Vida y obra de
Rainer Maria Rilke
Poeta Austríaco de habla alemana, nacido en Praga el 4 de
diciembre de 1875 y muerto en Suiza 30 de diciembre de 1926, a los 51 años. Fue
militar con grado de comandante. Se retiró del Ejército y trabajó como empleado
de ferrocarril de su ciudad natal [1].
Aprendió francés y los gustos refinados a través de la madre. Fue
vestido y tratado por ésta como una niña hasta los siete años por la pérdida de su hermana mayor. Empezó a publicar poemas a los quince años (Hoja interesante").
En 1892 le dijo a su padre que lo que quería se era ser poeta. Abandona la
carrera militar en la que estuvo cinco años. Este tiempo influyó enormemente en
el poeta. Estudió Historia del Arte, Historia de la Literatura y Filosofía en
la Universidad de Corolingia-Fernandina, del antiguo imperio germánico. Se
involucró en los círculos literarios y artístico de Praga (hoy Rep. Checa) A
partir de 1896 se traslada a Múnich. Aquí estudia Filosofía y Estética.
"Vida y canciones" es su primera obra juvenil (1894). El
poeta no tiene todavía un identidad propia. Se busca a sí mismo a través de
máscaras. Su segundo libro Ofrenda a los lares (1896). Su tercer libro,
"Canciones regaladas al pueblo (1896). Rilke cultivó, además de la poesía,
el género de la prosa y el género dramático cuando estuvo en Praga. Escribió
catorce obras dramáticas: Murillo, Minueto de boda, En la hora y en la hora de
nuestra muerte, Helada temprana.
PRIMERA ETAPA 1896-1902)
Descubre, junto a otros colegas, como Jacob Wassermann, el valor
lírico de su obra, sus imprecisiones. Temas como la muerte, el alma de las
cosas, la soledad son parte de esta etapa. Su estilo es preciso e
impresionista. Se preocupó por avanzar en la lírica, pero también por la
dramaturgia. Se perfila el paso de una poesía sentimental, propia del romanticismo,
a una voluntad más decidida y fuerte. En estos años el poeta adquiere un
lenguaje propio, preciso y vigoroso ("Apágame los ojos).
Rilke Viaja a Italia, a Rusia, España, Francia, Túnez, Egipto,
Suiza.
Rilke consiguió que los lectores se reconocieran y proyectaran en
su poesía, sobre todo el Libro de las horas; logró plasmar un ideal, una meta;
y, por último, que los lectores se sintieran cercanos al héroe. Otro libro de
gran acogida fue Historia del buen Dios (1900).
EL LIBRO DE LAS HORAS (1899)
Este libro tuvo una gran repercusión y acogida. En él se leen
versos con sello propio: "Apágame los ojos: puedo verte; / ciérrame los
oídos: puedo oírte; / y aún sin pies puedo andar en busca tuya, / sin boca, puedo
conjurarte". De esta etapa madura es el poemario "Para
Festejarte", 1899). El pensamiento de Rilke está influido por la filosofía
de Federico Nietzsche del eterno retorno y de la "profundidad
oscura". Aunque su poesía tiene un componente de elementos religiosos no
lo es el sentido estricto del término. La trascendencia de Dios es más bien
telúrica y oscura. No es un Dios personal, sino presente e indefinido en todas
las cosas. En esta cosmovisión está presente huella de Spinoza. Su poesía, es
verdad, está atravesada transversalmente por una religiosidad auténtica.
El libro de las horas tiene como tema a Dios, el yo y las cosas. A
nivel estructural es un libro que expresa los procesos de los movimientos
anímicos del yo. El estilo es fluido, unitario. Imágenes, temas y mitos
manejados como un todo son señales de que ya estamos ante un poeta maduro. El
libro de las horas tiene tres partes. La primera: Oraciones. Tiene como centro
la figura de un monje, poeta y pintor. Mezcla arte y sentido religioso. La segunda
parte: El libro de la peregrinación. Expresa la problemática personal, el
sufrimiento y la plenitud, la disociación del yo, los miedos oscuros. Dios
parece estar ausente, la búsqueda de la participación en la divinidad. La
tercera parte: El libro de la pobreza y de la muerte. Expresa la soledad que
vivió en París y la separación de su esposa Clara Westhoff, escultura. Aparece
la impronta de la vida moderna, urbana, artificial, desconectada del cosmos.
