domingo, 15 de mayo de 2011

LA IMAGEN (METÁFORA) INTERIORISTA

Verinto, como imagen poética que caracteriza la poesía interiorista, tiene varios registros. Podemos situarnos en al menos tres diferentes planos, que son los propios de nuestra estética, a saber: el plano mitopoético, el metafísico y el místico.

La actividad creadora de los poetas interioristas tiene como eje transversal la realidad trascendente. Es decir, esa peculiar forma de aplicar la técnica de mirar desde el interior de las cosas aquella otra realidad que trasciende el territorio de los sentidos comunes. Los cultores del Ideal Interior, como los organistas de catedrales, tocan todos los registros: místicos, míticos y metafísicos. Esas tres vertientes son los filones sobre los que construyen su obra los creadores interioristas de ambos sexos, cada uno con su sello de originalidad, con el objeto de –como decía Hörderlin- “hacer llegar al pueblo envuelto en cantos el don celeste”.

Los poetas interioristas apuntan a lo esencial, a aquella sustancia permanente de las cosas. La Poética Interior, lejos de promover el juego de palabras, recupera del sentido profundo del bello decir, devolviéndole a la palabra lo que la poesía social y la poesía experimentalista le arrebataron en su momento y lo que el vacío de la época le ha quitado a la conciencia creadora. El Interiorismo plantea un discurso nuevo, un método nuevo de hacer y de crear poesía, no tanto para agradar al oído y complacer a contertulios, sino para exponer los hallazgos de la conciencia y de la intuición humana en su búsqueda profunda del sentido de lo existente y de lo absoluto.

Un aporte fundamental del Interiorismo, entre otros muchos, es la imagen. El Movimiento Interiorista, como el Romanticismo o el Modernismo, ha creado su técnica, su tono y su propia imagen. En el prólogo a la antología mayor interiorista publicada en Letra Negra en el año 2007, la cual fue puesta en circulación en la Feria Internacional del Libro, R. D., 2008, doy, por vez primera, un nombre a la imagen característica de nuestro movimiento.

Con la colaboración preclara de Carmen Pérez Valerio, el juicio reflexivo de Pedro Gris y el magisterio de Bruno Rosario llegué a la conclusión de que dicha imagen debía partir de una palabra nueva, esencialmente nuestra, etimológicamente convincente. Esta es, a saber, “verinto”, concepto creado de la fusión de dos palabras provenientes del latín: veritas e interior. Verinto es, en definitiva, un neologismo que significa que en el interior de cada cosa hay una fuerza, una verdad profunda y trascendente, una sustancia intuida o revelada –no siempre explicable, al decir de Gris, con nuestras palabras- que te atrapa en el poema y no te suelta.

Verinto es una imagen que han consignado los poetas que han perdurado en el tiempo. De tal suerte que no estamos inventando nada, sino dando nombre a lo que hasta hoy no ha tenido un nombre. Verinto, como imagen poética que caracteriza la poesía interiorista, tiene varios registros. Podemos situarnos en al menos tres diferentes planos, que son los propios de nuestra estética, a saber: el plano mitopoético, el metafísico y el místico.

1. Verinto en el orden mitopoético. La resonancia que tiene verinto en la mitopoesía se une a lo telúrico, a los fenómenos de la naturaleza, al cosmos y a la los seres y las cosas que seducen por su belleza y atrapan con sus efluvios y su encanto. En El Preludio de William Wordsworth; en Tiriel, poemario mitopoético por excelencia de William Blake y en el poema Alturas del Macchu Picchu de Pablo Neruda tenemos, por poner no más de tres ejemplos, una impresionante batería de verintos mitopoéticas. Veámoslo a través de los poetas:

a) “Me quise detener a buscar la eterna veta insondable / que antes toqué en la piedra” (Alturas del Macchu Picchu, II, Pablo Neruda”)
b) “¿Dónde reposa el trueno? ¿En qué lugar su terrible cabeza esconde?” (Tiriel, William Blake)

c) “Bajo alguna roca, escuchando notas que son / el lenguaje espectral de la anciana tierra” (El Preludio, William Wordsworth).

d) “No hubo jamás misterio que en las flores no estuviera delineado” (Ralph Waldo Emerson).

e) “Yo río fuerte en repentinos estallidos de lluvia / para ver el mar azotarse a sí mismo en el aire” (William Ellery Channing)

f) “¿Acaso no vuelve la llama sobre sí misma? ¿Y no grita el ave cuando sobre su sombra vuela?” (Lagartos fugitivos, Yky Tejada).

g) “Oh río, oh templo donde mis ojos de agua / beben lo que olvidan” (Oda a una nube, Pedro Gris).

h) “El mar es sólo la acumulación / del llanto” (Angustia, Ramón Antonio Jiménez).

i) “Al verte llego hasta tu parto en la aurora” (Indio desnudo, Fausto Leonardo)

2. Verinto en el orden metafísico. Los poetas que poseen una tendencia reflexiva expresan sus vivencias interiores y sus intuiciones con imágenes y símbolos acordes a lo que ellos han experimentado. Los poetas que apuntan a la trascendencia de una manera desgarrante comunican sus hallazgos con verintos metafísicas, porque la razón se queda en el atrio entre lo sensorial y lo suprasensorial, entre lo humano y lo divino. La razón sola ya no llega a tan honda realidad suprasensorial o divina en la que a veces se encuentra.

