domingo, 22 de julio de 2012

SEAMUS HEANEY, "LA LINTERNA DEL ESPINO"


SEAMUS HEANEY, La linterna del espino, Círculo de lectores, Barcelona, 1995. El oficio de poeta no es otro que el de construir con la palabra. El edificio que se construye tiene y ha te tener las mismas proporciones con que la arquitectura realiza sus obras. Para conseguir el resultado de las proporciones y la belleza de la obra acabada es menester un buen empleo de los recursos, pero también de la técnica.

El poeta, que sabe cuál es su misión sostiene que hay solamente dos maneras de situarse a la hora de pergeñar la palabra poética: «hay una manera correcta y otra incorrecta de sujetar la pluma». De ahí depende de que la visión, sueño o inspiración se apoderen del poeta como una luz nueva. «El sueño del poeta se apoderó de él como una luz del sol».

La vastedad del mundo circundante, la memoria originaria que registra nuestro cerebro –infancia, orígenes familiares- y los influjos de la naturaleza con sus múltiples lenguajes, van más allá de los límites que marcan los sentidos. El poeta ve el mundo mediatizado, no lo percibe todo. «Igual que el astronauta que contempla desde su ventanilla todo aquello de donde procede». (Alfabetos).

El pintor brega con los colores y con ellos hace aflorar en el cuadro, como dirá Ortega y Gasset, las ideas. El genio del pintor hace posible que emerja una criatura que no existía. Análogamente, el poeta transforma sus vivencias, sus recuerdos y sus pensamientos en la obra, que es el poema. «Y continúas conduciendo hasta la frontera de la escritura / donde todo vuelve a suceder». (From the frontier of writen; Desde la frontera de la escritura). Las cosas vuelven a suceder, pero de otra manera, es decir, transformadas.

En el poema que da título a la obra, “The haw lantern” ( La linterna del espino ) hallamos, a la manera de las sentencias de los sabios, una invitación a conservar la ‘luz’, la ‘dignidad’, poniendo todo nuestro esfuerzo en evitar que se apague. «Luz pequeña para gente pequeña, / sólo les pide que sepan conservar / la mecha de dignidad sin que se apague del todo / para no tenerlos que deslumbrar con iluminación».

La linterna del espino, es un símbolo de quien busca la verdad en la oscuridad del mundo; un símbolo del hombre que, con la luz de la fe y de la razón –recordemos que Heaney es cristiano católico-, aspira a que la humanidad sea más justa y buena. El poeta, como el filósofo Diógenes, toma su linterna y sale a las plazas públicas a buscar al hombre con mayúsculas. «Pero a veces, cuando tu aliento forma penachos de humo / en la escarcha, adopta la forma errante de Diógenes / que con su linterna busca a un hombre justo».

La labor del poeta es análoga a la Penélope, es decir su tarea es tejer, pergeñar día tras día la obra de arte, la del futuro irlandés. La fiel Penélope esperó veinte años a Ulises Laertes. ¡Y cuántas pruebas no tuvo que pasar –ella también- hasta verla sonreír nuevamente! Heaney nos alecciona –como lo ha hecho con la ‘linterna del espino’- con su poesía, testimoniando con ella que hay que tener la paciencia y la audacia de Penélope para poder cosechar los frutos de la espera, del ideal cultivado durante veinte, treinta o cincuenta años, aunque no tengamos garantías de un final feliz. «Penélope trabajó con cierta garantía de argumento. / Todo lo que destejía de noche / podía hacerle ganar un día más. // Yo, hace ya cincuenta años que afilo las mismas piedras / y todo lo que he deshecho nunca ha sido lo que hice. / Como la oscuridad delante del espejo, no he tenido recompensa». (The stone grinder; El afilador).

El poeta, como los mineros que se colocan su linterna en la frente, profundiza en los problemas humanos, sociales y políticos con el fin de «extraer el mineral de la verdad». Esta búsqueda de la verdad, como anotamos arriba en el poema “La linterna del espino”, resuena como un campanario en el interior del poeta tocando «una sola nota cada mediodía / en honor del ojo único del cielo». (Parable island; Isla parábola).

