miércoles, 11 de marzo de 2009

CUENTOS 1

DEMONIO MERIDIANO


En la empresa tenía fama de ser el mejor agente de seguros. Viajaba con frecuencia, daba conferencias aquí y allá. Recibía condecoraciones, diplomas de reconocimiento y bonificaciones. Poseía varias tarjetas de crédito en dólares. Tenía carro de lujo y casa abarrotada de objetos preciosos comprados en sus viajes turísticos. El sobre blanco llegó un día cualquiera. Dentro traía una nota que decía: “Gracias por sus servicios”. Esta breve pero lacónica expulsión le valió la ruina, depresión y la esterilidad total a Oscar Ortiz. El demonio meridiano lo acosó hasta hacerlo perder el juicio.


AVE SIN NIDO


El día que ella lo vio, un cosquilleo le hizo arder el corazón. Su cuerpo virgen, adulto, de unos treinta años, por primera vez había sido sorprendido con la llama inconsumible de Eros. El joven era de prosapia, un potentado mestizo, gerente de una transnacional al que toda mujer, -por ese misterio que tienen los hombres seductores, galanes y de dinero- caía postrada ante su arrolladora presencia. Interpuso Ártemis su fuerza y desintegró el noviazgo, tal vez el último de Susana. Esto sucedió después de perder la flor de la virginidad y quedar como ave sin nido.


CONFESIONES DE T
ÁNTALO

Este castigo pesa sobre mi alma desde hace siglos. El mundo ha evolucionado desde que divulgué todo lo que hoy el mundo sabe y conoce

Sigo aquí todavía, con el agua al cuello, en lo profundo de mi memoria. Miro en el pasado lo que fui, mas lamentablemente no puedo escapar de esta insoportable camisa de agua. Ya nadie pasa por aquí, salvo cuando me despierta del sueño algún explorador de mitos.

Soy y no soy, existo y no existo. Sin embargo, estoy vivo porque he llegado a trascender el tiempo. Sé muy bien que yo estoy en la memoria colectiva de la raza humana. Tuve secretos divinos que poseían parte de la verdad. Uno dice su propia verdad, y yo la dije pensando en la gente de todas las generaciones. Aquella verdad es la que todos hoy pueden manejar en torno a la técnica y a las comunicaciones, el espacio y las ciencias.

Tal vez la roca de la injusticia algún día caiga de mi cabeza, porque si algo pesa en mi vida es sentir el peso del mal causado por los de mi misma especie. Otro gran lamento que surge de lo más profundo de mi interior (cuánto lo he dicho en mis plegarias matutinas) es el hambre de eternidad que despiertan en mí las frutas del árbol de la vida. Esas frutas jugosas que se me escapan y huyen de mí causando un hambre muy honda. Es agónica mi insistencia. Vivo pensando en probar esa fruta. Es desesperante porque nunca las alcanzaré.

Si Dios no me saca de estas aguas turbias de la nada cotidiana y si no me quita esta tosca piedra de mi cabeza, seguiré postrado ante el mal.

Yo, Tántalo, confieso que deseo ir con la humanidad toda hacia donde se pone el sol, allá, donde nunca muere la esperanza.


DRAMA EN UN ACTO


Hace quince años que me casé con él. Me da todo lo que quiero: carro, vestido, joyas, sexo y dinero. Tiene buenos sentimientos y trabaja de sol a sol. Pero tiene un defecto: toma alcohol, ha embarazado a una mujer y a mí, míreme, me golpea y me amenaza con matarme con su pistola. Sólo cuando bebe.



EL BMW DE ESTEBAN


Esteban acababa de comprar un carro nuevo, el carro que siempre soñó tener. Todos los días lo llevaba a lavar para tenerlo pulcro, nítido. Su carro se convirtió en su dios, en las niñas de sus ojos. Su esposa Iris sintió que todas las atenciones de su marido recaían en el BMW de suerte que se sentía desplazada. Al medio día, cuando pasó por el kínder a buscar a su hijo José Manuel de dos años, se detuvo para hacer una transacción en el Banco Central. El pequeño empezó a dibujar con sus crayolas en los asientos, en los cristales y todos los lugares posibles y con todos los colores posibles. Estaban, furioso, empezó a darle pao pao en la mano derecha de José Manuel. En un extraño delirio de cólera maltrató tanto al pequeño que, al llegar a su casa, Iris notó que la mano de José Manuel estaba completamente amoratada. El niño, lloraba de dolor y se quejaba. Esteban profería toda clase de insultos y maldiciones como fuera de sí. En el colmo del asunto, el niño perdió su manita y hubo que amputársela. El pequeñín, viendo que le faltaba su mano, le dijo a su padre: papi, yo me porté mal y me castigaste, ahora devuélveme mi mano, que no lo volveré a hacer. La inocencia de José Manuel le penetró la conciencia a Esteban y éste lloró su estupidez.


EL CUERNO DE AMARTEA

La Llanada Arriba, Subida de la Cuaba, año 2002. Juana Abréu, viuda de Henríquez, heredó de su marido una gran crianza de chivos. Éstos pastaban en una finca de ochenta tareas de tierra. Arroyos, manantiales y el río Dajao abastecían de agua, no sólo el inmenso rebaño de cabras, sino incluso algunas decenas de cabezas de vacas para el ordeño doméstico.

La viudez de Juana Abréu se caracterizó por una terrible soledad. Todos sus hijos ya estaban casados. Unos se habían ido a los Estados Unidos de América y otros a las ciudades del país. Ella tenía ochenta y dos años. De las familias que había en La Subida de la Cuaba en los años noventa -pese a habérselo dicho mil veces sus hijos- sólo ella se quedó custodiando el caserón que le dejó el difundo Don Luis y unos cuantos animales de crianza. Juana Abréu sabía que a su edad el final estaba cerca.

Fue entonces cuando mandó llamar al mayor de sus nietos, que siempre había sido de ayuda en los momentos cruciales de su vida, -especialmente cuando Don Luis falleció-, para comunicarle los secretos que guardaba con más sigilo que los pecados confesados a un sacerdote.

-Moy, le reveló ella, con estricta privacidad y en ausencia de oídos envidiosos, aquí tienes el Cuerno de Amartea, una chiva blanca a la que un rayo, durante una tormenta, se lo arrancó de cuajo. Andaba yo por el monte cuando sucedió el milagro de los dioses. Yo cogí el cuerno y lo guardé sin saber que era un regalo del cielo. Toma, te traerá suerte, pues es un cuerno sagrado, divino.

El joven nieto tenía en su rostro un deje de extrañeza, pero al mismo tiempo sus ojos brillaban con más intensidad. Presentía que algo grande sobrevendría a su vida. Guardó el cuerno de Amartea con mucho celo donde nadie lo encontrara.

