domingo, 2 de septiembre de 2007

EL ELOGIO DE LOS DIOSES, poesía, 1995

ZEUS

Vengo del pasado, atravesando
espacios abiertos, siglos, mitos, historia,
tiempo, incólume.

Detrás mío vienen los demás dioses,
para establecer el Olimpo en la idílica
ciudad de La Vega. Este será desde hoy nuestro hábitat,
por ser el lugar sonoro
de la revelación al plegado mástil europeo.

Construiré mi vivienda como una nube
en lo alto de la montaña
desde donde pueda otear
el rutilante paso del sol
y catar el vino rojo del horizonte añejo.

Contemplaré, absorto, la cruz de la catedral,
honda realidad de tembloroso punto,
pues, al no gozar ya de ser dios,
—por la célebre batalla de la filosofía
que yo perdí en Grecia—
he de tener un punto de mira
cuando ausculte el misterio.

AURORA

Descorro las cortinas de la noche,
Oh, Anacaona,
para que alumbre en tu frente
la diadema de tu mañana y agiganto
las esquinas de las casas
como barcos a la deriva,
empañetando de claridad
las paredes de tu porvenir ardiente.

Abro el portal al Cid flamante
para que con Tizón
venza carriones de tenebrosidad
y miedos agrestes que secuestran
la conquista de tierras aún sin poblar
en el cenit
de tus pupilas caribes.

APOLO

Tengo fama de oblicuo, y es verdad,
de oscuro. Acéptame, bandeja de plata,
tronco de la cultura americana.

Ni en Delfos sentiré mejores brisas
y suaves miradas como en ti,
ínclita ciudad.

Recíbeme, pues, tierra
de parajes verdes y conoros arroyos. Son indignos
mis pies de pisar tus gloriosas llanuras. Admíteme
como a un ciudadano más, y polinizaré las artes
de tus hijos, y voy a estremecer de ritmo
el campanario de tu alma primada.

CRONOS

En mi carruaje, máquina del tiempo,
atravesarán, desnuda el alma, los aedas,
el espacio histórico, hasta encontrarse
con los aborígenes.

Podrán saludar
personalmente al ojo del águila,
a la flor de trenzas negras y largas,
a la especie extinta por el sueño de lo dorado,
aún más, se acercarán a la hoguera
a danzar ritos acuáticos
mientras las llamas rugen.

Y luego, como en un rapto,
retornarán al Olimpo, abstraídos,
enajenados por la visión
de sus antepasados ausentes.

PROTEO

Tres serpientes esqueléticas
traían veneno en sus inflados colmillos.

Eran tres serpientes de agua,
que podían nadar durante meses por el cielo,
aunque se desorientaran sobre el acezante
océano blanquiazul.

Sobre sus vientres crujientes
las vi pasar por mi vera, que yacía como un delfín
oteando el lento vaivén de sus huesos secos.

No sabía hacia dónde iban
esos hambrientos reptiles de abiertas fauces,
lo supe después, cuando el mar enrojeció.

LAS FURIAS

(Museo colonial, Pueblo Viejo, La Vega)

¿Ves esos muros con el ceño fruncido ?
¿Ese falo desvirgatorio
de vírgenes púberes ? ¿Y esos metales fríos
como huesos ? Son la herencia taína
de una época en la que Filomela
se posaba, con alegres flautas,
en la rama seca del naranjo dulce
a silbar cantos nupciales.

Después no, el olor a civilización
dejó lívida a Cintia, a Anacaona,
que ya no sonrió
sobre el agua del río Camú.

Un comején roe
el fémur de nuestras esencias,
como un gusano que horada
el nervio de una hoja y la desmembra, impávido.

DEMÉTER

Esta Isla, burbuja de tierra,
lunar bordado de encajes blancos
en sus orillas rumorosas, ¡oh salada
sonrisa oceánica !, ¡atlántico sentimiento !,
es el alma azul del corazón antillano,
pulsación de tambor,
güira mágica.

Yo he hecho esta peca
en la espalda del mar. Yo, Deméter, traje a Colón,
Ulises de carabelas hinchadas de aventura,
de intuiciones calientes y frías,
de sibilinos y flagrantes
ímpetus a Quisqueya.

Alabo la sangre que engendró
el porvenir, el canto de Enriquillo
que se transformó en flor,
en agua, en tierra y cielo.

NEREIDAS

Somos las que peinamos
el cano mar
que bordea esta Isla de plata. Somos las que
danzamos al ritmo de las olas
y alegramos las playas de doradas arenas.

