miércoles, 6 de mayo de 2009

ÁNGEL RIVERA JULIAO, poeta interiorista.

Ángel Rivera Juliao, Hato Mayor, República Dominicana, 1951. La poesía de este poeta interiorista está llena de vibraciones que ponen de manifiesto, con creces, la capacidad e intuición de su persona. Construye su arte poética amparado en imágenes y símbolos de gran fuerza que, de seguro, nos van a producir el goce y la admiración que causa lo bello.

Juliao es un bardo reflexivo, claro y profundo. Poeta de oficio, consciente de su misión. Usa imágenes frescas construidas con gran dominio de la palabra. Su virtud, la sencillez del verso y la imagen; su herramienta principal, los elementos telúricos de la naturaleza.

Lámpara

Qué soledad tan clara
la de esta lámpara sola
quemándose en la luz.

Lámpara que se resiste a estar tranquila
y desangra mariposas en la lumbre.
Flor de fuego, sedienta en la llama
quiebra el cristal que la deshoja
y huye por los pasillos de la noche.

Toca los cuerpos que mira
hace los silencios que toca.

Hurga los espejos de ríos infinitos
buscando en su interior las aguas.

Lámpara que se deshace en ritos
de alas tan blancas, casi almas.

En esta lámpara
hay un silencio de lirios
un abismo de luz
una cascada de anillos;
un suicidio de luciérnagas
un Grito.

Arden mis mariposas blancas
las que pienso y las que habito
¡cómo se me quiebra el alma
en tu soledad de vidrio!

Déjame arder contigo
consumirme en la llama del infinito
separar estas carnes
como quiebras el vidrio
y huir deshojado en la noche
hecho luz.



La Noche

Huelo la noche.
La atisbo y la toco como un cocuyo
trazando círculos quebrados.
Huele a pájaros dormidos y a hojas muertas.

La noche piensa, tiene corazón de hierba
su pulso late en el diafragma de los insectos
y canta con olor a resina
secretos de estrellas y luceros.
Rugen sus búhos la impotencia de la sombra
pero asume su dolor callado en la majestad del rocío.

Viene a mí desnuda de lástima
en una brutal entrega de nardos.
Deambulo entre los huecos del silencio
arrastrando su cadáver de niebla.

La noche madre vientre se ancla en el éter
como un grito en la gravedad.


Piedra

Entraña inútil del milagro
saliva fosilizada en el tiempo
desnudo dolor de los tropiezos
aliento extraviado de la vida
voz herida de un canto roto
sobria intimidad de lo perdido
adiós del polvo primigenio
recuerdo de todos los olvidos.
Piedra reposo
piedra naufragio de caricias
de lagartos y caracoles
andariega fija, memoria, ojos del polvo
lágrimas del camino
soñadora de rutas, negada simiente.


Párpado

Dímelo tú, párpado mío
¿Por qué llora el hueso?
¿Qué rumor de sangre
quebranta la sal de mi osamenta?
¿Quién sacude este árbol
plantado en el centro
contra toda nostalgia?
Dímelo tú, que sabes, el sabor de las lágrimas
si del tuétano nacen
las penas más hondas.


Contratierra

Yo, hijo de la sal, te desconozco, ¡oh tierra!
infame terrón que me reclamas.

¿Cómo pudo de ti nacerme alas
de ti que eres estiércol, raíz y lodo
materia impura, sombra y sepulcro solo?

¿Cómo pudo de ti nacer el vuelo
el milagro de la luz, el desafío…
de ti que eres morada de oscuros dioses,
sórdida entraña, tartamudez, abismo;
tú que ni siquiera sabes del temblor de los espejos
en los ojos agrietados de los ríos
tú que eres escombros y metales fríos
inútil piedra y hecatombe?
¿Cómo pudo de ti nacer el hombre?

El mar por lo menos ya era Dios
y la vida temblaba en sus adentros
¿No es acaso agua lo que más tenemos?
¿No es sal lo que centellea en mis huesos?
Ignoro cuál arcilla parda pudo darme luz
sembrándome luna en los ojos
ni qué terrón pudo darme el instinto
y qué mansa cordillera el amor.

No tierra, yo te desconozco
no hallo en ti un ángel justificado.
Ni siquiera un soplo para esta voz
y ni un razón par estas manos.


Gota Primigenia

Agua quién parió tu primera gota
el rumor que había de arrullar las peñas
el romance en los recodos
la quietud bajo la sombra.