Intenta superar la desolación y el desarraigo que siente en la urbe. El tema de
la muerte le rondará toda la vida y estará presente en el conjunto de su obra.
Al término de esta etapa Rilke logra mecenazgos importantes que le
permitirían dedicarse por completo a su producción literaria. Le ayudó la
pedagoga sueca, Ellen Key, el príncipe Emil von Schöenaich-Carolath.
EL LIBRO DE LAS IMÁGENES (1902)
Este poemario fue escrito por el poeta a lo largo de siete años.
Desarrolla dos aspectos importantes: el conflicto entre la vida y el arte. En
la segunda parte trata el distanciamiento del individuo de la masa y la entrega
placentera a la naturaleza. También toca elementos históricos y religiosos. En
la cuarta parte se reúnen versos temas que muestran diversas facetas del poeta.
El sujeto poético se aleja del autor, o sea, ficciona más sobre la poesía,
distanciando su subjetividad para unirse más a la naturaleza: ríos, valles,
marismas. Su poetizar se transforma para reconocer lo bello de las cosas
exteriores, los paisajes y la vida en general. Prestará mucha atención a las
cosas y los objetos, que siempre guardan secretos. Dicho de otro modo, Rilke
busca un nuevo modo de percibir las cosas, el entorno para captar lo que los
interioristas llaman "la verdad interior" que en ellas se esconde. Ya
no se trata de ver, si no de conocer lo mirado, un ver el mundo y las cosas con
una mirada contemplativa, desapegada, que permitan ver las cosas tales como
son.
SEGUNDA ETAPA (1902-1910) ETAPA CENTRAL
Rilke, en su estancia en París, se hizo la idea de que el artista
debía trabajar intensamente: "Il
faut travailler, rien que travailler. Et il faut avoir patience".
Durante su estancia en Francia lee a Baudalaire, Les Fleurs du mal. Estos años le sirven a Rilke para revisar los
principios de creación literaria. Son famosas las Cartas a un joven poeta,
altamente recomendables en este Taller Literario. El joven poeta, con sus
melancolías y depresiones y sus conflictos emocionales, va, poco a poco,
produciendo su obra literaria de gran alcance. La situación de precariedad, la
falta de salud y la preocupación
existencial por la muerte le seguirán en Praga, Moscú, Múnich, Berlín y París.
Estas preocupaciones existenciales y sicológicas se le agudizaron a partir de
la separación de Clara y de su única hija Ruth. Su curación era el arte, la
creación, la poesía, el drama. Dicho de otra manera, el poeta convertía sus
fantasmas interiores en objetos de arte.
La obra en prosa más importante de Rilke es Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910). Es una novela intimista
que introduce, para la época, innovaciones formales. Combina en ella sus
vivencias en París y sus recuerdos de infancia.
Rilke lee al filósofo S. Kierkegaard. La lectura del pensador
danés contribuyó a potenciar la sensibilidad del poeta. Su timidez no le
impedía, sin embargo, expresar su mundo interior. Se entregó al arte, a la
poesía con todas sus fuerzas, en la pobreza y en la soledad. Se codeó con la
aristocracia. Rilke sedujo a muchos porque defendía su vocación poética, a la
que se dedicó con verdadera pasión y dedicación. Cultivó con todas sus fuerzas
la vida interior estéticamente. En esto radicaba su fascinación en comparación
con los hombres de su tiempo.
En esta etapa (1902-1910) Rilke escribe El libro de las horas (1905), El
libro de las imágenes (1906) El canto
de amor y muerte del Alférez Christoph Rilke y Malte (1910). A partir de 1906 escribe Nuevos poemas, que imprimen
una estética nueva, radical y moderna. Ahora los poemas no son como los
anteriores que respondían a un conjunto temático, sino poemas sueltos,
independientes entre sí. Cada poema es una obra sin nada que ver con el resto.
Es cada vez menos subjetivo. Esto lo aprendió del escultor Rodin, Cézanne y Van
Gogh. Rilke busca plasticidad, eso lo aprendió de Rodin. El poeta centra su
atención en la espacialidad de la poesía, en la insignificancia, en el desapego
de las cosas observadas. O sea, es menos subjetivo como lo es, por ejemplo, en
El libro de las horas.