A partir de ese día, el 5 de septiembre del año 2002, Moy empezó a sentir los efluvios del cuerno de la cabra. Resultó que un amigo bohemio, José Tatán, que regentaba un hotel casino en Barahona, una ciudad al sur de la República Dominicana, le llamó por teléfono para darle una gran noticia.

-Moy, hijo mío, -como él solía llamarlo-, un gringo compró el casino. Ven a buscar tus acciones, doscientos mil dólares.

-Tatán, ¡no lo puedo creer! Ahora sí que la pegué.

Entre tanto, Juana Abréu, contra todos sus hijos, se casó con Nono (Gregorio) un hombre esquizofrénico a quien le daban ataques de locura como al más endemoniado del mundo. Un día en La Vega, frente al Centro Médico Padre Fantino, dando gritos, saltó entre unos carros quebrándole de una patada el cristal delantero a uno de ellos.

Los quince hijos de Juana Abréu se opusieron (y dos que habían muerto de seguro se revolcaban bajo tierra) a que ella se casara con un loco. Pero como no quería pasar los últimos días de su vida sola, contra viento y marea, se casó religiosamente contra todo pronóstico con un hombre de cuarenta y pico de años. Su matrimonio, de haberlo conocido los periodistas, habría sido noticia de primer impacto.

Moy, por su parte, era el único beneficiario de la anciana que, para unas cosas era tan loca como Nono, y para otras era astuta y clarividente. Sucedió que un vendedor de billetes de la lotería nacional, mientras Moy hacía una parada de semáforo en un viaje que hiciera a Santo Domingo, le vendió una ristra de números que tenía de remate. No supo cómo ni porqué compró los números, pues casi nunca gastaba dinero en esas pendejadas, como decía él, pero por fortuna alcanzó el premio mayor. Con el dinero que ganó se compró un carro nuevo y un apartamento de lujo en Santiago de los Caballeros.

Pocos días después, nada era casual, una empresa importante de La Vega –a la que nadie podía hacer frente por poderosa e influyente- le había invadido a Moy un terreno de ocho tareas, ante lo cual interpuso una demanda judicial que ganó obteniendo una fuerte suma en efectivo en concepto de indemnización.

Ante los sorprendentes efectos del cuerno de Amartea, Moy fue a visitar a su abuela, Juana Abréu, para contarle lo acontecido. Al verlo, ella se adelantó y le dijo:

-Hijo, cuida el cuerno de la chiva, es el cuerno de la abundancia. El que lo posee nunca tendrá necesidad de nada; ni de amor, bienes, dinero o salud.

-Mamá Juana, ¿quién le dio a usted el cuerno?

-Zeus, hijo, él me lo confió y me autorizó entregarlo al primer nieto de mi descendencia.

-¿Zeus?, ¿el dios mitológico?

-Sí, él es quien me dio el cuerno de la chiva y por una revelación que me hizo eres tú el heredero del mismo. No hablemos más de eso, que los dioses se pueden rebelar y arrebatarte la felicidad que ahora tienes y la que tendrás hasta el fin de tu vida.

En efecto, Moy ya no preguntó nada más para no contrariar a la anciana y al extraño dios del mito que, fuera quien fuera, algo bueno le estaba procurando.

La abuela guardó para sí otro de los secretos que pronto iba a ser una gran sorpresa para su nieto. Para entonces, ya no quedaban chivos en la hacienda de doña Juana, salvo una marrana recién parida, una chiva blanca con un solo cuerno y dos panales de abeja para producir miel.

La ausencia del rebaño de cabras hizo que pronto la hacienda se poblara de matorrales. De día sólo las chicharras se oían y raras aves perdidas en los montes.

Moy había comprado todas las tierras que en herencia les correspondían a los tíos suyos, o sea, a los hijos de doña Juana Abréu. Una mañana de sol radiante, salió a explorar los condominios que le correspondían y otros que compró a los campesinos colindantes con el dinero que se sacó en la lotería. Bajó al río Dajao, a la parte que da a lo del difunto Honorio, abuelo paterno del joven afortunado. Mientras se lavaba la cara en el agua poco profunda del río, pudo ver en el fondo una piedra brillante que le llamó la atención. La observó detenidamente. Se dijo para sí con un aire de triunfo en el rostro:

-¡Oro, esto es oro!

Siguió mirando y pudo percatarse de que la peña del río tenía un ligero tintineo dorado. Extrajo un pedazo de roca color carbón con adherencias que parecían escarcha a la luz del sol. Intuyó que podía ser oro y llevó una muestra a un laboratorio de minería en la capital. Un ingeniero especialista en metalurgia le dio el diagnóstico de la muestra.

-Esto es oro, pero el oro legítimo está abajo, en lo profundo de la roca.

-Quiere decir, Ingeniero, que tengo una mina.

-En efecto, tiene usted mucho oro, es usted rico.

Moy, asesorado por ingenieros y expertos, legalizó la mina y empezó a explotarla. En pocos años acumuló una gran fortuna. Se compró un yate en Puerto Plata y una casa en la playa.

A nadie le dijo nada del cuerno de la chiva Amartea. Juana Abréu murió rodeada de abejas y de una chiva blanca con un solo cuerno.

Nono enloqueció por completo. Fue el único que, en su locura, pudo ver que la chiva Amartea era sólo un producto de su esquizofrenia y todo este cuento también.


miércoles, 25 de febrero de 2009

EL SILBIDO DE LA SERPIENTE

Tendría yo unos seis años cuando, con mi hermano mayor, salimos, por encargo de mi padre, a apartar el becerro de una vaca que hacía pocas semanas había parido. Mientras cumplíamos con el encargo, se nos hizo tarde y la noche, como una sábana, cayó muy pronto por la loma de Pozo Colorado (municipio de La Vega, Rep. Dominicana).

El camino de regreso, que conocíamos casi con los ojos cerrados, apenas si se podía adivinar. La noche, bajo los cafetales y las amapolas tropicales, son más oscuras que las noches sin lunas. Los grillos roían las tinieblas y las ranas de la quebrada, por donde está la Tina de Mendre, que ha dado de beber a generaciones de vecinos y a cientos de animales, hacían más profundo el misterio de la oscuridad.

Mientras caminábamos de regreso a casa, sentí bajo mis pies un extraño y blando bulto, acilindrado. Pronto conocí, por el vagido que emitía, que se trataba de una gruesa culebra. Yo no sabía el riesgo que corría -caso de ser venenosa la serpiente- pero lo cierto es que cogí un peñón y que empecé a golpearla sin piedad.

