martes, 31 de diciembre de 2013

Entre los pucheros, Hombre hacia Dios, La memoria se cuelga en los balcones, Don de la ebriedad, El Fabulador, Poesía sueca contemporánea, La vida nueva, El rayo que no cesa, Horas extra




ENTRE LOS PUCHEROS

Entre los pucheros. Bettsy Yhamile Narváez Cárdenas. Poesía. Fundación Fernando Rielo. Madrid, 2013. Este poemario fue galardonado con el XXXII Premio Mundial de Poesía Mística 2012. Entre los pucheros es una muestra evidente de cómo en el trajín cotidiano se puede ser contemplativo en la acción. Hay un hilo espiritual con el que la autora teje las tareas cotidianas con la unión íntima con Dios. Nada queda fuera de cobertura sagrada, nada sin una palabra de amor. Dios en todo y en todas las cosas para iluminarlas, darles sentido, para elevar el alma de la poeta y para impulsarla a escribir los versos guisados con tino y ternura mística. “Te busco en sin embargo, en estos días, / aunque sea a tientas / Luz de mi corazón, / para sumergirme en tu misterio y / susurrar: / te amo, te amo, te amo” (Portada). La autora es ecuatoriana, profesora de literatura.

La poeta ha abierto un camino para una mística de lo sencillo, pero sobre todo para una poesía impregnada de gozo y vivencias diarias con un alto sentido de la unión cotidiana con Dios. En la poética de esta joven mujer no hay un ascenso hacia la unión con Dios, sino al contrario, ella halla a Dios, descendido, presente, cercano, en la horizontalidad de la vida diaria. Eso es lo que ella canta con belleza desbordante. Por ahí va su mística. La forma de decir con armonía su "unión horizontal" con el Señor le ha valido la distinción para ser considerada la autora de una obra con carácter mundial. Su mística es actual y testimonia cómo en nuestros días la persona puede orquestar la actividad que exige la cultura del estrés y la unión profunda con Dios, fuente de amor.
 

HOMBRE HACIA DIOS

Hombre hacia Dios. David Escobar Galindo. Fundación Fernando Rielo. Madrid, 2013.
Este poemario recibió el XXXI Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, 2012. El autor, en contacto con la divinidad, imbuido de asombro ante el misterio de Dios, va dejando destellos aquí y allá  de sus más profundas intuiciones espirituales. “Qué pleno es no importar si Dios existe, / porque está aquí de todos modos”. “Voy a confesarme con la neblina / para comulgar con el rocío”. Hombre hacia Dios desmonta las dudas con la evidencia divina. Dios se manifiesta objetivamente, pero a veces la duda opaca la visión. El hombre puede ver cómo Dios se abre en flor en cualquier ámbito de la realidad. Esta obra es, ciertamente, una obra de calado interior. Es patente la madurez humana y espiritual de su autor, el cual se atreve a robarle el fuego sagrado a la divinidad. El autor es salvadoreño, doctor en derecho.

LA MEMORIA SE  CUALGA EN LOS BALCONES

La memoria de cuelga en los balcones. Teodoro Rubio Martín. Poesía. Pigmalión, Madrid, 2013. El poeta versifica con exquisita y natural expresión su infancia, la memoria, los lazos familiares, la libertad. Eugenio Montale va en esta línea. La poesía de Rubio abarca los sentimientos universales que un hijo siente hacia los padres, pero también y sobre todo de la madre hacia los hijos. Lo humano no le es ajeno a Rubio. Por eso escribe como siente y su sentir es un sentir de artista. Esta condición tan humana elevada al arte poético es lo que hace grande la obra de Rubio, y más bella la vida. En La memoria…, se toca lo más hondo de los sentimientos. Con razón mereció el Premio Juan Baños 2008.

DON DE LA EBRIEDAD Y OTROS POEMAS

Don de la ebriedad. Claudio Rodríguez. Edición de Ángel L. Prieto de Paula. Editorial Marenostrum, Madrid, 2005. En el primer verso dice el poeta: “Siempre la claridad viene del cielo; / es don: no se halla entre las cosas”. Con esta luminosa intuición poética sorprende Rodríguez al lector. Esta obra está catalogada como una de las más importantes del siglo veinte en lengua española. De lectura obligada para todo poeta, sin excepción.

El FABULADOR (poesía reunida, 1977-2002).