El tema esencial en Rilke es la tensión entre vida y
obra, o sea, ética y estética. Él se entrega al arte poético por entero,
solamente así se le da a la existencia un fundamento estético. El arte para él
será, dicho nuevamente, trabajar siempre, inspirarse mientras se trabaja en la
obra. Rilke, al parecer, no enjuició la realidad, la trastocó estéticamente
como un escultor que toma la realidad objetiva "piedra" y saca un
busto. Se agudiza la precisión del lenguaje y de la sintaxis. Se renueva su
universo imaginario aportando construcciones novedosas, inéditas. Influido por
los impresionistas, sobre todo por Cézanne, emplea las palabras para
reproducir, presentar, las formas y los colores de las cosas. Esto es
importante porque se fija más en las luces, contornos y descripción de las
cosas y no tanto de la introspección y subjetividad, propia del simbolismo:
"Este esfuerzo de ir por lo aún no realizado, / pesadamente y como atados,
/ se parece al inacabado andar del cisne.// Y el morir, ese no alcanzar ya más
/ el fondo que pisamos a diario, / semeja a su angustioso descender" (p.
67).
Otro aspecto de la evolución del poeta R. M. Rilke es la
"impasibilidad estética", esto quiere decir, que se interesa por
temas placenteros y estéticamente repugnantes. Dicho de otro modo, se conjugan,
de alguna manera, lo feo y lo demoníaco heredado del Barroco y el Romanticismo,
pero también de los poetas malditos, especialmente de Baudelaire, con Las
Flores del mal (ver poema "La carroña). Ejemplos del feísmo de Rilke son
"El rey leproso", "Lavado de cadáver".
Rilke adquiere una maestría extraordinaria en la observación de
las cosas, que combina con elementos simbólicos. Esto fue posible por su
exigencia como creador. Este dato nos hace pensar que solamente se avanza en el
arte, en la creación artística, cuando se está continuamente trabajando en la
vocación artística: escultura, pintura, literatura, etc. Hay que trabajar
intensamente, explorar todos los registros posibles y no quedarnos anclados en
modelos fijos u obsoletos. En esto Rilke es un maestro que puede mostrarnos que
el arte es trabajo, que la obra no llega si no la trabaja, si no se está en
actitud creadora permanente. El bebió en filósofos, pintores y poetas. Leyendo
a los grandes autores hallaremos, como él halló en Cézanne, Kierkegaard, Rodin,
Clara, Baudelaire entre muchos otros, motivos para inspirarse. Digamos que para
encender una fogata hay que frotar bien los codos, las páginas y obras de los
maestros del arte y de la palabra.
LOS REQUIEMS (1906-1910)
Son poemas variados que Rilke va componiendo al lado de Nuevos Poemas, Réquiems y Malte. En estos años la creación rilkeana
se desarrolla al hilo del Romanticismo del Simbolismo francés heredada de
Mallarmé y Valery. Los poemas de este período, además de acercarse a los
griegos, exalta al figura del ángel como figura divina que auxilia a los seres
humanos, pero que resulta inalcanzable.
Rilke se abre a la intuición cosmológica, las leyendas de brujas,
las muertes de personas conocidas. Todo eso influye en su sensibilidad y, como
la oruga come hojas de morera, el poeta produce la seda de su poesía. El
erotismo y las vivencias maternales también son caldo de cultivo de su
creación.
El poeta da un salto cualitativo en su creación artística. Pasa de
una “una divinización de todo lo existente”, que abarca los años de 1809-1905,
a una nueva concepción mitopoética del «espacio» brillantes (“viento marino”,
“roca originaria”). Rilke gana, en esta nueva etapa de su creación, en hondura
metafísica. Tanto el Libro de las horas como la mitopoética se caracterizan por
su “apertura a lo sublime”, “contenidos de conciencia” de genio creador del
poeta[2].
Obsérvese el siguiente poema, “Canción del mar”:
«Soplo antiquísimo del mar, / viento marino de la noche: / no
vienes para nadie; / si alguien está velando, / tendrá que ver el modo / de
poder resistirte:/ soplo antiquísimo del mar, / que sopla solamente / como para
la roca originaria, / arrebatando el gran espacio / hacia acá, desde lejos… /
Oh, cómo te percibe / una higuera flotante, arriba / a la luz de la luna».
Los poemas en prosa de Rilke –aquí está de fondo el Modernismo
hipanoamericano– de Baudelaire, Aloysius Bertrand, nutren la imaginación del
artista en relación a la forma interna, a la densidad, melodía y ritmo de la
lírica en verso, ejemplo de ello es su novela Malte y poemas como “Tumbas de hetairas”, “Orfeo. Eurídice.
