SEAMUS
HEANEY, La linterna del espino, Círculo de lectores, Barcelona, 1995. El oficio
de poeta no es otro que el de construir con la palabra. El edificio que se
construye tiene y ha te tener las mismas proporciones con que la arquitectura
realiza sus obras. Para conseguir el resultado de las proporciones y la belleza
de la obra acabada es menester un buen empleo de los recursos, pero también de
la técnica.
El poeta, que sabe cuál es su misión sostiene que
hay solamente dos maneras de situarse a la hora de pergeñar la palabra poética:
«hay una manera correcta y otra incorrecta de sujetar la pluma». De ahí depende
de que la visión, sueño o inspiración se apoderen del poeta como una luz nueva.
«El sueño del poeta se apoderó de él como una luz del sol».
La vastedad del mundo circundante, la memoria
originaria que registra nuestro cerebro –infancia, orígenes familiares- y los
influjos de la naturaleza con sus múltiples lenguajes, van más allá de los
límites que marcan los sentidos. El poeta ve el mundo mediatizado, no lo
percibe todo. «Igual que el astronauta que contempla desde su ventanilla todo
aquello de donde procede». (Alfabetos).
El pintor brega con los colores y con ellos hace
aflorar en el cuadro, como dirá Ortega y Gasset, las ideas. El genio del pintor
hace posible que emerja una criatura que no existía. Análogamente, el poeta
transforma sus vivencias, sus recuerdos y sus pensamientos en la obra, que es
el poema. «Y continúas conduciendo hasta la frontera de la escritura / donde
todo vuelve a suceder». (From the frontier of writen; Desde la frontera de la
escritura). Las cosas vuelven a suceder, pero de otra manera, es decir,
transformadas.
En el poema que da título a la obra, “The haw
lantern” (
La linterna del espino ) hallamos, a la manera de las sentencias de
los sabios, una invitación a conservar la ‘luz’, la ‘dignidad’, poniendo todo
nuestro esfuerzo en evitar que se apague. «Luz pequeña para gente pequeña, /
sólo les pide que sepan conservar / la mecha de dignidad sin que se apague del
todo / para no tenerlos que deslumbrar con iluminación».
La linterna del espino, es un símbolo de quien
busca la verdad en la oscuridad del mundo; un símbolo del hombre que, con la
luz de la fe y de la razón –recordemos que Heaney es cristiano católico-,
aspira a que la humanidad sea más justa y buena. El poeta, como el filósofo
Diógenes, toma su linterna y sale a las plazas públicas a buscar al hombre con
mayúsculas. «Pero a veces, cuando tu aliento forma penachos de humo / en la
escarcha, adopta la forma errante de Diógenes / que con su linterna busca a un
hombre justo».
La labor del poeta es análoga a la Penélope , es decir su
tarea es tejer, pergeñar día tras día la obra de arte, la del futuro irlandés.
La fiel Penélope esperó veinte años a Ulises Laertes. ¡Y cuántas pruebas no
tuvo que pasar –ella también- hasta verla sonreír nuevamente! Heaney nos
alecciona –como lo ha hecho con la ‘linterna del espino’- con su poesía,
testimoniando con ella que hay que tener la paciencia y la audacia de Penélope
para poder cosechar los frutos de la espera, del ideal cultivado durante
veinte, treinta o cincuenta años, aunque no tengamos garantías de un final
feliz. «Penélope trabajó con cierta garantía de argumento. / Todo lo que
destejía de noche / podía hacerle ganar un día más. // Yo, hace ya cincuenta
años que afilo las mismas piedras / y todo lo que he deshecho nunca ha sido lo
que hice. / Como la oscuridad delante del espejo, no he tenido recompensa».
(The stone grinder; El afilador).
El poeta, como los mineros que se colocan su
linterna en la frente, profundiza en los problemas humanos, sociales y
políticos con el fin de «extraer el mineral de la verdad». Esta búsqueda de la
verdad, como anotamos arriba en el poema “La linterna del espino”, resuena como
un campanario en el interior del poeta tocando «una sola nota cada mediodía /
en honor del ojo único del cielo». (Parable island; Isla parábola).