Obsérvese que la ‘luz’ del medio día, el campanario, el ‘ojo’ de Dios y la palabra ‘cielo’ nos llevan a la conclusión de que la búsqueda de la verdad y la búsqueda del hombre justo que busca Diógenes con su linterna, deberá buscarse con el auxilio de la ‘luz’ divina, luz que es abarcadora como el sol que brilla en lo alto.

En “From the republic of conscience” (Desde la república de la conciencia) Heaney nos lleva hasta los terrenos del mito ancestral, sus símbolos, las creencias de sus antepasados como si ya poseyeran una sabiduría natural del mundo, de las cosas y de Dios: «Cuando aterricé en la república de la conciencia […] Allí la niebla es muy mal presagio, pero el rayo / representa el bien universal y los padres, durante las tormentas, cuelgan de los árboles a los niños en pañales […] y tienen que proclamar su fe en que toda la vida surgió / de la sal de las lágrimas que derramó el dios del cielo / después de soñar en su eterna soledad».

Hay una preocupación –elemento que ya hemos puntualmente señalado arriba- por el triunfo de la verdad y la justicia en La linterna del espino. No siempre queda de forma explícita, sin embargo, la esperanza de un juicio certero y justo: «Que sea como el juicio de Hermes, / dios de los túmulos, en el cual las piedras fueron veredictos / arrojados a sus pies por unanimidad, amontonándose a su alrededor» (The stone verdict; El veredicto de la piedra); «Mientras la justicia horrorizada todo lo contempla / como el sol que mira la nieve ártica» (The song of the bullets; Canción de las balas).

La linterna del espino, es la consciencia luminosa de un pueblo que pugna por su identidad, por encontrar su propia voz y su destino. Pueblo, el de Irlanda, solidario, rodeado de mar pervive ‘flotando hacia el destino’. El poeta, poroso, permeable a la historia de su pueblo, conserva el sustrato, la sustancia o esencia de sus orígenes: «Somos un pueblo disperso cuya historia / es una sensación de fidelidad opaca […] Cuando reconocemos a los nuestros, cogemos el paso / pero nunca llegamos a alcanzarlos. / Mi contacto más profundo fue subterráneo». (From the land of the unspoken; Desde la tierra de los callados). Le pueblo irlandés, con su lengua autóctona, su gente con carácter y sabiduría adquirida de los ancestros y en la naturaleza, pugna conservar la unidad, la identidad. «Si no logramos ver a un pez / que hemos oído saltar y sólo percibimos las ondas, / eso significa que en algún lugar se está muriendo otro de los nuestros» (ídem).

El alma del artista con frecuencia es jalonada desde las profundidades, como pez que pica el anzuelo en las hondas aguas. «El alma se puede comparar […] Una estrella fugaz sumergiéndose de nuevo en la oscuridad […] O, fin al alternativo, un juguete de luz / se enrolló en sus entrañas, río arriba, sin encontrar ningún escollo» (The spoonbait; La cuchara de pescar).

No faltan referencias culturalistas en  La linterna del espino (Penélope, Hermes, Esopo, Sócrates, Diógenes, Shakespeare). Estas referencias nos pueden dar un somero indicio del andamiaje intelectual de nuestro poeta. Hay una sutil coincidencia o intertextualidad entre unos versos de Heaney y la Odisea de la cual querría llamar la atención. Observemos lo que escribe nuestro autor: «Cuando la cuerda del arco ha cantado una nota de golondrina, / la flecha cuya migración es su blanco / deja en cada encaje un aliento susurrado» (Memoriam: Robert Fitzgerald). Ahora leamos con atención estos otros versos de Homero en la Odisea, canto xxi, 405: «…por su diestra probada la cuerda [la de Ulises] resonó claro y bien como pío que da la golondrina».