Hermes”, “Nacimiento de Venus”.
LOS APUNTES DE MALTE LAURIDS BRIGGE
Novela en prosa. La más importante de sus textos narrativos, por
encima de cuentos y novelitas que exploran su pasado. Concibió la idea de
escribir una obra de mayor calado de tema militar. Pero en la cabeza no hacen
nada las ideas, si no se escriben. Con Malte,
Rilke ya no volvió a escribir novelas.
Los apuntes de Malte son fragmentos con un fuerte influyo de lo que mejor sabe hacer
Rilke, a saber, la poesía. El poeta renunció a ser narrador, es decir, a contar
historias de acción cronológicamente. La fuente de inspiración de Malte es la infancia, París y las
lecturas más variadas. Expresa miedo a la pobreza, la enfermedad, el fracaso y
la amenaza del entorno. El tema central es el trauma de la niñez y el deseo de
superarlo. Malte, el protagonista, lucha por superarlo, y, aunque no lo
consigue, no pierde la esperanza. Lucha por la de propia identidad y la
búsqueda de sentido de la vida, que halla en la literatura y el arte.
En la sociedad hay mucha hipocresía, superficialidad y
convencionalismos. El artista está destinado a la soledad. Éste es un ejemplo
de humanidad auténtica, pues busca la verdad, no meramente las convenciones
falsas. Pero esto es, de alguna forma un pretexto del poeta para protegerse de
la inseguridad que le provoca la gran ciudad.
Malte parece contener, según los expertos en sicoanálisis, una
insoslayable relación con los miedos y la disolución del yo de Rilke. Dicho de
otro modo, la relación posesiva de la madre durante el período de su infancia, la
coacción que infringió para que adoptara una identidad femenina, es un tema
fundamental de esta obra. El narrador, en este caso de Malte, habla de “amor
intransitivo”, amor “no posesivo”. Dios sería la meta del “amor intransitivo”.
También está el tema de la “muerte propia”. En fin, que Malte es la viva expresión
autobiográfica de Rilke. Quiso negarlo, pero parecía muy evidente el reflejo
autobiográfico de la propia vida, sobre todo de la infancia. Pero todo ayuda,
porque es esta faceta “patológica” combinada con la dote de genio artístico, la
que hará posible otras obras fundamentales por venir como Elegías del Duino y Sonetos a
Orfeo.
Los años que van de 1910 a 1921 son años de crisis, los años de la
I Guerra Mundial. De este tiempo no diremos nada aquí. Será a partir de 1922,
los últimos años de vida de Rilke (muerte en 1926), cuando legará Elegías del Duino y Sonetos a Orfeo obras de las que vamos a decir algo a continuación.
AÑOS DE PLENITUD DE RILKE (1922-1926)
Durante este período cultiva el género epistolar. Alterna la
producción con Sonetos a Orfeo y Elegías del Duino. Trabaja tan
intensamente en la creación poética con la fuerza de “un huracán del espíritu”.
Desde los Nuevos poemas Rilke no
había escrito con tanta profundidad. Buscaba una “interpretación del sentido último
de la existencia humana”, que ya está presente en Malte. Un dato que puede resultar interesante es que el poeta
escribe a rachas, en días, en semanas, en temporadas cortas. Como si esos días
o semanas fueran un único poema. Rachas de inspiración temática agotadoras.
Las Elegías del Duino[3]
narran los “estadios que recorre el hombre” a lo largo de su existencia. Este
libro de poesía significa un esfuerzo por interiorizar de forma articulada la
realidad, toda la realidad que afecta la vida.
El ángel será el símbolo empleado por el poeta para expresar la
intuición de una realidad superior o trascendente, mitopoética. El ser humano
se ve expulsado de esa realidad ideal. La búsqueda de sentido de la existencia
tropieza con la “insuficiencia humana ante su afán de plenitud”. Estas
profundas inquietudes del alma de Rilke son expresas a través de “figuras” o
imágenes míticas que dicen y sugieren diferentes planos. El ángel es un figura
mitopoética, ajeno a la noción que tenemos del los ángeles. Para el poeta, el
ángel es un símbolo que le sirve de contraste a la existencia humana.
Rilke se propuso la “transformación de lo visible en lenguaje,
descifrando sus dimensiones interiores”. Es así como expone lo humano, lo trágico y
las experiencias duras que vive el ser humano.