El Fabulador. José Enrique García es poeta de oficio, como lo muestra su obra El Fabulador. Este texto retrata la trayectoria de un observador de la realidad, pero sobre todo de la subjetividad. En ella García refleja la amplitud de su imaginación, la constancia de su compromiso con la palabra, con la vida misma. Sólo cuando se ha terminado de leer la obra puede el lector apreciar la evolución de El Fabulador,  o mejor, de quien fabula. A más experiencia, más acendrada y potente se vuelve la palabra. Se la siente más pura, más auténtica. Tal vez por eso el vino bueno se deja para el final.

POESÍA SUECA CONTEMPORÁNEA

Poesía sueca contemporánea. Edición y traducción de Hebert Abimorad. Ediciones Baile del Sol, Tenerife, 2012. Para los que quieran entrar en un terreno desconocido o, si se quiere, infrecuente, aquí tienen una interesante antología o muestra de poetas suecos. Se puede adquirir en versión electrónica. Llama la atención de la muestra poética Bengt Berg (1946) por su visionaria interpretación de los acontecimientos; Olle Holmlöv (1944) por su porosidad poética hacia la naturaleza; Kennet Klemets (1964) la creación de imágenes sensoriales de hechos comunes; Jörgen Lind (1966) por su prosa poética y por su capacidad reflexiva; Hans-Evert Renerius (1941) por sus aciertos con las imágenes poéticas; Rolf Zandén (1945) porque piensa en imágenes. La antología, cuyos textos están impecables, pudo haber sido más generosa en textos para poder apreciar mejor a los antologados. El autor debió cuidar más las reseñas bibliográficas.

LA VIDA NUEVA

La vida nueva. Dante Alighieri. Aquí el poeta exalta a la “dama de sus pensamientos”, Beatriz. Amor cortés, culto, idealista, divino. Es el amor “platónico” del joven que, enamorado por dentro, suspira por la amada. El poeta piensa e imagina a su amada. Él la ve en su pensamiento. En la cima más alta y luminosa contempla a su amada. Ella le da sentido a la vida, a su vida, le transforma y eleva a esferas de éxtasis. Nada, salvo Beatriz, ocupa la mente del apasionado poeta. Amor que va más allá de lo carnal. Amor sublimado a la categoría divina, es decir, de la pureza más absoluta. Amor intocable, perfecto. El amado desvaría de amor por la amada. No hay otro lugar para Beatriz, el amor perfecto, que el cielo, donde mora en un estado seráfico. Allí los ángeles se maravillan de su belleza y le honran como a una criatura que les trasciende. La vida nueva es una lectura que permite comprender la fuerza del amor humano, la carga poética del amor cortés de Alighieri.

EL RAYO QUE NO CESA

El rayo que no cesa. Miguel Hernández, como Claudio Rodríguez (El don de la ebriedad) es un maestro. El rayo que no cesa es una lectura fundamental del siglo veinte. Porque “Este rayo ni cesa ni se agota: de mí mismo tomó su procedencia y ejercita en mí mismo sus furores”. Dolor, quebranto del alma, del “corazón ya maduro” es lo que hallarás en este tremendo poemario. “Nadie me salvará de este naufragio si no es tu amor”. El poeta canta con desgarro, con la fuerza de quien presiente la llegada de la muerte. “Y como el toro tú, mi sangre astada, que el cotidiano cáliz de la muerte, edificado con un turbio acero, vierte sobre mi lengua un gusto a espada diluida”. El rayo que no cesa es poesía imperecedera, poesía viva que sacude los cimientos. Acercarse a ella como a un templo para hallar al poeta al desnudo: “Me desespero como un si fuera un volcán de lava”. En este poemario el lector se hallará con “una revolución dentro de un hueso”, como si fuera un mundo en un grano de arena blakeano. Hay que volver sin prejuicios a esta obra para poder llegar al terreno de la mejor poesía de todos los tiempos. El rayo que no cesa es un espejo en el cual deberían mirarse todos los poetas.

HORAS EXTRA

Horas extra. Jaime Siles. Éverest Poesía. Universidad de León, 2011. Poesía para la solaz lectura, para el goce de la palabra nítida. Siles exhibe su genio poético con destreza: “De mis ojos se escucha sonar el cielo”; “voy hacia adentro de las horas y días de los que vengo”. Poeta de oficio, consciente de su misión: “mi lengua era su habla y yo, quien la decía”, “no somos otros sino un yo que se estira y contrae y refleja su visión sucesiva”. La obra de Siles está construida con un “lenguaje de silencios”, por lo que es preciso que el lector se acerque a ella con la intención de escuchar los más sutiles relieves.

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