La linterna del espino conserva el gen de las obras “Norte” y de “Muerte de un naturalista”. Pero con ciertos resortes que la distinguen como las referencias a la sabiduría universal, la alusión al mito y leyendas ancestrales, el anhelo de la democracia, la verdad y la justicia. Las coincidencias van entre estas obras van más en la línea de la remembranza de hechos, episodios, recuerdos, el influjo de la tierra y la naturaleza, la agricultura y la vida familiar en un ambiente católico.

El niño que fuera Heaney absorbió todo eso como la materia con que después haría su obra o, mejor, con que el arte mostraría aquellos vestigios de la realidad de un pasado que aún resuena y emerge en su memoria. Su madre, a la que le dedica un soneto secuenciado con un tono elegíaco, amén de la naturaleza, fue su gran maestra. «Ella me enseñó lo que su tío le había enseñado: la facilidad con que se parte el bloque de carbón más grande […] El sonido de aquel golpe relajado y seductor, / su resonancia compartida y el eco apagado me enseñaron a descubrir la música / entre el martillo y el carbón»; «más allá del silencio que se escucha» (Crearances; Vacíos); «Yo vengo del musgo y de campesinos escuálidos […] he nivelado mi voz de carretero a tonos de jardín […] dejo ahora caer esto / como la pluma de un pavo real sobre la hierba» (A peacock’s feather; Pluma de pavo real).

No puede faltar en un católico irlandés, y menos en un poeta con un alto sentido de pertenencia a una cultura, a una tierra, a unas gentes, la nota característica de la esperanza en un futuro mejor. En el poema “From the canton of expectation” (Desde el cantón de la esperanza) nos dice: «Vivíamos sumergidos en una tierra de modos optativos, / bajo nubes de resignación altas y espesas […] El futuro está en lo que sube desde abajo». Ese futuro emergerá desde abajo con la certeza de que «como barco flotará cuando se desencadene la tempestad».

La linterna del espino, que tiene muchos resortes, como hemos podido ir viendo a grandes rasgos, bien puede ser llamado ‘acta de una consciencia iluminada’ porque expresa el sentir de su generación y el sentir del propio poeta que se mira vulnerable, hombre de arcilla, de barro: «Decidlo, pues, y contemplad a los que / tuvimos las oportunidad de ser hombres de barro, convencidos y distantes / figurad en nuestros propios ojos para los ojos del mundo» (The mud vision; La visión de barro).

CONCLUSIÓN

Varios hallazgos descubro en mi lectura de La linterna del espino. Seis claves de lectura que pueden ser útiles a la hora de acercarnos a la obra. 1. La consciencia del acto creador, tanto en el fondo como en la forma. Hay una evidente preocupación artística y un compromiso con la palabra poética. 2. La memoria originaria. Quiero decir con ello que la obra está jalonada por la cultura ancestral, la tierra, la identidad cultural irlandesa, sus gentes y los recuerdos vividos en la infancia. 3. La mecha de la dignidad. Esta es la clave del poemario. La dignidad es la única cosa que da sentido pleno, no sólo al quehacer de Heaney, sino a toda una raza, a un pueblo, el irlandés, que defiende su identidad. La dignidad es la linterna encendida, la luz para seguir avanzando en la oscuridad de los tiempos. 4. La esperanza que no cesa. Es una visión de futuro, de anhelos posibles y realizables. Es una nota de confianza, primero en sí mismos, entre los irlandeses, en el devenir y en las relaciones humanas con el pueblo vecino de Inglaterra. 5. Mitos, creencias y sabiduría popular ancestral. Irlanda, aunque es cristiana, conserva aún vestigios de mitos que, de alguna forma, configuran el pensamiento natural y espontáneo de sus habitantes. Hay una valoración de las creencias y la sabiduría popular heredada de los mayores. 6. Irlanda, un destino flotante. La isla irlandesa flota en el Pacífico. Flota su futuro, y flota la solución permanente a conflictos sociales, cuyos intentos se ha cobrado innumerables vidas a lo largo de los años. Pareciera que Irlanda esté abocada a un conflicto permanente, a un futuro incierto. Sin embargo, la esperanza o confianza en devenir late en el corazón del poeta, como una linterna encendida en la noche. FLH.

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