A esta Isla
hemos arribado sobre las montañas
del océano Atlántico ; agotadas
y ansiosas de llegar
al nuevo mundo, pudimos atracar
en tus orillas, ¡oh dicha eterna !

Como sirenas cantamos
el himno nacional. El sol hace un minuto de silencio ;
la tierra detiene su peregrinación y brindamos
por la nueva Gracia.

OCÉANO

Mis brazos estrechan
el laúd caribeño. Pueblo por detrás
y delante el cuerpo y la sombra de su alma.
Juego con sus costas y balanceo,
como una hoja en un lago pirinenco
su boyante existencia
de intemporales caderas.

Baño de azul, misterio y vientos mansos
las bahías hospitalarias.

En la oquedad de mi mano
descansa la pepita de oro más hermosa
de los mares.

Lo juro por las canas
de mis ondulantes
cabellos.

ATALANTE

«Allí con sus soplos las brisas oceánicas
envuelven la Isla de los bienaventurados»
(Píndaro)

¡Oh Isla bañada de música !
Tu figura
tendida sobre el abierto
y desnudo océano es continuo afluente
de elogios divinos.

Si he soportado en mis hombros
el peso soberano del inmenso cielo,
¡cuánto más a ti, perla o luna !

No se hundirá tu alma como un buque
en el mar encrestado de la duda,
no caerás al vacío,
ni te ahogarás
en los laberintos de las sombras
que la eternidad
amenazan.

Te llevaré sobre mí
como una dulce promesa.

REA

Di, ¡cuánto se ensancha
mi ternura de tórtola !, a este ilustre pueblo bizarro
de estirpe dorada, sobrenatural,
que, montado en el carro del destino,
se encamine, en línea recta,
hasta la inmortal sede del rumoroso devenir.

Toda la corte de los dioses alados
halla gracia, placer en yacer,
ebrios de humanidad,
en el centro luminoso
del Nuevo mundo.

Los dioses sonríen.

AMAZONAS

«Lleva el mar su llanto, el viento su deseo»
(J. De Arguijo)

Hasta los dioses son tentados,
y caen, a veces, en el pozo de sus principios ;
y se duelen como aves
heridas bajo el ala.

Pero un aura celeste,
como un cristal antidisparos,
ampara la fragilidad óptica
de los habitantes grecos
que aspiran, como charco de agua lluvia,
a la elevación, a la eternidad.

El mal embiste contra nuestros escudos,
mas no derribará
la muralla del bien,
el vidrio de la claridad sincera.

TEMIS

Velaré el rostro de la justicia,
observaré que no arquee mustiamente
sus cejas. No debe —atención los dioses—
mancharse la seda blanca
de su equidad de lilios.

Sufriré ( también la divinidad
se lamenta del mal, como yo ahora)
si la veo gemir detrás de las columnas de los palacios
que ostenta, azotada con látigos de fuego,
y de palabras insípidas.

¡Grecia cibaeña !, haz un nido
para tus ciguas,
un hueco en la panza turgente de la palmera
para la igualdad y las libertades.

Yo, Temis, haré de la justicia un Faro,
a las libertades un astro
donde quepan todos.

EROS

Yo endulzo lo agrio de la cotidianidad,
como viento que reza al oído.

Cuando el día se rompe lo uno
como a un vaso roto.

Aproximo encuentros furtivos entre dos seres,
desbarato fronteras de opacidad
que revelan lo oculto. Hago que todo gire
en la elipsis del amor.

Todo se fundamenta
en el amor : el grito originario
de los entes, la muchacha que lleva el mar
en sus caderas, el sacerdote délfico
que eclipsa el cielo con la luna diminuta
entre sus dedos,

y el vaivén
de sístole y diástole
del alma seducida por una verdad
resbaladiza e inapresable como un pez de luz,
pero que abarca el ser más íntimo
como relente que se esparce
en el silencio plateado
de la noche.

HEFESTO

De la testa darás a luz un sol,
un pueblo. Del interior neuronal
nacerá una llama con carne,
una rayo con huesos, un futuro con alas,
una figura de ondulantes esperanzas.

Si del cielo nacen estrellas,
y mueren, y se eternizan,
de la mente nacerán albatros
de vuelos astrales
sobre el añil de sibilinos destellos.

Estoy junto a ti, pueblo llano,
como un herrero de vastedades
para soldar lo sublime
a tu pequeño iris,
a lo divino.

