sábado, 21 de febrero de 2009

PATADA PLANETARIA

Cuando yo era adolescente practicaba taekwondó. Sólo en una ocasión me vi obligado, más por miedo y defensa que por otro motivo, a propinarle una patada a un joven reconocido en el barrio por ser uno de los más temidos boxeadores.

Una patada perturba tanto al contrincante como el sonido de un disparo a la turba. Una patada aturde y hasta puede dejar maltrecho al adversario. Pegar una patada puede dañar, no sólo al que la recibe, sino incluso al que la da.

El cubado Ángel Valodia Matos se ganó la medalla de oro al descrédito en los Juegos Olímpicos de Pekín, 2008. No contento con una decisión arbitral que lo descalificó en una pelea, el cubano se cuadró para fulminar de una patada al juez que arbitraba su deportiva contienda.

La patada de Ángel Valodia es una patada planetaria histórica. Ya nunca más podrá competir en el deporte de alto nivel. Con su patada destrozó, no al árbitro, sino a sí mismo, a su propia carrera, a Cuba.

La furia y la cólera de la imagen que congeló su craso desfogue lo catapultó a la tumba de su carrera deportiva. La patada de Ángel Valodia fue divulgada por los diferenes medios de comunicación del planeta. Su pierna se alargó aún más por todo el mundo como si al mundo mismo le pegara una patada. He llegado a pensar que su patada revela toda la rabia contenida del pueblo cubano. La patada de Ángel Valodia quizás fue una patada para que el mundo se entere de que Cuba existe. Esta patada ¿no será un grito de que Cuba sigue en lucha y que no se resigna al arbitraje de nadie?

No sé, la verdad, cómo definir la patada de Ángel Valodia. Podría ser una patada contra la injusticia, contra el poderoso, el primer mundo o el submundo de la revolución cubana o contra Fidel o Raúl Castro.

La patada de Ángel Valodia es un claro ejemplo de insurrección, una proclama a pierna suelta de los vencidos. Su pierna, como un cañón, lucha contra la injusticia de quienes arbitran a conveniencia. Su pierna apunta y golpea, aunque lo descalifiquen y eliminen, contra quienes atropellan a los caídos.

El arrojo de Ángel Valodia puede entenderse, también, como un símbolo de los que no saben perder ni aceptan los propios errores. Su patada me recuerda las huelgas de hambre, las quemas de llantas, a los niños de la calle. Me recuerda las coces de la corrupción y la bazofia política, el tráfico de humanos en el Estrecho de Gibraltar (España) o en el paso de Río Colorado (suroeste de los Estados Unidos y noroeste de México).

Piendo en las patadas de tantos "ángeles" desde los países africanos o desde los países americanos. Patadas todas ellas planetarias, como la de Ángel Valodia, que duelen y sacuden el alma.

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Localización tierra natal, República Dominicana