lunes, 15 de septiembre de 2014

José Mármol: Lenguaje del mar. Luis Beiro: Jugar a dios. Giovanni Rodríguez: Melancolía inútil. María del Carmen Soler: El universo suena. Concurso de Cuentos Radio Santa María 2013. Altagracia Pérez Pytel: A mitad del sendero.

José Mármol (Rep. Dom., 1960). Leguaje del mar, Visor, Madrid, 2012. El poeta, después de sus anteriores obras calificadas como “poesía del pensar” ha bajado, sin abandonar del todo la reflexión, al terreno de los sentidos, esto es, de la sensualidad, para verter las emociones de forma natural. Con esta obra Mármol fondea el lenguaje más sonoro de la poesía, esas aguas renovadoras de las que fluyen versos sonoros y espumantes. Para mí la poesía de Lenguaje de mar surca las bahías del deseo, de los acantilados de tantos mares que devoran las sales y los odios. Mar de espumas blancas y risas. Mar agitado por vientos contrarios, por brisas de amor. El mar recuerda el misterio de Dios, de la vida, pero también advierte de los naufragios inevitables, de la lujuria, de las noches y las soledades, de las miserias de los desdichados. El mar esconde, anclado en su azul profundo, la memoria, el pasado imborrable. Lenguaje del mar es la suma del erotismo y la sensualidad, por lo que darse un chapuzón en este mar resulta refrescante. Poesía destilada en la mejor destilería del lenguaje, donde el bello decir abre surcos de placer.

Luis Beiro, Jugar a dios. Editora Unicornio, San Juan Puerto Rico, 2013. Después de leer esta obra de Beiro se tiene la impresión de que la poesía de este autor, cubano (1950) radicado en República Dominicana, posee la fuerza de la verdad. Esto se fundamenta en el hecho de que el autor escribe como piensa y piensa la palabra iluminada por la vida. Dicho de otra manera, hay en esta obra de Beiro una vitalidad arrolladora de la que no hay forma de no sentir su impacto. Su palabra no hace ruido, pero hiende el silencio y sacude la conciencia como una ventolera (ver Derrumbes transitorios). ¿Cuándo se sabe que un poeta es un artesano de la palabra? Un indicio es la audacia para cambiar de ritmos (sonetos, versos libres), pero sobre todo para asociar las emociones del alma, los recuerdos, los anhelos, etc., con la metáfora exacta. Jugar a dios es un intento de ser un ángel despojado de odios y falsas pretensiones. Pero sobre todo es una poesía oral, para ser leída en voz alta por su acento sonoro y por la agudeza de sus versos vitalistas.

Giovanni Rodríguez, Melancolía inútil, mimalapalabra editores, Honduras, 2012. Este libro de poemas recoge una muestra de lo mejor de la poesía del autor catracho. Es una antología personal de sus obras Morir todavía, Las horas bajas y de una nueva selección de poemas titulada Requiem. La pretensión que encierra esta antología puede resumirse en lo siguiente: dejar constancia de un sentimiento universal de angustia ante la muerte, pero también de un intento feroz de sobrevivir. Melancolía inútil hace constar cuánto vibran las cuerdas del alma de un poeta herido por el desamparo existencial, el ansia de superar las grietas que le impone la vida misma (el dolor, la soledad, la melancolía, la transitoriedad de la existencia) y el abismo de las horas que prolongan la noche y el asedio del tiempo. No hay estrellas, solo noches; no hay encuentros, solamente ‘vestigios del amor’. El poeta es voz, lira, garganta de zorzal. Su canto le resulta desgarrador. Se puede uno imaginar a un poeta maldito a lo Baudelaire que sobrevive a su tragedia, a su propio suicidio. Como un escorpión que se mata con su aguijón es el poeta en Melancolía inútil. Solo la poesía lo levantará y le devolverá la vida.

María del Carmen Soler, El universo suena. Ediciones Torremozas, Madrid, 2014.  La lectura de esta libro de poemas resulta consoladora. La autora se ejercita en la palabra para definir lo que es la poesía para ella, cómo se construye, con qué materia se forja el poema, etc. La poeta descubre su mundo de sueños, sus esperanzas más sinceras. La preocupación por todo lo que ensombrece el camino hacia Dios y enturbia el amor es una constante en su poemario. Si algo puede definir el alma artística de María del Carmen es su capacidad para oír: “La voz de la esperanza / que grita en cada semilla”, como si diera continuidad a aquella intuición poética blaikiana de que el ‘mundo cabe en un grano de arena”.

Concurso de Cuentos Radio Santa María, La Vega, República Dominicana, 2013. Edición número 20. Los tres primeros premios recayeron en Héctor Santana Pérez, Ungry Young Girls; Yuniris Ramírez, ¿Puedes mirar debajo de la cama?; Fernando Berroa, El purgatorio terrenal de Pedro Bernardone. Hay cuatro menciones de honor para Edwin Castillo Frías, El eterno día de Eufemmio Obrero; Carlos Díaz, Un affair virtual; Danilo Rodríguez, Decay; y Altagracia Pérez Pytel, Mi belly dance. Con esta pléyade de escritores se puede afirmar sin ambages que la literatura dominicana y caribeña tiene, más que una promesa, una realidad. Imaginación, creatividad, ingenio narrativo es lo que rezuman estos narradores dominicanos. No es ocioso decir que se espera lo mejor de ellos más allá de un certamen literario. El aliciente lo tienen, pero la mejor literatura muchas veces se escribe, no al fragor del elogio, sino del esfuerzo y dedicación.


Altagracia Pérez Pytel, A mitad del sendero. Ediciones Juguetes de Madera, Santiago, R. D., 2014. Libro premiado en el año 2007 por la Alianza Cibaeña en su XII convocatoria. Uno de los principales hilos con los que la periodista y narradora Pérez Pytel compone esta obra es el poético, como atinadamente señala Máximo Vega, pero además, al calor de ese elemento fundamental, hay otro más sutil e importante, a saber: la destreza para entrar en el alma de los personajes, empleando para ello todos los recursos posibles (arcaísmos, expresiones coloquiales, regionalismos, etc.) creando con ello una atmósfera veraz con la que se conquista rápidamente al lector. La autora consigue arrancar el sentimiento de compasión, al situar al lector ante sus personajes, no como un juez, sino como un ser compasivo y solidario. Tal vez sea un acierto afirmar que Los miserables de Víctor Hugo es una metáfora de A mitad del sendero. Esto lo demuestra el hecho de que en su obra Pérez Pytel humaniza a sus personajes, a los miserables, los rescata, los salva y repara su memoria. Ese es su mejor logro, en mi opinión. Ella, al mostrar el dolor y la realidad misérrima de muchos seres humanos, especialmente del sexo femenino, denuncia el lado sombrío de la existencia, así como la injusticia deshumanizadora. ¿No es esta una de las funciones de la literatura? Entonces, si esto es verdad, estamos ante una obra de cuento de mucha importancia. A mitad del sendero es la primera obra publicada de la periodista Altagracia Pérez Pytel. Cabe, pues, esperar la siguiente.

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