Naturalmente, niño al fin, no le pude hacer nada al bicho aquel. Los mazazos ni cosquillas le hicieron a la culebra, salvo aumentar más su furia. Sus silbidos se hicieron más agudos. De su boca salía un espantoso hedor que no tiene igual en la fauna de los malos olores.

Al ver que no podíamos, mi hermano y yo -Rómulo y Remo- abatir la culebra, corrimos adonde nuestros abuelos. Allí avisamos a nuestros tíos quienes, con afilados machetes y colines de chapear, fueron al lugar donde les dijimos que estaba el reptil.

Al día siguiente, bajo una mata de guama, en el patio de los abuelos, estaba el trofeo -la culebra decapitada- para el asombro de todos los vecinos; tendría unos dos metros o más.

Como complemento directo, vamos a decir bárbaramente, de la historia anterior, que las culebras tenían un cierto atractivo para el niño que fui y que, en cierto modo, sigo siendo al recordar mi infancia.

En una ocasión, mientras jugaba a explorar la vida de los insectos fui a dar al tronco de una mata de roble, en cuya base había un hueco. Yo me acerqué y hurgué un nido de hojas. Había una culebra, no muy grande, gira, que, al parecer, domía pacíficamente.

El muy atrevido niño metió la mano en la covacha y la extrajo sin la menor pizca de miedo. Alzó su mano con la culebra en el puño ante los demás niños que corrían despavoridos. Tal vez fue esa la última vez en la vida que se atrevió a retozar con una culebra que pudo haberle costado, a saber, la vida.

lunes, 23 de febrero de 2009

EL REZO DE LAS MOSCAS

Vacas flacas. Estos tiempos son tiempos de vacas flacas. Mana agua de las rocas, cae maná del cielo. Vamos avanzando entre plagas y alimañas. Serán molinos de viento, Sancho, pero lo que veo son gigantes, goliás, polifemos, hulks.

El canto de las sirenas duerme a unos y desvela a otros. Tenemos que abrir bien los ojos y analizar los signos de los tiempos, retorcidos y cambiantes. La nave cruje. Dios pasa entre lamentos.

Con estas cavilaciones, un tanto rasgadas, paso a decirlo de otra manera:

I

El ángel en la puerta del sol,
la fruta que no se pudre porque el artista
la transformó en óleo;
el mendigo que abre las alas
para atrapar el aire en sus manos,
el piadoso avemaría del campanario de la catedral,
la bocina que reclama sus derechos,
todo ello augura una ciudad.

Estoy en la tierra, ella me rodea los ojos,
la voz. Los semáforos advierten
el ritmo de la verdad,
los tiempos que el ave espera en su lecho
de tristeza. Ahí va Pepín con los cocos de agua
para calmar la sed, con el sudor en la frente
gritando la miseria. Con su boca seca regresa al barrio.

Ayer murió Fredy. Unas ranas lo velaban
en un descampado, las moscas le rezaban
con su vuelo sonoro.

II

Cuánta tristeza para sonreír un día,
cuánta oscuridad para que amanezca,
cuánta muerte para obtener la vida,
cuánto dolor para alcanzar la luz, la madre luz
de las olas fatigadas,
de los abrazos que te debo.

Hoy siento la tierra rebrotar en mi boca,
un río nace, trae en su caudal
niños con los ojos abiertos, encendidas
manos.

Este año perdura en la sombra.
El beso que no te di está en la tardía
flor de flamboyán.

La herida no te cierra. Gimes, no porque te falte sol,
sino porque te falta el ángel, la caricia.

------------

Yo sé que nuestro pueblo, com el "Olmo viejo" del que habla el poeta Antonio Machado, aunque esté hendido por el rayo, algunas hojas verdes le han salido.

domingo, 22 de febrero de 2009

SALVADOR SORIA

EL SECRETO LENGUAJE DE LA CREACIÓN DE SALVADOR SORIA

La comunicación secreta de los espacios

La lectura de un libro siempre te deja una huella. Un concierto, una película, una obra de teatro, hace más humana la vida y eleva nuestra condición. El arte, en definitiva, como expresión superior del ingenio humano, nos humaniza y perfecciona.En este mismo sentido, las obras del pintor Salvador Soria, (Valencia, 1915) tal vez por diferentes y propositivas, tienen una gracia, una secreta armonía que, sin duda, son fruto de un espíritu acucioso, dedicado. Su técnica mixta –pintura, hierro, madera- le permite lograr texturas, formas y colores que a mí me resultaron placenteros y a la vez cuestionantes.

Hay en las obras de Soria un equilibro que serena, una secreta palabra que amaga en los resquicios de luz o en los recodos desgarrados de sus diferentes escenas pictóricas. La unidad temática y la armonía del conjunto de sus obras conquistan al espectador. El tono, el color, es discreto, mate.

Hay en Soria, más allá de lo meramente visible del cuadro, un lenguaje nada convencional. Quiero decir que el artista comunica su visión del mundo y de la vida con un lenguaje abstracto. Tal vez sea más exacto hablar de "metalenguaje" pictórico. Sus obras te dicen, te atrapan, pero tú no puedes más que decir me habla, oigo su palabra en un idioma que no puedo interpretar. Tal vez la única manera de entender la cosmoestética de Soria sea precisamente, callando ante la obra. Porque, en verdad, estamos tan cargados de encasillamientos que nos cuesta aceptar que es posible un espacio donde sólo cabe la imaginación.

La obra artística de Soria es una y distinta. Esto es, hay unidad en la diversidad. Hay un Big Bang de inspiración que desencadena en una multiplicidad de figuraciones, de significados, –esto es para mí lo más interesante- que evocan extrañas facetas de su ingenio. Las obras de Soria apuntan a límites inacabados, a biertos , a un universo silencioso que se expande en la visión que las contempla. Esto vale para sus cuadros como para sus esculturas –otra faceta complementaria de su genio creador. Esos límites los pone la imaginación del espectador, pero jamás el artista.

Insisto, las obras de Soria me han conquistado por la "plurisignificatividad" -no siempre explicables ni conceptualizables- de formas, corores y texturas, por la manera con que ha querido expresar el sentido de los espacios. Pienso que el artista ha querido comunicar las fuerzas extrañas de un mundo real, verdadero: el suyo, el que él ha visto en su imaginación, y, por ende, el que él ha creado. Esta misma percepción la he captado -sólo que en poesía- en el poeta colombiano Giovanni Quessep de quien he escrito algo en este mismo espacio.

sábado, 21 de febrero de 2009

PATADA PLANETARIA

Cuando yo era adolescente practicaba taekwondó. Sólo en una ocasión me vi obligado, más por miedo y defensa que por otro motivo, a propinarle una patada a un joven reconocido en el barrio por ser uno de los más temidos boxeadores.