ARES

Me interesan los ríos subterráneos,
aquello que piensas, Grecia,
tus sombras, tu agónica oquedad
pasada y su lanza prendida en tu diestra
para enfrentarte
al ronco devenir de aguas imperturbables.

Necesito saber qué es lo que hay
en el tuétano de tus ideas,
raíz de la revelación,
para aposentarme por siempre
en las colinas
del aire,
en la cordillera central
de tu pensamiento.

NEREO

Conozco la profundidad azul,
la inteligencia diamantina del mar preclaro,
y sé lo que significa
descender y ascender
del fondo al vértice
de una ola nevada.

Por tal motivo, ciudadanos de Grecia,
naveguen hacia el interior,
hacia donde hay un punto titilante,
una luz, una idea
que brilla hasta consumirse
en el horizonte fragoroso.
Que no se seque la gota de rocío
antes que se cansen las pupilas de la palabra.

Sean Ulises de la inteligencia,
marinos del pensamiento, pescadores
de eternidad.

Vengan conmigo a lo hondo,
sin escafandras,
adánicos.

LAQUES

Sonrisas eternas de estatuas
otorgaré a los habitantes del Olimpo
que edifiquen el porvenir
como un templo sagrado
de délficas columnas.

Daré esplendor de ocaso
a los hijos de esta Isla
que naden en la justicia
sobre regatas inflamadas de esperanza,
a aquellos que enervan
su grandeza
para que retoñen las miradas.

Y a los que siembren verbos
sobre suelos porosos
los coronaré
con la diadema olímpica
de palmeras
nobles.

HEBE

Juventud radiante,
astro que alegras el día,
con tus sonrisas de luna,
escucha mis melifluas palabras
como si de la caracola el murmullo del mar.

Juventud que hurta “las gozosas
flores a Afrodita” a las sirenas de las luces,
tejo para ti este poema con hilos de oro y marfil.
Hera y Gea “néctar y ambrosía
en tus labios destilarán”.

Oh, juventud que a Palas Atenea,
“la de brillantes ojos”, lirio silvestre, te asemejas ;
la flauta de la vida
se muere de silencio por que la toques.

Es tiempo de aspirar al copo natado del Éverest,
al pico Duarte del alma. El ligero corcel,
de hípicos pasos, jadea en la cuadra
de tu lado izquierdo,
harto impaciente por imitar a Pegaso
en la pista de tu existencia
ardiente.

En nombre de los dioses
del Olimpo : “acrece la virtud, igual que cuando
del rocío fresco un árbol puja”.

ILITÍA

Desde la colisión
entre los dos astros en 1492 un ardor
gestatorio abrasaba mi útero.

Si tres fueron las voraces sombras
las que se posaron
en Cabo Isabela, tres luces el Corazón del Cielo
engendró de la nada,
para independizar al pájaro
de alas recortadas con tijeras,
si no con espejos donde se veía el rostro el mal.

Haré nacer espigas inteligentes
como tres ojos de agua, me dije, temblando de ira,
tres lunas insondables,
taciturnas, dinámicas.

ÉACO

En la jungla
de las sombras, en el corazón de bambú
del silencio expectante, secretamente,
como un río de bajo tierra,
edifiqué el color de la libertad,
el rojo y el blanco.

Una fiebre de paladinos temblores
incendiaba la ramita del olivo verde.

Todo el país, con el beneplácito
de los guardianes celestes, sentía un escalofrío
alboreado, un arenoso presentimiento,
—cual oído sobre riel auscultando—
de alas que se despliegan
y planean con júbilo
y excitación.

Un 27 de febrero,
cuando el soldado de crestas cercenadas
dio el toque de clarín,
el universo fue sólo un grito,
y las cadenas saltaban hendidas
por el dedo de Marte
y Ares.

ÉOLO

Por mí la enseña
de la libertad ondea en el asta
del presente despenancado.
Nutro brisas sinceras de cabellos prístinos
sobre la espalda de una tarde de extrovertido ocaso.

Armonizo las copas fragorosas de los follajes
y recreo en ellos una eterna resonancia
de abrasante paz.

Hago que el viento, moviendo
la seda de sus alas, traiga vibraciones de galerías,
voces de mármol ebúrneo
de cimbreantes acentos.

