jueves, 30 de abril de 2009

RAMÓN ANTONIO JIMÉNEZ, poeta interiorista.

Ramón Antonio Jiménez, San Francisco de Macorís, 1962. El alma del poeta, suspendida en un hilo, entre sombras y neblinas, apenas con una llamita, se adentra en lo trascendente; lugar ese donde se solaza el convocado poeta quien, herido en su interior, sólo escucha los pasos del “Otro”.

Poeta de la angustia que causa la sed de absoluto. Jiménez nos sitúa ante una nueva realidad, como hacen los verdaderos orfebres de la poesía. Canta las inquietudes universales del ser humano, sobre todo las que apuntan lo divino.



Crónica Circular


Una estancia de celajes

y ecos de sombras

construye la dimensión para su espacio

Más allá del silencio

ancladas quedan las palabras

Junto al cirio

la estatura del llanto

es una estrella oscura

que instaura su horizonte

Desnudo en la náusea de Adán

en el agua náufraga de la noche

desrrostrado el espejo

escucha sus pasos

junto a la sombra del otro

Gregaria al cieno

pernocta la mirada

Y ya no es alucinación

una espada para el costado del hastío

En la mansión de la lluvia

con llanto de mujer

un ángel llorando está

Quién

amamanta la angustia

cuya cifra del parto

es trastocada

Quién

desanda perdido

los puñales del espejo

Oculto tras la luz

quién se complace en deshacer en silencio

la noble estela

que a su paso va dejando

el último vuelo de un pájaro herido

El fuego sueña su delirio

de círculos y tiempo

junto a la vigilia del árbol

en medio de los caminos

cansados de andar el día

entre las mil paredes de sombra

que inventa la noche

para derribar la distancia

Detrás del sueño

desnace la niebla

Y ebrio de azul y origen

destiempo el caracol

su rumor de ola endurecida

donde dioses alumbran mundos

en el interior del sueño de otros dioses

que también son soñados

En la doctrina del agua

resplandece el murmullo errante del silencio

Que nadie siente la ficción de la muerte

sobre sus piernas

cuando el celaje transite los corredores

en la región subterránea de la noche

cuando el espejo

busque el tacto

la imagen del otro espejo

cuando la transparencia

aprisione en su beso

las manos donde copula la historia

cuando germine el olvido

con su carrusel de cábalas cotidianas

Oh

el alucinado

que en su oscuro tabernáculo

su evangelio ha escrito

Espejos cóncavos que se miran

son las cosas

Y he oído al mar

convocar el agua suya

que aletea en mi pecho.



Salmo


No tejía el pájaro

su vuelo sobre las cumbres

ni había llegado la flor

a mirar con asombro la mañana

ni los corales cifraban los días

desde su invicto silencio

y ya eras polen embriagado

más allá del cauce de los orígenes



Fósil de agua


Quizás en el ámbar duermen las auroras

allí donde el cielo es un estanque petrificado

sin horizonte en su tiempo

sin miedo al olvido

a la sombra que germina en la mirada

Todo es ausencia en su alcoba de silencios

en su muerte secreta y transparente



Mansión de la noche


La ciudad ha muerto

Es la hora en que toda voz huye aterrada

lugar donde el ángel convoca

hasta la nostalgia el flamboyán

esa invicta sonrisa que apacigua la muerte

ese extraño acontecer que hiere al silencio

Aquí donde germina el lirio de la espera

sigiloso puñal que busca el costado del sueño

Todo tumulto de ausencias

propone la diadema de llanto

reclama la clarividencia del miedo

su signo de distancia erigida

Mirada los balcones de la tarde

colmados de miradas y gemidos

Cada pájaro es una ilusión errante

extraviada en la memoria del tiempo

He aquí los caminos conjurar el horizonte

el palpitante llamado a la derrotada mañana

el oráculo alucinado de la copa del instante

Que nadie simule el júbilo

en la danza del fuego de los espejos

Que nadie proclame la hipocresía del azahar

La lluvia no será jamás

el germen sonoro de los orígenes

ni estará en su aposento

el tierno temor de las palomas

Desde la cólera del relámpago

un dios ahuyenta las auroras

El mar es un bochorno

al tabernáculo del silencio

El ojo azul del cielo

ya no bebe la esperanza en el reflejo del rocío

el conquistado espacio en el párpado de la herida

Oh los astros arrodillados

en los labios de la noche

Oh la oscura efigie que desnuda el viento



Noche del círculo


Hacia su origen

confluyen las aguas

que van y retornan

Hacia el espejo marchan los días

¿Hacia dónde ascendemos

cuando nos precipitamos

en el paisaje de la muerte?



La máscara


He aquí la ficción de lo imposible

La distancia simula la noche del miedo

allí donde el mar

es sólo un celaje de naufragios

un paisaje que hay hacia ninguna parte

Ah la piel donde eclosiona la mañana

Ah el beso fluyendo hacia el silencio.



Estación del miedo


Tú soñaste

un techo de pájaros

tienes en la lluvia

un paisaje de espejos

donde busca eternamente

un ángel su rostro

Tú que creías la muerte

una estancia de horrores

una oscura efigie

que ahuyenta la memoria

tienes ahora en la palabra

el hastío de la belleza

la triste forma de lo perfecto



Trapecios


Cruzar a la otra orilla

a la catedral invicta de sus ojos

Soñar los trapecios

las uvas de los labios

en el cisne de la navaja

el felino en llamas de su cuerpo

ese tabernáculo

donde entramos sin pasado

Huir sin nombre

de esta ciudad amurallada

Y despertar sin regreso

más allá de los puentes



Textura de una noche eterna


Ciega en su cerrada furia de andamio

la piedra cae

hacia su propio temor

sin voz

en su oscuro pozo

sin párpados en su dormido árbol

en su callado jinete



Morfología del laberinto


Perdido entre la carne

el hombre es una fuga

hacia lo inconcluso

hacia la otra muerte

allí donde la forma duele

y es un sigilo de espada la memoria

Cada hombre es su abismo

su ebrio sendero sin huellas

una lámpara

oscureciendo su silencio



Paisaje del egoísmo


El puerto del llanto

espejo de lo que huye

paisaje sumergido en el ojo

de lo que está sin dormir

sin órbita en el reposo

en la máscara

del simulado acontecer del miedo

Ah

el ángel

que atormentado por la belleza

busca eternamente su sombra



Apología


La serpiente no tiene prisa

no tiene horizonte

en su pequeño andamio

sólo una oblicua mirada de sospecha

En su sueño de gloria confusa

es una interrogante que no teme

Bibliografía activa: Melancolía, 1984; Crónica Circular, Ateneo Insular (1997); Nociones de arte (1998); Apología del insomnio (2001); Presencia del miedo, Ed. Ángeles de Fierro, San Francisco de Macorís, (2003).

Bibliografía pasiva: Bruno Rosario Candelier, Crónica Circular, prólogo La experiencia interior de Ramón Antonio Jiménez; Juan Gelabert, La presencia del miedo o el laberinto del sueño. Sixto Gabín, La presencia del miedo o las ciudades que emigran hacia la lluvia. Epílogo a Presencia del miedo por Bruno Rosario Candelier, Ramón Antonio Jiménez es un caso singular en las letras dominicanas. B. R. Candelier: El Movimiento Interiorista. Ateneo Insular, R. D., 1995. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular, R. D., 2001. B. R. Candelier: La búsqueda de absoluto. Ateneo Insular, 1997. B. R. Candelier: El Ideal Interior. Ateneo Insular, 2005.

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