Una patada perturba tanto al contrincante como el sonido de un disparo a la turba. Una patada aturde y hasta puede dejar maltrecho al adversario. Pegar una patada puede dañar, no sólo al que la recibe, sino incluso al que la da.

El cubado Ángel Valodia Matos se ganó la medalla de oro al descrédito en los Juegos Olímpicos de Pekín, 2008. No contento con una decisión arbitral que lo descalificó en una pelea, el cubano se cuadró para fulminar de una patada al juez que arbitraba su deportiva contienda.

La patada de Ángel Valodia es una patada planetaria histórica. Ya nunca más podrá competir en el deporte de alto nivel. Con su patada destrozó, no al árbitro, sino a sí mismo, a su propia carrera, a Cuba.

La furia y la cólera de la imagen que congeló su craso desfogue lo catapultó a la tumba de su carrera deportiva. La patada de Ángel Valodia fue divulgada por los diferenes medios de comunicación del planeta. Su pierna se alargó aún más por todo el mundo como si al mundo mismo le pegara una patada. He llegado a pensar que su patada revela toda la rabia contenida del pueblo cubano. La patada de Ángel Valodia quizás fue una patada para que el mundo se entere de que Cuba existe. Esta patada ¿no será un grito de que Cuba sigue en lucha y que no se resigna al arbitraje de nadie?

No sé, la verdad, cómo definir la patada de Ángel Valodia. Podría ser una patada contra la injusticia, contra el poderoso, el primer mundo o el submundo de la revolución cubana o contra Fidel o Raúl Castro.

La patada de Ángel Valodia es un claro ejemplo de insurrección, una proclama a pierna suelta de los vencidos. Su pierna, como un cañón, lucha contra la injusticia de quienes arbitran a conveniencia. Su pierna apunta y golpea, aunque lo descalifiquen y eliminen, contra quienes atropellan a los caídos.

El arrojo de Ángel Valodia puede entenderse, también, como un símbolo de los que no saben perder ni aceptan los propios errores. Su patada me recuerda las huelgas de hambre, las quemas de llantas, a los niños de la calle. Me recuerda las coces de la corrupción y la bazofia política, el tráfico de humanos en el Estrecho de Gibraltar (España) o en el paso de Río Colorado (suroeste de los Estados Unidos y noroeste de México).

Piendo en las patadas de tantos "ángeles" desde los países africanos o desde los países americanos. Patadas todas ellas planetarias, como la de Ángel Valodia, que duelen y sacuden el alma.

viernes, 20 de febrero de 2009

MI VISITA AL MUSEO "EL PRADO", MADRID.

En los museos se conservan los grandes aportes de los artistas a la humanidad. Los museos son un silencioso tesoro que habla del pasado en un afanoso intento por llegar a generaciones sin fin. Yo he sido uno de los afortunados en conocer el Museo el Prado (2008) . Estuve dentro seis horas -un descanso para comer- con los ojos abiertos, la mente porosa y el alma desnuda.

Las emociones que sentí fueron desiguales según los artistas y épocas de los mismos. Sin embargo, también tengo que decir que fueron muchas las sensaciones e impresiones. Pese al rumor de los visitantes y al peso del cuerpo -el mío de tanto andar- ameritan, con mucho, estas palabras, ¡y más! Comento algunas obras, no tanto para decir cosas nuevas, sino para decir lo nuevo que me han aportado.

"La Anunciación" de Fra Angélico es una obra de arte luminosa, tierna y colorida, que seduce y atrae con fuerza al que la mira. La Virgen y el Ángel reflejan un misterio de luz sagrada, divina.

Haciendo un balance de mi periplo por El Prado, el cuadro que más me enterneció, el que más me emocionó por su belleza y acabado fue el "Cristo muerto, sostenido por un ángel" de Antonello de Messina. El rostro lívido de Jesús y su cuerpo exánime contrasta fuertemente con la carita dulce y llorosa del angelito que lo sostiene sentado. Es el rostro triste, gimiente del ángel, no las dimensiones o la espectacularidad, digamos, de un Veláquez o un Goya, lo que a mí me ablandó las fibras más hondas del alma. Tal vez podría decir que tan sólo por la emoción estética de este cuadro pequeñito valió la pena recorrer medio día el museo El Prado.

Otro cuadro que me impresionó fue el "Descendimiento de la cruz" de Van Der Weyden. La languidez del Cristo muerto es, a mi juicio, perfecta. Hace juego con María que yace, con la misma postura, desmayada en el suelo.

Naturalmente, hubo muchos otros cuadros que me engancharon. Por ejemplo: El "Autoretrato" de Duero es otra obra magistral y elegantísima. "El Cardenal" de Rafael me llamó la atención por su belleza y colorido. "Venus y Adonis" de Veronés es una obra seductora. De El Greco me gustó mucho -de lo que allí hay expuesto, pues no estaba la Lágrima de San Pedro ni la colección de los Apóstoles-"La Santísima Trinidad", ¡qué colorido, que realidad más trascendente! En dos ocasiones me detuve para llevarme el arrobamiento impreso en el alma.

Nadie, a mi juicio, que visite El Prado o guste de las artes plásticas quedará indiferente ante "Las meninas y "Las hilanderas" de Velázquez. Dos joyas del arte, dos joyas de la plástica universal. Si lo que dije de Velázquez no lo dijera de Goya entonces habría razón para tacharme de ignorante. Y me refiero a "El quitasol" y sobre todo a "La maja desnuda". Ésta tiene, sin duda un encanto insuperable, sin embargo, "El 3 de mayo de 1808 en Madrid" posee tal fuerza y magnetismo a la vista que lo que yo pueda decir es risible si lo comparamos con lo que se ha dicho sobre esas obras eternas del arte español.

Yo pasé por El Prado para no pederme el privilegio de ver, mirar, a tantos artistas que han dejado sus trazos y su visión de la vida y del mundo en aquellos lienzos. Pasé por El Prado para darles a mi vista un banquete de luz y color, para elevar mi espíritu y enternecer los sentidos. Si un día quedo ciego -espero que no para seguir contemplando la belleza del mundo- siempre recordaré "El Cristo Muerto" de Messina, "La Trinidad" de El Greco y "El 3 de mayo" de Goya.

Notas:

1. Fuente primera imagen: http://es.wikipedia.org/wiki/El_quitasol. El quitasol. Francisco de Goya, 1777. Óleo sobre lienzo. Rococó. 104 cm × 152 cm. Mueso del Prado, Madrid.


2. Fuente segunda imagen: http://es.wikipedia.org/wiki/Cristo_muerto_sostenido_por_un_%C3%A1ngel: C
risto muerto sostenido por un ángel de Antonello de Messina (1476-1479). Óleo sobre tabla. Renacimiento. 74 cm × 51 cm. Meseo el Prado, Madrid.

