
Fray Pablo de Jesús, Montreal, Canadá. Una intensa vida interior es lo que demuestra la poesía de nuestro fraile-poeta. La traducción de Nelson Minaya (El otro ser) y Leo Flores (A través de tus colinas) es digna y elegante. La creación de Fray Pablo tiene ribetes místicos, como es propio de su estado, que denotan el anhelo de un alma ávida de perfección y de encuentro con la pureza de
Sin embargo, y esto no es menos importante, acude al mito, fuente de la cual extrae la sustancia del misterio para aleccionarnos con la belleza que dimanan de los mismos. Más aún, los mitos –este es su aporte interiorista- nos remiten al sentido original de la trascendencia, al mundo de la divinidad, al mundo de los dioses.
El otro ser
(A Nelson Julio Minaya)
Porque incendiamos los puentes,
no pudimos volver a la orilla anchurosa;
fue preciso buscar nuestro otro ser
en la cima del alma.
Antinos
¿Qué ignoto manantial fluye en su libre curso
por mis carnes, esta fatal mezcla de Nilo, vino,
y santuarios apoyados en palmeras?
¿Y cuándo las esencias luminosas
darán de nuevo luz a estas extremidades,
ya que, ahora, solamente nos queda
la vacuidad de la paciencia?
El ser resplandeciente
Apolo, de tu sol, siento irradiar su brillo,
y desde que dejaste en mis manos tu lira,
tú música en mí vibra cuando suspiro
por el Amante fiel del ser resplandeciente.
Máscaras
Airadamente, llegaste a mí en mugrientos andrajos
las Ménades te apedrean a ti, ya no los perros,
mas mi pecho latiente tus engaños desvela
ningún disfraz te ocultaría ya de mi mirada.
Ritos de purificación
Con tu vino, oh Dionisos, fluyo sin que me ahogue
y en tu vivido fuego, ardo sin abrasarme;
tu frenesí en mi mente enciende
ímpetus no olvidados,
purificados, ya, por la catarsis de tus ritos.
Las dos infinitudes
¡Oh Hermoso, vengador!, ¡celoso juez! ¡amante!
Nos llegas por la escala estelar de Jacob
en la forma de ángeles que pugnan
con nosotros en la carne
para abrir un brecha en nuestros mundos inferiores
-nuestra porta ínferi- para entrar furtivamente
en el horno de nuestro infierno escondido.
¡Oh el más hermoso de los hijos de los hombres!,
para de nuevo alzarnos, peldaño a peldaño atormentado,
al rellano en donde la materia
afloja sus garras sobre el recuerdo en el alma.
¿Deberán condenarnos por el vicio
cuando tú desciendes, cuando vistes los velos
de la noche y vuelves nuestra alma
en el encanto oscuro de la carne –¡carne tuya!-, cuando
avivas las llamas
y entumeces la voluntad con cada belleza carnal
que te huelgas asumir a tu antojo;
cuando verte es ignorancia ciega y feliz?
¿No obedecemos a tu capricho
cuando quebrantamos los preceptos de tu Ley?
¡Oh cómplice irresistible de nuestra vergüenza!
Pero entonces, envidiosos de nuestros amores
intratables, tú desintegras, con filo abrasador,
los átomos que nos atan a las fórmulas
de la carne, o deshechizas los edenes de tus frutas
prohibidas en justa cólera contra nuestro
desenfreno, cuando fue tu pulpa
transustanciada lo que asimos, cual sacramento
mortecino en nuestro anhelo de tu luz.
Castíganos, si te place, por jugar contigo;
suelta las pestes y los dragones del castigo
para obliterar el vientre de nuestras bestialidades:
hemos aprendido, expulsos ya de paraíso
apocalíptico, de nuestro lago de fuego interior
hasta los éteres de
de la naturaleza causa la belleza de los cuerpos,
la bella razón en el alma causa la belleza
de la naturaleza, y la causa de la bella razón
en el alma es el Intelecto que replica
el mundo inteligible de
¡oh peldaño final en la escalera
de nuestro anhelante corazón!
§
Tu cuerpo es la tierra
con sus contornos y hondonadas,
compostable y alterable;
hibisco de ojos abiertos
y jacintos henchidos,
la belleza mudable de tu juventud;
pero el fruto –mangos dulces
y naranjas agrias-, tu alma
que da gusto duradero a mi sed.
§
Ahora que nos conocemos el uno al otro,
ahora que conocemos la expulsión
y la reentrada al paraíso, y nos hemos
agarrado a la melena de la bestia de la belleza
-¡nos volvió feroces de asombro!-
ya tu belleza no encubrirá más la de Dios
ni la de Él la tuya (atributo
de Su exterioridad), porque ninguno
de nosotros ya puede
soportar más el Tiempo.
§
Hasta la orilla del mar hay senderos
para ti y para mí,
pero una vez alcancemos el agua, nada más
que Él y el Mar Abierto.
El Rey Sacerdote de Cnosos
las formas reducidas a un ritual,
el ritual, a una vida que discurre…
¡oh danza! eres la sola primavera
que en forma de juventud florece
Ante la estela de Democleides
¡Oh, tantas cosas su luminosidad agotan
antes de que la carne abandonemos!
¡Y cuántos pedestales de luz caen abatidos
antes de que el fuego de lo alto,
del terrenal agobio nos libere!
Alejandro
dorado dios de Asia y de juventud perenne,
¡oh, cálido latido de gallarda armonía
de
los reales creadores no son meros mortales
trascienden las fronteras de sus propios sueños.
Eros
Efebo alado, el hijo de Afrodita,
nacida de la espuma y del mar argentado,
susurro acariciante de sedo melena,
tu flechazo encantado bien sacia las pasiones
del hombre más sereno, de mayor reciedumbre.
Islas
oh, Poseidón, el dios de la azul cabellera,
el delimitador de mares y de playas;
trázanos los senderos a las islas que guardas
do los dioses, a solas, remembran
su existencia,
que desnudos se bañan
en aguas burbujeantes
Palas Atenea
Deidad con armadura, madre de la filosofía,
acrópolis de luz que en carne humana
mudas la blancura del mármol
de las sagradas piedras
que el tiempo ha abatido,
brota invicta la luz de tu sabiduría
¡sólo es don de los dioses conocer lo divino!
Ganímedes
¿Por qué me arrebataste contigo hasta el Olimpo,
cual si yo fuese aroma de delicado lirios?
Me atrevería a pensar que quizás
hayas visto en mis brazos ardientes
reflejar tu belleza.
Narciso
Los cielos se reflejan en límpida laguna,
de los dioses desnudan su íntimo sentimiento.
¿Qué espejo humano somos que refleja los dioses?
¿Y qué dioses son éstos que añoran
en lo humano reflejar su belleza?
La siringa de Krishna
Mi alma se acongoja a los sonidos del bosque
de Bengala,
cuya armonía para mí tocaste
ha centurias lejanas.
a esa música rindo mi albedrío de vivir o morir…
ya sólo puedo pedir
lo que en verdad yo quiero.
Tat tvan asi / Tú eres eso
Consorte eres de los mundos, Morfeo,
tú que viertes océanos sin edades
en mis huesos durmientes
cuando la marejada me sostiene
en sus crestas…
¿es que acaso no soy ése a quien contemplo?
Bibliografía activa: El otro ser (inédito) y Las dos infinitudes, traducción del inglés por Nelson Julio Minaya; A través de tus colinas (inédito) traducción por Leo Flores; Las dos infinitudes (inédito)
Bibliografía pasiva: Bruno Rosario Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior. Ateneo Insular, R. D., 2005.
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