Llevaré el polen de los bardos
fecundos como cromosomas clonables,
en mis pupilas, a las feraces inteligencias fosforescentes,
y descansaré entre las guamas
serenamente escuchando
sus versos de agua.
PARIS

Los dioses emigran al Cibao. Yo, Paris,
naturalmente, me he apuntado a esta divina locura.
¡Qué hilaridad ! Pueblo noble, brazalete de las deidades,
como a un emigrante que llega
de los Estados Unidos
te abrazo.

No seré discordia para nadie, ni para el viento
ni para las frutas ardientes ;
antes bien admiraré
el sudor de tus ciudadanos correr
en sus quebradas frentes. Cultivaré tus valores,
curcutearé tus ideas de ámbar
y las pondré sobre pañuelos blancos
para los hijos de nuestros hijos.
ERIS

Admiro este lugar olímpico del Cibao,
las gráciles palmeras ; sus carpinteros,
sus ciguas cotidianas con hijos en sus regazos, muchas
llorando sin plumas su prosapia ;
las raíces lejanas de la cultura, el acento,
la voz amordazada del pasado
y el cañonazo definitivo de alas extendidas.

Escucho la piel alegre de la tambora,
la música plástica de los bosques oscuros y mestizos.
Me apasiona esta joven cultura antigua ;
visitaré sus celestes conquistas y sus altos picos.

La Vega Vieja es un eco perenne,
una arteria de nuestra historia, cuya sangre aún está caliente;
es la Grecia de las Américas, y mírala cómo, moribunda, jadea entre ruines ruinas.

¡Salve, oh, Vega Real !

GEA

Como un astronauta
prendido al hilo de la vida,
como un feto
que se mueve en el espacio
de una placentera nave,
llevo en mis entrañas
la alabastrina isla dominicana, —alfombra
extendida sobre el suelo
cadencioso del mar—.

En un rito solemne
me sorprenden blancas caravanas
de orientales nubes
que vienen a alegrar
con sus sonoros elogios
mi corazón encendido de emoción.

Mi templo se yergue
en esta insigne cuenca flotante
de cordilleras azules
que son mis senos opimos.

ATENEA

Este hueco geográfico, poso
de esencias sibilinas,
es el lugar donde pongo mi elixir. Los hijos
de estas tierras
retoñarán cuando miren
a mis ojos glaucos y beben
su brillo como peces de plateadas escamas deslumbrantes.

Un pueblo hace eternidad
cuando cultiva
el huerto de su alma,
y lo siembra de pensamiento,
de fértiles palabras,
de arte
y de sinceridad profunda.

Háganme caso, que se lo
está revelando Atenea.

FAETÓN

¡Qué bella ciudad, La Vega !
¡Cómo resuena en su suelo
el pasado ! Aún percibo el olor a Anacaona.

Un pueblo como este
no debe tener hombres como yo
conduciendo el carro de su destino. No se lo merece,
ni siquiera por un solo instante.

Paseo por la avenida de encarnados flamboyanes,
medito cuál será el final del Olimpo vegano,
nuestra nueva morada greca. A decir verdad, a buen
lugar hemos venidos los dioses,
este era en realidad
el paraíso de los bienaventurados,
la isla quisqueyana.

EUROPA

Amo con la mirada, pienso, río con ella.
Amo a La Vega porque ella es templo de la ultimidad,
fondo insondable de mis memorias primeras y eternas.

Caben todos en mi vasta mirada
como lomas en las pupilas desnudas de un lago tranquilo.
Por mis párpados
se pasean aladas y silvestres mariposas,
ciguas de espíritu apacible,
calandrias aedas,
niños resucitados.

Todo en mí llega por la mirada : el misterio
palpitante. Todo en mí se delata
por estar mis ojos abiertos
como ventanas sin pestillos ; mirada
en expansión
cual universo, cual punto sobre
agua muerta.

URANO

Mi alma está en el aire,
en ese hombre
que conduce sobre hojas fósiles
el fardo de su cansancio,
en aquel joven
que lleva en sus cuadernos “el rocío de la vida”
y en los urbanos árboles sofocados y sordos,
pero con memoria óptica oculta.

Yazgo en la oda
del río Camú,
en los ondulantes arrozales
de gráciles espigas,
y en el dulce paso de tacos femeninos
por las tardes de cine.

HELÍADAS

Lloramos por ti, sede hierática,
nos duelen los relámpagos que hienden los robles,
el lamento de las noches negras,
el aullido de los canes.

