, a lo nerudiano, pero su palabra está vinculada al compromiso transformador de su pueblo. 4. “Norte”, un punto hacia el que caminar. Irlanda avanza hacia su norte, es decir, hacia la realización de su propia identidad como pueblo. Entre tanto, tendrá que sufrir, no sólo los embates de las olas del Océano Atlántico, sino las marejadas ideológicas que durante décadas han enfrentado a irlandeses e ingleses.


Cuadernos de san Martín Jorge Luis Borges

La muerte es la más atroz certeza de la mortalidad del ser humano

Cuadernos de San Martín, 1929. La experiencia de la muerte llega a muy temprana edad. La muerte, ese tremendo problema de la existencia que aturde al más bien plantado, despierta del sueño al niño que fuera Borges. «Yo era chico, yo no sabía de muerte, yo era / inmortal; / yo lo busqué por muchos días por los cuartos sin luz» (Isidoro Acevedo).

La muerte es la más atroz certeza de la mortalidad del ser humano. Cuando ella nos roza de cerca o viene hacia nosotros sentimos horror, vértigo. Si embargo, un solo ins-tante de felicidad, un solo gesto de vida vale más que todo. Cuando la vemos llegar sentimos que vamos «hacia una muerte sin inmortalidad y sin honra […] La muerte es vida vivida, / la vida es muerte que viene; / la vida no es otra cosa / que muerte que anda luciendo […] porque la plenitud de una sola rosa es más que tus mármoles». (Muerte de Buenos Aires).

Tiempo y eternidad se debaten en la arena del circo, que es este mundo. El tiempo es fermento del no tiempo, es decir de la eternidad. «Si esto es verdad y si cuando el tiempo nos deja, / nos queda un sedimento de eternidad, un gusto del mundo, / entonces es ligera tu muerte» (A Francisco López Merino).

A veces creemos poseer la verdad toda, pero no cierto es que no es más que soberbia intelectual. Por eso es bueno caer de una vez en la cuenta que apenas si poseemos un fragmento de la verdad y del misterio. «Sólo poseo de ti una deslumbrada ignorancia». (El Paseo de julio). FLH

martes, 13 de marzo de 2012

ALBERT MARCUSE, La dimensión estética

ALBERT MARCUSE, La dimensión estética. Edicions 62, Barcelona, 1982.

Sigo la traducción al catalán de Jaume Creus y de J. F. Ivars.


Introducción

Una de las particularidades del pensamiento de Marcuse nace de la idea freudiana de la fantasía. La fantasía es la capacidad de la persona de producir representaciones imaginarias. En la capacidad imaginativa del arte, confluyen las capas más profundas del inconsciente y los productos –la obra de arte- de la consciencia.

Marcuse se inspira también en Kant en su concepción del arte en su “crítica del juicio estético”. El juicio estético se alimenta del sentimiento del placer. De Kant, por otra parte, toma Marcuse la idea de placer estético como ámbito de la sensibilidad y de la belleza: El placer estético está relacionado con la ‘pura forma’ del objeto, cuya percepción constituye la belleza.

La dimensión estética

El ensayo “La dimensión estética” está enfocado más específicamente a la literatura que a las demás artes. Para Marcuse el arte puede ser revolucionario, sobre todo si se produce “un cambio radical en el estilo y la técnica”. Esta dimensión no dice nada respecto a la cualidad, autenticidad y verdad de la obra.

La obra de arte revolucionaria, en el sentido más genuino de la palabra, comprende la percepción, comprensión y denuncia de la realidad establecida, la manifestación de la liberación. La literatura es revolucionaria solamente en relación consigo misma, como contenido convertido en forma.

La tesis que Marcuse plantea es esta: «Las cualidades radicales del arte, es decir su denuncia de la realidad establecida y su invocación a la bella ilusión de liberación, se fundamentan precisamente en aquellas dimensiones en que el arte trasciende su determinación social y se emancipa del universo pacífico del discurso y la conducta, manteniendo de tal manera su irrefrenable presencia».