3. Fuente imagen última: http://es.wikipedia.org/wiki/Tres_de_mayo. La imagen última es de Francisco de Goya, 1813-1814. Óleo sobre lienzo - Romanticismo. 268 cm x 347 cm. Museo el Prado, Madrid, España.

miércoles, 18 de febrero de 2009

EL DÉCIMO DÍA


El décimo día, Rubén Sánchez Féliz, Ediciones Alcance, Nueva York, 2005. En esta novela el autor incursiona en la vida de una familia de la República Dominicana, asentada en la nueva patria adoptiva, Estados Unidos de América.

Sánchez Féliz, que conoce bien la trama que se propone desmenuzar, parte de una probable enfermedad del personaje principal, Natalia, para hurgar en los sentimientos de ésta, de su marido Eduardo y de todos los familiares que la circundan bajo el mismo techo.

La sombra de la enfermedad de Natalia eclipsa el orden cotidiano de la familia inmigrante. Quiero decir, de entrada, que Natalia es un símbolo de las mujeres que llegan a EUA sin saber inglés, pero que tienen muchas ganas de vivir, de luchar y sacar adelante a la prole.

Natalia es, yendo un poco más lejos, Quisqueya, la isla que se resiste a los embates de los oleajes del Mar Caribe. Es, en suma, la dominicanidad que busca de nuevos horizontes, aún y a pesar de ir contra corriente. En ella están representados todos y cada uno de los dominicanos de a pie, de los que no tuvieron más oportunidad en la vida que la de conocer un país nuevo con una lengua diferente, pero que eso le basta para creer que, lo que no fue posible en el país de origen, lo es en tierra extranjera.

Por otra parte, Eduardo, su marido, es el hombre noble, de gran corazón, cuya visión de la vida adquiere relevancia. Digo esto porque se preocupa verdaderamente de todos los resortes familiares, pero también del trabajo y la universidad. Hasta el encontronazo de la enfermedad de Natalia tenía tiempo hasta para realizar actividades como gesto de compromiso social.

Eduardo es, en definitiva, el símbolo de los dominicanos que saben aprovechar sus dotes naturales para el estudio, a fin de mejorar su condición social. Naturalmente, combinar trabajo, estudio y familia (educar niños, acompañarlos a la escuela, etc.) es una tarea nada fácil. Quien no haya residido en EUA puede hacerse un juicio certero acerca de lo tremendo que es acoplarse a un tren de vida completamente diferente al que se vive en República Dominicana.

A mi juicio, lo mejor de la novela –que no es nada complicada- reside en imprimirle una tensa emoción a la trama. Dicho con otras palabras, Sánchez Féliz esboza un esfuerzo notable en hurgar en la sicología –debió insistir más en ello- de sus personajes. Éstos, a su vez, se muestran como son y se dejan llevar por el momento. Así, por ejemplo, ante la zozobra de no tener un diagnóstico clínico claro y en un breve lapso de tiempo, Natalia, instigada por terceros, acude a la consulta de una santera y acepta, con tal de aliviar su maltrecha salud, poner en práctica algunos consejos propios de las artes mágicas.

La obra rezuma, en verdad, un alto sentido de la dominicanidad en EUA. Se cruzan costumbres y creencias dominicanas fácilmente identificables en la novela. Eso lo considero de interés.

El décimo día suma, en definitiva, una voz a la narrativa de la diáspora. Sánchez Féliz se convierte con esta novela en un observador de la existencia de los dominicanos que, inculturizados en EUA –cosa que celebro con gusto- transpiran sus costumbres por los cuatro costados.

jueves, 29 de enero de 2009

HOJAS DE HIERBA

Walt Whitman (1819, Hunttington, Long Island, Nueva York) es un autor archiconocido por los lectores de poesía. He vuelto a leer a W. y he visto y sentido cosas diferentes. Su estilo desenfadado y suelto da la impresión de poco esfuerzo por hallar la imagen como vehículo para la expresión refinada. No, W. no. No tiene la preocupación por deslumbrarnos con la metáfora, sino con la vida. Esto es, con lo que naturalmente le inspira: "Instando el pulso de la vida que casi nunca / se muestra".

El poeta Whitman asume el liderazgo, entre los poetas de su época, para apuntar al porvenir: "Yo tan sólo escribo una o dos palabras indicativas para el futuro" (Poetas por venir). "Nadie ha adorado o reverenciado ni siquiera la mitad / de lo preciso, / nadie ha empezado a pensar en lo divino que es, y en cuán cierto es el futuro" (Partiendo de Paumanok VII).

No sé, pero "Canto a mí mismo" me parece un tanto saberbio. El poeta se canta a sí mismo.con una naturalidad pasmosa Eso es ser libre para expresarse a sí mismo. sin complejos Pero también puede ser una sobredosis de autoestima. O, simplemente, un exceso culto al yo. Sea cual sea la intención de Whitman ahí están sus versos: "Me celebro y me canto a mí mismo". Tal vez ese canto sea la expresión de un alma extraordinarimente sensible, que en verdad lo es: "Clara y dulce es mi alma, y claro y dulce es también todo lo que no es mi alma", "Agonizo en el moribundo y nazco con el recién nacido".

Nada le es ajeno a Whitman. Muy humano, carnal, sin complejos: "Soy aquel a quien / el amoroso deseo hiere [...] mi cuerpo atrae a los de todos / aquellos a quienes encuentro o conozco" (Soy aquel a quien el deseo hiere).

Si algo caracteriza a Whitman es la "reciprocidad" con sus semejantes, hombres o mujeres. Sentirlos cerca, rozarlos, tocarlos, interactuar con ellos es un forma de vida y placer como ninguna cosa: "Hay algo en permancer próximo a los hombres y a las mujeres, y en mirarlos, y en su olor y en su / contacto, que complace al alma, / todas las cosas complacen al alma, pero éstas / la complacen más" (Yo canto el cuerpo eléctrico).

En continuidad con lo dicho arriba, Whitman valora el amor, la amistad, porque eso constituye la savia de su estructura emocional: "Vi en Louisiana crecer una encina [...] me pregunté cómo podía soltar gozosas hojas / allí sola, sin un amigo cerca, porque supe que yo no podría" (Vi en Louisiana crecer una encina). "A veces, con alquien que amo me lleno de ira por / temor a prodigar amor no correspondido" (A veces con alguien que amo).

