domingo, 10 de mayo de 2009

FRAY PABLO DE JESÚS, poeta interiorista.

Fray Pablo de Jesús, Montreal, Canadá. Una intensa vida interior es lo que demuestra la poesía de nuestro fraile-poeta. La traducción de Nelson Minaya (El otro ser) y Leo Flores (A través de tus colinas) es digna y elegante. La creación de Fray Pablo tiene ribetes místicos, como es propio de su estado, que denotan el anhelo de un alma ávida de perfección y de encuentro con la pureza de la Divinidad. Esto es notorio en cada tramo de su poesía.


Sin embargo, y esto no es menos importante, acude al mito, fuente de la cual extrae la sustancia del misterio para aleccionarnos con la belleza que dimanan de los mismos. Más aún, los mitos –este es su aporte interiorista- nos remiten al sentido original de la trascendencia, al mundo de la divinidad, al mundo de los dioses.




El otro ser


(A Nelson Julio Minaya)


Porque incendiamos los puentes,

no pudimos volver a la orilla anchurosa;

fue preciso buscar nuestro otro ser

en la cima del alma.



Antinos


¿Qué ignoto manantial fluye en su libre curso

por mis carnes, esta fatal mezcla de Nilo, vino,

y santuarios apoyados en palmeras?

¿Y cuándo las esencias luminosas

darán de nuevo luz a estas extremidades,

ya que, ahora, solamente nos queda

la vacuidad de la paciencia?



El ser resplandeciente


Apolo, de tu sol, siento irradiar su brillo,

y desde que dejaste en mis manos tu lira,

tú música en mí vibra cuando suspiro

por el Amante fiel del ser resplandeciente.

Máscaras

Airadamente, llegaste a mí en mugrientos andrajos

las Ménades te apedrean a ti, ya no los perros,

mas mi pecho latiente tus engaños desvela

ningún disfraz te ocultaría ya de mi mirada.



Ritos de purificación


Con tu vino, oh Dionisos, fluyo sin que me ahogue

y en tu vivido fuego, ardo sin abrasarme;

tu frenesí en mi mente enciende

ímpetus no olvidados,

purificados, ya, por la catarsis de tus ritos.



Las dos infinitudes


¡Oh Hermoso, vengador!, ¡celoso juez! ¡amante!

Nos llegas por la escala estelar de Jacob

en la forma de ángeles que pugnan

con nosotros en la carne

para abrir un brecha en nuestros mundos inferiores

-nuestra porta ínferi- para entrar furtivamente

en el horno de nuestro infierno escondido.

¡Oh el más hermoso de los hijos de los hombres!,

para de nuevo alzarnos, peldaño a peldaño atormentado,

al rellano en donde la materia

afloja sus garras sobre el recuerdo en el alma.

¿Deberán condenarnos por el vicio

cuando tú desciendes, cuando vistes los velos

de la noche y vuelves nuestra alma

en el encanto oscuro de la carne –¡carne tuya!-, cuando

avivas las llamas

y entumeces la voluntad con cada belleza carnal

que te huelgas asumir a tu antojo;

cuando verte es ignorancia ciega y feliz?

¿No obedecemos a tu capricho

cuando quebrantamos los preceptos de tu Ley?

¡Oh cómplice irresistible de nuestra vergüenza!

Pero entonces, envidiosos de nuestros amores

intratables, tú desintegras, con filo abrasador,

los átomos que nos atan a las fórmulas

de la carne, o deshechizas los edenes de tus frutas

prohibidas en justa cólera contra nuestro

desenfreno, cuando fue tu pulpa

transustanciada lo que asimos, cual sacramento

mortecino en nuestro anhelo de tu luz.