Según la tesis marcusiana, el arte crea su propia atmósfera en la cual es posible la subversión de la propia experiencia del arte, pues «el mundo que forma es reconocido como una realidad que es eliminada y deformada en la sociedad establecida». Así, pues, la «lógica interna de la obra de arte culmina en la irrupción de otra razón, de otra sensibilidad» que desestabiliza la sensibilidad reinante.

La forma estética, para Marcuse no es sino «el resultado de la transformación de un contenido determinado (un hecho actual o histórico, personal o social) en una totalidad autónoma: un poema, una obra teatral, una novela, etc.». Se opera una transformación estética por medio del lenguaje, la percepción y la inteligencia en su empeño por revelar la esencia de la realidad, del hombre y la naturaleza.

La función crítica del arte

El arte tiene una función crítica de la realidad. La obra de arte, según este autor, es auténtica por el contenido convertido en forma, y no por la forma en sí misma. De tal suerte que forma estética, autonomía y verdad se corresponden unas con otras, es decir, hay una correspondencia inseparable entre ellas. La verdad del arte radica en la fuerza que tiene para romper la realidad establecida socialmente, para descubrir lo que es real sin fisuras. De esta ruptura brota la forma estética, de suerte que el arte revela, con su ficción, la verdadera realidad.

La lectura que hace Marcuse del arte está relacionada con su visión marxista de la realidad. De ahí que, según él, el arte tiene su propio mundo con otro principio: «El mundo del arte tiene otro principio de realidad, el de la alienación, y solamente en tanto que alienación cumple el arte una función cognoscitiva: informa de verdades no comunicables en ningún otro lenguaje; en definitiva, contradice».

El arte, por otra parte, brota también del Eros: que es, en el fondo te todo «la profunda afirmación de los impulsos vitales en su lucha contra la opresión instintiva y social». Por eso el arte se opone a la sociedad establecida y su principio rector es el de la transformación, el cambio de la realidad dada como real. La alegría o la tristeza, Eros y Tánatos es una constante en la vida humana y no se resuelve en la lucha de clases.

La sociedad sigue presente en el arte, cuyo reino es autónomo. Lo está al menos de tres maneras: El arte constituye la sustancia de la representación estética, en primer lugar; y configura el ámbito de posibilidades de lucha y liberación, en segundo lugar; y, en tercer lugar, la posición del arte en la división social del trabajo, esto es, trabajo manual e intelectual, que confiere a la actividad artística de un carácter elitista.

El arte y el progreso

El arte, en definitiva, tiene una dimensión progresista, rompe con el origen de clase social, rompe con el entorno y rompe con la esclavitud de clase de familia. El arte contribuye a la lucha por la liberación de toda forma de alienación social o de clase. De esto se desprende que el arte no puede medirse ni por el origen familiar o social de los artistas ni por sus ideologías ni por si aparece la impronta o no de la clase oprimida en sus obras. Esto es evidente en autores como Poe, Proust, Baudelaire, o Valèry.

El arte, sostiene Marcuse, desafía la realidad establecida para poner en evidencia lo que es, en verdad, real. Esta realidad real, digámoslo así, se consigue por medio de la ficción, de la imaginación que es capaz de crear una realidad más real que la que la que está establecida socialmente. Esto es posible porque el arte tiene sus propios códigos, es decir, su propio lenguaje con el que ilumina la realidad. La nueva realidad que produce el arte sólo es posible gracias a este lenguaje que le es propio.

Por medio del arte el artista puede transmitir verdades universales, verdades por demás transhistóricas. El arte apela a una consciencia que va más allá de la simple noción de clase, apela a la consciencia de seres humanos, a la consciencia de especie que desarrolla sus capacidades y facultades más genuinas.

Marcuse acaba reconociendo que, si bien es cierto que el arte tiene una dimensión política, por sí mismo no puede cambiar el mundo ni la realidad, pero puede, afirma, «transformar la consciencia y los impulsos de los hombres y mujeres capaces de cambiarlo».

El arte posee una fuerza productiva diferente a la del trabajo, pues su fuerte, sus cualidades son subjetivas, cuestión esta que choca con la noción objetiva de la lucha de clases. ¿Cómo puede el arte convertirse en un factor transformador de la consciencia?

