martes, 31 de julio de 2007

AGUA DEL TIEMPO, José Antonio Funes

AGUA DEL TIEMPO


Agua del tiempo, centro editorial Diputación de Málaga, 1999, es una antología con lo mejor de su autor (hondureño), José Antonio Fúnes, quien consagrado a la creación literaria, tiene en su haber tres poemarios: Modo de ser (1989); A quien corresponda, (1995); y Agua de mayo, (1999).
Agua de tiempo aúpa la producción más sustanciosa de Funes. En la primera parte el poeta deja en evidencia sus utopías, anhelos y sueños. Así lo evidencia el poema “Palabras a don Quijote”. La dureza de la realidad presente no amaina la esperanza en el corazón quijotesco de Funes, aunque le digan loco: “Aún se dice /amado armado caballero, / aún se dice que estás loco”. En el fondo de esta intención de Funes late “un milagro de la primavera” dibujada en el poema machadiano al Olmo Viejo.
La sobriedad con que nuestro autor construye el poema es fina. Sus poemas son ligeros de imágenes, sin embargo contienen fuerza poética: “desde la ternura de sus labios de almendra / inventan sueños” (p. 13).
El tiempo es el espacio vital, poético de nuestro autor, el cual se prende con sabiduría que va más allá del sentido común: “aprendemos del tiempo / a no malograr su jugo transparente”.
La noche, junto con el tiempo, absorbe vertiginosamente las horas y no entiende el amor: “y más allá de eso, / subo con la luz en tus peldaños dulces”. Más allá del tiempo que transcurre y de la noche, angustia íntima del amante, el poeta, iluminado por el resplandor de su amada, sublima el paso fugaz del tiempo en los dulces peldaños del ser que lo deslumbra.
Funes, concitado por el recuerdo, lugar frágil de la memoria sensible, elabora los datos de experiencias que han marcado su sensibilidad: “Ella calló hace tiempo, / y he aquí un puñado de su voz / bajo estos astros / que vieron volar los últimos pájaros de su carne” (p. 19; ver p. 35.45).
Nuestro autor, como buen hijo de la tradición literaria hondureña, aparte de conservar la veta amorosa, despunta también en él el rasgo de la poesía social (Palabras de Don Quijote, Hazaña, Porque estamos en guerra).
La segunda parte nos presenta a un poeta más maduro. Seis años después, Funes, profesor de la Universidad Pedagógica, vuelve a publicar, en su madurez creadora, el poemario: “A quien corresponda”.
El poeta ha hallado sentido a su quehacer literario y escribe para expresar su empatía con sus semejantes: “es que necesito escuchar a ese otro, / a quien le brillan o le sangran las palabras” (p. 31). Pero también escribe para sentir su propia voz: “escribo... para escucharme a mí mismo” (ídem).
La muerte, como arquetipo, forma parte del cuerpo poético de Funes. La muerte arrebata el sentido último del amor, la naturaleza y hasta del tiempo: “la muerte viene silbando / sobre las piedras / entre los árboles” (p. 33).
El poeta, como Narciso, busca su propia identidad existencial. Como ente de conciencia e inteligencia posee la capacidad de saber que el cielo es como el pozo en el cual se contemplaba Narciso: “Cielo, Narciso / que se busca en los ojos de los niños”. Posiblemente Funes mire en su íntima intimidad, emulando a san Agustín de Hipona, al niño que le hará entrar en cielo, lugar donde se ponen las más sublimes esperanzas.
Tierra, cielo, viento y mar forman un armazón arquetípico que conjuga el poeta con destreza. Una de las más bellas conquistas de Funes, a mi entender, en esta antología, está cifrada en los versos que siguen: “Viento, / anciano torpe / que tropieza en una cáscara de nuez. / Mar, / toro de espuma / que agoniza bajo el puñal de la ola”.
Ninguna otra cosa doblega su voluntad y libre albedrío, excepto el amor: “y saber arrodillarse / únicamente ante el amor” (p. 40).
Funes escribe por un imperativo categórico de su propia voz, como adujimos arriba; escribe para perpetuarse incluso por encima de la muerte, para ser él en la memoria del tiempo: “escribí porque ante la poesía / la muerte es sólo una pobre muerte”. La poesía de Funes trasciende la muerte, lo tempóreo y lo corrupto. La poesía lo redime y lo salva de la muerte, y en consecuencia, lo inmortaliza.
Digamos que la poesía es la verdad ante la negación de la muerte. Funes escribe para diluir el no ser, la conciencia heideggeriana de ser para la muerte. La poesía da sentido a su existencia y le ayuda a orillar la aterradora certeza de que, tarde o temprano, nos llegará el trágico instante de abandonar este mundo.
No cabe duda, Funes, en esta segunda parte de su producción, pone todo su acervo y capacidad creativa. Logra momentos memorables y álgidos: “una mujer de flor y piedra” (p. 48). Síntesis perfecta de la mujer tierna y dulce y la mujer fuerte y tenaz, “que no llora cuando hay que endurecer los ojos”.
Agua compartida es un poemario que sintetiza ampliamente la visión del amor de Funes, su imaginación artística y su dominio del lenguaje. ¡Qué finura expresiva y cuánta maestría al servicio de la cultura!: “Una ventana / que escucha el diálogo de los astros,... / Boca que convoca el agua / para cubrir la ansiedad del fuego... / Ciegas serpientes de humedad / mordiendo la carne del tiempo” (p. 49).
En la tercera parte, la lluvia, como elemento de la naturaleza, sumerge en la nostalgia al poeta y le evoca el recuerdo remoto de amores perdidos en los rincones del tiempo: “Y cuánto esperarla desde un amor en ruinas” (p. 57).
Estamos en la madurez de la vida. El aeda recurre a la memoria sensible y desbroza los recuerdos de su infancia y su tierra natal. Pero también siente nostalgia, no tanto de lo que fe y vivió, sino de encontrarse a sí mismo, como Diógenes, alumbrado por la lámpara de la poesía: “con una lámpara nueva para buscarme en la gran noche de la página en blanco” (p. 57).
En agua de mayo, Funes ha alcanzado la cúspide de su creación poética. El léxico es amplio y sereno. El dominio del castellano, combinado con la dote natural y la gracia poética, lo sitúan entre los mejores poetas de nuestro tiempo en tierra hondureña.
En suma, Funes esculpe su poesía de reminiscencias culturales de la más añeja y viva tradición literaria castellana. El lenguaje que utiliza es diáfano y elegante. Asequible al habla común. Él es el poeta “donde los gritos de la noche asaltan el silencio de los ángeles”.

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Localización tierra natal, República Dominicana