Obsérvese que la ‘luz’ del medio día, el
campanario, el ‘ojo’ de Dios y la palabra ‘cielo’ nos llevan a la conclusión de
que la búsqueda de la verdad y la búsqueda del hombre justo que busca Diógenes
con su linterna, deberá buscarse con el auxilio de la ‘luz’ divina, luz que es
abarcadora como el sol que brilla en lo alto.
En “From the republic of conscience” (Desde la
república de la conciencia) Heaney nos lleva hasta los terrenos del mito
ancestral, sus símbolos, las creencias de sus antepasados como si ya poseyeran
una sabiduría natural del mundo, de las cosas y de Dios: «Cuando aterricé en la
república de la conciencia […] Allí la niebla es muy mal presagio, pero el rayo
/ representa el bien universal y los padres, durante las tormentas, cuelgan de
los árboles a los niños en pañales […] y tienen que proclamar su fe en que toda
la vida surgió / de la sal de las lágrimas que derramó el dios del cielo /
después de soñar en su eterna soledad».
Hay una preocupación –elemento que ya hemos
puntualmente señalado arriba- por el triunfo de la verdad y la justicia en La
linterna del espino. No siempre queda de forma explícita, sin embargo, la
esperanza de un juicio certero y justo: «Que sea como el juicio de Hermes, /
dios de los túmulos, en el cual las piedras fueron veredictos / arrojados a sus
pies por unanimidad, amontonándose a su alrededor» (The stone verdict; El
veredicto de la piedra); «Mientras la justicia horrorizada todo lo contempla /
como el sol que mira la nieve ártica» (The song of the bullets; Canción de las
balas).
La linterna del espino, es la consciencia luminosa
de un pueblo que pugna por su identidad, por encontrar su propia voz y su
destino. Pueblo, el de Irlanda, solidario, rodeado de mar pervive ‘flotando
hacia el destino’. El poeta, poroso, permeable a la historia de su pueblo,
conserva el sustrato, la sustancia o esencia de sus orígenes: «Somos un pueblo
disperso cuya historia / es una sensación de fidelidad opaca […] Cuando
reconocemos a los nuestros, cogemos el paso / pero nunca llegamos a
alcanzarlos. / Mi contacto más profundo fue subterráneo». (From the land of the
unspoken; Desde la tierra de los callados). Le pueblo irlandés, con su lengua
autóctona, su gente con carácter y sabiduría adquirida de los ancestros y en la
naturaleza, pugna conservar la unidad, la identidad. «Si no logramos ver a un
pez / que hemos oído saltar y sólo percibimos las ondas, / eso significa que en
algún lugar se está muriendo otro de los nuestros» (ídem).
El alma del artista con frecuencia es jalonada
desde las profundidades, como pez que pica el anzuelo en las hondas aguas. «El
alma se puede comparar […] Una estrella fugaz sumergiéndose de nuevo en la
oscuridad […] O, fin al alternativo, un juguete de luz / se enrolló en sus
entrañas, río arriba, sin encontrar ningún escollo» (The spoonbait; La cuchara
de pescar).
No faltan referencias culturalistas en
La linterna del espino (Penélope, Hermes, Esopo, Sócrates, Diógenes, Shakespeare). Estas
referencias nos pueden dar un somero indicio del andamiaje intelectual de
nuestro poeta. Hay una sutil coincidencia o intertextualidad entre unos versos
de Heaney y la Odisea
de la cual querría llamar la atención. Observemos lo que escribe nuestro autor:
«Cuando la cuerda del arco ha cantado una nota de golondrina, / la flecha cuya
migración es su blanco / deja en cada encaje un aliento susurrado» (Memoriam:
Robert Fitzgerald). Ahora leamos con atención estos otros versos de Homero en la Odisea , canto xxi, 405:
«…por su diestra probada la cuerda [la de Ulises] resonó claro y bien como pío
que da la golondrina».