Elegías del Duino, naturalmente, se adscribe al género clásico elegíaco, cuyas
características son la queja y las largas estrofas. La impronta de Hörderlin es
notable sobre todo en el tono de los himnos, en la alabanza y ritmos libres.
Elegía 1ª Habla de la insuficiencia de la razón y la costumbre
para ayudarnos en las grandes vivencias. La plenitud de la vida humana
solamente se alcanza ocasionalmente. Será preciso interpretar el mundo visible
a través del lenguaje.
Elegía 2ª destaca lo efímero de las vivencias humanas, en especial
las relacionadas con el amor de los amantes.
Elegía 3ª resuena la experiencia sicoanalítica y la necesidad de
análisis y conocimiento de sí mismo. El yo es más misterioso que lo que se
puede extraer racionalmente de un sicoanálisis. La sexualidad es fundamental en
la vida y en la creación artística; y el sufrimiento padecido en la niñez. El
poeta canta al “culpable dios fluvial de la sangre”, esto es, al instinto amoroso
hacia la amada, más que a la amada misma. Humaniza el instinto sexual en vez de
sublimarlo.
Elegía 4ª es muy densa. Plantea cuestiones existenciales no
resueltos por el poeta. La inocencia de la infancia se extrapola con la unidad
inocente de la naturaleza, la emancipación, dolorosa, rompedora, de la
conciencia libre. El yo aparece como en un teatro, desdoblado, múltiple. La
elegía expresa añoranza de las vivencias. Expresa los conflictos comunes de la
pareja de adaptación y renuncia como los niños que tienen que adaptarse, más
que sus preferencias y gustos, a presión de los adultos.
Elegía 5ª la imagen del ‘saltimbanqui’ expresa la inseguridad y
extrañeza de la existencia de los artistas. Los peligros a los que se ve
expuesto el acróbata es un símbolo de los riesgos y problemas a los que los
humanos se ven expuestos. Como si se tratara de un hombre sobre una cuerda de Así hablaba Zarathustra de Nietzsche:
“El hombre es una cuerda, anudada entre el animal y el superhombre, una cuerda
sobre un abismo”. Los esfuerzos y riesgos del acróbata es un símbolo de vida
humana, breve y fugaz, que asciende y desciende como una pelota. Más aún, los
esfuerzos de los acróbatas simbolizan los vanos esfuerzos del ser humano por
ocultar la muerte.
Elegía 6ª esboza la figura del héroe, positiva, voluntariosa,
despreocupado ante la muerte, la escisión de la conciencia, el instinto
incontrolable e identificado con su destino.
Elegía 7ª es positiva, entusiasta y esperanzada. El poeta parece
hallar un atisbo de sentido de la vida por medio del lenguaje. Hay un tú, que
puede ser el ‘ángel’ o la ‘amada’ como sujeto poético. El poeta quiere
asegurarse de que sus vivencias perduren en el tiempo: “En ningún sitio, amada,
habrá mundo, sino en el interior. / Nuestra vida pasa dedicada a la
transformación […] ¿Qué no fue esto milagro? ¡Oh ángel, asómbrate! Pues
nosotros somos eso”. Rilke armoniza en esta elegía el aquí y lo abierto, es
decir, lo vivido y la totalidad. El ángel, en suma, es superior a la caducidad
humana, no se deja atrapar.
Elegía 8ª indica que la conciencia humana está enfrentada al
mundo. El hombre, a diferencia del animal, tiene consciencia de su ser en el
mundo, con consciencia de la muerte y con nostalgia de lo eterno, o sea, de la
‘unidad originaria’ de la vida. La vida abierta al cosmos, llamada a retornar a
la unidad cósmica.
Elegía 9 explora la expresión poética de la realidad. Acentúa el
aquí y el ahora de lo vivido. Canta lo doloroso y penosas que resultan las
tareas cotidianas. Las cosas y la vida misma son pasajeras, por eso, el poema,
la palabra, el lenguaje, servirá para transformar las penalidades de la
vivencias humanas en palabra viva capaz de salvarnos des esas dolencias.
Elegía 10ª que toma como imagen el valle del Nilo, simboliza el
viaje de la vida humana que, ante la muerte, busca la felicidad. El poeta,
tocado por el reino de los vivos y de los muertos, tan propio de la cultura
egipcia, apunta a la trascendencia de la vida humana. El río Nilo será una
imagen del fluir temporal de la existencia. En todo ello, halló el poeta signos
de esperanza existencial.