Cuando un poeta canta lo verdaderamente humano, canta lo universal. Por el contrario, cuando un poeta canta lo anecdótico, lo circunstancial, tendrá esplendor, pero fugaz. Quien canta lo efímero de la experiencia se juega la posteridad. Pero quien canta las emociones, las vivencias humanas propias de todos los hombres y mujeres, encontrará eco en el hoy y en el mañana. En ese plano se pone Whitman cuando dice: "Ven, dijo la Musa, / haz un canto que ningún poeta ha cantado todavía, / cántame lo universal" (Canto de lo universal). "Soy Walt Whitman, genero y vital como la naturaleza". Esta es una de las razones -la vitalidad-, en mi opinión, por la que Whitman ha cautivado a generaciones de poetas. Rubén Darío dice algo parecido, con otras palabras, claro: "Ser sincero es ser potente". En efecto, la fuerza, el dinamismo está justamente en conservar la vitalidad, la emoción, el arraigo profundo en lo homano y en lo trascendente, en lo divnio, porque todo lo humano es, en el fondo, potente, vital.

Whitman, en suma, me llama la atención por su espontaneidad de pensamiento. Es un bardo convencido de su oficio y lo vive así: "Silenciosa, a través de mi alma se mueve / la verdadera sinfonía". Su poesía es, en su conjunto, una sinfonía en el sentido clásico del término -al estilo desenfadado de Mozart- de la vida, de lo otro, de sí mismo.

miércoles, 28 de enero de 2009

CANTO SILENTE / MÁTAME TU HERMOSURA

Bernardo García Pintado, Canto Silente, Sial Fugger Ediciones, Madrid, España, 2008. En este libro de poesía el autor, monje de Silos, inaugura -al menos cara al público- su presencia en el panorama literario español. Canto silente expresa lo que vive y contempla el poeta con mirada mística. El fraile de Silos pone en juego todos sus sentidos interiores y de los sentidos ordinarios, la vista, la cual agudiza para penetrar los secretos del recinto antiguo silense:

"Roca labrada que habla sin boca". La vista le sirve para agudizar la visión -la divina- y no pierde detalle que lo subyugue: "Mis ojos y mi espíritu celebran / una fiesta en imágenes de piedra, / un festival de historia y de leyenda".

En una de las figuras talladas en piedra del monasterio aparece el Cristo del descendimiento -de la cruz-, ante este episodio de la vida del Señor dice el poeta-místico: "Mano tendida / de un cuerpo desnudo / ¿Buscas limosna o pides la vida?".

No cabe duda de que
hay en los versos de Canto Silente una profundidad que interpela al lector y un mirar que escruta el misterio divino. El sentido de la vista es, por tanto, fundamental en el poemario Canto Silente. Es, diría yo, el instrumento que hace resonar en el alma aquello que mira y contempla el fraile silense: "Árbol de negros ojos en la orilla", "Son unos ojos negros / como la noche triste / que te envolvió en el Huerto", "Son ojos de colores, / los colores del tiempo, / cuando alguien los ha visto / se clavan dentro".

En la tercera parte del poemario fray Bernardo evoca las más hondas vivencias del alma en su encuentro total con el misterio divino, es decir, con la presencia inefable de Dios. "La voz de estas piedras", que así se titula la mejor parte del libro, según mi parecer, contiene poemas memorables y versos tal vez dichos por primera vez en el ámbito de la poesía mística en nuestra lengua. Espero no exagerar, pero tratándose de un hombre de Dios, de un contemplativo, es posible. El léxico de fray Bernardo no es rebuscado, al contrario, parte del lenguaje hablado común. Sin embargo, sus vivencias no son comunes, son singulares. "Pesca divina / en el mar del torbellino", "Que cante / vientecillo de Dios / sobre este nuevo olivo / con las ramas en flor, / que cante siempre / sobre el corazón" (Vientecillo de Dios). "Muchas veces ha venido ese sonido / a mis oídos [...] Muchas veces mi corazón y mi mente / lo han rumiado y lo han mordido" (Ausencia presente). "Mi corazón se ensancha / en otros corazones. // Yo suspiro en sus ansias, / mi amor en su amor se dilata" (Mi amor en su amor). "Un rescoldo con aguas otoñales, / equilibrio de hogar en Dios fundido. / Brasa profunda / del amor que escucha" (Me arropa el silencio).

Matame tu hermosura, Sial Fugger Ediciones, Madrid, España, 2008, es el segundo poemario de Bernardo García Pintado. El poeta sigue la trayectoria de Canto Silente, cuya fuerza, en mi opinión, es mucho mayor en éste que Mátame tu hermosura. No por ello este último pierde encanto, tal vez sea diferente y menos concentrado.

No obstante, la impronta espiritual de fray Bernardo sigue vigente en Mátame tu hermosura. Lo podemos palpar en estos versos: "Nenúfar florecido / en mi cámara secreta". (Cierro mis ojos). "-Mi querido ciprés: / en el claustro de mi alma / y en medio de mi huerto / yo percibo gemidos / inefables y tiernos". "Y de otro rostro el reflejo / contemplas en el limo [...] brotó una flor del légamo / convertida en un hijo" (La hora de la brisa). "¿Qué le has dicho a la luna, / cerca de la alborada, / que ha venido a mi lecho / con caricias de amada?" (Ensoñaciones del ciprés).

Fray Bernardo es capaz de exponer en una sola frase un pensamiento de sabio: "Y yo a ti te pregunto: / una rosa, / ¿para qué sirve?, dime. // La raíz vive oculta, / pero nutre las plantas / y alimenta los bosques" (Amor que escucha).

Los monasterios han sido de siempre -y lo serán sin duda- cuna de vida interior, de refinada vida espiritual, de contemplación de la obra de Dios y de su presencia en el mundo. Los monasterios son, en suma, cuna de la cultura, la ciencia y la sabiduría. ¡Qué bueno haber leído estos dos libros de fray Bernardo crisol de su contemplación y de su experiencia de Dios!


lunes, 26 de enero de 2009

Literatura Dominicana en los Estados Unidos.

Literatura Dominicana en los Estados Unidos. Presencia temprana 1900-1950. Selección y prólogo de Daisy Cocco de Filippis y Franklin Gutierrez. Editora Búho, Santo Domingo, República Dominicana. 2001. PP. 190.

Este libro es fundamental para tener un acercamiento a escritores dominicanos, radicados, al menos durante un tiempo, en los Estados Unidos de Norteamérica. Daisy y Franklin nos acercan a autores que, de otra forma sería muy difícil de conocer y hasta de saber de la existencia de algunos de sus escritos. En este sentido el valor de este trabajo de investigación es, en el orden de la cultura dominicana, incalculable. La bibliografía de la literatura dominicana suma un texto clave para conocer la vida y preocupaciones de los escritores/as dominicanos en suelo norteamericano, a saber: Fabio Fiallo Cabral, Manuel Florentino Cestero, Pedro Henríquez Ureña, Camila Henríquez Ureña, Jesusa Alfau Galván de Solaline, Gustavo Bergés Bordas, Ángel Rafael Lamarche, Virginia de Peña de Bordas, Andrés Francisco Requena.