La linterna del espino conserva el gen de las
obras “Norte” y de “Muerte de un naturalista”. Pero con ciertos resortes que la
distinguen como las referencias a la sabiduría universal, la alusión al mito y
leyendas ancestrales, el anhelo de la democracia, la verdad y la justicia. Las
coincidencias van entre estas obras van más en la línea de la remembranza de
hechos, episodios, recuerdos, el influjo de la tierra y la naturaleza, la
agricultura y la vida familiar en un ambiente católico.
El niño que fuera Heaney absorbió todo eso como la
materia con que después haría su obra o, mejor, con que el arte mostraría
aquellos vestigios de la realidad de un pasado que aún resuena y emerge en su
memoria. Su madre, a la que le dedica un soneto secuenciado con un tono
elegíaco, amén de la naturaleza, fue su gran maestra. «Ella me enseñó lo que su
tío le había enseñado: la facilidad con que se parte el bloque de carbón más
grande […] El sonido de aquel golpe relajado y seductor, / su resonancia
compartida y el eco apagado me enseñaron a descubrir la música / entre el
martillo y el carbón»; «más allá del silencio que se escucha» (Crearances;
Vacíos); «Yo vengo del musgo y de campesinos escuálidos […] he nivelado mi voz
de carretero a tonos de jardín […] dejo ahora caer esto / como la pluma de un
pavo real sobre la hierba» (A peacock’s feather; Pluma de pavo real).
No puede faltar en un católico irlandés, y menos
en un poeta con un alto sentido de pertenencia a una cultura, a una tierra, a
unas gentes, la nota característica de la esperanza en un futuro mejor. En el
poema “From the canton of expectation” (Desde el cantón de la esperanza) nos
dice: «Vivíamos sumergidos en una tierra de modos optativos, / bajo nubes de
resignación altas y espesas […] El futuro está en lo que sube desde abajo». Ese
futuro emergerá desde abajo con la certeza de que «como barco flotará cuando se
desencadene la tempestad».
La linterna del espino, que tiene muchos resortes,
como hemos podido ir viendo a grandes rasgos, bien puede ser llamado ‘acta de
una consciencia iluminada’ porque expresa el sentir de su generación y el
sentir del propio poeta que se mira vulnerable, hombre de arcilla, de barro:
«Decidlo, pues, y contemplad a los que / tuvimos las oportunidad de ser hombres
de barro, convencidos y distantes / figurad en nuestros propios ojos para los
ojos del mundo» (The mud vision; La visión de barro).
CONCLUSIÓN
Varios hallazgos descubro en mi lectura de La
linterna del espino. Seis claves de lectura que pueden ser útiles a la hora de
acercarnos a la obra. 1. La consciencia del acto creador, tanto en el fondo
como en la forma. Hay una evidente preocupación artística y un compromiso con
la palabra poética. 2. La memoria originaria. Quiero decir con ello que la obra
está jalonada por la cultura ancestral, la tierra, la identidad cultural
irlandesa, sus gentes y los recuerdos vividos en la infancia. 3. La mecha de la
dignidad. Esta es la clave del poemario. La dignidad es la única cosa que da
sentido pleno, no sólo al quehacer de Heaney, sino a toda una raza, a un
pueblo, el irlandés, que defiende su identidad. La dignidad es la linterna encendida,
la luz para seguir avanzando en la oscuridad de los tiempos. 4. La esperanza
que no cesa. Es una visión de futuro, de anhelos posibles y realizables. Es una
nota de confianza, primero en sí mismos, entre los irlandeses, en el devenir y
en las relaciones humanas con el pueblo vecino de Inglaterra. 5. Mitos,
creencias y sabiduría popular ancestral. Irlanda, aunque es cristiana, conserva
aún vestigios de mitos que, de alguna forma, configuran el pensamiento natural
y espontáneo de sus habitantes. Hay una valoración de las creencias y la
sabiduría popular heredada de los mayores. 6. Irlanda, un destino flotante. La
isla irlandesa flota en el Pacífico. Flota su futuro, y flota la solución
permanente a conflictos sociales, cuyos intentos se ha cobrado innumerables
vidas a lo largo de los años. Pareciera que Irlanda esté abocada a un conflicto
permanente, a un futuro incierto. Sin embargo, la esperanza o confianza en
devenir late en el corazón del poeta, como una linterna encendida en la noche. FLH.
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