El drama, la poesía y la novela tienen que contribuir a la transformación de la realidad de la cual se nutren para lograr la obra de arte. La realidad ha de conformarse con la estética, se le ha de someter. La realidad en la obra de arte deviene en realidad estética. La transformación de la realidad en realidad estética se vuelve denuncia y reconocimiento del mal. Por lo que la transformación de la realidad por el arte es una forma de salvar aquello que es posible salvar. En definitiva, el arte es una promesa de liberación, no sólo de la realidad, sino también de la estética e incluso de la belleza como atributo de la estética.

El arte lucha contra la noción de un progreso idealista de la humanidad y contra el exceso de confianza en el mismo. Esto es lo que hace verdadera a la obra de arte. El arte verdadero no se conforma con un final feliz, porque el reino de la libertad está más allá de la mímesi, de la apariencia y de realidad conocida y dada socialmente.

Incompatibilidad entre arte y realidad

El mundo del arte y el mundo real no coinciden, hay entre ellos una escisión insuperable. Por más que el artista quiera reconciliarlos no podrá conseguirlo. La obra de arte rompe con la realidad cotidiana, cuenta con ella como materia dada, pero debe conservar su autonomía. Porque si se sujeta a la realidad, bajo el pretexto de quererla superar, no lo logrará, sencillamente porque hay un abismo que separa la realidad real y la realidad estética.

Marcuse se empeña en sostener que en el «mundo ilusorio», es decir, ficticio, el mundo que es fruto de la imaginación creativa –que es el mundo del arte-, las cosas aparecen tal como se nos muestran y como deben aparecer. Por lo que el mundo real aparece más falso que el fundo inventado.

Memoria e idealidad en el arte

El arte tiene la cualidad de conservar la memoria de los hechos, pero también la capacidad de suscitar el mundo posible. Ella revela una nueva forma de ver el mundo. Aunque también es verdad que el arte no puede trasladar su visión de la realidad tal y como ella lo concibe. Esto se debe a que el arte, como parte constitutiva, tiene una fuerte carga de idealidad, sin embargo la esperanza que la sostiene no queda en un puro ideal. Su materialización se sitúa fuera de ella.

El lenguaje liberador de la obra de arte, recurre a imágenes liberadoras de la muerte y de la destrucción de la voluntad de vivir. Este es, en la afirmación estética, el elemento emancipador.

El arte, en definitiva, conserva la cualidad de «idea reguladora» en la lucha por la transformación del mundo. Más allá de las promesas de las fuerzas de producción y las luchas de clases, «el arte representa el objetivo final de todas las revoluciones: la libertad y la felicidad del individuo».

Crítica a la ‘razón estética’ marcusiana

Marcuse recurre a Kant y a Freud para sostener sus argumentos sobre estética, a veces oscuros. Su visión del arte está tamizada por una lectura marxista de la realidad, de la relación de los hombres, la lucha de clases y la productividad. Le atribuye al arte poderes subversivos, liberadores y progresistas.

Marcuse me resulta más convincente cuando habla de la función crítica del arte y de evocar el mundo posible, deseable. El arte es capaz de crear, aunque sea en fantasía, ficticiamente, el mundo que deseamos. La noción de marcusiana de que el arte puede «transformar la consciencia y los impulsos de los hombres y mujeres» para operar en ellos la posibilidad de cambiar el mundo es, sencillamente, iluminador y esperanzador.

Su visión del mundo y de la realidad es pesimista. El mundo real, el que vemos y en el que vivimos, no es real, ni bueno; no lo es porque no se corresponde con el ‘mundo ficticio’ que produce el arte. Para él la verdadera realidad es la que produce el arte, la realidad estética. La realidad real, la realidad histórica, es sombría, fea, imperfecta, hecha a imagen y semejanza de la sociedad. Por lo que hay que combatirla, transgredirla y romper con el orden establecido.

A mi juicio, como se ciñe más a una comprensión de estética en el ámbito literario, con la consabida connotación ideológica, da la impresión de que el campo de visión se reduce. Tal vez si su pensamiento hubiera sido más abarcador y menos político, hubiera podido llegar más lejos. Sin embargo, su ensayo es aleccionador e intuitivo.