Cada escritor tiene un estilo y mentalidad, unas ideas –algunas chocantes para nuestro tiempo- y en los pasajes escogidos de sus obras, se puede apreciar la agudeza de todos ellos. Me llamó mucho la atención Camila Henríquez Ureña y el erudito Pedro Henríquez Ureña, su hermano (en cuyo ensayo hay 29 citas muchas de las cuales son miniensayos). También me llamó la atención Virginia de Peña de Bordas con su “Magia de la primavera”. Escribe con gran fluidez. En fin, en unos autores se destaca la franqueza, el juicio crítico, el valor, etc. Literatura dominicana, un ejemplar que sirve de guía para profundizar en las restantes obras de los nombres de escritores dominicanos en Estados Unidos.

sábado, 10 de enero de 2009

FRÍA DESNUDEZ DEL CALENDARIO


Teodoro Rubio es el autor del poemario "La fría desnudez del calendario". Adonais. Ed. Rialp, S.A., Madrid, 2001. Este poemario es único y hay en él una fuerte dosis de humanidad, emoción y belleza. Pocas veces he leído una poesía que denomino vital. En los versos de Rubio confluyen la memoria, el tiempo y logra comunicar sus vivencias o su experiencia emocional -a veces desgarradora- con imágenes vitalistas. Porque canta lo humano se hace grande su poesía. Con un tono sereno, diáfano, sincero, el poeta te hace cómplice de sus versos.

La poesía de Rubio tiene lo que tiene la poesía de los maestros de la lírica española. Si me equivoco en este juicio, admito que es posible, será por un margen muy corto. Para muestra, un botón:

SÍLABAS DE NIEVE:

I

Cuando el aire desliza los contornos
azules de la mar en cada impulso
de su voz quebrantada
por el eco,
cuando el agua redime
con sus olas
la cintura de arena y desvanece
la longitud de amor en sus orillas,
me abandono en los brazos imperfectos
de la tarde, sintiéndome pequeño
como un ave que asciende la montaña
graznando la tristeza
de los días.
Girando como un aspa de molino
se consumen las horas,
mientras sueño
volar con la destreza de los pájaros
y fundirme en el sol, entre sus pétalos
de luz, desvanecerme en el silencio
del bosque, entre los nervios de las hojas
y ser la claridad en los temblores
de las nubes que apagan las auroras.

II

¿Y cuánta soledad tendrá la noche
si sigues ocultando tus reflejos
en esta densa bruma
que envejece
la vida sin apenas respirarla?
No negaré tu luz porque tuve
cegando el corazón con tanto brillo.
Sé que escribes con sílabas de nieve
nuestro nombre, y tus pasos
son fragmentos
de un puzzle en el abismo
del otoño
cuando todas las piezas
se confunden
y se vuelan al roce de la brisa
sin poder descifrar tu paraíso.
Pero vienes y vas por los caminos
cosechando la mies, pluscuanperfecto
de amor en tus alforjas
invisibles
y dejando destellos
tan fugaces
que parece la noche mansamente
mis pasos sobre el mundo.
Mientra vivo
sitiéndote pequeño como el pájaro
graznando la tristeza
de los días.

La estética de Rubio se desmarca de la estética de la Poesía de la Experiencia, cuyo canto consiste en narrar la vida misma, "literalmente", al decir de Olvido García Valdés, para posicionarse en la Poética Interior. Si los poetas de la experiencia -como Luis García Montero- cantan el acontecer cotidiano, los poetas interioristas cantan lo que acontece en su interior, aquellas verdades profundas y trascendentes. La Poética Interior, puede decirse con certeza, tiene en Teodoro Rubio a uno de sus propulsores más genuinos. Hay que seguir muy de cerca a este poeta porque su poesía está entre lo mejor de su generación.

lunes, 5 de enero de 2009

BALADA DE ABU GHRAIB

Era final de diciembre, 2008, cuando me dispuse a buscar en varias librerías una novela no convencional, del género de "Reportaje de Investigación", titulada "LA BALADA DE ABU GHRAIB de Philip Gourevitch y Errol Morris.


Mi interés no era tanto la novela en sí misma como el tema que abordaba: las torturas de la cárcel de Abu Ghraib. Los soldados norteamericanos, en plena gurra de EUA contra Irak, practicaron sendas torturas a presos iraquíes que dieron la vuelta al mundo. (En cualquier buscador de internet se pueden localizar fácilmente). Aquello a mí me impresionó sobremanera.


Unos meses atrás, concretamente en mayo, el pintor colombiano Botero expuso en el IVAM de Valencia, España, una serie de obras -decenas en realidad, cuyo título era precisamente Abu Ghraib- en las que magnificaba con su estilo singular de destacar sus figuras los atropellos de los verdugos hacia aquellas gentes desvalidas e indefensas.


A mí la exposición de Botero me dejó afectado, es decir, inquieto, con deseos de abundar más en el asunto por otras fuentes. Y mira por dónde que, sin esperarlo, sale publicada esta novela, cuya lectura no dejará igual al lector. "La balada de Abu Ghraib" es una novela polémica, crítica, cuestionadora de los valores de la sociedad norteamericana -básicamente del Ejército, Inteligencia Militar, CIA, Gobierno de W. Bush- y de su vulnerabilidad en el cumplimiento de tratados (el de Ginebra sobre todo, que marca los criterios de actuación en tiempos de guerra), reglamentos militares y derechos humanos.


"La balada de Abu Ghraib" no es una novela de ficción, no, es un documental narrado con un estilo periodístico muy fino, aunque no tremendista. Hay que entrar en su lectura con la mentalización de que no vamos a leer una saga de Harry Potter, sino a presenciar de lo que somos capaces de hacer con nuestros semejantes cuando se pierde el sentido de la realidad y de la existencia.


Con motivo de la exposición de Fernando Botero, que fui a ver dos veces, tomé unos notas en mi agenda que acabaron en un artículo publicado en La Prensa de Honduras. Lo uno a mi comentario porque contiene otras impresiones, tal vez no muy diferentes de la narrativa de Philip Gourevitch y Errol Morris.


BOTERO, “ABU GHRAIB”


22 de mayo, 2008. Fernando Botero expone en el IVAM, Valencia, España, la colección “Abu Ghraib” (AG). El poeta español, Dámaso Alonso, tiene un libro muy reconocido, titulado: “Los hijos de la ira”. AG bien puede tener este otro nombre sin menoscabar la idea del artista de la plástica colombiana.


