martes, 28 de abril de 2009

JOSÉ FRANK ROSARIO, poeta interiorista.

José Frank Rosario, Moca, República Dominicana, 1948. Escritor de oficio, poeta agudo e ingenioso. Concitado por el misterio de la vida, canta con vibrante tono. El entorno visible, el mundo material, es, para él, el lado débil de la verdadera realidad, la que no perciben nuestros ojos, pero sí nuestros sentidos interiores.


La muerte, los sueños, el universo, todo lo que nos envuelve, es una antesala de la eternidad. Navegamos, unos sin saberlo, otros a tientas, otros con los remos que les provee la poesía, hacia la realidad inmaterial, intangible y eterna; a la realidad que a todos nos trasciende y nos atrae, porque se agranda en nuestro interior y se expande imparable.



Entre el polvo y la ceniza


Un día ya no estaré frente ante este paisaje inmóvil.

Me superarán las circunstancias, todo lo que será

materia acaba en una forma precisa.

Y lloverá de nuevo,

y saldrá la luna a peregrinar entre los astros,

a brillar impávida por sobre los matojos.

La rueca de los días

hilará otras historias, otras solemnidades

y fiestas, donde otras banderas

en otros mañanas acontecidos,

se plantarán como alto al fuego

de la vida. La vida

enroscada en otras manos, en otros

pies y otras sienes,

para contar historias que no serán

las mías. Mudable mapa somos

aun siendo intransferibles, porque la ruta

es una noche sin visión,

oscuridad donde la llama

que encendimos

será sólo un reflejo a la distancia,

un arco o espejo agonizantes,

un ademán perdido,

un gesto solitario,

una frase de amor, quizás,

escrita sobre el viento.

La vida es un tumulto. Una

marea de abejas es la vida

que viene desde el fondo

de la substancia de la noche. Cercarla,

atarla al palo mayor de la presencia

de los años es la tarea. Pero dónde el capitán

de tan alta nave, dónde el marinaje,

dónde poleas y cuerdas y velas

y remos. El viaje

es inmóvil. Nos pasa ante los ojos

el paisaje que nos arrastra

a un destino sin razón

que nos convoca a ciegas,

destino común vivido a solas:

un traspié y la indetenible maquinaria

que nos llama

y torcernos entre flores de engranajes

solidarios, descontrola su giro,

descompasa sus vueltas,

se niega a ser la misma o a seguir adelante,

y todo el universo con sus astros,

sus planetas y galaxias giratorias

no serán suficientes para detener el salto.

Lo intangible es más fuerte

que mil mundos de materia,

y el destino más voraz e inexorable

que la misma voluntad de persistencia.

Vendrá con él el golpe fiero,

el zarpazo entre la niebla,

la fiel desgarradura que arde y quema

mientras tratamos vanamente

de dar soplo inextinguible a la existencia.

No son ya cosas de estos mares

de respiración y aliento,

el impedir la catástrofe: Lo contundente humano

asienta su hermosura

en la perenne contingencia de lo asedia.

Fuerte ciudad es el cuerpo

con sus murallas de carne,

con sus sentidos en almenas,

con su instrumental de manos. Nada impide,

sin embargo, su precipitar violento

en un instante cualquiera,

aun rodeado de otros

cuerpos, tangenciales

a esta historia individual, escrita

a mano pura sobre otros cuerpos que volaron,

hechos polvo sobre polvo,

ajenos a cualquier rigor que pudiera

serenar el caos.

Un día, este paisaje que ahora bebo

no estará ante mí.

Será escenario de fondo para otros

viajeros que vendrán

deseosos de pagar su cuota de peregrinaje.

Y el paisaje será el mismo. Mi presencia

no habrá añadido una sombra más

ni un matiz menos a sus colores en fuga,

a pesar de toda la ternura

con que mis ojos lo revistieron.

Pasa el amor del hombre sobre la tierra

como un diáfano manantial de olvido.



La muerte y otros desvaríos


Que le crecía una mano, de nuevo.

Y sobre la mano carne mórbida, irisada.

Y tenía otra vez los pies y los ojos. Y uñas

de escarcha,

inflexibilidad en las coyunturas, y cerebro

en llamas, y ganas de levantarse y saltar,

y que saltaba y era otra vez entero…

No sabía el cadáver porqué soñaba

esa recurrente pesadilla.

§

Morir es asolar

con todos los fuegos y todas las hachas

los ecosistemas del corazón en fuga.

§

Sinhué mira las tripas regadas por el suelo

del cadáver último a él entregado

para hacerlo esplendente momia. Las mira de nuevo

las escupe, harto de ser taumaturgo

de una eternidad que se llena de polillas.

§

Kavafis retuerce ideas.

La sacra inconsciencia teje los versos más lúcidos.

Un lobo.

¿Cómo haces para que nunca se apaguen los ecos?

§

Pieza a pieza desmontar el mundo

hasta hallar

entre la orina y la escoria

el cadáver de la muerte.

O al menos su máscara.



Íntimos improperios


Pienso en el río. Apenas

lo pienso

ya es otro río, otras aguas.

§

El universo es animal en expansión, dicen,

y que respira agazapado en sus constelaciones.

Animal es, ciertamente,

y por ello tenebroso. Basta ver cómo acecha

cada noche con sus infinitos ojos fijos,

con su mirada sin párpados.

§

Llamarte como se llama a una puerta: dando

golpes firmes sobre un madero muerto.

Y que respondas,

sea desde tu oscuro pasado o de tu porvenir

incierto. Nada más triste en la noche

que una voz batallando entre los huesos

de un cadáver de silencio.

