Bessó halla en la isla de Malta el eco de la eternidad, lo intuye y lo deja ver en estas palabras lúcidas: «Me hundo en este monasterio de noches resbaladas en donde el alma / insomne se levanta a pasear».
PERE BESSÓ. El Quadern de Malta.
Bessó en esta obra penetra los secretos de la palabra . La savia que la nutre reside en Malta, isla situada en el Mar Mediterráneo, esa extraña tierra preñada de encanto y misterio. La poesía de Bessó es culta, a veces hermética, árida, mas siempre provocadora y luminosa. «La línea de la vida ardiendo como un vino de cosecha». «Sólo los árboles oyen el griterío de sus nombres descortezados».
Bessó es, sin duda un creador de la palabra para iniciados. Poeta que deja destellos de su obra en cada obra que es el poema: «Recuerdo el gozo del lugar que enjuaga la ola», «plegaria bajo la piel yerma / la mansedumbre de la arena».
Malta ha impregnado con su luz la voracidad ocular del poeta: «Que descanse después del arrebato de luz / tanta dudosa revuelta de luz»; «Un pajarillo de luz espera el milagro».
La poesía de Bessó es humana hasta los huesos. No reprime ni la pasión ni la intuición, ni lo humano ni lo trascendente: «Acaso la eternidad que hace surco en eco en tiempo de revuelta»; «Toda la noche al atisbo de la escala de Jacob, / el aljibe oscuro de la noche me ha vuelto amigo del hijo de Jacob […] la noche entera velando el espolón del ave que hiere el alba».
Como se puede apreciar en estos versos espigados a El Quadern de Malta, Bessó extrae la palabra pura del genio artístico como si se propusiera pasar la vida «enhebrando las puntas de las llamas hacia el árbol incandescente de la sabiduría».
La poesía de Bessó está cosechada en el magma del lenguaje. Nada, al parecer, le deja indiferente, ni siquiera las garras del viento salvaje de la isla de Malta, en el cual transmuta sus emociones: «Arañazos y dentelladas, / la afilada añoranza del viento de la isla, / el ala de la pena».
William Wordsworth escribió su magna obra El Preludio sacando del jarrón de su memoria sus vivencias de infancia y juventud. Bessó, como el célebre poeta romántico inglés, recordando sus vivencias más entrañables, tiene como depósito de su imaginación, la memoria, las vivencias: «Trabajo al anochecer el hueso de la memoria». Porque acaso el acto creador sea precisamente eso, inventar de nuevo el mundo que se nos fue en un intento de eternizarlo con la palabra poética.
El Quadern de Malta pone en evidencia con cuánta fuerza Bessó nos descubre, en el ejercicio de la palabra que es el poema, su alma de artista subyugado por el misterio telúrico de la isla que le dicta sus secretos: «Yo sólo soy la fría niebla del grito sofocado, el bostezo ruidoso de este / solo instante de soledad plena: Mi sol naciente sano y salvo en una corteza / de limón que aún levanta el vuelo con todo su esplendor».
Bessó halla en la isla de Malta el eco de la eternidad, lo intuye y lo deja ver en estas palabras lúcidas: «Me hundo en este monasterio de noches resbaladas en donde el alma / insomne se levanta a pasear». En ese “paseo del alma desvelada”, el poeta, como un ermitaño o anacoreta que habla con Dios mientras contempla las luminarias celestes: «En las comisuras del labio herido espigo tu nombre, / como el ermitaño ciego que sólo saluda las estrellas abriendo su corazón / al calabozo de la luna».
El Quadern de Malta es, pues, el “hueso de la memoria” de la que el poeta emerge «como la serpiente emerge todavía del fuego».(flh)
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