Los rasgos de la pintura de Botero, como es conocido por muchos, son extraordinariamente vigorosos, destacados, de gran volumen y de fuertes colores. En la colección AG Botero hace un “película” bien trazada de lo que ha sido y sigue siendo la guerra provocada por el gobierno de Estados Unidos de Norteamérica, presidido por el saliente presidente W. Bush.


AG narra a través del óleo la atrocidad de una guerra que nadie quiso. Sobre todo representa gestos de la maldad humana, a saber: tortura, fiereza –la cual se puede ver obras como AG 45, 52, 75-, insensibilidad, crueldad, vejación, inhumanidad, burla, bajeza, brutalidad, placer en lastimar, injusticia, fuerza bruta, dureza salvaje, poder opresión y dominio –AG 52, 60-.


Del otro lado está la víctima, con evidentes sufrimientos –con amagos cristianos, AG 47, 75-. Las víctimas de AG se ven indefensas, atacadas, adoloridas, amoratadas, sangrantes, despojadas de sus ropas, torturadas, abocadas a la muerte, desprotegidas, encarceladas, con gestos de dolor y postración, con gritos de desesperación, menos que humanos, extenuados, agotados, muertos.


Las 24 pinturas en óleo y los 22 dibujos que componen la serie AG denuncian el espíritu de esta época que, bajo la égida de la libertad, viola los derechos humanos fundamentales. AG pone en evidencia la verdad histórica de la guerra de Irak, aquello que es capaz de hacer y sufrir el hombre. Botero lleva la verdad de AG al arte y ésta, a su vez, se convierte en una lección de humildad. No somos tan inocentes como parece.


AG es un aviso de lo que está pasando en otras partes del mundo como Cuba, Chad, Congo, China, etc. Por estas obras de Botero –como el “Tres de mayo de 1808”, de Goya o el “Guernica” de Picasso- nos juzgarán a los hombres de hoy, especialmente, a G. W. Bush.


Una vez más el arte ha servido para aleccionar al mundo des la bajezas humanas, pero también de nuestra inteligencia para evitar el mal, el dolor y la muerte de nuestros semejantes.

sábado, 3 de enero de 2009

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Para el V Centenario de la publicación de la célebre obra cervantina, Don Quijote de la Mancha, leí por segunda vez las aventuras del "cabellero de la triste figura". Saqué, por entonces, una notas que hoy rescato y paso a limpio. Si algún tuviera la oportunidad de profundizar en ellas lo haría con mayor seriedad.

1. Apelación de la justicia hacia los desfavorecidos. Don Quijote encarna el ideal de una sociedad justa. El deseo de un mundo más justo, sobre todo para los desvalidos, es todo un símbolo de hacia dónde debe caminar la humanidad.

2. Ambición de Sancho Panza. Sancho, amparado en las promesas de su amo, Don Quijote, sueña con conseguir una buena posición: la de ser gobernador de la famosa Ínsula Barataria. Corrió toda clase de suerte, hasta la burla, por mantener vivo su sueño, que formaba parte de la locura de su defensor.

3. Visión de la mujer. Hay en la obra Don Quijote una curiosa concepción de la mujer, que podría ser de la época o del mismo autor, Miguel de Cervantes, que a mí me pareció en el momento misógena. Habría que analizar más este hallazgo, sin embargo. Sé que si las defensoras de género leyeran el texto cervantino no quedarían muy contentas ni Cervantes bien parado.

4. Culteranismo de Don Quijote y lo popular de Sancho Panza. El Hidalgo de la Mancha usa un lenguaje correcto, pulcro y culto. Sancho, en cambio, irrita a Don Quijote con sus refranes. Esta doble nota se mantiene en toda la obra y es, para mí, un elemento clave, constitutivo de la novela.

5. Ironía, burla, jocosidad de la obra. Miguel de Cervantes intenta transmitir, a través de sus personajes, una serie comportamientos humanos que, además de entrener, dejan el sabor agridulce de que la verdad es otra, que la vida habría de ser de otra manera, pero que en realidad los seres humanos a veces somos irónicos, burlescos y jocosos.

6. Técnica narrativa. Miguel de Cervantes sabía lo que iba a contar en el siguiente capítulo y te prepara para ello. Crea expectativa y enlaza con lo que viene después. Creo que esta técnica es capital. Cervantes cambia de escenario con frecuencia manteniendo la centralidad de Don Quijote y Sancho Panza, el cura, el barbero y el bachiller. Llama la atención los "consejos para escritores". En fin, Cervantes mezcla prosa, poesía y cartas.

7. Crítica a los libros de caballería. Cervantes los critica por no estar ceñidos a la realidad y la veracidad de los hechos que narran.

8. Decálogo para gobernantes. No es extraño que una obra cuyo ideal es la justicia mencione unas pautas para los que ejercen la política, el poder público. De manera que Cervantes deja plasmado un Decálogo o ideario moral para ser un buen gobernante. No sé, pero me viene a la memoria la obra La República de Platón y la Ética Nicomaquea de Aristótles. ¿Leyó Cervantes esas obras?

9. Amistad y complicidad de Don Quijote y Sancho. Más allá de la locura de Don Quijote y de la credulidad de Sancho, les unía la amistad. Y esto les hacía cómplices en toda aventura.

10. La locura: fuente de inspiración. Cervantes crea una realidad irreal, o sea, imaginaria, pero no anula todas las facultades del protagonista. Don Quijote es loco para algunas cosas, pero brillante para otras. Este contraste es, quizás, lo más sorprendente de la genialidad del autor. Al menos así me lo pareció. Hay una tensión entre la locura y la cordura tan sutil como magistral. Cuando Don Quijote dejó de soñar, de tener una razón para luchar y vivir -una conclusión más- le vino la depresión y la muerte. ¿Será que cuando el hombre o la mujer bajan la bandera de sus aspiraciones más locas, más osadas, cuando pierden las ganas de seguir peleando contra molinos de viento firman su propia sentencia? Pienso que Cervantes retrató el alma humana en el alma de el Caballero de la triste figura, en el que, del alguna forma, nos vemos todos.

11. Postura como lector. El narrador te lleva a sentir compasión, repudio, risa, lástima, goce, sorpresa y hasta tedio.

Estos apuntes, insisto, no son conclusivos, ni mucho menos. A lo sumo son alusivo,s unas improntas de una lectura que requeriría análisis e interpretación. Por lo que a mi respecta, como lector y observador, me quedo, de momento, con estas pinceladas. Ningún lector hispanohablante puede presumir de lecturas hasta que haya leído a Don Quijote de la Mancha.

Localización tierra natal, República Dominicana