§

Que me den la luz desesperada,

la imagen última que brilla en los ojos

de los moribundos.

Es el único recurso disponible

para saber cuán irrecuperable es la existencia.

§

Quien no sabe que a sí mismo

se pertenece es enemigo en el ruedo

es misterio corroído

es campana de falsos dobles

que extravía a los viajeros.

Es árbol de ambiguos frutos

es fuente en peligro constante

es aire contaminado.

Masa.



Bajo el Sueño


Porque tememos a la otra orilla

es que olvidamos Porque es demasiado fulgor

en los rincones y demasiada certitud

de contrario

Porque a fuerza de temer lo que tememos

es peligrosa la materia el don del salto

las palabras encharcadas el turbio suceder

de nuestros pasos

En tierra que se esfuma con ser vista

es la amenaza de la niebla a cada instante

súbita incongruencia de las horas del espacio

del ritmo con que llueven circunstancias

no ordenables

en la vigilia que nos toma por los hombros y

nos sacude

nos coloca en la inmediata percusión del reloj

y sus agujas sus tics-tacs frenéticos

goteando aguas que crecerán con el día

y nos llevarán constantes sin ningún alto poder

que las detenga

a las grutas escamosas de olores conocidos

donde habita en anestesia La Imagen

en sus imágenes

Industria que se reitera hasta la locura

abordaje sin descanso a un nave

de oculto tesoro impredecible y dragón

que muerde el aire imaginado

par espantar visitantes que urgen

razones a un viaje sin destino Terquedad

se requiere y muchas bendiciones de los dioses

para despertar a salvo Algún rasguño

permanece algún tibio desencanto en la región

más madura del instinto Una cicatriz mil veces

machacada anda las sienes del alma Siempre

será noche y siempre vendrán

de negro los corceles

a recoger el hálito que exuda el cuerpo

en su cama Cuerpo exultante y temeroso

del viaje porque anhela saber

lo que en su corazón ya sabe

pero que pronto olvida veloz cabalgando

los párpados del rayo entrevisto

en unos cuantos segundos

de total clarividencia Visión palpable

que ha de disolverse cuando encuentre

el cristal de los sentidos Recordar

el amanecer en la conciencia Dolor

si transportamos a la vida

el bagaje que allá se nos concede Sagrado don

el del olvido Bendito reloj intangible

que marca puntual el arribo –no hacer caso

del ruido de hierros y cadenas- del carruaje

del alba.



Sueñoniebla


Por los pies colgado desde una altura

imposible El mundo

o superficie de mármol rayado en rombos

saltaba hacia mis ojos como amenaza

a la existencia. No volver hacia atrás no poder

no ver quién me sostenía

y qué confianza en el sujetamiento Y aquella

superficie que saltaba como corazón de piedra

hacia mí hacia mi nariz y mis ojos

con posible estallido total imprevisible

y los monjes que después cabecibajos

escribían con rapidez

en lengua indescifrable sobre el polvo del piso

y fueron llama en los giros

rombos y letras entrecruzados y rostros ocultos

por las capuchas negras No entender

el mensaje no

saber quiénes ni por qué escribían por qué

se afanaban en aquel

escribir sin pausa brincando hacia mis párpados

Nadie lo dijo

Quizás la voz del miedo Era el Juego

El Juego en caligrafía

que se traza con la sangre la piel las uñas

Si se araña la espalda de la tierra

ahora mosaico piedra losa mármol

No ver No saber Saltar No entender

latir con el ritmo oscuro

con que respira la tierra Mientras

vivir el terror de morir sin la respuesta

Sin una voz que grite sin opción colgando

de la vena yugular del universo Cenizas

El expolio Garra de la vida

entre la vida y otra:

entre un sueño y el siguiente

no cesa jamás el Juego.



Sueñovuelo


Arracimadas como masa oscilante

en óxido con rumbo sólo de ellas

conocido Encapotadas para no ser vistas

Un rayo hiende su gruta y las descubre

mientras huyen Se erizan Son de pluma

de paja seca azulina hecha jirones

en los molinos de viento

Son de hebras turbinazas manchas

con peso bocanadas de neblina

húmedos rastros y vuelvo vuelto alto gravitante

pasan y no vuelven

no vuelven como la vida río arriba

de nosotros mismos como las ansias

de atarse a algo como el amor

que tampoco vuelve atado a ellas las nubes

que viajan

y yo atado a mi cama que sueño

irme con él y con ellas

y entre los dedos la grasa del recuerdo piel

de cebra desgastada por el uso

Recuerdo de amor descifran

escritura sobre el agua

Escritura sobre mí seco río arriba

que lo veo y las veo

pasar Cansado

antes del viaje

tiritando astros y cuchillos

Tieso.



Montaña


Te pertenece la eternidad

barco de muerta proa

sólo porque aprendiste

desde tu origen de sombras

a navegar inmóvil.

Bibliografía activa: Entre el polvo y la ceniza (inédito); La muerte y otros desvaríos (inédito); Íntimos improperios (inédito); Piedra de amolar sueños (inédito). (Cf. Entre el polvo y la ceniza, Poesía Completa, Edciones de la Secretaría de Estado de Cultura, República Dominicana, 2008.)

Bibliografía pasiva: Bruno Rosario Candelier: El Movimiento Interiorista, Ateneo Insular, R. D., 1995. B. R. Candelier: La búsqueda de lo absoluto, Ateneo Insular, R. D., 1997. B. R. Candelier: El Interiorismo. Ateneo Insular. R. D., 2001. B. R. Candelier: El Ideal Interior, Ateneo Insular, R. D., 2005.

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