Nuestras lágrimas se petrifican en
el sombrío claror
de tu existencia. Oh, Vega Real, rogamos a Helio,
nuestro Padre del cielo, para que nunca
te falte una espada de amor encendida
para la batalla contra
los aqueos hijos que anidan
en tu lecho. Batalla
de la Razón contra la sinrazón,
contra la estrechez de la luz
en la frente de tus muros.

ARTEMIS

Como agua clara son tus vírgenes,
ciudad mayestática, como frutas jugosas.

Su piel labrada por el sol
en el secreto de su intimidad,
rompe los cánones de la hermosura.

Día y noche velo el velo de tus doncellas,
no sea que Príapo,
con su tizón, queme el azúcar que Dios
puso en el monte sombrío,
verticalidad del éxtasis, de tus muchachas.

DIONISOS

Junto a esta gente de ritmo fluido
y ágiles movimientos
deseo vivir para siempre.

Los embriagaré de amistad,
de leyendas griegas virtuales
que puedan degustar en libros
como licor en copas los ilustres pensadores.

Uvas, sí, que penden del sol,
vino de luz daré a sus mentes para que,
beodas de conocimientos, alegren
a los dioses y escriban sus aciertos
con garbosidad.

Ser un dios hoy cuesta caro
si uno es un espíritu
que anda confundido
en la masa obtusa.

HERA

Como una nube con cuerpo de ave
recorro este valle glauco. Desciendo de las alturas,
veo arar la tierra, la toco, la olisqueo, ¡cómo
me gusta su olor ! Aposta enlodo mis pies
y salgo de nuevo volando por el aire líquido.

Oteo el grano de maíz que crece,
el tiempo que puja y se hincha, la vida,
la muerte, que abren sus pencas de palmera.

Me caso con esta ciudad, por su
sudor mestizo, por sus miradas de porcelana rota.
Porque le planta cara al viento
y arrostra la desesperanza.

Hago alianza con este pueblo
porque amo la tierra peinada por el aro
y las manos que se abren
como alas.

CIBELES

No he visto, oh timbal secreto,
edén como La Vega, ni en el cielo olímpico
hay tanta bondad como aquí, ni tantos sueños
como semillas por despertar.

La gente se apiña en las esquinas
para verme, oigo el rumor de los carros,
los motores, ¡oh encanto sonoro!, y descubro
que el cielo es este,
este humilde pueblo que palpita
en el corazón de la Isla de los bienaventurados.

Alabo la pulcritud de sus templos
y levanto el estandarte azul de mi rango celeste
en honor de los ciudadanos
de este valle de
miradas dulces.

DORIS

Conozco el mar, y sus bramidos.

Mi pasado y mi divinidad
engendran nereidas
de piel de seda y ojos negros ;
mujeres ilustres como Selene,
como aves de oníricos gorjeos.

Me asombran las mujeres
cibaeñas porque hacen del dolor
pan ; vasos, de la pobreza ; sonrisas níveas
de lo gris de la vida.

CAMARINA

Protegeré la ciudad de La Vega,
tierno hueco cibaeño. La libraré
del relámpago ideológico,
de tronadas vocingleras y de torrenciales,
de nubes eléctricas y de granizos
como piedras.

No temas, Grecia, ni la abeja
de aguijón sonoro horadará tus muslos
en espiral, ni el carpintero con su bayoneta
se asentará en tus ramas.

Te protegeré de “espadas como labios”, de águilas
que sobrevuelan tus alturas
anunciando procaces augurios
pálidos y amarillentos.LEDA

Desde el Santo Cerro, balcón divino,
dirijo estas palabras, escritas más allá
del pico del tiempo abrupto.

Este valle no verá la muerte venir
sobre él, cínica, deseternizante. No murmurará
su nombre, antes bien, arrastrará su propia
agonía, sus huesos, sus cenizas
insurrectas e irá escaldada
al Lecteo encadenados sus jarretes.

En lugar de la nada, seres que refracten
en sus pupilas la esencia de los latidos ; en lugar
de ausencias, alisios que delaten
la ciudad de la alegría y propalen el polen
de sus verbos ígneos.

ECO

Estoy en España, mas sobre el gris luengo
envío un ditirambo a mi madre Gea,
La Vega, que me crió bajo la falda
de la Cordillera Central.

Mi voz es verde como el fulgor de un cirio.

Mando, vía satélite, al cielo, barrio urbanizado,
un mensaje en código
para que llegue a su destino
como un eco de ondas digitales.

En un fax escribo : mi alma
está sedienta, como raíz en el desierto,
de profundidades, de sonidos que reboten
y se perpetúen
en los rincones de la palabra.

