RUBÉN SÁNCHEZ FÉLIX, Los muertos no sueñan, Editora Nacional, República Dominicana, 2011.
Al acabar de leer esta novela, lo primero que he percibido es la riqueza de léxico del autor, las descripciones precisas de lugares, personas y cosas; profundización en la sicología de sus personajes y un dominio magistral de los recursos técnicos de la narración novelística.
La primera novela, El décimo día, 2005, supuso una puesta en marcha de Sánchez Féliz como escritor de largo aliento; un lanzarse al vacío con la esperanza de caer, como los paracaidistas, indemne.
En Los muertos no sueñan, el autor hace gala de un amplio conocimiento de la lengua castellana; y lo hace abordando unas veces lo culto, otras, lo que más, lo popular. Sánchez Féliz ha alcanzado con esta novela la mayoría de edad en el uso del castellano. Digo poco si no digo que esa mayoría de edad consiste en haber adquirido el nivel de los grandes novelistas de habla castellana. Eso significa, con otras palabras, que tenemos a un narrador dominicano sazonado para producir obras memorables.
Sánchez Féliz tiene una deliciosa forma –con ribetes poéticos- de describir lugares, personas y cosas que, en verdad, recrean las escenas de la obra y hacen que la imaginación vuele al mundo de los personajes. Aunque a veces recurre a lugares comunes, corrientes en la novelística, sus descripciones se vuelven más interesantes cuando se sumerge en la sicología de los personajes.
La imaginería o ficción de Los muertos no sueñan, abre muchas posibilidades al creador que, sin miedo, analiza las más secretas intenciones humanas. Pienso que por ahí también hay gran filón para Sánchez Féliz. Pues las obras que perduran en el tiempo, son las que abordan
el drama humano. Pienso, por no poner más que un par de ejemplos, en las tragedias griegas o en las de Shakespeare. Describir la sicología, –esta tentativa ya aparece en El décimo día- es decir, las más secretas intenciones, pasiones y anhelos humanos, puede dar lugar a obras de gran alcance literario. Y nuestro autor puede lograrlo.
El argumento de Los muertos no sueñan, trenzado por una doble historia, todavía no alcanza, a mi juicio, la cima de lo que pudiera ser “el macando” de la narrativa del autor. No obstante, Los muertos no sueñan, es, a todas luces, una novela que marca un hito en la trayectoria de Sáchez Féliz. Y sólo eso nos tiene que llevar a leerla con profusión.
Los muertos no sueñan impulsa a Sánchez Féliz a conquistar mundos maravillosos posibles. Como somos herederos de esta época, con toda probabilidad el autor no morirá, y yo que lo vea, sin antes haber hecho realidad sus sueños.
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