La ‘razón estética’ marcusiana del arte se queda en la esfera de lo utópico. La libertad y la felicidad humanas siempre estarán ahí como posibilidad, como esperanza, como deseo. ¿Es posible alcanzar la libertad por el arte? ¿Podemos ser felices gracias al arte y solamente por el arte?

lunes, 30 de enero de 2012

COMENTARIOS DEL LIBRO DE POEMAS Arca de amasar diluvios de Fausto leopardo Henríquez

LEER COMENTARIO EN PÁGINA DE LA ACADEMIA DOMINICANA DE LA LENGUA
http://www.academia.org.do/content/view/580/84/

Aquí, la Poesía es la expresión del contenido humano del hombre, del poeta. Contenido de gran riqueza, sedimento de vivencias pasadas, y de esas otras que lo son del presente.

De sus vivencias de cada día en el ahora, cuando el alma serenada del poeta, sometido a la contemplación, nos es entregada en los poemas, que extrae de lo más hondo de su propio ser. Y nos llegan con refinado acento de tristeza, que nos impresiona y nos conmueve:

... “La noche y la muerte dormitan.
Vigila la luz conmigo para no perecer
en el torbellino de la oscuridad.”

El libro deja un viento suave en el alma el cual se transforma en Amor, dando a conocer su mejor paisaje, soñando, en el arco iris del tiempo, ciclo inalterable, que, en perfecto contrapunto, colorea sus caminos siempre cenicientos, distantes, partidas y llegadas, hermanándolos a frases de la nostálgica vela siempre encendida, como luz bienhechora del pasado, que sirve al poeta para conseguir poemas llenos primavera y esperanza:

...“El tiempo se detiene
encima de mi escritorio, olvida
que es sueño su alma de ángel”…

Mueve el poeta el sentimiento, perfectamente concertado con la claridad de la palabra. Y así, sensitivo tiene el espíritu en perfecta vibración en sus versos limpios, consistentes, alados, según requiera el día, la noche y el momento donde la razón se eleva razón se eleva para ser una razón poética.

… “Parálisis del árbol
que tema pasar la noche a solas”…

Es abra de un poeta en plenitud, un hombre joven que vive eh un mundo difícil, su espe-ranza es la fuerza del Amor:

… “De rama en rama fuiste pene-trando los contornos,
secretamente, con timidez de Ángel que no sabe
estar en la tierra porque sus alas le tiemblan”...

Escribir es una acción que solo brota desde un aislamiento defendiendo una soledad buscada, salirse del “laberinto de la vida”, crear poemas, sueños e ilusiones. El alma se refuerza en un mundo donde toda persona tiene que ser defendida. El poeta descubre un mundo que es solamente suyo:

“Un cirio, entre sollozos, no dormía por velarte.
Ni las rosas tiemblan tanto ante la tijera,
como el sol que vio hundirte aquel medio día
en los jardines de la Eternidad”.

Entusiasma el lenguaje variado y bien llevado. Las palabras propias de de nuestra querida América que hacen sentir cierta. Me-lancolía.

“Maíz mujer mujer,
fecundo grano
multiplica la tierra madre.
Mazorca desgranada
la vida que injertas.”

Seguir comentando su poesía, la profundidad de su pensamiento, sería un tema largo. Nuestra querida tierra, nuestro suelo en ge-neral terrestre, sus habitantes de todos los lugares sufren tragedias y dolor que dejan muchas cicatrices. A. los poetas nos toca., donde el Amor dibujó una sonrisa llena de aroma, escribir, reconocer la falta de moral y puede resultar que el remedio se encuentre en la explicación de poesía-filosofía, esa especie de veracidad y Verdad, entre la belleza y la luz llegar a la inteligencia de los hombres, y encontrar verdades para la vida.

Siga usted escribiendo, viva, sueñe, sienta, todo lo que arde en su pensamiento, elévese como sólo ustd sabe hacerlo en el poema, todo suavemente en silencio, sin ruido, sin palabras, el Amor vendrá en el Amanecer, cuando todo renace, se agrande el rocío y se hará todo un sueño en el Atardecer.

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Localización tierra natal, República Dominicana