CIRCE

Soy humana, y vivo. Y por eso las dentelladas
del sufrimiento me preocupan.
Soy eterna, pero tengo que morir. Debo pasar por
una quebrada umbrosa, de meandros y breñas.

Puedo transformar un libro de existenciales espumas
en nieve o nube, pero no
el destino al que estoy abocada.

Es irreversible la vida,
como lo es la danza cósmica de Gea.

Más allá de la mente
me espera un silencio aterrador,
una oscuridad poblada
de distancias digitales,
de infinitas ventanas abiertas.

PEGASO

Enriquillo, sube sobre la ese
de mi lomo, préndete
a mi crin, y vayamos al siglo XXI
galopando sobre la arena del viento
de este soleado verdor de Grecia.

Anacaona, abrahánica, ensíllate
junto al Varón, gen de un pueblo que asciende
sobre la escala de los siglos.

Sube, que nos esperan
los hijos del mañana y no queda tiempo
para volver la vista atrás.

_______________
APÉNDICE

Lista de dioses.

Afrodrita : diosa del amor, a ella le dio Paris la manzana de la discordia.
Amazonas : portadoras de escudos ligeros.
Antifrite : diosa marina, nereida esposa de Posidón.
Apolo : el oscuro, el oblicuo.
Ártemis : virgen, diosa de la castidad
Atenea : equivalente a la diosa Minerva romana de la sabiduría.
Ares : dios de la guerra, esposo de Afrodita.
Atlante : titán que sostenía el cielo sobre sus hombros.
Aurora : diosa del crepúsculo, del amanecer.
Baco : dios del vino y la beodez.
Camarina : diosa protectora de la ciudad.
Céfalo y Procris : ejemplo de celos a rabiar.
Cibeles : madre de los planetas.
Circe : diosa con poderes metamórficos.
Deméter : divinidad griega, personificación de la tierra.
Dioniso : hijo de Sémele y Zeus.
Doris : madre delas nereidas.
Éaco : hijo de Zeus, padre de numerosos héroes.
Eco : ninfa, encarnación de la resonancia y del mensaje triunfal.
Éolo : dios del viento.
Enialio : dios de la violenta.
Eris : diosa de la discordia.
Eros : dios del amor.
Europa : diosa de “la ancha faz”, la de “vasta mirada”.
Gea : personificación de la tierra, madre de Cronos y Ateneo.
Gracias : diosas del encanto físico y espiritual.
Faetonte : hijo de Helios, el sol.
Filomela : hija de Posidón, hermana de Progne, fue metamorfoseada en ruiseñor.
Fortuna : diosa de la buena suerte.
Hefesto : dios herrero que ayudó a nacer a Atenea de la cabeza de Zeus.
Helíades : hijas del sol, lloraron lágrimas de ámbar.
Hermes : mensajero delos dioses.
Hestia : diosa del hogar doméstico ; su fuego permanente simboliza la unión del la comunidad.
Hebe : diosa de la juventud.
Hera : diosa de la agricultura esposa de Zeus.
Hespérides : ninfas del ocaso.
Hora : diosa de la belleza juvenil y del amor.
Ilitía : diosa de los nacimientos.
Jápeto : titán, hijo de Urano y Gea.
Láquesis : diosa del destino, la que reparte la suerte.
Las Furias : diosas de los resentimientos.
Leda : madre de Cástro y Pólux, gemelos, transformados en constelación por Zeus.
Leto : madre de Apolo y Ártemis.
Metopa : diosa fluvial de Arcadia.
Nereo : dios marino.
Océano : dios del mar, esposo de Doris.
Paris : el que dio la manzana de la discordia a Afrodita.
Pegaso : caballo alado, nació de la sangre de Medusa asesinada por Perseo.
Palas Atenea : diosa virgen, la única después de Artemis, virgen.
Parcas : Moiras del infierno, hiladoras del destino de los mortales, duenas de la vida de los hombres. Se les conocen como Láquesis, Cloto y Átropos.
Proteo : dios marino con capacidad de transformación.
Sémele : esposa de Zeus.
Temis : diosa del derecho.
Tetis : una de las 50 nereidas, esposa de Océano.
Tritón : dios marino mitat humano, mitad pez que al tocar una caracola crea un gran oleaje .
Rea : madre de los dioses, madre de Crono.
Urano : dios del cielo.
Zeus : dios de los dioses todopoderoso.

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Localización tierra natal, República Dominicana