POMPEYO DEL VALLE, Piano de cola en el mar. Fonteclara, Tegucigalpa, Honduras, 2006. Poesía de síntesis o, si preferimos, de la ‘recapitulación’. Solamente quien sube a lo alto de una montaña, al bajar, podrá contar la hazaña vivida. Pues bien, Del Valle, nos cuenta, embellecida la palabra, retablos de su vida toda. Sus emociones ante la belleza femenina, expresadas con magistral sensualidad, se actualizan y reviven en el acto crea- eador del poema. Hay en este poema continuos destellos de cultura general, sobre todo francesa. La poesía de Del Valle es poesía de la vida o, si queremos, a lo Vallejo, poe- sía humana, agraciada con una lira sonora, propia de los vates que han mudado la piel muchas veces hasta ser enteramente ellos mismos. Piano de cola en el mar testimonia que, por encima de todas las batallas libradas por el poeta, lo más importante para él, y acaso sea la última y única gran razón de su vida, ha sido y es la poesía. «El hombre vacila / en el naufragio de la hora / empapada en silencio […] Más tarde, siente el llamado de la Justicia […] La llama indómita de la esperanza […] Son tan breves los días y las noches / de gozo y de fiesta de la humana existencia […] La muerte, / dentro de ti trabaja. / Pero ella es nada si puedes salvar el poema». «Y creías oír el cristalino tintineo de la luz / al caer de tan alto […] Mágico tiempo cuando / al aproximarse la noche / se iba la música de los atardeceres / con un piano de cola flotando en el mar». «¡Qué volcán de tiempo desde tu última / tarde aquí en la aldea!». «Y la noche comienza a subir / igual que una torre / anunciando el silencio infinito». «Confirmé que las formas / en que se nos revela / la felicidad a los hombres / son súbitas y misteriosas». «El rígido oleaje de tus pechos exánimes». «…Senos desnudos, / islas mágicas flotando a la deriva». «Mi amor ilimitado por esa otra madre que también / me dio la vida: la Poesía, que es otro / de los nombres del misterio».
POMPEYO DEL VALLE, La imaginaria línea del horizonte. Fonteclara, Tegucigalpa, Honduras, 2010. El poeta hondureño, de la Generación del 50, en esta nueva entrega nos habla como quien ya tiene el círculo de su existencia a punto de cerrarse. Dolor, soledad, melancolía, cavilación, recuerdos suman instantes de la existencia de Del Valle. Una triste desazón, por la brevedad de la vida, atraviesa horizontalmente la existencia del poeta. Su tabla de salvación está en la palabra poética, a la cual se aferra como náufrago que chapotea para no morir. Las experiencias cotidianas, los más insospechados lugares, personas y cosas se transforman en materia poética para el dies-tro vate hondureño. Las utopías de la juventud, a caballo entre el sueño y la lucha para conseguirlas, dejaron en el poeta un sabor agridulce porque tar- daron en llegar o acaso no llegaron nunca. La imaginaria línea del horizonte nos envuelve en una atmósfera, no de derrota, sino de una alta dosis de realismo. Hallamos versos de la desolación, de la tristeza adulta y encallada en la senectud. «Por eso los ojos se me van volando / hasta torcer la imaginaria línea del horizonte […] Estoy vacío como una campana / derribada al pie de una gran muralla […] La mía es la nostalgia del huérfano, / no la del viudo. / El tiempo transcurre tambaleante y veloz como una ruega averiada» (Monólogo de un bebedor solitario). «Junto a mí / hay una silla sin consuelo». «En realidad envejeces / cuando el teléfono calla. / O cuando suena por equivocación». FLH
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