Oh gota de savia y tierra
sudor de la raíz, del gusano y de la hoja
gota que antes de nacer
pactaste con la luz para ser su espejo.
Oh, agua, lágrima de un dios que supo llorar
cuando la tierra también era cielo
¿Dónde por tanto tiempo se escondieron tus moléculas?
Cuándo decidiste ser mar o río
arañar las entrañas de la tierra?
¡Ah! tu esperabas que la vida brotara
que surgiera la luz, que naciera el aliento
¿De qué te hubiera servido existir antes?

A ti te hizo alguien que no precisaba la sed
para saber que eras necesaria.
Alguien que diciendo agua
se nombraba a sí mismo
y buscando en la tierra y en el aire
te halló, imprecisa, informe, detenida;
alguien que inventó ángeles para matar la soledad.

¿Dónde andabas cuando aún no te aclamaban las gargantas
en aquella inocencia de la tierra
en que no estaba la sed?

¡Oh agua primera!
Preludio del primer aguacero
asombro del terrón reseco y de la zarza;
tú que en una sola gota
te bebes al sol entero
¿Qué te lleva a transgredir la piedra
a quebrantar los cimientos, a hendir el aire?

Oh minúsculo torrente
aluvión que la mirada desborda
testigo de la sed del primer hombre
espada diluviana
agua madre, agua hermana
¿También tú brotaste de la nada?


Raíz

¿Por qué huyes hacia lo oscuro
a construir distancias en la sombra?
¿Qué secreto amor te aleja de esta lumbre?
¿A quién le temes en estas lindes?
¿Por qué tu instinto de lombriz
si tu ámbito es el río
labrar tu laberinto de cuchillos
tu asedio de látigos sedientos?
¿Qué vientre te absorbe como cielo
y atrapa tu voz en el abismo?

Tu mensaje es recuerdo de semillas
artificio de dedos
entretejiendo la flor en el fondo
la búsqueda de tu propia simiente
el origen de tu árbol
los ojos de tu asombro.

Muerte Huésped

¿Quién res tú
que con manos infinitas hurgas en mi carne
con una espada en sombras?

¡Oh habitante mía!
¿En qué huecos me has nacido?
¿Dónde me hieres más?

Llegamos juntos a la flor de esta carne
tú para hacerla polvo
yo para hacerla grande.


Tristeza

Hija de amarga raíz
investida de sombras
secreta lágrima innombrada
agua naciente de manantial oscuro
fruncido relámpago arrodillado en la frente
geografía gris de una sonrisa muerta
en el mapa de un instante.
¿Quién te nombra en la sangre
enmudeciendo la palabra?
Incansable viajera del dolor
látigo de la carne
llanto sin párpados entre tantos ojos
ala mansa y sin embargo rauda
¿Qué dios hereje te invoca?
¿Quién blande el hacha que hiere
la corteza de la calma?
Yo deshojo en tu huerto enfermo
la flor de mi alegría
la que crece en el pecho aun
cuando muere en los labios.


Memoria de la sal (I)

¿Por qué yo?
Te pregunto y me pregunto
oh atenazada alma,
en el vuelo esponsal
del pensamiento y la nostalgia.
¿Por qué esta maltratada arcilla
por cuyas paredes resbalan
las cenizas de una cruel infancia?
¿Por qué este pobre Sísifo atormentado
que no descansa,
este mísero Tántalo que no se sacia
aún cuando tiene en su interior el río?
¿Por qué esta piedra enclavada en la sed?

Ay!, baranda de los sueños
mi corazón es navío entre la niebla
el y el mar se desliza bajo su casco.
¿Será este mismo océano
en que me ungieron a nacer?
¿Serán estas algas
las futuras alas de un pájaro terrestre?
Yo no tengo memoria de la sal
árbol de radiante blancura
y origen
diamante de la vida
cal de mus huesos;
ni siquiera del rastro en la orilla
donde abandoné mi ropaje de agua y escamas
dejando un aluvión de atónitos ojos.


Moriviví

En la sabana
la muerte resucita;
moriviví.


Caracol

Terco Moisés
el caracol errante,
¿adónde irá?


Ángel

Un ser de luz,
me conoce desde antes;
él es en mí.


Cauce vacío

Duele este lecho
por donde alguna vez
cabalgaba el río.


Sombra

Tú, tan oscura,
di, ¿quién eres tú? ¿acaso
noche? …Ah, ¡no sabes!



Bibliografía activa: Ángel de luz (1999); Memoria de la sal (2000); Frágile (2005).

Bibliografía pasiva: Para estorbar el alba, antología poética de la Sociedad Cultural Renovación, Puerto Plata); Voces del valle, antología de la Secretaría de Estado de Cultura. Revistas Isla Abierta, Mythos. La empatía luminosa en Ángel Rivera Juliao, prólogo a Ángel de Luz, por Bruno Rosario Candelier. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior, Ateneo Insular, R. D., 2005.

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