Elegías del Duino es, ciertamente, una queja, pero sobre todo una señal de cómo el
lenguaje pasa del lamento al júbilo y a la alabanza. Esta transmutación el
lenguaje es una tarea que no acaba, un bosquejo de la esperanza que no acaba.
LOS SONETOS A ORFEO (1922)
Fueron escritos antes de acabar Elegías del Duino. Hasta el año de su muerte, 1926, Rilke escribió
numerosos poemas sueltos. Los Sonetos
tienen como modelos a Petrarca, Clopstock y Hördelin. Rilke se identificaba con
Orfeo, el cual tenía el poder de hechizar con su encanto. Al morir su amada,
Eurídice, descendió el mundo de los muertos y logró convencer a Hades y
Perséfone para que ella volviera al mundo de los vivos junto a él.
Atención, este mito sirve a Rilke para superar la muerte por el
arte. La muerte de la bailarina Wera Ouckma-Knoop es el motivo de inspiración
del poeta. Podríamos osar decir aquí que la bella dama es para Rilke lo que
Eurídice a Orfeo o Beatriz a Dante. Beatriz está presente en toda la Divina
Comedia. Del mismo modo, la bailarina Wera está presente en los Sonetos aunque solo dos sonetos le son
dedicados, el penúltimo de cada parte.
Los Sonetos conforman
una unidad creativa, un ciclo de impresionante trabajo e inspiración. Su tono es
gozoso. Lo que distingue los Sonetos
de los sonetos clásicos franceses e italianos, por ejemplo, es su libertad
compositiva y el tono musical, en vez de la racionalidad y la reflexión. Otra
característica es lo temporal, más que lo estático y espacial presente en lo
clásico. Cambia las rimas, aunque mantiene los catorce versos. No sigue el
cómputo silábico, sin embargo, mantiene el respeto a la tradición.
Los Sonetos (55 en
total) tratan temas muy variados: la muerte, el amor, el niño, el animal, la
técnica, el destino del ser humano. El ‘ángel’ de las Elegías no aparece en los Sonetos.
Emplea como símbolos: el árbol, el pájaro, la fuente, el espacio y las
estrellas.
El lenguaje poético es una forma de existir, de permanencia. El
poema otorga la inmortalidad: “Y si lo terrenal se olvidara de ti, / a la
tierra callada háblale: fluyo. / A las rápidas aguas diles: soy”. El poeta es,
el poeta fluye.
EPISTOLARIO
Escribió 10.000 cartas. Este género se inscribe en la tradición
del Romanticismo burgués. La introspección y comunicación es un doble elemento
en su correspondencia. El epistolario era otro trozo de la creación literaria
de Rilke. Prueba de ello es el cuidado y perfeccionamiento del estilo, la
lírica, la clasificación y control de envíos. Sin la abundancia de sus cartas no se puede interpretar
cabalmente su obra lírica, narrativa, dramática y ensayística.
Referencias
Bermúdez Cañete, Federico. Rilke: vida y obra. Madrid:
Hiperión, 2007.
Pacual Piqué, Antoni. Rilke o la
transformación de la conciencia. Barcelona: Ediciones Obelisco, 2010.
Thurn und Taxis, Marie von. Recuerdos
de Rainer Maria Rilke. Barcelona: Paidós, 2004.
[1] Cfr. Federico Bermúdez Cañete, Rilke: vida
y obra (Madrid: Hiperión, 2007). Sigo las líneas maestras de esta obra
para presentar al poeta que nos ocupa en estas líneas.
[2] Para un acercamiento que permita ver la
evolución y transformación de la conciencia poética de Rilke, esto es, su
concepción de la vida, la obra de arte, la realidad, la soledad, la muere,
etcétera, cfr. Pacual Piqué, Rilke
o la transformación de la conciencia.
[3] Las
Elegías del Duino fueron escritas entre 1912 y 1922. Marie Von Thurn Und
Taxis era su amiga y conocía bien al poeta y su obra. Cuando Rilke acabó de
escribir las Elegías, la invitó para
leérselas, allí tuvo la corazonada se avecinaba el final del artista. Cfr. Thurn und Taxis, Recuerdos de Rainer
Maria Rilke. pp. 9-10.
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