Al poeta metafísico lo realidad intangible se le revela como intuición. El misterio se le revela como por la brecha de un relámpago. El poeta tan sólo tiene la palabra, el genio para elaborar sus hallazgos metafísicos. No resulta nada fácil lograr comunicar lo real trascendente, sin embargo, hay quien nos sorprende con la belleza y profundidad de sus verintos metafísicos. Veamos una serie de ejemplos:

a) “Con vino en los labios / para el huésped que arriba / en medio de la noche temblorosa”. (Canto de la locura, Francisco Matos Maoli)

b) “Me puse a lavar la tierra, / porque oí mi voz al fondo” (Huéspedes secretos, Manuel del Cabral).

c) “Invisible oropéndola rozándome la carne / invisible” (Huésped en la noche, Julio Adames).

d) “Déjame entrar en tu hondura / conocer el rubio resplandor / de tus heridas” (La oración, Sally Rodríguez).

e) “Hazme lugar / en la ceniza / de los mil abismos de tu nombre” (La noche, Dios, los astros, José Frank Rosario).

f) “¿Será tu voz, oh Dios mío, / aquel silencio / que rutila en el abismo?” (Aquel silencio, Óscar de León Silverio).

g) “Me espera la lluvia detrás de la vida” (Aquí no ha pasado el tiempo todavía”, Jaime Tatem Brache).

h) “He escrito la palabra profundo / y ha nacido un pozo en mi papel / donde cabe el mundo” (Transformación, José Acosta).

i) “¡Ven! / Golpea con violencia a mis espaldas, / revísteme de belleza en la muerte” ( (Después de la lluvia, Henry M. Santos Lora)

3. Verinto en el orden místico. En los poetas con tendencia mística vamos a encontrar una imagen que revela la relación del poeta con las criaturas y con el Creador. Para el poeta místico nada le es ajeno, todo lo lee y lo percibe a la luz de su sensibilidad espiritual o mística. El poeta místico vincula sus emociones y sus relación con los otros y con lo otro con una honda sensibilidad y ternura. Todo acontece en razón de su sintonía con Dios y con lo sagrado. Los poetas místicos crean verintos místicas. Fijémonos en los siguientes ejemplos:

a) “Esta divina prisión, del amor en que yo vivo, / ha hecho a Dios mi cautivo / y libre mi corazón”. (Vivo sin vivir en mí, Santa Teresa de Jesús)

b) “Y cuánto duerme el Tejedor que hizo / ese lienzo de azul tan dilatado” (Poemas, Emily Dickinson)

c) “En su dicha perdido, / abandonado a tu dulzura ardiente, / de sí mismo en olvido, / el corazón se siente / una cosa feliz y transparente”. (Dicha, Concepción Urquizo)

d) “Ven / Que mis manos se abrasan / y esta sed se hace honda” (Esta sed, Tulio Cordero).

e) “Temprana antigüedad de albor reciente / tus ojos guardan” (Pantocrator, Juan Miguel Domínguez).

f) “Beber de tus arrullos / el caudal escondido en la ribera” (Lentitud de los instantes, Teodoro Rubio).

g) “Quiero besar la luz en ti extendida […] ¡Besar la luz en ti depositada!” (Beso, Gonzalo Melgar)

h) “Te alabo con las aves, / capaces de olvidar el alimento / por calentar tranquilamente el nido” (Gracias por el silencio, Freddy Bretón)

i) “Por esa flor suplicante se detuvo / el torrencial diluvio, mis purpurinas” (Al Jazmín, Teresa Ortiz).

j) “Porque la arena triste no es la gloria. / Sino el temblor del que encandece el día” (Salvación del ahora, Francisco Matos Paoli).

k) “Recréame en la semilla, en el polen, en el árbol del centro. Invierte las coordenadas y hazme iris, alianza de los ríos. ” (Gemidos del ciervo herido, Fausto Leonardo.)

l) “Sobre las flores canta el hermoso faisán: / ya sus cantos desata el Dueño del mundo” (Canto primaveral, Netzahualcóyotl)

m) “Nadie me habla de este pájaro que canta dentro de mí” (XXX, Kabir)
En resumen, verinto, la imagen de la poética interiorista, como hemos podido apreciar arriba, se da en tres estadios y se constata, primeramente, en aquellos poetas con sensibilidad hacia lo telúrico, hacia la naturaleza y hacia el cosmos. A esta imagen la llamamos verinto mitopoética.

En segundo lugar, verinto se constata también en aquellos poetas que se ven concitados por la dimensión de la realidad metafísica, suprasensorial y profunda. La imagen interiorista que deviene de estos creadores la llamamos verinto metafísica.

Y en tercer lugar, la imagen interiorista verinto también se constata en el estadio místico, y es frecuente en los poetas que se sienten en comunión gozosa con Dios y las criaturas. A esta imagen interiorista la llamamos verinto mística.

En suma, tenemos una imagen poética interiorista, verinto, y tres modos de expresarla: el mitopoético, metafísico y místico. El poeta interiorista deberá pensar y crear en imágenes, utilizando, inclusive, las imágenes literarias que nos ha legado la tradición.

Acabo dando las gracias por estar ahí y por haber escuchado, a la distancia, estas palabras. Un cordial saludo a los participantes al III Encuentro Internacional del Interiorismo. Atentamente, Fausto Leonardo. Valencia, España, octubre, 2010.


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