Castíganos, si te place, por jugar contigo;

suelta las pestes y los dragones del castigo

para obliterar el vientre de nuestras bestialidades:

hemos aprendido, expulsos ya de paraíso

apocalíptico, de nuestro lago de fuego interior

hasta los éteres de la Causa, porque la belleza

de la naturaleza causa la belleza de los cuerpos,

la bella razón en el alma causa la belleza

de la naturaleza, y la causa de la bella razón

en el alma es el Intelecto que replica

el mundo inteligible de la Sabiduría Divina,

¡oh peldaño final en la escalera

de nuestro anhelante corazón!


§


Tu cuerpo es la tierra

con sus contornos y hondonadas,

compostable y alterable;

hibisco de ojos abiertos

y jacintos henchidos,

la belleza mudable de tu juventud;

pero el fruto –mangos dulces

y naranjas agrias-, tu alma

que da gusto duradero a mi sed.


§


Ahora que nos conocemos el uno al otro,

ahora que conocemos la expulsión

y la reentrada al paraíso, y nos hemos

agarrado a la melena de la bestia de la belleza

-¡nos volvió feroces de asombro!-

ya tu belleza no encubrirá más la de Dios

ni la de Él la tuya (atributo

de Su exterioridad), porque ninguno

de nosotros ya puede

soportar más el Tiempo.


§


Hasta la orilla del mar hay senderos

para ti y para mí,

pero una vez alcancemos el agua, nada más

que Él y el Mar Abierto.



El Rey Sacerdote de Cnosos


las formas reducidas a un ritual,

el ritual, a una vida que discurre…

¡oh danza! eres la sola primavera

que en forma de juventud florece



Ante la estela de Democleides


¡Oh, tantas cosas su luminosidad agotan

antes de que la carne abandonemos!

¡Y cuántos pedestales de luz caen abatidos

antes de que el fuego de lo alto,

del terrenal agobio nos libere!



Alejandro


dorado dios de Asia y de juventud perenne,

¡oh, cálido latido de gallarda armonía

de la Hélade ausente!

los reales creadores no son meros mortales

trascienden las fronteras de sus propios sueños.



Eros


Efebo alado, el hijo de Afrodita,

nacida de la espuma y del mar argentado,

susurro acariciante de sedo melena,

tu flechazo encantado bien sacia las pasiones

del hombre más sereno, de mayor reciedumbre.



Islas


oh, Poseidón, el dios de la azul cabellera,

el delimitador de mares y de playas;

trázanos los senderos a las islas que guardas

do los dioses, a solas, remembran

su existencia,

que desnudos se bañan

en aguas burbujeantes



Palas Atenea


Deidad con armadura, madre de la filosofía,

acrópolis de luz que en carne humana

mudas la blancura del mármol

de las sagradas piedras

que el tiempo ha abatido,

brota invicta la luz de tu sabiduría

¡sólo es don de los dioses conocer lo divino!



Ganímedes


¿Por qué me arrebataste contigo hasta el Olimpo,

cual si yo fuese aroma de delicado lirios?

Me atrevería a pensar que quizás

hayas visto en mis brazos ardientes

reflejar tu belleza.



Narciso


Los cielos se reflejan en límpida laguna,

de los dioses desnudan su íntimo sentimiento.

¿Qué espejo humano somos que refleja los dioses?

¿Y qué dioses son éstos que añoran

en lo humano reflejar su belleza?



La siringa de Krishna


Mi alma se acongoja a los sonidos del bosque

de Bengala,

cuya armonía para mí tocaste

ha centurias lejanas.

a esa música rindo mi albedrío de vivir o morir…

ya sólo puedo pedir

lo que en verdad yo quiero.



Tat tvan asi / Tú eres eso


Consorte eres de los mundos, Morfeo,

tú que viertes océanos sin edades

en mis huesos durmientes

cuando la marejada me sostiene

en sus crestas…

¿es que acaso no soy ése a quien contemplo?



Bibliografía activa: El otro ser (inédito) y Las dos infinitudes, traducción del inglés por Nelson Julio Minaya; A través de tus colinas (inédito) traducción por Leo Flores; Las dos infinitudes (inédito)

Bibliografía pasiva: Bruno Rosario Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior. Ateneo Insular, R. D., 2005.

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